44
Estoy sonriendo como el tonto del pueblo. Y ahora NO es el momento de sonreír como el tonto del pueblo, no cuando estoy completamente desnudo en una habitación llena de tíos duchándose y mi novio me está lanzando puñales con los ojos. Pero estoy tan feliz de verlo que no puedo controlar mis músculos faciales.
Mis ojos se comen sus ojos. Su preciosa cara. El pelo oscuro recogido en una media cola con una especie de goma rosa. Ojos negros brillantes y enfurecidos.
Está tan sexy cuando se enfada conmigo…
—Yo también me alegro de verte, bebé —contesto alegremente—. ¿Qué tal te ha
ido en las vacaciones?
—¡No me llames bebé! ¡Y no me preguntes por las vacaciones, porque no te mereces saber nada de ellas! —Jungkook me fulmina con la mirada y después cambia su objetivo a los tres jugadores de hockey de las duchas de al lado—. Por el amor de Dios, ¿queréis enjuagaros de una vez y salir de aquí ya? Estoy intentando gritarle a
vuestro capitán.
Ahogo una risa, que se me termina escapando cuando mis compañeros de equipo obedecen las órdenes como si las hubiera dicho un sargento de instrucción. Las duchas se cierran y las toallas se descuelgan, y un segundo después, Jungkook y yo estamos solos.
Cierro el grifo y me doy la vuelta. La puerta de la ducha cumple bien la función de icultar mi zona de la planta baja, aunque todo lo que tiene que hacer Jungkook es mirar por encima para obtener un vistazo de cómo mi polla se empalma a toda velocidad;
está increíblemente feliz de verlo.
Pero él no echa ningún vistazo dentro de la ducha. Sigue mirándome fijamente.
—¿Has promulgado una ley de no acercamiento a mí en todo el campus? ¿Estás de coña o qué?
No siento absolutamente ningún arrepentimiento cuando me encuentro con sus ojos.
—Por supuesto que sí.
—Dios. Eres increíble. —Sacude la cabeza con incredulidad—. ¿Qué tipo de
persona es capaz de hacer eso, Jin? ¡No se puede ir por ahí diciéndole a todos los chicos de esta universidad que no tienen permiso para tocarme porque si lo hacen se las tendrán que ver contigo!
—No se lo dije a todos los chicos. ¿Tengo pinta de tener todo ese tiempo libre? —
Esbozo una sonrisa—. Se lo dije a unas pocas personas clave y me aseguré de que se corriera la voz.
—¿De qué va esto? ¿Si tú no me puedes tener, nadie más puede hacerlo? —dice en tono amenazante.
Suelto una risita.
—Hombre, eso es de locos. No soy un psicópata, bebé. Lo he hecho por tu bien.
Abre la boca de par en par.
—¿Cómo coño sabes lo que es por mi bien?
—Porque estás enamorado de mí y no quieres enrollarte con nadie más. Pero mira, yo tenía miedo de que tu «yo» cabezota acabara haciéndolo solo para cubrir tu mentira, así que tuve que tomar algunas medidas preventivas. —Apoyo mis antebrazos en la puerta—. Sabía que si te liabas con alguien acabarías lamentándolo, y te
sentirías como el culo cuando por fin entraras en razón. Y bueno, quería evitarte todo ese dolor y sufrimiento. De nada.
Parece aturdido por un momento.
Y entonces se empieza a reír.
Dios, he echado tanto de menos el sonido de su risa. Estoy tentado a saltar sobre la pequeña puerta y besarlo hasta desgastar sus labios, pero no se me da la oportunidad.
—¿Qué narices está pasando aquí?
Jungkook pega un respingo de la sorpresa cuando el entrenador Jensen aparece en la zona de duchas.
—Oh, hola, entrenador —digo—. No es lo que parece.
Sus cejas oscuras se fruncen en un ceño cabreado.
—Lo que parece es que te estás duchando delante de tu novio. En mi vestuario.
—Está bien, entonces sí es lo que parece. Pero te prometo, todo es muy «para todos los públicos». Bueno, excepto por el hecho de que estoy desnudo. Pero no te preocupes, no va a pasar nada guarro. —Le sonrío—. Estoy intentando volver a conquistarlo.
El entrenador abre la boca, luego la cierra, y después vuelve a abrirla. No puedo decir si se lo está pasando bien, si está enfadado o si prefiere directamente olvidar este asunto. Finalmente, asiente y se decanta por la opción número tres.
—Seguid.
El entrenador niega con la cabeza mientras sale de las duchas y me dirijo de nuevo a Jungkook justo a tiempo para ver cómo intenta largarse.
—Oh, no, joder, no —digo—. De ninguna manera, Kookie. —Arranco mi toalla del
gancho y la envuelvo alrededor de mi cintura mientras salgo de la cabina—. No te vas a largar corriendo ahora.
—He venido aquí para gritarte —balbucea, su mirada baja a sus pies—. Y ya he acabado de gritarte, así que…
Jadea cuando mi mano mojada cubre sus mejillas para obligarlo a mirarme.
—Genial que hayas terminado de gritarme. Ahora quiero que HABLES conmigo y no vas a largarte hasta que no lo hagas.
—No quiero hablar.
—Te chinchas. —Examino su gesto angustiado—. ¿Por qué me dejaste?
—Ya te lo dije…
—Sé lo que me dijiste. No te creí entonces y no te creo ahora. —Tenso mi
mandíbula—. ¿Por qué rompiste conmigo?
Un suspiro tembloroso sale de su boca.
—Porque estábamos yendo demasiado rápido.
—Mentira. ¿Por qué rompiste conmigo?
—Porque quería ver a otras personas.
—Inténtalo otra vez. ¿Por qué rompiste conmigo?
Cuando no contesta, una oleada de frustración me atraviesa y reacciono chocando mi boca contra la suya. Lo beso con dureza, con desesperación, recuperando los días y las semanas que lo he echado de menos y soltando la presión en forma de profundos
besos hambrientos, que nos dejan a ambos sin aliento. Jungkook se aparta. Él me devuelve el beso con la misma pasión desenfrenada, con sus manos aferrándose a mis hombros mojados como si estuviera perdido en el mar y yo fuese su salvavidas.
Por eso sé que todavía me quiere. Por eso sé que me echaba de menos tanto como yo lo echaba de menos a él. Y por eso es por lo que separo un instante mi boca y susurro:
—¿Por qué rompiste conmigo?
Su mirada angustiada se queda fija en la mía. Su labio inferior empieza a temblar, y cuando transcurren varios segundos, me pregunto si me va a contestar. Me pregunto si…
—Porque tu padre me dijo que lo hiciera.
El shock casi me tira al suelo. Cuando mi equilibrio se convierte en una montaña rusa, dejo caer mis manos a los lados y la miro fijamente, incapaz de registrar lo que acabo de oír.
Trago. A continuación trago otra vez.
—¿Cómo?
—Tu padre me dijo que acabara lo nuestro —admite—. Me dijo que si no lo hacía, él…
Levanto mi mano para hacerlo callar. Estoy demasiado aturdido para escuchar más.
Demasiado cabreado como para moverme. Me obligo a respirar. Unas respiraciones largas y tranquilizadoras que me ayuden a mantener mi tambaleante equilibrio y a
aclarar mi nublada mente. A continuación, exhalo muy poco a poco y me paso una mano por el pelo húmedo.
—Esto es lo que va a pasar —le digo en voz baja—. Me vas a esperar fuera
mientras me visto; entonces tú y yo vamos a… no me importa a dónde. A tu
residencia, a mi coche, donde sea. Vamos a ir a algún sitio y vas a repetir cada palabra que ese hijo de puta te dijo. —Cojo aire—. Vas a decírmelo todo.
***
Jin no dice una palabra mientras le cuento todo lo que pasó entre su padre y yo.
Estamos en mi habitación porque el estadio está más cerca de las residencias que de la casa de Jin, y él tenía demasiada prisa en tener esta conversación. Pero todo lo
que ha hecho hasta ahora es acercarse a mí con los brazos cruzados y el ceño
fruncido, escuchando atentamente mientras mi confesión sale de mi boca como confeti.
No puedo dejar de hablar. Recito las amenazas de su padre de forma textual. Le explico por qué decidí hacerle caso. Le ruego que entienda que lo hice porque le quiero, porque quiero que tenga éxito.
Y a pesar de todo, Jin no dice nada. Ni siquiera parpadea.
—¿Podrías, por favor, decir algo? —balbuceo cuando he terminado de hablar y, aun así, él todavía no ha dicho ni una palabra.
Sus ojos grises están fijos en mi cara. No puedo decir si está enfadado o molesto, si está decepcionado o disgustado. Todas esas emociones tendrían sentido para mí.
Pero, ¿la respuesta que da?
Esa no tiene ningún sentido en absoluto.
Jin se echa a reír. Carcajadas profundas y roncas que hacen que frunza mis
labios. Su frente se relaja y sus brazos caen a los costados mientras se hunde en la cama a mi lado, sus anchos hombros tiemblan de alegría.
—¿Crees que es gracioso? —le exijo, de veras ofendido—. He sido un zombi total, triste a más no poder, este mes pasado y, ¿lo encuentras DIVERTIDO?
—No, creo que es una lástima —dice entre risas.
—¿Qué es una lástima?
—Esto. —Hace un gesto entre nosotros—. Tú y yo. Todo el puto mes que hemos
perdido. —Deja escapar un profundo suspiro—. ¿Por qué no me lo dijiste?
Mi garganta se cierra.
—Porque sabía qué habrías dicho.
Otra risa sale de su boca.
—Lo dudo mucho, pero me vale. Hazme reír un poco más. ¿Qué habría dicho?
No entiendo su extrañísima reacción y me estoy empezando a inquietar.
—Me habrías dicho que no te importaba si tu padre te cortaba el grifo porque no
vas a dejar que te controle, o que nos controle.
Jin asiente.
—Sí, hasta ahora vas por buen camino. ¿Qué más?
—Después habrías dicho que para ti yo soy más importante que su estúpido dinero.
—Sí.
—Y le habrías dejado que te cortara el grifo.
—Y una vez más: Sí.
Mi estómago me da una sacudida.
—Dijo que no eres apto para recibir una beca universitaria y que no puedes
conseguir un préstamo del banco.
Jin asiente de nuevo.
—Ambas cosas son verdad.
—Habrías tenido que vaciar tu cuenta de ahorro para pagar la matrícula del
próximo semestre y…, ¿y después qué? Los dos sabemos que no puedes permitirte pagar el alquiler, los gastos y el coche si no trabajas, y eso significa que necesitarías buscar un trabajo y…
—Te voy a parar aquí, bebé. —La sonrisa que me ofrece es de infinita ternura—.Bueno…, vamos a retroceder un poco. Yo dejo que mi padre deje de pagar mis cosas. Pregúntame qué le habría contestado después.
Me muerdo el interior de mi mejilla. Un poco demasiado fuerte, así que debo
calmar el dolor con mi lengua.
—¿Qué?
Jin se inclina más cerca y roza mi mejilla con los dedos.
—Te habría dicho: «no te preocupes, mi amor. Cumplo veintiún años en unas pocas semanas y mis abuelos me han dejado una herencia a la que puedo acceder el 2 de enero.
Inhalo un suspiro de sorpresa.
—Espera un momento… ¿Qué?
Él aprieta con suavidad mi labio inferior, moviendo la cabeza con frustración.
—Mis abuelos me dejaron una herencia, Jungkook. Mi padre no sabía nada porque mi madre firmó todos los papeles sin que se enterase. Mi abuelo y mi abuela odiaban al viejo cabrón, joder que si lo odiaban… Y vieron lo controlador que era cuando se
trataba de mí y del hockey. Tenían miedo de que él pudiera acceder de alguna manera a la herencia y hacer lo que hubiese querido con ella, así que se aseguraron de que no me pasara nada.
Me dejaron dinero suficiente para devolverle a mi padre hasta el
último centavo de lo que ha pagado por mí. Lo suficiente como para pagar el resto de mi educación y todos mis gastos; y probablemente suficiente dinero como para poder mantenerme durante unos años, una vez que me gradúe.
Mi cabeza da vueltas. Me está costando procesar la información.
—¿De verdad?
—De verdad —confirma.
Mientras el significado de lo que él me acaba de contar va calando, experimento un tsunami de absoluto horror. Dios de mi vida. ¿Está diciéndome que he cortado con él
sin ninguna razón?
Jin ve mi expresión y se ríe.
—Apuesto a que te sientes bastante estúpido, ¿eh?
Mi boca se abre de repente, pero no puedo formular ninguna palabra. No puedo hcreer… Soy tan… Dios, tiene razón. Soy brutalmente estúpido.
—Yo estaba intentando hacer lo correcto. —Gimo con total desconsuelo—. Sé lo importante que es para ti el hockey. No quería que perdieras eso.
Suspira de nuevo.
—Lo sé y, créeme, esa es la única razón por la que no estoy cabreado contigo en
este momento. Quiero decir, estoy la hostia de enfadado por que no me lo contarás, pero entiendo por qué no lo hiciste. —Sus ojos brillan—. Ese capullo no tenía derecho a hacer eso. Te lo juro, voy a… —Se detiene y suelta un suspiro—. En realidad, no voy a hacer absolutamente nada. No merece la pena; ni mi tiempo ni energía, ¿recuerdas?
—¿Sabe ya lo de la herencia?
Un destello triunfal aparece en sus ojos.
—Oh, vaya si lo sabe. El abogado de mis abuelos le mandó un cheque ayer.
Calculé lo que le debía y le añadí un poco de dinero extra al resultado. Me llamó anoche y me gritó durante unos veinte minutos antes de que le colgara sin despedirme.
—El tono de Jin se pone serio—. Ah, y hay algo más que deberías saber: Sun-hee le mandó a la mierda.
El shock y el alivio luchan dentro de mí.
—¿En serio?
—Sí. Al parecer, ella hizo sus maletas una semana después de Seollal y
nunca miró hacia atrás. Esa era otra de las razones por la que estaba tan cabreado por teléfono. Piensa que le dijimos algo para que le abandonara. —Las mejillas de Jin se despiden del enfado—. El hijo de puta sigue sin ser capaz de asumir la responsabilidad de las cosas que hace. No le entra en la cabeza que puede ser culpa suya que ella se marchara.
Mi cabeza sigue dando vueltas. Estoy feliz de que Sun-hee haya logrado salir de esa relación de maltrato, pero no estoy contento con el hecho de que Jin y yo hayamos estado separados un mes. No estoy contento de haber permitido que Kim Phil me asustara y consiguiera que renunciara al chico que quiero.
—Lo siento —le digo en voz baja—. Lo siento mucho, Jin. Por todo.
Coge mi mano.
—Sí, yo también.
—No se te ocurra pedir disculpas. No hay nada por lo que tengas que pedir perdón. Yo soy él que intentó hacerse el héroe y rompí contigo por tu propio bien —lloriqueo—. Dios, ni siquiera soy capaz de hacer algo por los demás sin cagarla.
Él se ríe.
—Bueno, por lo menos estás buenísimo. Y no me hagas empezar a hablar de culo de stripper.
Doy un respingo cuando de repente me da una nalgada para después con ambas manos agarra mis glúteos y los acaricia y aprieta.
Emite un ruidito de satisfacción cuando frota las palmas de las manos sobre mis
nalgas.
—Oh, he echado tanto de menos a estos. Joder, no sabes cuánto.
Una risa sale disparada de mi boca.
—No me lo puedo creer, ¿vas directamente a la fase dos, es decir, a meterme mano, sin estar oficialmente juntos ¿otra vez?
Sus labios se pegan a mi cuello y su lengua sale disparada a darme un lametón provocativo.
—Por lo que a mí respecta, nunca rompimos. —Ahora me mordisquea el lóbulo de la oreja, provocando una oleada de escalofríos—. Así es como yo lo veo: podríamos abrazarnos, besarnos y llorar, y eso nos llevaría ¿cuánto?, ¿veinte minutos? Y luego otros veinte minutos en los que te digo que te perdono y tú me juras amor eterno. Tal
vez diez minutos más para que me hagas una mamada y compensar todo el tiempo que hemos perdido…
Le suelto un puñetazo en el brazo.
—Pero, ¿qué sentido tiene perder más tiempo cuando podemos ir directamente a lo bueno?
Mis labios tiemblan de diversión.
—¿Y qué es exactamente «lo bueno»?
Antes de que pueda parpadear estoy tumbado sobre mi espalda con el delicioso peso del cuerpo de Jin encima de mí. Él me regala su sonrisa patentada, esa sonrisa torcida y sexy que nunca falla en hacer que mi corazón palpite, y a continuación su boca cubre la mía en un beso hambriento.
—Esto… —Succiona mi labio inferior y mueve sus caderas seductoramente— Esto es lo bueno
Envuelvo mis brazos alrededor de él y le aprieto fuerte contra mí, y todo es tan
familiar, tan maravillosamente perfecto, que el amor en mi corazón se desborda y me escuece los ojos.
—Te quiero, Jin—digo medio atragantándome.
Su voz ronca cosquillea mis labios.
—Te quiero, Jungkook.
Y entonces me besa, y todo en mi mundo vuelve a estar en su sitio.
^^^^
Falta poco para que termine esta bonita historia
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top