Prólogo.

-Viena, Austria; 1804 (Imperio Austro-hungaro)-

Roderich Edelstein un hombre guapo, rico y de grandes talentos para las artes.
Todo lo que una chica de clase alta pudiera pedir. Su abuelo, Friedrich lo a decidido casar con una bella señorita húngara.


Rodereich como buen nieto, sabe que es lo mejor para la familia. Acepta casarse con una chica de la cual, solo conoce el nombre; Elizabeth también a aceptado casarse con él. Conoce de sus bella artes y es algo que ella aprecia.

Ambas familias están de acuerdo, los comoremeridos también. ¿Qué puede salir mal?







[...]










-Siempre haciendo lo correcto Roderich. -Comento Vash, amigo Dr la infancia del austriaco.

-Bueno. No creo que Gilbert lo haga. Sabes lo insolente que puede ser. -Respondio el de lente, mientras se cruzaba de brazos.

El suizo no dijo nada mas, en eso el aristócrata tenia razón. Se dedico a mirar por la ventanilla del carruaje.
Todas las familias de la burguesía austriaca se dedicaban a pasear, o hacer algo que les proporcionara mas dinero.

Roderich esta aburrido, siempre es la misma cosa de siempre y a pesar de que la musica lo distrae de todo lo monótono de la vida de un aristócrata. No puede evitar que algo le falta a su vida.

Mientras el carruaje avanza, para llegar al país de Italia, a ver a un viejo amigo. Puede ver como el paisaje va cambiando, ya no son mansiones lo que ve, ahora son pequeñas casas de campesinos. Campos de cultivo y demasiadas personas de baja posición social.

No le extraño, estaba enterado de la situación y sabía que ellos debían trabajar cada día para vivir. Mientras que él, podía pasar todo el día frente al piano, pintado o en alguna fiesta.
Pronto llegaron a la frontera con dicho país, no les costo pasar, porque no había vigilancia en aquel tiempo.

Después de unos días de viaje, se encontraban frente a la mansión de Rumulo. Un hombre de la alta sociedad italiana, junto con él sus nietos unos gemelos de 19 años.

-¡Roderich! Bienvenido. -Exckamo alegre el castaño. Mientras abrazaba al austriaco. -Ya estoy enterado que te vas a casar. Felicidades.

-Si, gracias Romulo.-Comentó tratando de corresponder al abrazo. Después de que lo soltara a como sus ropas y saludo a los nietos del hombre. -Feliciano, Lovino es un gusto volver a verlos.

Ambos chicos saludaron al aristócrata. Y junto al suizo entraron a la mansión.
Todos fueron entrando, pero algo llamo la atención del de lentes. En los jardines pudo ver como un joven, de no mas de 17 años arreglaba las rosas.

Era un joven pelinegro, de piel morena y vestía como un campecino. Si bien estaba acostumbrado a la servidumbre, algo llamo su atención de aquel joven.

Y es que, no lo veía triste, como a la mayoría, parecía alegre de estar con las rosas. Tal ves, Romulo tuvo que contratar mas gente. Era comprensible, la casa del italiano era demasiado grande.

-¡Roderich! -Grito el suizo, a lo que el de lentes alejo la vista del joven jardinero y se adentro a la casa rápidamente.

No debía distraerse con alguien así, no eran de la misma condición social. Eran distintos y, simplemente estaba prohibido relacionarse con ellos, a menos que fuera solo para mandarlos.





-Ohayo Perez.

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