X. "Marcas"
Martes había llegado con mas calma que el día anterior. Una mañana tranquila desayunando, después de eso. Roderich, Elizabeth y Juan salieron de la mansión para ir a Viena a encargar el pastel de bodas.
La húngara estaba emocionada, era la primera ves que salia con su prometido a algún otro lugar. Y no le molestaba que viniera el novohispano, ella encantada de que les hiciera compañía.
Al llegar, el chofer del carruaje se alejo de ellos para que pudieran comenzar a pasear a gusto. Detrás de ellos iba el novohispano con calma.
Los prometidos delante de él ya parecían la pareja de esposos que serian en cuatro días.
El día era muy azul y el sol brillaba con intensidad, la gente caminaba a un lado de él. Tenia una pequeña sonrisa en el rostro.
Pero, entre toda la muchedumbre paso a un joven castaño... Sus ojos se abrieron con sorpresa y detuvo su andar.
El corazón le empezó a latir con fuerza, pero era causa del miedo, el pavor que empezó a sentir.
Reconocería su rostro en cualquier lado. Con temor volteo la mirada.
Su cuerpo empezo temblar al verlo ahí parado. Luciano, su antiguo dueño estaba parado a unos metros de él. Le dedicaba una sonrisa llena de maldad...
-¡Juan! -Exclamo el austriaco tomándolo del hombro. El menor dio un respingo en su lugar y volteo a ver al mayor. Sin pensarlo dos veces lo abrazo rápidamente. -¿Estas bien?
Le pregunto, pues pudo ver una expresión de horror en sus oscuros ojos. Después de unos segundos, el aristócrata rodeo al menor con sus brazos y acaricio su oscuro cabello. Este no dejaba de temblar.
La húngara que se había acercado por la tardanza de su prometido vio la escena.
Se acerco a él para preguntarle que pasaba. A lo que el austriaco susurrando le dijo que no sabia.
El menor se aparto del de lentes y reviso el entorno... No estaba... ¿Acaso lo había imaginado? ¿Habia sido causa de su paranoia?
-Juan ¿estas bien? -Pregunto el aristócrata. Tomándolo por los hombros. Después de unos segundos asintió.
-Lo siento... S-solo fue... Paranoia. -Comento, el austríaco lo miro extrañado. Pero no dijo nada mas. La húngara acaricio el oscuro cabello del novohispano y le dijo que todo iba estar bien. Que no se preocupara, estaba con ellos y no iban a dejar que algo malo le pasase.
El menor sonrió ante sus palabras y ya, mas calmado. Siguió su caminar junto a los prometidos.
Detrás de ellos, frente a un local. El italiano miraba todo con una sonrisa burlona.
-Te encontré ratón. -Menciono para si mismo. Como iba a disfrutar tenerlo de vuelta.
[....]
Fue nuevamente hasta el crepúsculo que volvieron a llegar. Roderich mas aliviado de que no vería a su prometida en una competencia de quien mas bebía mas alcohol.
Le dejo el resto de la tarde para que el novohispano descansara. Pues él tenía que ir con las húngara a ensayar el vals que bailarían el día de su boda.
El menor agradeció y fue a la cabaña donde dormía. Al llegar, noto que la nana no estaba. Suspiro y empezó a quitarse las prendas que vestía.
Si bien, la primera ves Roderich lo había visto desnudo. Este no había podido ver a detalle el delgado cuerpo del menor.
Cuando la camisa cayo al piso, dejándolo en ropa interior. En el pequeño espejo que había, podía notar esas marcas que le habían hecho.
Cortes, quemaduras, inclusive esas marcas de mordeduras ya cicatrizadas.
Su brazo derecho tenia varios puntos, producto del que le apagaban el puro en el brazo. En el izquierdo había uno que otro de lo mismo.
Tenia mas cortes que otra cosa y eso se debía a que Luciano le encantaba hacerle cortes en donde cayera el cuchillo.
El menor recorrió su torso con las manos, bajando hasta el vientre. Donde había una cicatriz mas grande. Bajo un poco su ropa interior dejando ver una "L" cicatrizada. Aquella cicatriz representaba a quien le pertenecía no importaba que hiciera.
De sus ojos bajaron lágrimas silenciosas. Y cayo al piso de rodillas abrazándose a si mismo. Esperaba que lo que vio en la tarde solo era una mala jugada de su mente. No quería volver a pasar por el maltrato de aquella familia, pero sobretodo no quería volver a estar cerca de Luciano.
Después de unos minutos, donde no le importo que el frío golpeara su cuerpo. Solo se dedico a estar en el frío piso de madera, sentado, llorando.
Oyó que alguien tocaba la puerta, no contesto.
-¿Juan? ¿Estas dentro? -Era la voz del aristócrata. Que al finalizar el ensayo fue a verlo, para hablar de lo sucedido en la tarde. -Solo quiero hablar... ¿Puedo pasar?
El menor se levanto algo entumido, pero puso su ropa en la cama y se puso el camisón que usaba para dormir.
Abrió la puerta encontrándose con el mayor.
-Disculpa que te moleste. -Le comentó, pero logró ver los ojos hinchados del novohispano. -¿Podemos hablar?
Le preguntó, a lo que el pelinegro asintió. Dejándolo pasar, toda la cabaña esta a oscuras, el aristócrata pensó que tal ves el moreno estuviera durmiendo.
El menor prendió unas velas y luego se sentó en la cama. Roderich hizo lo mismo, pero sentándose en la cama de alado.
-¿Qué sucede joven Roderich? -Le pregunto con amabilidad el novohispano. Roderich suspiro y dijo.
-¿Qué te paso hoy? ¿Por qué te quedaste atrás? -Pregunto mientras lo miraba. El menor bajo la mirada con tristeza.
-Como le menciones joven Roderich, pensé haber visto a alguien... Solo eso.
-¿Y ese alguien seria? -Volvio a cuestionar.
El menor dejo salir un pesado suspiro y con voz temblorosa mencionó. -Crei ver a mi antiguo dueño...
El aristócrata no menciono palabra alguna. Pues, la palabra "dueño" nunca le agrado. Pues era ser propietario de una persona y él sabia que no lo era.
Tomo las manos del menor y con la voz mas cálida que pudo dar le menciono.
-Mira Juan, no quiero que sientas miedo. Se que otras personas te han lastimada, pero ya no estas con ellas. Estas conmigo y mi familia. Y creeme, que yo nunca te lastimaría, como nunca e lastimado a las otras personas que laboran en esta casa. —Se acerco al muchacho, aunque para eso, se tuvo que arrodillar frente a él. Sus ojos amatista se habían encontrado con los ojos oscuros del menor. —Y también, quiero que sepas. Que yo te protegeré de quien te quiera hacer daño. No dejare que te lastimen otra ves. Es una promesa.
El menor volvía a soltar lágrimas silenciosas mientras miraba al austriaco. La mano derecha de él acariciaba la mejilla izquierda del novohispano.
-Joven... Roderich... -Menciono con dificultad. Pues el nudo en la garganta apenas le dejaba pronunciar palabra. -¿P-por qué... Es tan... Amable conmigo?
Pregunto, el austriaco que nunca hubiera dicho tales palabras o al menos no a alguien tan distinto a él. Le sonrió, aunque desconocía mas o menos la razón le respondió acercándose a los labios del contrario.
-Por que te quiero. -Le mencionó. Pues aún era muy pronto pata un "te amo", pero aun así. No pudo evitar el fundir sus labios con los del moreno en un casto beso.
El menor solo tenia los ojos abiertos por la sorpresa que todo lo dicho por el mayor le producia en su interior. Cerro los ojos lentamente, dejando que el austriaco le diera el cariño que tantos años le falto.
-Ohayo Perez.
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