Capítulo 2

¡Extraoficial! Nos cuentan nuestra fuentes, que por cierto tienen la lengua muy larga y eso que la mía no es muy bendita que "Sindy Maria Juana" estaría en bancarrota.

Sindy se levantó de la cama con la gracia que siempre la había caracterizado. Tras un aseo rápido, decidió llamar a su cafetín preferido para que le enviaran el desayuno. Extrañaba algunas de las comodidades que solía tener con la “innombrable”. Cuando vivían juntas, las tareas rudimentarias, como cocinar y limpiar, eran atendidas por otros mientras ella se dedicaba a brillar. Ahora, sin embargo, se encontraba gastando una buena suma de dinero en estas pequeñas preocupaciones. Desde que Sindy Salió de Boston, se había desentendido completamente de estas nimiedades. En cambio, la Clara Shía Bostoniana había sido la encargada de cuidar de todos esos detalles.

Sindy cerró los ojos y sacudió la cabeza, tratando de apartar de su mente cualquier pensamiento relacionado con esas personas tóxicas que le habían robado tanta energía. Era hora de dejar atrás aquellos tiempos.

Se sentó en el sofá con su desayuno, una modesta combinación de café descafeinado con leche de almendra y un emparedado de pavo. Encendió el televisor y sintonizó de inmediato el canal de entretenimiento más famoso de Nueva York. Cada día, rezaba para aparecer en ese programa, pero no de la forma negativa que la había caracterizado hasta ahora. Anhelaba recuperar su buena reputación, en lugar de la dañina que la persistía actualmente.

Pasaron veinte minutos viendo el dichoso programa, y Sindy comenzó a sentir un atisbo de esperanza. Su bello rostro y su glamoroso nombre no habían aparecido en ninguna parte. El programa estaba más interesado en la vida de Jennifer López y su matrimonio con Ben Affleck, la nueva esposa de Kanye West, y análisis a cargo de expertos sobre el nuevo noviazgo de Kylie Jenner y Timothee Chalamet. Por un momento, sintió que las cosas podían estar tomando un giro positivo.

Sindy sonrió, considerando que eso era una excelente señal. Sin embargo, su sonrisa se desvaneció de inmediato cuando la pantalla mostró la foto y el nombre de Dylan y Alana. La noticia que siguió la dejó en estado de shock durante unos segundos.

— Se casaron… ¡No lo puedo creer! —exclamó sorprendida—. Son unos desgraciados.

Lo que prometía ser uno de los mejores días se transformó en uno de los peores de su vida. Apenas comenzaba a procesar el impacto de la boda de los infieles cuando tocaron a su puerta. El portero le entregó un sobre blanco con letras rojas grandes que decían “URGENTE”. De inmediato, supo que no era algo bueno. Rasgó el sobre y extrajo el papel. Era un aviso de desalojo de su arrendador, notificándole que tenía tres días para abandonar el inmueble o las autoridades se harían cargo de la situación. Debía cinco meses de alquiler de su lujoso apartamento.

La rubia experimentó una creciente oleada de desesperación que amenazaba con envolverla por completo, consciente de lo perjudicial que sería sucumbir ante ese sentimiento avasallador. Comprendía que ceder a las drogas y al alcohol la sumiría en un abismo sin retorno, y ya no tenía a nadie que pudiera ayudarla a recobrar el rumbo de su vida. Una vez más, se encontraba en un desolado aislamiento.

En un esfuerzo por mantener a raya la ansiedad que acechaba, evocó todo lo que había aprendido en su última estancia en el centro de rehabilitación. Luchó tenazmente por mantener el control, sabiendo que necesitaba hallar una salida a su precaria situación. En ese instante, su teléfono móvil irrumpió en su mundo interno con una llamada entrante. Al observar el nombre de Irene Thompson brillar en la pantalla, Sindy dudó un instante. Irene representaba la figura más cercana a una madre que había tenido en mucho tiempo, pero también era la madre de la recién casada que la había traicionado. Finalmente, se decidió a contestar la llamada, ansiando el refugio que quizás, solo quizás, Irene pudiera ofrecerle en ese momento de oscuridad.

La voz emocionada de la mujer al otro lado de la línea resonó con un efusivo “¡Hola cariño!” que envolvía la llamada. La respuesta de la rubia fue entregada en un tono impasible, aunque bajo esa fachada de calma, la furia y la tristeza se enredaban formando un nudo insondable en su garganta.

— Irene —respondió ella, manteniendo un tono neutro, aunque sus emociones se agitaban turbulentamente bajo la superficie.

— ¿Cómo has estado? —preguntó Irene, su voz dulce pero cargada de preocupación genuina.

— Bien —respondió con una mentira que apenas ocultaba la tormenta que rugía en su interior.

Un suspiro escapó de los labios de Irene antes de hablar de nuevo:

— Te conozco como si fueras mi propia hija, sé que no estás bien, incluso si intentas aparentar lo contrario.

— No tengo otra alternativa… que estar bien —murmuró Sindy.

Con cautela, Irene planteó la pregunta que estaba en el aire como una sombra invisible:

— ¿Te has enterado?

El silencio llenó un breve instante antes de que la rubia respondiera con pesar.

— Sí, acabo de ver las noticias.

Irene, sabía que este tipo de noticias eran como dagas que se clavaban en lo más profundo de su ser, hiriéndola de manera insondable.

Sindy luchó por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse, mientras se esforzaba por escucharse serena y tratando de hablar con normalidad.

—Me duele profundamente que él haya decidido casarse con ella, todo eso me pertenecía a mí —suspiró y cerró los ojos por un instante—. Sin embargo, entiendo que hay cosas que simplemente no están destinadas para mí. Mi única opción es seguir adelante y dejar atrás ese oscuro y triste pasado, lo que incluye a tu hija y a su recién estrenado esposo.

—Permíteme ayudarte, cariño. Necesitas un cambio de aires, alejarte de Manhattan por un tiempo y sentir el apoyo de las personas que te queremos y nos preocupamos por ti.

Irene, sin inmutarse por el bufido de frustración de la rubia, siguió hablando con una calma inquebrantable.

—Te propongo que vengas a pasar una temporada en mi casa. Así podrás sanar y comenzar a reconstruir tu vida. En cuanto a mi hija y Dylan, no tienes por qué preocuparte. No planean visitar Boston en un buen tiempo, así que estarás libre de cualquier incomodidad... Te lo prometo, mi niña.

— ¿Cómo puedes preocuparte por mí después de lo que hice? —preguntó Sindy, su voz temblorosa resonando a través del teléfono.

Irene, al otro lado de la línea, habló con calma, sus palabras cargadas de comprensión y empatía.

—Te conozco desde que eras apenas una niña —respondió—. Y, lamento decirlo, pero me enteré demasiado tarde de todo lo que te sucedió. De alguna manera, me siento culpable por no haber hecho más por ti en aquel entonces. Si hubiera sabido lo que estabas viviendo, te aseguro que habría empleado todos los recursos a mi disposición para hacer pagar a tu madre y a ese hombre por el inmenso daño que te causaron. No pretendo justificar tus acciones, algunas de las cuales claramente fueron equivocadas, pero en lo más profundo de mi corazón, sé que existe una mujer maravillosa esperando la oportunidad de resurgir.

Sindy dejó escapar un suspiro pesado, mientras pensaba con pesar: <En mí no hay nada bueno, solo oscuridad>.

—No sé qué decir —susurró con sinceridad, sintiendo la emoción en sus palabras.

Irene, decidida a persuadirla para que aceptara su ayuda, continuó hablando con una convicción:

—He seguido las noticias, y la prensa ha sido implacable contigo. Por eso, insisto en que necesitas renovarte, como una majestuosa y hermosa ave fénix que emerge de sus propias cenizas. Estoy dispuesta a brindarte todo el apoyo necesario para que eso suceda, Sindy.

El tono de Sindy tembló al hablar:

—Regresar a Boston para mí significa derrota. Juré que jamás lo haría hasta que me convirtiera en alguien importante, para que ellos no pudieran volver a hacerme daño.

Irene respondió con un tono de voz tranquilizador.

—Ya no pueden herirte —aseguró—. A menos que tú se los permitas. Es posible que ni siquiera estén en la ciudad, nadie ha tenido noticias de ellos en mucho tiempo. No se atreverían a hacer nada, conocen las consecuencias que les aguardarían aquí. Lo que necesitas, mi querida, es una mano amiga. Regresar podría ser un primer paso para sanar físicamente, pero también para sanar tu alma. En Manhattan, en este momento, no hay nada bueno para ti. Es hora de hacer un alto en todo lo que estás haciendo y considerar regresar.

Después de finalizar la llamada, las palabras de Irene quedaron grabadas en la mente de Sindy. La idea de regresar a Boston no la atraía en lo más mínimo; el solo pensamiento de aquel lugar amenazaba con sumirla de nuevo en su oscuro pasado. Hasta ahora, había sobrevivido bloqueando sus emociones, permitiendo que el dolor y el miedo permanecieran enterrados. Solo el odio emergía ocasionalmente. Sin embargo, cuando esos sentimientos latentes amenazaban con desbordarse, Sindy sentía que su mundo se tambaleaba. Revivir la pesadilla del pasado podría llevarla al límite.

Para ella cada noche de su vida era un maldito infierno, donde la oscuridad de sus pesadillas emergía de las profundidades de su mente. Ese era uno de los motivos por los que rara vez dormía sola. La única escapatoria que conocía para olvidar era estar drogada, sumergirse en cualquier sustancia que tuviera a mano no permitía que la oscuridad la acechara. Era la única forma de eludir su jodida realidad, de evitar que los demonios del pasado se apoderaran de sus pensamientos. Sin embargo, había jurado enérgicamente que no volvería a consumir. Necesitaba estar sobria para recuperar lo que había perdido en el camino.

Conocía demasiado bien las desventajas de caer de nuevo en el abismo de las drogas y el alcohol. Era como caer en un pozo oscuro y profundo del que resultaba extremadamente difícil salir. Estaba exhausta de vivir en ese abismo, el lugar donde aquel malnacido la había arrojado a la edad de siete años, cuando sus manos inmundas robaron su inocencia y extinguieron sus ansias de vivir. No, regresar a Boston no era una opción que considerara con agrado, pero parecía no tener alternativa alguna.

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