7
Normalmente me siento orgulloso de tener la cabeza en su sitio y de tomar decisiones acertadas, pero, ¿acceder a dar clases particulares a Seokjin? ¿Hay algo más estúpido que eso en el mundo?
Y sigo maldiciéndome a mí mismo por ello mientras conduzco a su casa la noche siguiente. Cuando Seokjin me acorraló en la fiesta de la fraternidad Sigma, toda mi intención era decirle que se fuera a la mierda y que me dejara en paz, pero entonces él
me puso a Namjoon delante de mi nariz como una zanahoria, y yo caí como un tomate maduro de la rama.
Vale, guay, y ahora estoy mezclando metáforas. Y las dos de vegetales. Creo que este es un buen momento para enfrentarme a una triste verdad: cuando se trata de Kim Namjoon, mi sentido común se reduce a cero. Ayer por la noche me fui de la fiesta con el único propósito de olvidarme de él, y en vez de hacer eso, dejé que Seokjin me llenara de la emoción más destructiva conocida por la humanidad:
la esperanza.
Esperanza de que Namjoo se fije en mí.
Esperanza de que pueda querer estar
conmigo.
Esperanza de haber, por fin, encontrado a alguien que pueda hacerme SENTIR algo.
Me resulta vergonzoso lo absolutamente colado que estoy por ese chico.
Aparco mi coche prestado detrás del Jeep de Seokjin al lado de una pick-up negro brillante, pero dejo el motor en marcha. Me sigo preguntando qué pensaría mi antigua psicóloga si supiera el trato que he hecho con Seokjin. Me gustaría decir que ella
estaría en contra, pero Rose estaba totalmente a favor del empoderamiento de las personas. Y siempre me animó a tomar el control de mi vida y a aprovechar cualquier oportunidad que me permitiera superar la violación.
Así que esto es lo que sé: he salido con dos chicos después de la violación. Me
acosté con ambos. Y ninguno de ellos me hizo sentir tan cachondo y lleno de deseo como Justin Kim Namjoon con una sola mirada de sus ojos entrecerrados.
Rose me diría que es una oportunidad que vale la pena explorar.
El adosado de Seokjin es de dos pisos, con un exterior de estuco blanco, unas
escaleras en lugar de un porche y un jardín delantero que está sorprendentemente cuidado. A pesar de mi reticencia, me obligo a salir del coche y a ir hacia la puerta. Un tema de rock suena dentro de la casa. Una parte de mí desea que nadie me oiga llamar al timbre, pero unos pasos amortiguados se oyen detrás de la puerta, a continuación se abre y me encuentro mirando a un chico alto con el pelo menta de punta y una cara cincelada que parece directamente sacada de la portada de GQ.
—Eh… ¡ey, hola! —dice arrastrando las palabras mientras me mira de arriba abajo—. Mi cumpleaños no es hasta la siguiente semana, pero si se trata de un regalo adelantado de cumple, no te preocupes, que no me quejo, muñequito.
Por supuesto. Debería haber sabido que Seokjin compartiría piso con alguien tan desagradable como él. Hundo los dedos en la correa de mi bandolera oversize, preguntándome si podría
volver a mi coche antes de que Seokjin sepa que estoy aquí, pero mi cobarde plan se frustra cuando él aparece por la puerta. Está descalzo, vestido con unos vaqueros desgastados y una raída camiseta gris; su pelo está húmedo, como si acabara de salir de la ducha.
—Ey, Kookie —dice con alegría—. Llegas tarde.
¿Kookie? Genial otro apodo ridículo.
—Te dije a las ocho y cuarto. Son las ocho y cuarto. —Miro fijamente con frialdad a Míster GQ—. Y si estabas insinuando que soy una prostituto, me siento insultado.
—¿Has pensado que era una prostituto? —Seokjin se gira para mirar a su amigo—.Es mi profesor particular de Ética, hermano. Muestra un poco de respeto.
—No pensé que fuera una puta, pensé que era un stripper —contesta el rubio,
como si eso lo arreglara—. Joder, que va en uniforme, por Dios.
En eso puede que tenga razón. Mi uniforme de camarero no es precisamente sutil.
—Por cierto, quiero una stripper para mi cumpleaños —anuncia GQ—. Lo acabo de decidir ahora mismo. Poneos manos a la obra.
—Voy a hacer un par de llamadas —promete Seokjin, pero al segundo que su amigo se aleja, confiesa—: No le vamos a regalar una stripper. Hemos hecho una colecta para pillarle un iPod nuevo. El suyo se le cayó al estanque de carpas detrás de la Residencia Hartford.
Suelto una leve risilla y Seokjin se precipita como una pantera.
—Joder, ¿eso ha sido una risa? No pensé que fueras capaz de mostrar diversión. ¿Puedes hacerlo otra vez y me dejas grabarlo?
—Me río todo el tiempo. —Hago una pausa—. Sobre todo de ti.
Pone gesto de dolor y hace como si le hubiera disparado en el pecho.
—Eres terrible para el ego de un chico, ¿sabes?
Resoplo, negando con la cabeza y cierro la puerta detrás de mí.
—Vamos a mi habitación —dice.
Mierda. ¿Quiere dar la clase en su dormitorio? A pesar de estar seguro de que probablemente ese es un sueño húmedo de todas las chicas de la universidad, me preocupa estar a solas con él.
—Ey, J, ¿es ese tu profe particular? —le grita una voz masculina cuando pasamos por lo que deduzco que es el salón—. Oye, profe, ¡ven aquí! Tenemos que tener una pequeña charla tú y yo.
Mi mirada de alarma va corriendo hacia Seokjin, pero él solo sonríe y me guía hacia la puerta. El salón es el típico de «casa de soltero», con sus dos sofás de cuero en forma de L, un complejo equipo de música y vídeo y una mesa de centro llena de botellas de cerveza. Un chico de pelo oscuro con unos despiertos ojos caramelo se levanta del sofá. Es tan guapo como Seokjin, GQ, y por la forma en la que camina hacia donde estoy, es plenamente consciente de su atractivo.
—Escucha bien —anuncia Ojos Azules con voz severa—. Mi chico necesita sacar un 10 en esta prueba. Será mejor que consigas que eso suceda.
Mis labios se contraen.
—¿O qué?
—O yo me enfadaré mucho, mucho. —Su mirada sensual hace un barrido lento y deliberado por mi cuerpo, deteniéndose en mis piernas antes de ir hacia arriba—. Y tú no quieres que yo me enfade, ¿verdad, precioso?
Seokjin resopla.
—No pierdas el tiempo, tronco. Es inmune al flirteo. Créeme, lo he intentado. —Se gira hacia mí—. Este es Taehyung. Tae, Jeonny.
—Jungkook —corrijo.
Taehyung se lo piensa antes de sacudir la cabeza.
—Naah. Me gusta Jeonny.
—Ya has conocido a YoonGi en el salón y ese de ahí es Hoseok —añade Seokjin
señalando al chico de pelo castaño rojizo tumbado en el sofá, quien, «sorpresa, sorpresa», es tan guapo como los demás.
Me pregunto si uno de los requisitos para vivir en esta casa es estar superbueno.
Y no se lo pienso preguntar nunca a Seokjin. Su ego ya es suficientemente grande.
—Qué hay, Jeonny —dice Hoseok en voz alta.
Ahogo un suspiro. Maravilloso. Supongo que soy Jeonny.
—Jeonny es la estrella del recital de Navidad —le dice Seokjin a sus amigos.
—Concierto exhibición de invierno —me quejo.
—¿No he dicho eso? —Agita una mano restándole importancia—. Bueno, vamos con esta mierda. Hasta ahora, chicos.
Sigo a Seokjin por la estrecha escalera hasta el segundo piso. Su habitación está al fondo del pasillo, y por el tamaño y el baño privado, debe de ser el dormitorio principal.
—¿Te importa si me cambio? —pregunto con torpeza—. Tengo mi ropa en la bolsa.
Se deja caer en el borde de la gigantesca cama y se inclina hacia atrás sobre sus codos.
—Por favor, adelante. Me quedaré aquí sentado disfrutando del espectáculo.
Aprieto mis dientes.
—En el baño.
—Eso no es divertido.
—Nada de esto es divertido —respondo.
El cuarto de baño está mucho más limpio de lo que me esperaba y un débil rastro de aftershave con olor a madera flota en el aire. Me cambio rápidamente a unos pantalones de yoga y un suéter negro, me hago una coleta, tengo el cabello muy largo debería cortarlo pronto, y meto el uniforme en la bandolera.
Seokjin sigue en la cama cuando salgo. Está absorto en su móvil y ni siquiera
levanta la vista cuando le lanzo un montón de libros en la cama.
—Citando tu desagradable frase: ¿estás listo para esta mierda? —le digo con
sarcasmo.
Habla en tono distraído.
—Sí. Un segundo. —Sus largos dedos teclean un mensaje y a continuación tira el teléfono sobre el colchón—. Perdona. Ya tengo toda la atención en lo nuestro.
Mis opciones para sentarme son limitadas. Hay un escritorio bajo la ventana, pero solo una silla enterrada bajo una montaña de ropa. Lo mismo pasa con el sillón que hay en la esquina de la habitación. El suelo es de madera y parece incómodo. La cama. No hay más.
De mala gana me siento con las piernas cruzadas sobre el colchón.
—Bueno, creo que deberíamos repasar toda la teoría primero. Primero nos
aseguraremos de que te sabes los puntos más importantes de cada filósofo y después empezamos a aplicar las teorías a la lista de conflictos y dilemas morales.
—Suena bien.
—Vamos a empezar con Kant. Su ética es bastante sencilla.
Abro la carpeta de textos que Momo nos entregó al comienzo del curso y busco en los folios todo el material de Immanuel Kant. Seokjin desliza su enorme cuerpo hasta el cabecero de la cama y descansa su cabeza en el marco de madera, dejando escapar un profundo suspiro cuando dejo caer los textos en su regazo.
—Lee —le ordeno.
—¿En voz alta?
—Exacto. Y cuando hayas terminado, quiero que me resumas lo que has leído. ¿Crees que podrás hacerlo?
Hay un silencio, y a continuación su labio inferior empieza a temblar.—Quizá este no sea buen momento para decírtelo, pero… no sé leer.
Me quedo boquiabierta. Mierda. No puede ser verd… Seokjin suelta una carcajada.
—Tranquilo, te estoy tomando el pelo. —A continuación frunce el ceño—. ¡¿En
serio te has creído que no sabía leer?! Joder, Jungkook…
Le ofrezco una dulce sonrisa.
—No me habría sorprendido lo más mínimo.
Pero Seokjin sí que acaba sorprendiéndome. No solo lee el material con tono suave y vocalizando, si no que empieza a resumir el Imperativo Categórico de Kant casi
palabra por palabra.
—¿Tienes una supermemoria fotográfica o algo así? —pregunto.
—No. Soy bueno con los datos. —Se encoge de hombros—. Es solo que me cuesta mucho aplicar la teoría a los conflictos morales.
Le doy un respiro.
—¿Sabes lo que pienso? Que es una chorrada monumental. ¿Cómo podemos saber lo que estos filósofos, que llevan muertos mucho tiempo, pensarían en los hipotéticos casos que nos plantea Momo? No lo sabemos. Quizá habrían evaluado cada caso de forma individual. Que esté bien o mal no se puede analizar como blanco y negro. Es
mucho más complejo que…
El teléfono de Seokjin vibra.
—Mierda, un segundo. —Mira la pantalla, frunce el ceño, y envía otro mensaje—.Perdona, ¿qué decías?
Los siguientes veinte minutos los pasamos repasando los puntos clave de la visión de la ética de Kant.
Seokjin envía unos cinco mensajes más durante ese tiempo.
—Dios —exploto—. ¿Voy a tener que confiscar esa cosa?
—Lo siento —dice por enésima vez—. Lo pondré en silencio.
Algo que no arregla nada, porque deja el teléfono sobre su carpeta y el dichoso
aparato se ilumina cada vez que llega un nuevo mensaje.
—Así que, básicamente, la lógica es la columna vertebral de la ética kantiana… —Me detengo cuando la pantalla del teléfono parpadea de nuevo—. Esto es ridículo. ¿Quién te está mandando mensajes sin parar?
—Nadie.
Nadie, una mierda. Cojo el teléfono y le doy al icono de mensaje. No hay ningún
nombre, solo un número, pero no hace falta ser un genio para entender que los
mensajes son de una chica. A menos que haya un tío por ahí que quiere «lamer a Seokjin por todas partes».
—¿Estás haciendo sexting durante tu clase particular? ¿De qué vas?
Suspira.—Yo no estoy haciendo sexting. Es ella.
—Ajá. O sea que la culpa es suya ¿no?
—Lee mis respuestas —insiste—. No dejo de decirle que estoy ocupado. No tengo la culpa de que no quiera darse por aludida.
Miro toda la conversación y descubro que está diciendo la verdad. Todos los
mensajes que ha enviado en los últimos treinta minutos llevaban las palabras
«ocupado» y «estudiar» y «hablamos más tarde».
Con un suspiro, espero a que aparezca el teclado táctil y comienzo a escribir.
Seokjin protesta e intenta quitarme el móvil de la mano, pero es demasiado tarde. Ya le he dado a «enviar».
—Ya está —anuncio—. Asunto cerrado.
—Juro por Dios, Jungkook, que si… —calla mientras lee el mensaje.
Soy el profesor particular de Seokjin. Estás molestando. Terminamos en treinta minutos. Estoy seguro de que puedes mantener la cremallera de tus pantalones cerrada hasta entonces.
Seokjin me mira a los ojos y se ríe tan fuerte que no puedo evitar sonreír.
—Debería ser más eficaz que tu vago «déjame en paz», ¿no te parece?
Se ríe de nuevo.
—No hay discusión posible.
—Esperemos que eso silencie a tu novia por un rato.
—No es mi novia. Es una conejita con la que me enrollé el año pasado y…
—¿«Conejita»? —suelto con horror—. Eres un cerdo. ¿Así es como llamáis a las mujeres?
—Cuando una mujer solo está interesada en acostarse con un jugador de hockey para poder presumir delante de todos sus amigos de que se ha tirado a un jugador de hockey… Sí, así es como las llamamos —dice con cierta amargura en su voz—. En todo caso, aquí el que está siendo usado como un objeto soy YO.
—Vale. Si eso te hace dormir mejor por las noches… —Cojo la carpeta—.
Pasemos al Utilitarismo. Por ahora, nos centraremos en Bentham.
Más tarde, le hago preguntas sobre los dos filósofos que hemos discutido esta
noche y me alegro cuando veo que contesta a todo correctamente, incluso a las preguntas trampa que le lanzo.
Vale. Igual Kim Namjoon no es tan tonto como pensaba.
Cuando nuestra hora se ha terminado, estoy convencida de que no solo se ha
memorizado toda la información y me la ha soltado. Lo ha comprendido realmente, parece que las ideas filosóficas han calado en él de verdad.
Es una pena que el examen de recuperación no sea tipo test, porque no me cabe ninguna duda de que lo aprobaría con nota.
—Mañana le daremos al Postmodernismo. —Suspiro—. La que, en mi humilde opinión, sea probablemente la escuela de pensamiento más enrevesada de la historia de la humanidad. Tengo ensayo hasta las seis, pero después estoy libre.
Seokjin asiente.
—Yo habré terminado el entrenamiento a las siete. Así que ¿qué te parece a las
ocho?
—Me parece bien. —Meto los libros en mi bolso y entro en el baño a hacer pis
antes de ponerme en camino. Cuando salgo, me encuentro con que Seokjin está mirando lo que tengo en el iPod.
—¿Has estado cotilleando mi bolso? —exclamo—. ¿En serio?
—El iPod estaba colgando del bolsillo delantero —protesta—. Tenía curiosidad por ver lo que tenías. —Sus ojos grises permanecen pegados a la pantalla mientras empieza a leer los nombres en voz alta—. Etta James, Adele, Queen, Ella Fitzgerald,
Aretha, Beatles… Uau, esto es la leche de ecléctico. —De repente niega con la
cabeza, sorprendido—. Oye, ¿sabías que tienes aquí a Justin Bieber?
—No, ¿en serio? —reboso sarcasmo—. Debe de haberse descargado solo.
—Creo que acabo de perder todo el respeto por ti. Se supone que te vas a licenciar en Música.
Le arranco el iPod de las manos y lo meto en el bolso.
—Justin Bieber tiene armonías estupendas.
—Totalmente en desacuerdo. —Levanta la barbilla con decisión—. Te voy a hacer una playlist. Está claro que necesitas aprender la diferencia entre la buena música y la música de mierda.
Hablo con los dientes apretados.—Te veo mañana.
El tono de Seokjin suena preocupado mientras se dirige al iMac de su escritorio.
—¿Qué piensas de Lynyrd Skynyrd? ¿O solo te molan los grupos en los que los
chicos combinan entre ellos la ropa que llevan?
—Buenas noches, Seokjin.
Cuando salgo de la habitación tengo ganas de tirarme de los pelos. No me puedo creer que haya dicho que sí a una semana y media de esto.
Dios mío, ayúdame.
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