IV. "Caballero de compañia"
El austriaco se encontraba en su despacho, ya era algo tarde, pero quería terminar aquel cuadro que había empezado el día de ayer.
Dejo los pinceles, suspirando satisfecho por el resultado final. Había conseguido casi el mismo efecto de aqueela mirada en su pintura. La diferencia, es que Roderich había dibujado un rostro feliz, alegre y sin temor. Todo lo contrario a lo que había visto en el menor.
Aun recordaba esa sonrisa y se preguntaba. ¿Por qué le causaba cosquillas solo verla? ¿Y por qué le molestaba cuando el niño no le sonreía a él?
Tocaron la puerta, el austriaco pensó que se trataba de su prometida, que dormiría en la habitación aun lado de la suya, después de dar el permiso se encontró con el joven novohispano.
Traía consigo una bandeja de con té.
A pesar de tener la mirada al frente sus ojos miraban la tetera de porcelana. Roderich limpio sus manos con el paño y se acerco al menor.
—Ponla aquí por favor. —Menciono, señalando una pequeña mesa. El de ojos negros hizo lo que se le pidió. —Ven.
Ordeno el aristócrata, mientras caminaba a donde se encontraba el cuadro. El menor lo siguió desde atrás.
—¿Qué te parece? —Comentó, mientras señalaba el óleo. El novohispano levanto la mirada para ver el cuadro.
Abrió los ojos con sorpresa y un intenso color rojo escarlata invadió sus mejillas. Era él... ¡Habia sido retratado en una pintura!
—So... Soy yo... —Hablo bajo. Pero audible, el austriaco sonrió, el joven aprendía rápido el idioma.
—Lo se. Lamento sino te e consultado antes. —Menciono, y tomo al menor del mentón haciendo que lo viese. Admirando una ves mas esos hermosos ojos negros. —Pero no e podido evitar en retratar tus ojos.
El menor no sabia que decir, ni siquiera se esperaba aquello. Pero podía ver esa sonrisa por parte del aristócrata...
—Es... ¡Es muy bello joven Roderich! —Exclamo haciendo un reverencia rápida. Al verlo de nuevo, dio media vuelta y a paso apresurado menciono. —Disculpe, aun tengo muchas cosas que hacer.
Y salio con rapidez de la oficina del mayor. El austriaco no dijo nada, era la primera ves que el novohispano no hablaba con la voz temblorosa y baja. Además de que, el muchacho lo había llamado por su nombre.
Al salir de la habitación, el menor se abrazo así mismo. No lo iba a negar, desconfiaba de aquella sonrisa.
Desconfiaba de todos los ricos que vivian en aquella mansión.
Se dirigió a la cocina junto con la nana Carlota. Pero antes de llegar una voz gruesa, seria, pero sobretodo autoritaria lo llamo.
—Alto ahí. —Ordenaron, el menor hizo lo que se le pidió. —Ven aquí.
Ordenaron una vez mas, el novohispano hizo caso y temeroso volteo. Frente a él, se encontraba el dueño de la mansión. Friedich Germanía, un hombre rubio, de ojos azules penetrantes, serio y autoritario. Vestía de la manera mas elegante y se veía bastante imponente.
Cuando el menor estuvo frente a él, con la mirada baja y el cuerpo tembloroso. El germánico con su voz autoritaria le ordeno.
—En mi despacho ahora. Tengo que hablar contigo. —Dio la media vuelta, sin esperar respuesta del joven y comenzó a caminar. El novohispano lo siguió callado y a una distancia prudente. No dejaba de temblar detrás de rubio.
[...]
A la mañana siguiente, Roderich bajo a desayunar. Todos se ponían de aquí para allá, como era costumbre en aquella casa.
Elizabeth ya se encontraba ahí, como sus otros primos; Gilbert y Ludwig de 19 y 8 años respectivamente.
—Benos días. —Saludo a todos, todos devolvieron el saludo. —¿Y el abuelo?
Preguntó, pues su abuelo apenas había vuelto después de estar tres meses fuera haciendo negocios bastante importantes con el mundo burgués.
Gilbert respondió que no sabia, que nadie lo había visto desde anoche.
—Lo vi irse a su despacho y un adolescente iba con él. —Comento Gilbert, el austriaco lo miro. —Debia ser un sirviente, iba con la cabeza baja... Aunque nunca lo había visto.
Y es que, el prusiano se la pasaba con sus amigos ya que no tena obligaciones que cumplir. Y el pequeño Ludwig iba a sus clases particulares.
—¿Cómo era? —Pregunto con algo de nerviosismo. No le había contado nada del muchacho a su abuelo. Por obvias razones.
El albino le describió al joven, pelinegro, de piel morena y baja estatura.
¡¿Juan se había encontrado con su abuelo?! No es que su abuelo fuera una mala persona, pero no aceptaba desconocidos en su casa, nos después de una ves en que casi lo matan por ayudar a un extraño.
Y ahora que lo notaba, no había visto a Juan en toda la mañana...
Cuandonestaba por levantarse para ir a buscarlo, su abuelo apareció. Como era costumbre, se le veía serio. Saludo a todos, los hombres de la casa se levantaron de su lugar y dieron los buenos días. Luego se dirigió a la prometida de Roderich, ella también se levanto y dio una pequeña reverencia.
—Roderich, ven a mi despacho por favor. —Comento, el austriaco se levanto de su lugar y acompaño a su abuelo
Después de una caminata, donde no comprendía nada. En la entrada pudo ver a su nana, eso le extraño mas. La mujer tenían la mirada gacha por respeto al señor Germanía.
—Puedes retirarte. —Le ordeno el rubio a la anciana. A lo cual esta asintió, espero a que ambos estuvieran dentro y se retiró. —Bien Roderich, me enterado que tienes un sirviente. ¿Me equivoco?
—No señor. —Respondio el austriaco. Mirándolo a los ojos.
—Bien, también estoy enterado que le estas enseñando el idioma. —El austriaco asintió ante las palabras del mayor. —Muy bien. Solo te voy a pedir una cosa Roderich. Para la próxima, apenas llegue informame de los cambios.
—Si señor. —Comento, pero por alguna razón no se sentía nervioso o que su abuelo lo hubiese regañado.
—Bien, supongo que puedes tener de vuelta a tu sirviente. —Comento, mientras se recargaba en la palma de su mano. —Claro que... Ya no sera tu sirviente.
Esto desconcertó a Roderich, el germano dijo un "Ya puedes pasar". El austriaco volteo a donde se encontraba la entrada. Por ahí apareció el pelinegro, bien vestido aunque no elegante.
Estaba bañado y arreglado. Se ia nervioso y como era costumbre para el austriaco, temeroso.
—Desde ahora, Juan sera tu caballero de compañía... Algo parecido a la dama de compañía de tu prometida Elizabeth.
Pueden retirarse.
Ordeno y ambos salieron de la habitación. Al estar fuera, el menor lo miraba... ¿Caballero de compañía?
—Ohayo Perez.
N.A: Las Damas de compañía seria algo así. Como las perlas de las diamante de Steven Universe.
Ahora Juan es lo mismo.
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