IX. "Hermosos ojos, hermosa voz"
Después de un día de calma. El lunes llego como un golpe para todos en aquella casa, pues, estaban de un lado al otro como gallinas sin cabeza.
Y es que, ya solo faltaba menos de 5 días para la boda del austriaco y la húngara. Además, estaban preparando todo para el ensayo de ese día.
Elizabeth iba de aquí para allá, no usaría su vestido de novia que había llegado en la mañana, pero debía poner ser un vestido elegante para la ocasión.
Roderich buscaba un traje para lo mismo, mientras que los parientes mandaban de donde debía ir esto y lo otro.
Germanía solo veía que todo se llevara acabo y alisto al pequeño Ludwig.
Juan iba detrás del austriaco, que recorría toda la mansión dando ordenes de donde necesitaba ir cada cosa, ya que sus primos habían movido todo de lugar.
Una hora antes del ensayo todos estaban agotados por tan agetreados movimientos.
Pero al menos ya estaban listos.
—¿Pensaste alguna ves que organizar una boda fuera tan agotador? —Le preguntó el aristócrata al menor.
—No joven Roderich. —Comentó con amabilidad. El austriaco dejo salir un suspiro.
Al oír las campanadas de las doce del día, todos se dirigieron al salón donde se llevaría acabo el ensayo.
[...]
—Y tú, Roderich Edelstein aceptas a Elizabeth Héderváry como tu futura esposa. —El austriaco ya estaba harto de eso, era la quinta ves que repetían esa parte. —Para amarla, protegerla, estar con ella en las buenas, en las malas, en la salud y en la enfermedad.
—Acepto. —Menciono firme el austriaco aun sosteniendo las manos de la castaña frente a él.
—Y tú Elizabeth Héderváry, aceptas a Roderich Edelstein como tu futuro esposo. —El mayor podía ver los ojos verdes de su prometida, no lo iba a negar, eran bellos. Pero no le causaban la misma sensación que aquellos ojos oscuros del novohispano. ¿Por qué? —Para amarlo, protegerlo, estar con él en las buenas, en las malas, en la salud y en la enfermedad.
—Acepto. —Contesto la húngara con una sonrisa y es que ella estaba muy emocionada con su compromiso con el austriaco.
—Bien. Entonces eso seria todo por el ensayo de hoy. —Menciono el anciano hombre que los iba a casar. Roderich suspiro de alivio.
Ambos novios soltaron sus manos y se hicieron una reverencia mutua. Para el aristócrata aquella boda solo era un acuerdo y ya. Pues si era sincero no estaba enamorado de la castaña pues la conocía muy poco. El padre de ella, un turco si mal no recordaba y su abuelo habían hecho arreglado su matrimonio.
No se quejaba, sabia que estando en una familia de la alta sociedad aquello podría pasar.
Detrás de las dos filas de sillas logro ver al menor que veía todo atento a lo lejos.
Se acerco a paso calmado a él y revolvió su pelo.
—Ya podemos irnos. —Le comento, pues estar casi tres horas en un ensayo, lo hacían anhelar su querido estudio.
El menor asintió y dio media vuelta. Antes de que el austriaco saliera por la puerta. Su abuelo lo mando a llamar, se quejo en silencio y le indico al menor que lo esperará allá.
—Roderich ¿a donde vas? Aun faltan muchas cosas que planear. —Le comento a lo lejos su abuelo. El de lentes camino para allá mientras se disculpaba.
[...]
El menor llego al estudio del austriaco, todo era tan calmado. El piano en el centro, frente a un gran ventanal que mostraba un árbol de jacaranda y se podía ver sus pétalos caer.
Los instrumentos musicales estaban ordenados en otra parte del cierto, donde habían varias partituras.
Del otro lado, los caballetes, oleos, pinturas ya terminadas y todos sus utensilios algo desordenados reposaban en su lugar. Y cerca de la entrada una pequeña sala donde el austriaco tomaba el té.
El menor había estado tantas veces ahí junto al aristócrata, pero era la primera ves que se encontraba solo.
Camino por el lugar apreciando cada detalle de ese estudio lleno de tantas cosas para hacer varias bellas artes.
Al estar cerca de los instrumentos, logro ver una guitarra, sonrió con tristeza al verla.
Su padre, antes de que se lo trajeran al viejo mundo, le había enseñado a tocarla. Miro a su alrededor y la tomo.
—Espero el joven Roderich no se enoje... —Murmuro para si mismo y paso sus dedos por las cuerdas del instrumento. Estaba afinado, como todos los instrumentos del dueño del estudio. El novohispano cerro los ojos, aun creía recordar la canción que le habían enseñado.
La guitarra se oía afinada y armoniosa, justo como cuando el austriaco tocaba el violín o el piano.
Tomo aire y con una voz que hace mucho no dejaba salir, comenzó.
“—Te amo y más de lo que puedes imaginar,
Te amo además como nunca nadie jamas lo hará
En esta canción, va mi corazón
Amor mas que amor es el nuestro y te lo vengo a dar
Te miro y más y más y más te quiero mirar
Te amo y sabrás puro sentimiento y no hay nada más
Y sueño llegar a tu alma tocar
Amor mas que amor es el nuestro y te lo vengo a dar
Ruego a Dios tenerte a mi lado
Y entonces poderte abrazar
Si no estás aquí algo falta
Yo por ti pelearé hasta el final
Y sueño llegar a tu alma tocar
Amor mas que amor es el nuestro y te lo vengo a dar
Te amo y ¡másss!
Te amo y sabrás como nadie yo te amará
En estas canción yo veo quien soy
Amor mas que amor es el mío y lo siento
Amor mas que amor es el tuyo y presiento
Amor mas que amor es el nuestro
Si tu me lo das.”
Dejo salir las ultimas letras de la guitarra y sonrió. Amaba cantar, pero hace mucho que no lo hacia y cuando lo hizo se sentía como pájaro en una jaula.
—Tienes una hermosa voz. —El menor casi tira la guitarra del susto al oír la voz del aristócrata detrás de él.
Volteo algo temeroso, esperando que este no se haya enojado por tomar algo sin permiso. El aristócrata estaba sentado en el banco del piano, no se le veía molesto.
—Lamento haberte asustado. Cuando llegue estabas tocando y es de mala edicuacion interrumpir a alguien cuando toca o canta. —Se explico, el novohispano asintió débilmente.
—Y-yo lo siento... No debí tomarlo sin permiso y yo.. —El aristócrata levanto el dedo índice, a lo que el moreno cayo.
—No te disculpes, la musica no debe prohibírselo a nadie. Si tenias ganas de hacerlo esta bien. Me hubiera molestado si solo la hubieras desafinado, pero tienes una voz hermosa Juan. —El novohispano no pudo evitar sonrojarse ante las palabras del aristócrata. —¿Podrias volver a cantarla por favor?
Pidió, a lo que el moreno asintió y se acerco al austriaco. Donde a pesar de no entender la letra de tan bella canción, eso no le impedía el oír la melodiosa voz del menor.
Algo que le sorprendía, ese niño estaba lleno de sorpresas y no iba a negar que eso le agradaba.
—Ohayo Perez.
Pd: Como no conozco canciones de la época virreinal, pues les dejo la canción que canto Diego Luna jsjsjs
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