Capitulo 32
El sonido del motor de la aeronave apaga casi todas las voces. Observo a Aiden a lo lejos, junto a Val conversando. El ambiente es diferente al de la misión anterior. No veo emoción ni diversión, sino preocupación y concentración. Además de que hay otras dos aeronaves más junto a la nuestra, y que hay rostros que no son familiares, hay algo diferente en los ánimos. Caden y yo vamos junto a desconocidos con el grupo de Duncan, ya que somos quienes entraran al edificio. La aeronave que nos precede lleva a los que aseguraran el perímetro, donde está el resto de nuestros amigos.
Apoyo mi cabeza en el respaldo de mi asiento y respiro pausadamente. Los nervios se habían disipado un poco al estar rodeada de tantas personas, pero sabía que eso duraría poco tiempo.
—¿Estas bien?—pregunta Caden a mi lado. Volteo a mirarlo y hago mi mejor esfuerzo por esbozar una sonrisa.
—Si—afirmo. El asiente y noto lo tenso que esta.—¿Tu?
—Estoy muerto de miedo—admite. Suelta una risa nerviosa y sacude la cabeza.—Pienso en mil cosas que pueden salir mal.
Lo miro. Eso es algo que solía pasarme, sobre todo cuando estaba en la república. No es que no sea consciente de lo mal que puede salir todo esto, pero creo que he logrado separarlo de mi mente y enfocarme en el futuro inmediato. Cuando miro a Caden, me veo a mi misma hace unos meses. Trago saliva y suspiro.
—Solo... no pienses—le digo. El arruga el entrecejo.—Intenta pensar en lo que tienes que hacer, no en las posibilidades—le explico. Parpadea y levanta sus cejas.
—Ese es un buen consejo—comenta.
Esbozo una sonrisa amable y vuelvo mi vista al frente. Repito en mi cabeza el plan. Aseguran el edificio, bajamos en grupos, me ubico en mi sector, escucho atenta las instrucciones de Duncan, aseguro la zona...
—Comienza el aterrizaje—dice una voz metálica por el altoparlante.
Me afirmo de las manijas del asiento. La aeronave comienza a temblar. Mi corazón comienza a acelerarse, siento la adrenalina recorriendo mi cuerpo. Me concentro en mi agitada respiración, intentando controlarme.
Los temblores se intensifican y de pronto cesan. Se escucha un pequeño pitido y luego la puerta se abre con su pequeña rampa. Suelto mi cinturón y en orden nos levantamos y nos colocamos en fila. La mirada de Aiden se cruza con la mía. El primer grupo comienza a bajar. Aiden se queda junto a la puerta. Comenzamos a avanzar. Los rayos del sol recién comienzan a asomarse en el horizonte, y una brisa cálida se deja sentir. No despego mi mirada de Aiden a medida que me acerco a este. Paso por su lado, su mano roza la mía, mi mirada se encuentra con la suya, continuo mi camino. No miro atrás.
P-Rock era árido, las construcciones eran en su mayoría antiguas, aunque a lo lejos se veían los edificios más modernos, con aquel resplandor metálico. Olía a tierra seca. La hierba de la explanada se extendía hasta la muralla, e incluso se apropiaba de las calles abandonadas. El lugar hacia que se me retorciera el estómago. Vivir en un lugar sin el verde profundo que me rodeaba en el refugio me aprecia una pesadilla. En P-Storm al menos teníamos gran vegetación, pero aquí ni eso. Las calles eran en realidad caminos de pequeñas piedras, y por donde se le mirara, había muros de piedra que apenas dejaban ver el cielo. La sensación de estar encerrada en aquel lugar parecía una completa pesadilla.
—Esto parece una fortaleza—susurra Caden. Observa los muros y las antenas que hay en estas.—Parece un milagro que no nos hayan detectado.
—La tecnología de las aeronaves es la más avanzada que tenemos—dice un hombre a nuestras espaldas.
Volteamos a verlo. Es un poco más alto que yo, de tez clara y ojos rasgados. Apenas se le ve el cabello negro, ya que el casco lo cubre casi por completo.
—Conmigo—dice Duncan.
Me giro a verlo y comenzamos a avanzar a una aeronave más compacta y ligera. Nuestro grupo es pequeño, y observo como los de otros grupos, que también ingresaran al edificio, se van a otras aeronaves iguales. Busco a Aiden con la mirada, va delante. Eso me aliviaba un poco, ya que podría tenerlo a mi alcance unos minutos más.
Subimos a aquella pequeña nave y emprende el vuelo a los pocos segundos. Por el com nos enteramos de los otros grupos. Rodean el edificio, hay un pequeño enfrentamiento con los guardias de este.
Miro de reojo a Caden, que escucha, al igual que, atento por si hay alguna baja. Nuestros uniformes son de color negro opaco, con una armazón dura que recubre bien nuestro torso y los muslos, pero a la vez muy flexible para cualquier movimiento. No tenemos cascos esta vez, sino unos pasamontañas, o eso me ha explicado Thomas. La tela es gruesa y dura, posiblemente más resistente que los casos, pero aun así, nos permite respirar perfectamente.
Nos llegan órdenes de colocarnos las antiparras, que permiten ver señales de calor. Todo el equipamiento es de lo más moderno, y con justa razón. Aiden me había explicado la noche anterior el cómo se organizaron junto a otros refugios protestantes para hacer el ataque en completa sincronización.
La aeronave tambalea ligeramente. La compuerta se abre a mi izquierda. Observo aterrada, ya que llega una ventisca potente. Levanto a la cabeza, mis ojos se encuentran con los de Aiden, y aunque no puedo ver su boca, sospecho que me sonríe. Vuelve su cabeza hacia la compuerta abierta y baja con cuidado, afirmándose de unas argollas metálicas en el centro de la compuerta. Logro divisar de los vidrios del edificio. El reflejo de la luz me llega de lleno en el rostro, pero no me encandilo, probablemente por las antiparras.
En orden, el grupo de Aiden le imita y llegan al borde de la compuerta. Un sonido metálico capta mi atención. De la aeronave se despliegan unos tubos metálicos negros, que giran sobre su eje y apuntan hacia uno de los vidrios que hay frente a la aeronave. Un sonido sordo hace vibrar el vidrio. Otro sonido sordo, y otro más. El vidrio vibra hasta hacerse algo borroso y finalmente se hace trizas, generando un polvillo que cae y es llevado por la ventisca.
—Ondas sonoras de alta frecuencia—dice Caden a mi lado. Volteo a mirarlo. El observa ensimismado el ahora hueco que hay en el edificio.
Vuelvo a ver al grupo de Aiden y se me corta la respiración cuando los veo saltar. Caen ágilmente en el piso de color blanco y se repliegan contra las murallas grises, mientras los demás les siguen. Los últimos dos en saltar despliegan una especie de rampa metálica y la anclan en el piso con una agilidad vertiginosa.
Duncan nos ordena por el com que nos levantemos. Me siento como si mi cuerpo actuara por sí solo, porque no lo pienso os veces y me levanto, siguiendo a los demás de mi grupo. Mi cabeza no me deja pensar con claridad, los nervios y el miedo se han apoderado de ella, y aun así, continuo moviéndome y haciendo caso de las instrucciones.
Camino con rapidez por la rampa, asustada de que esta pueda caerse o descolgarse. El grupo de Aiden se encuentra a unos metros, observando los cuatro flancos: norte, sur, este y oeste.
Cuando finalmente bajamos todos de la aeronave, esta se eleva, la rampa sube hasta dejar cubierto el hueco por el que entramos y dos de mi grupo se acercan para anclarla al techo. La aeronave se pierde de vista. Duncan nos deja agazapados cerca de la rampa y se acerca al grupo de Aiden.
Observo el lugar. Es un pasillo amplio, con puertas metálicas, iguales a las que solía tener cuando vivía en la república, distribuidas sistemáticamente. Sostengo con más fuerza de la necesaria mi arma, y soy muy consciente del pequeño bolso que tengo en la espalda, donde tengo los implementos necesarios para brindar primeros auxilios.
Cuando finalmente Duncan se separa de los demás y vuelve a acercarse a nosotros, fijo mis ojos a Aiden, que sale corriendo junto su equipo y se pierde por otro pasillo. La angustia se apodera por un segundo de mí, al no poder volver a ver sus ojos una vez más, pero me repito en mi cabeza, una y otra vez, que si volveré a verlo.
—Nuestro deber es cuidar el flanco este, por lo que nos distribuiremos por los pasillos aledaños—nos indica Duncan.—Esta—señala la rampa que ahora cubre el hueco del vidrio— es nuestra salida, por lo que las cuatro personas que se queden aquí deben protegerla con su vida. Las otras salidas están demasiado lejos, y con toda probabilidad, nos atraparan antes de alcanzarlas.
Miro a Caden de reojo, que tiene los ojos muy abiertos y se ve algo más pálido de lo normal. Vuelvo la vista a Duncan. Uno de nuestro grupo, que reconozco como uno de los chicos que estaba en nuestra clase, levanta la mano, estremeciéndose ligeramente.
—Si—Duncan le otorga la palabra.
—¿Por qué dices que nos atraparan si aún no suenan las alarmas?—pregunta con voz trémula. Duncan lo queda mirando fijamente.
—Porque sonaran—le responde Duncan con voz severa. El chico abre aún más sus ojos y agacha la cabeza.—¿Alguna otra duda?
Todos se quedan en silencio. Duncan asiente.
—Perfecto. Ahora, les diré su distribución.
Comienza a nombrar parejas y les indica por donde irse con un plano del edificio que tiene en una pequeña pantalla añadida a su traje. Miro a mis espaldas. Al parecer las dos personas apostilladas junto a nuestra vía de escape ya han sido designadas, porque se encuentran allí, estoicamente, con sus armas en alto y observando con ojos entrecerrados a través de sus antiparras.
—Leah, Caden—nos llama de pronto Duncan. Doy un paso delante.—Ustedes son el equipo médico encargado del bloque C.
Nos muestra en la pantalla nuestra posición, una intersección de tres pasillos que, creo haber visto, que enviaba a alguna de las parejas.
—Deben estar atentos, esta es el ala de seguridad, y es probable que se encuentren con más de un controlador. Por eso los necesito allí, es donde más habrán heridos—explica. Trago saliva y por el rabillo del ojo veo como Caden se estremece.—Al llegar a la intersección doblan a la izquierda, y dos intersecciones más adelante, a la derecha. ¿Entendieron?
—Si—afirmo, al notar que Caden no se encuentra en condiciones de hablar.
—Bien. Buena suerte—nos dice Duncan, y sé que esa es nuestra señal para comenzar a movernos.
Cojo a Caden del brazo y comienzo a avanzar, obligándolo a seguirme, pero disimulando para que Duncan no lo note. Sigo las instrucciones de Duncan al pie de la letra. Caden aún se mueve como si los pies le pesaran y le costara moverse, pero no dice nada. Cuando doblo a la derecha, se sacude y vuelve a recobrar el movimiento. Suelto su brazo y cojo mi arma a la defensiva.
—No puedo creer que estemos acá—susurra.
No digo nada, me concentro en el camino. Llegamos a la intersección. Lo único que se ve desde allí es amplios pasillos, todos idénticos al anterior, con una que otra puerta metálica. Sin embargo, en el pasillo de la derecha, se ve una puerta que tiene un letrero, cuyas letras blancas rezan "oficina de seguridad". Tal como había dicho Duncan, aquel lugar era donde estarían los controladores.
Pegamos nuestras espaldas en la muralla justo en la esquina, para así observar con más detalle los otros pasillos. Puedo escuchar la respiración agitada de Caden. Un ruido de interferencia llama mi atención. El com comienza a transmitir las conversaciones de los demás.
—Flanco norte asegurado—dice una voz desconocida. Con Caden nos miramos.
—Muy bien. El grupo A-1 se encuentra en posición, ¿grupo A-3?—pregunta Val. El corazón se me acelera, porque el grupo A-1 era el de Aiden.
—Estamos en posición—dice una voz masculina que reconozco. Es Thomas.
—Procedan—indica Val.
—¿Crees que todo salga bien?—pregunta Caden de pronto. Lo miro de reojo.
—Creo que no debemos pensar en eso ahora—le replico con voz pausada.
Intento escuchar algo por el com, pero no dicen nada. Probablemente están ocupados infiltrándose en la sala de comunicaciones o algo así. Cada varios minutos, los grupos que se encuentran resguardando el edificio informan de la ausencia de movimiento. También se escuchan a Duncan y otros preguntando por las posiciones de las distintas parejas. Nada, todo está tranquilo, por ahora.
Un pequeño clic me hace voltear la cabeza a la izquierda. Nada, el pasillo largo está completamente vacío. Vuelvo mi cabeza al frente para así lograr abarcar más campo visual, cuando otro sonido, esta vez más fuerte, vuelve a sonar a mi izquierda. Esta vez Caden y yo volteamos y miramos. Frunzo el ceño. Las antiparras no detectan ninguna señal de calor, lo que me tranquiliza ligeramente.
De pronto, un manchón rojo aparece en la esquina inferior derecha de mi antiparra, y noto la cabeza cubierta por un pasamontañas negro, a ras de suelo. Es uno de nosotros, arrastrándose.
—Quédate aquí—me dice Caden, y comienza a avanzar hacia la persona herida.
Cojo firme mi arma y miro a los lados. Por el com se escucha interferencia, y se oye de manera entrecortada a Caden informarle a Duncan lo que ocurre.
El soldado levanta las manos como puede y las agita, mirando a Caden. Caden se detiene. No entiendo nada.
—¡Corre!—grita entrecortadamente el soldado.
Lo siguiente ocurre en cámara lenta. Un controlador, con su traje completamente ensangrentado, aparece y le dispara sin discreción a la espalda del soldado herido. Me oculto tras la esquina y le apunto al controlador, sin pensármelo, mientras Caden corre en mi dirección, agachándose.
El controlador levanta la cabeza y observa a Caden. Afirma bien su arma, preparándose para disparar, pero me adelanto y le disparo tres tiros en dirección a la cabeza que tiene descubierta. Caden se lanza al piso y se desliza, logrando ocultarse tras la muralla frente a mí. El controlador cae hacia atrás, con dos disparos en la cabeza. Mantengo mi posición y respiro hondo, asimilando todo. Miro a Caden, que sostiene contra su pecho el arma y tiene los ojos cerrados.
—¿Estas bien?—pregunto. El abre los ojos y asiente.—Duncan—llamo por el com. Nada.—Duncan.
El sonido de las sirenas alertando un ataque me hiela la sangre. Levanto la cabeza y miro a mí alrededor. Las sirenas resuenan por todo el edificio, y me atrevo a aventurar, que por toda la ciudad. Es un sonido atronador, que no deja escuchar ni mis propios pensamientos, pero tras lo que parece una eternidad, se corta de pronto, dejándome con un pitido en los oídos.
Caden se levanta de un salto y observa los pasillos, pero yo fijo mis ojos a la oficina de seguridad que está a espaldas de Caden. El pomo de la puerta se mueve. Avanzo hasta Caden, lo cojo del brazo y lo jalo para irnos por el mismo pasillo por el que vinimos. La puerta se abre y un controlador con su traje destartalado aparece frente a nosotros. Ambos intentamos coger bien nuestras armas, pero él ya nos apunta con la suya cuando un disparo le da en el cuello. La sangre sale a borbotones como un chorro, salpicando la muralla a incluso a nosotros. Cae de rodillas y luego se deja caer boca abajo, rozando mis pies. Caden y yo miramos con la respiración entrecortada. Volteamos a nuestras espaldas, otro de nuestro grupo se encuentra allí, con el arma en alto.
—Nos han descubierto y han inhibido las señales de nuestros coms parcialmente, vamos—nos indica la soldado.
No le rebatimos. Comenzamos a avanzar los tres por el pasillo, con las armas en alto, muy alertas. Por el com solo se escuchan palabras sueltas. Doblamos por un pasillo y nos detenemos en seco cuando vemos el cuerpo muerto de uno de nuestro equipo. La soldado, cuyo nombre desconozco se acerca corriendo y se arrodilla.
—Eddie—dice ella, con voz quebrada.
Caden me jala del brazo, haciéndome caer al suelo junto a él. Le grita a la chica pero ya es muy tarde. El controlador, que se ha acercado a nosotros por detrás, le dispara y la da de lleno en el costado izquierdo, justo en la cadera.
Intento voltearme y apuntar, pero por suerte, Caden se me ha adelantado y le disparo en toda la cara al controlador, dejando una masa sangrante donde antes estaba su rostro. Cae de espaldas y nos levantamos de inmediato. Me acerco corriendo a la chica, que respira entrecortado mientras sus manos cubren la herida de su cadera. Se encuentra tendida sobre un charco de su propia sangre.
—Cúbreme—le digo a Caden, mientras me agacho junto a ella.
Me quito el bolso y lo abro, en busca de apósitos y gasa. La chica intenta hablar, pero esta tan acelerada que no logra decir una palabra. Aprieto con fuerza la herida. La sangre sale por entre mis dedos. Coloco otro apósito. La sangre no deja de salir. Le ha dado a un vaso importante, se nota.
—Caden—le llamo, cuando noto que me quedan solo dos gasas y nada logra controlar la sangre.—Necesito tu bolso.
—Mi padre—susurra la chica, ahora con la respiración un poco más acompasada. Levanto la cabeza y la miro.—Mi... mi padre.
—Todo estará bien, Renae—le dice Caden mientras me entrega su bolso. Renae sacude la cabeza.
Un sonido de golpes me hace levantar la cabeza justo a tiempo para ver a un controlador acercándose. Cojo el arma sin pensármelo y le disparo al cuello, que es lo único que tiene descubierto. Cae hacia adelante, la sangre corre por el piso blanco, recordándome a la sangre en la nieve que solía ver cuando vivía en P-Storm.
Tardo en segundo en recomponerme. Dejo el arma en mi regazo y vuelvo a mirar a Renae, pero sus ojos están abiertos de par en par y ya no respira. Vuelvo a colocar mis manos en su herida y la sacudo.
—Renae—la llamo.—¡Renae!
—Eh, Leah—se acerca Caden.—¿Escuchas eso?
Aguzo el oído. Pasos, disparos. Levanto al cabeza y lo miro. Los controladores vienen hacia nosotros. Vuelvo a mirar a Renae.
—Está muerta—susurro. Observo mis manos enguantadas, que gotean su sangre.
Me levanto y miro a Caden, con la vista perdida en el cuerpo sin vida de Renae. Cojo su bolso del suelo, sin preocuparme de que la sangre lo ha empapado, y le sacudo el brazo.
—Tenemos que irnos—digo con voz fría y templada, intentando controlar el torrente de emociones que me invade en ese momento.
Caden me mira, noto sus ojos vidriosos. Avanzamos hasta el pasillo, observando en alerta que no haya ningún controlador. Corremos en dirección al pasillo en donde esta nuestra vía de escape. Miramos de reojo hacia atrás.
Un controlador aparece delante de nosotros y dispara sin discreción. Alcanzamos a escondernos en un pasillo. Me asomo por la esquina y le disparo cinco veces, sin fijarme mucho en donde le doy. Un disparo le da en el abdomen. Apoya su espalda contra la pared y cae sentado contra esta, dejando un camino de sangre en esta, pero continúa disparándome. Disparo varias veces más hasta que finalmente muere. Suspiro y volteo a mirar a Caden. Observo como ha dejado su arma a un lado y aprieta con ambas manos la herida que le ha dado en la pierna.
—Mierda—susurro, y me agacho junto a él.
—Estoy bien—dice, aunque noto que le duele. Cojo su arma y se la entrego.
—Tienes que estar atento mientras te curo—le pido. Caden se ve tenso, tras el pasamontañas se ve como aprieta su mandíbula.
—De acuerdo—dice con voz ahogada.
Saco del bolso los apósitos que quedan y lo coloco en la herida. Podría sellarla, pero al tener la bala dentro, nos recomendaron no hacerlo. Intento recordar que se hacía en estos casos. Un torniquete pienso. Rebusco gasa en el bolso pero no hay.
—Demonios—susurro.
—¡Abajo!—me grita Caden. Agacho la cabeza y el dispara. El sonido sordo de un cuerpo cayendo se escucha un segundo después.
—Necesito un torniquete—le digo.
—Leah, tenemos que salir de acá—me dice Caden.
Levanto la cabeza y lo miro. La piel que deja ver el pasamontañas se nota sudorosa. Asiento y vuelvo a mirar su herida. Piensa me digo a mi misma. Vuelvo a mirar a Caden y me dijo en el pasamontañas.
—Eso es—susurro.
Me quito las gafas y las dejo caer al suelo.
—¿Qué haces?—pregunta Caden.
Meto mis manos por debajo del armazón y encuentro el borde del pasamontañas. Lo tomo y me lo quito de un tirón. Algunos mechones de mi cabello caen sobre mi rostro, pero me los quito con una mano. La trenza que Joy me hizo cae por mi costado derecho.
—Necesitas un torniquete—le explico. Enrollo el torniquete y lo coloco justo debajo de su rodilla.
—Leah colócate eso ahora mismo, si te disparan morirás al instante—me regaña Caden, pero hago caso omiso.
Amarro con fuerza el pasamontañas, haciéndolo emitir una pequeña exclamación de dolor. La herida sangra menos. Afirmo los apósitos con algo de cinta y me levanto. Me coloco junto a Caden, paso mi brazo izquierdo bajo sus brazos y lo ayudo a levantarse.
—Vamos, queda poco—le digo.
Caden se queda mirando la retaguardia. Con una mano afirma su arma, al igual que yo. No es lo ideal, pero es mejor que nada. Doblo por el pasillo y suspiro aliviada al ver que continúan los dos soldados apostillados junto a la rampa. Uno de ellos se acerca corriendo a mí y me ayuda a cargar con Caden.
—¿Solo han salido ustedes del bloque C?—me pregunta. Yo asiento.
—Al menos hay tres muertos—le informo. Depositamos a Caden contra la muralla, cerca de la rampa.
—¿Por qué no tienes tu pasamontañas?—me recrimina el otro soldado.
—Lo he tenido que usar—le digo, señalando la pierna de Caden.
—¿Dónde están los demás? ¿Qué está pasando?—pregunta Caden.
—Han tenido problemas con la extracción, la mayoría ha ido a ayudarles—informa el soldado junto a nosotros.
—La aeronave llega en ocho minutos—acota el otro soldado, que ahora mira al frente en posición defensiva.
Un par de minutos más tarde, llegan más del equipo. Atiendo a uno que otro herido, ninguno de gravedad, probablemente porque ya murieron. En las clases de primeros auxilios, nos explicaron que las balas de los controladores tienen agentes que incrementan el sangrado, por lo que es poco probable que alguien que sea herido en una zona importante sobreviva.
El com comienza a sonar nuevamente, un poco más claro que antes, aunque aún con cierta interferencia. Escucho atenta como abajo lidian con los controladores. Me emociono al oír que Joy está bien, mas no escucho a ninguno de mis otros amigos. Con Caden nos miramos preocupados.
De pronto, mi corazón se acelera cuando escucho la voz de Aiden.
—Están... nece... r... erzos... repito, ne... refuerzos—se escucha entrecortado. Levanto al cabeza y miro a los soldados que están junto a la rampa.
—Aiden ha dicho que necesitan refuerzos—dice otro soldado, que al igual que yo, esta ileso.
—Duncan no está aquí—le recuerda uno de los soldados.
—¿Y quién es el siguiente al mando?—pregunta el mismo soldado. Ambos se miran entre sí.
—Yo—dice una soldado herida.—Pero no tengo el plano del edificio. Si quieren ir a ayudar, es un riesgo.
—Necesitan la ayuda—le digo, levantándome.
Los demás que no han sido heridos se levantan y la miran. Nos da una larga ojeada y asiente.
—De acuerdo, lo autorizo—dice ella.
Los cinco salimos corriendo por el pasillo a nuestra derecha. El soldado que hablo primero, y cuyo nombre creo que es Mack, nos guía el camino. Aparentemente él lo conoce. Se detiene en una intersección y voltea a vernos.
—Sera mejor que aseguremos el camino de vuelta. Leah ¿no?—me pregunta. Yo asiento.—¿Puedes quedarte acá?
—Si—afirmo.
—Perfecto. Levi, tú te quedas con ella, el resto, sigamos—ordena Mack, y se pierden por el pasillo.
Pego mi espalda contra la muralla y miro a Levi, que observa como un animal a todas partes. Afirma con fuerza su pistola.
Mis ojos viajan hasta una de las puertas metálicas, con un letrero que me hace fruncir el ceño. "sala de control-experimental B". Vuelvo mi vista hacia las otras puertas, todas con pequeños letreros con números y letras.
Un sonido metálico llama mi atención y volteo la cabeza a la derecha. Levi levanta el arma. Tras una de las puertas, aparece una mano huesuda de piel cenicienta, que tiembla y toca la superficie de la puerta.
Todo hace sentido en mi cabeza de un sopetón. Levanto el arma y volteo a ver como las otras puertas también se entreabren.
—¿Qué carajos?—pregunta Levi.
—Experimentos—replico, sin despegar mí vista de las puertas más cercanas a mí.
De la puerta frente a mi sale una chica joven, que no debe tener más de quince años. Su cabello esta desteñido y fino, dejando ver zonas descubiertas en su cuero cabelludo. Su piel morena tiene un aspecto pálido, su rostro huesudo es escalofriante, y sus ojos tienen la mirada perdida. Lleva una camiseta larga que le llega hasta las rodillas, de color gris con manchas rojas y verdes. Sus brazos tienen manchas negras que siguen el camino de sus venas. La miro atenta a sus movimientos.
El grito de Levi me distrae, y observo como un hombre calvo de piel cenicienta se lanza sobre él, enterrando sus dedos en sus brazos. Levi cae de espaldas y alcanza a dispararle. Esos pequeños segundos en que me distraigo son suficientes para que la chica haga lo mismo conmigo. Se lanza contra mí enterrando sus dedos en mis brazos. Me golpeo contra la pared, disparo, dándole en el abdomen, y ella cae de espaldas. El charco de sangre no tarda en aparecer, pero la sangre no es roja rutilante, tiene un aspecto negruzco anormal.
—¡Leah, dispara!—me grita Levi.
Levanto la cabeza. Al menos seis personas, con el mismo aspecto y la misma vestimenta, avanzan corriendo hacia nosotros. La mirada perdida, las manchas negras en sus brazos y piernas, la cara huesuda. Disparo junto a Levi, deteniendo a la mayoría.
El sonido de una puerta abriéndose a mi lado me hace voltear. Un hombre alto y calvo, del mismo aspecto que los demás, aparece detrás de esta. Le disparo tres veces a la cabeza. Cae hacia delante y debo apartarme para que no me aplaste.
Levi continua disparando, cada vez aparecen más personas por entre las puertas, y se escuchan más gritos y disparos a lo lejos. Tomo una gran bocanada de aire antes de continuar, cuando observo a la distancia el rostro de mi madre.
Mi mundo se detiene en seco, la respiración se me corta, y mis rodillas tiemblan. Mis ojos llorosos dejan escapar unas lágrimas. Mi madre avanza hacia a mí a paso lento. Abro la boca, mi labio inferior tirita y no sé si sea capaz de hablar. Doy un paso hacia ella, sin poder creérmelo.
Se detiene frente a mí. Le han rapado el cabello, su piel es pálida, rasposa y cenicienta, y se nota que no la han alimentado, pero sigue siendo ella. Trago saliva, quiero abrazarla pero sé que ella no está acostumbrada a eso.
—Mamá—susurro.
Levanta sus manos y entierra sus dedos en mis brazos, empujándome contra la pared. Me quedo estática. Mi madre tiene la misma mirada perdida que los demás, las mismas manchas negras denotando las venas en la piel de sus brazos. No.
—Mamá—le llamo más fuerte. Saca sus manos de mis brazos e intenta golpearme, pero la esquivo. Las lágrimas salen sin control de mis ojos.—¡Mamá!
Vuelve a lanzar un golpe, me arranco. Por favor detente pienso. Miro de reojo a Levi, que sigue luchando, ahora solo, contra el montón de personas que se le lanzan encima. Mi madre logra golpearme en la mejilla y retrocedo. Duele, duele como nada en el mundo ver que es ella quien me ha golpeado. La cojo de los brazos, tratando de no hacerle daño. Es prácticamente puro hueso, y siento que si la aprieto demasiado fuerte, se quebrara.
—¡Mamá!—le grito con suplica.—¡Mamá soy yo, Leah!
Lanza una patada. La empujo hacia atrás, sintiéndome sin fuerzas. No puedo luchar contra ella. Debo hacer algo para contenerla, para que deje de atacar. No puedo perderla, no así.
—¡Leah, ayuda!—me grita Levi.
Pero no puedo. Estoy luchando contra mi madre, o más bien, evitando luchar. Cojo mi arma y ella coloca sus manos sobre esta, empujo nuevamente a mi madre haciéndola caer. No puedo pensar. Volteo y disparo, ayudándole a Levi.
La mano de mi madre se ciñe contra mi cuello y aprieta con fuerza. Suelto el arma, dejándola colgar de mi hombro. Mi madre me empuja contra la pared, pegándome en la espalda y haciendo que me duela toda la columna. La miro. Sus ojos no son suyos, no tienen el brillo cálido que ella me entregaba cada vez que me miraba. Coloco mis manos sobre las suyas, arañándola.
—Mamá—musito entrecortadamente.
Su mano cada vez aprieta más fuerte mi cuello, impidiéndome respirar. Mi cuerpo lucha contra ella, pero no tengo la fuerza. Cada vez que la miro, es como si algo se partiese dentro de mí. No puedo hacerle daño a mi madre, no puedo.
Luche tanto por encontrarla, tanto por volver a tenerla a mi lado, y ahora que la tengo junto a mí, no es ella. ¿Cómo la voy a salvar de sí misma?
La vista se me nubla. No despego mis ojos de su rostro. Está bien, mamá pienso. Podría morir de otras formas, en manos de un controlador, con un disparo en la cabeza. En cambio, voy a morir en manos de mi madre, lo que puede sonar horrible, pero ya no me parece así. Al menos la vi una última vez. Al menos supe que hice todo lo posible por no dañarla, aun cuando ella me atacaba. Mi único remordimiento era Aiden.
Intento grabarme en la cabeza la visión borrosa de mi madre, y reemplazar sus facciones angulosas por las redondas y rellenas que tenía cuando vivíamos juntas. Sé que si ella estuviese aquí de verdad, me abrazaría.
Está bien, mamá repito, como si realmente le estuviese hablando. No es tu culpa, no fuiste tú.
Cierro los ojos sintiendo como mi cuerpo se va apagando poco a poco. Dejo caer las manos a mis costados. Ya no duele.
Un fuerte disparo hace que se afloje el agarre. Abro los ojos. El cuerpo de mi madre cae sobre el mío. Logro tomar una gran bocanada de aire. Caemos al suelo. Respiro agitada, intentando llenar de aire nuevamente mis pulmones. Miro a mi madre. Su sangre negruzca comienza a cubrirme. No pienso. ¡No!
La volteo, dejándola en el suelo y coloco mis manos sobre pecho. Le han disparado justo al corazón. Levanto la cabeza y me encuentro con los ojos azul verdosos de Aiden, que sigue apuntando en mi dirección.
Su rostro descubierto me observa, tenso. Vuelvo a mirar a mi madre. Sigue respirando, agonizante. La sangre se cuela entre mis dedos. Las lágrimas caen por mis mejillas. Mi respiración se entrecorta.
Aiden le ha disparado a mi madre.
Val aparece de pronto. Se acerca a mí y me entrega apósitos. No soy capaz de actuar, no soy capaz de moverme. Alguien me coge del brazo y me obliga a apartarme, dejando que Val y otros dos solados se acerquen a mi madre y la atienden.
Por el rabillo del ojo, veo a Aiden de pie, quieto, al igual que yo, sin moverse. Las manos morenas de Thomas me sacuden. Revisa mi cuello y me habla, pero no puedo hacer nada. Sólo tengo ojos para mi madre, o mejor dicho, lo que queda de ella.
Val dirige a los demás soldados, toman a mi madre en brazos y avanzan por el pasillo, en dirección a la salida.
—Vamos a hacer todo lo posible por salvarla, Leah, te lo juro—dice Val.
Con la mirada perdida, Thomas me obliga a caminar. Siento como si yo no estuviese allí, siento que ya no puedo sentir nada. Al ver que no logro moverme lo suficientemente rápido, Thomas me coge en brazos. No siento anda, absolutamente nada. Ni dolor, ni tristeza, ni rabia...
Levanto la cabeza. Mis ojos se encuentran con los de Aiden, y noto en él la misma sensación: nada.
Soy como una caja vacía, hueca.
No presto atención a nada, ni a los montones de personas, controladores y soldados muertos que hay en los pasillos, ni a los disparos, ni a la aeronave en la que Thomas me sube.
Es como si ya nada importara, como si el tiempo ya no pasara. Me depositan en un asiento. Thomas dice algo, pero no escucho. Abrocha mi cinturón. Levanto la vista. Veo a varios junto al cuerpo de mi madre, con sus trajes manchados de aquella sangre viscosa y negruzca, que gotea el piso de la aeronave.
Fijo mi atención en la sangre.
El leve bamboleo me hace saber que la aeronave se marcha de aquel infierno. No me esfuerzo en pensar en nada ni en nadie, sólo en la frecuencia con que gotea la sangre.
No sé si pasan minutos u horas. Thomas vuelve a acercarse. Otro bamboleo. La compuerta se abre. Los primeros en salir son los soldados con mi madre. Me cuesta creer que pueda seguir viva, pero como corren, creo que es posible.
Thomas vuelve a tomarme en brazos. Bajamos hasta el refugio, el lugar en el que creía que había encontrado mi hogar. Llegamos inmediatamente al ala del hospital. Creo ver a Caden y a Joy siendo atendidos. Pasamos de largo.
Me doy cuenta de que no vamos a ver a mi madre cuando Thomas me deposita en una camilla. Agnes, la mujer que me atendió cuando llegue aquí por primera vez, se me acerca y me habla, pero yo no emito sonido. Revisa mi cuello, coloca una especie de cámara frente a mí y obtiene una imagen de mi tráquea y columna.
—Todo está en orden, cariño. Puede que se inflame, pero te inyectare un medicamento y te sentirás mejor. Ya veremos si salen moretones—me explica Agnes.
¿Es que nadie entiende que ya no siento nada? ¿Qué ya no me importa nada?
Me inyecta algo en el brazo. No siento dolor. Me sonríe con calidez, pero ya no soy capaz de responder a eso. Estoy vacía.
Logro caminar junto a Thomas y nos sentamos en unas sillas de madera, frente a una amplia mampara que tiene un letrero encima, el cual dice "quirófano".
—Tu madre está en cirugía—susurra Thomas. Me estremezco, esa es la primera cosa que me hace sentir algo.
—¿Vivirá?—pregunto. La voz que suena es rasposa y ahogada, apenas puedo escucharme yo misma. Levanto la cabeza y miro a Thomas. Sus ojos cafés transmiten compasión.
—No lo sé—admite.
Vuelvo a agachar la cabeza. En mi pecho comienza a aparecer un sentimiento avasallador, que me comprime por dentro, como si me cortara la respiración. Observo pasar corriendo a la madre de Joy.
Comienzo a sentir el peso de todo. Las muertes, los disparos, Caden herido, ¡Joy herida! Mi madre... casi muerta. Aiden.
No soy capaz de pensar en él. Es como si solo pudiese soportar cierta cantidad de sentimientos, y pensar en él, conlleva demasiado para mí en este momento. Tal vez para siempre.
Las puertas a nuestra izquierda se abren de par en par. Levanto la cabeza para encontrarme con él. De aspecto demacrado, su cabello desordenado cayendo sobre su frente sudorosa. Camina hacia mí con paso lento, como derrotado.
Me levanto de mi silla y lo miro. Mis ojos se llenan de lágrimas, y noto que los suyos también. No puedo soportar mirarlo, pero tampoco puedo despegar mis ojos de él.
—Iré a preguntar por tu madre—me dice Thomas, alejándose educadamente y dejándonos a solas.
—Yo...—comienza a decir, pero se le quiebra la voz y se calla. Trago saliva, mi garganta duele pero lo ignoro.—No pensé, Leah. Vi que era ella, que era tu madre. Y luego vi como... como te estrangulaba. Estabas muriendo, y no pude pensar en nada.
Un dolor me traviesa el pecho y suelto un sollozo. El da un paso en mi dirección. Las lágrimas recorren sus mejillas sucias con restos de sangre y polvo.
—Lo siento—susurra.—Lo siento, no quería... no pensé en nada más que salvarte. Lo siento. Lo siento por dispararle a tu madre, Leah.
El dolor me corta la respiración y suelto un sollozo desgarrador, que daña aun más mi garganta. Mis rodillas flaquean, y cuando están por ceder, Aiden me atrapa y me sostiene de los brazos. Su toque duele tanto como agrada. Quiero apagar mi cerebro, quiero apagar mi cuerpo. No soy capaz de soportar las emociones que me embargan en este momento.
No puedo soportar verlo, pero tampoco soporto la idea de alejarlo de mí.
Entonces ¿Qué duele más?
¿Mirarlo y ver al posible asesino de mi madre? ¿O no mirarlo nunca más y sacarlo de mi vida?
—La única razón por la que vine aquí—susurro entre sollozos.—Era ella. Salvarla a ella.
—Lo sé. Lo siento—repite él. Cierro los ojos y sacudo la cabeza.
—No pedo existir en un mundo en que mi madre no esté—musito. Abro los ojos y levanto la cabeza para mirarlo.—Sé que querías salvarme. Pero yo no quiero que me salven si ella no está conmigo.
—Leah, lo siento—susurra Aiden.
¿Qué duele más?
—Lo sé. Sé que lo sientes—digo. El dolor escuece, haciéndome cerrar los ojos con fuerza y soltar otro sollozo.—Sé que lo sientes...
—Perdóname—suplica Aiden.
Abro los ojos y miro el suelo. Doy un paso hacia atrás, el dolor escuece aún más. Con lentitud, dejo caer mis brazos a los lados, deshaciéndome de sus manos. Duele demasiado.
—No puedo perdonarte—murmuro. Levanto la cabeza y lo miro.—Cada vez que te miro, lo único que veo es a mi madre muerta. No puedo perdonarte, Aiden. No puedo.
Algo se apaga en sus ojos. Es como si se rindiera. Ya no suplica, ya no se disculpa. Se rindió, al igual que yo. Y duele, duele como si me atravesaran el pecho con fuego. Pero más duele mirarlo a sus ojos y ver el rostro sin vida de mi madre.
Aiden asiente con lentitud. Da media vuelta, mi pecho se retuerce de dolor. Comienza a caminar en dirección a la puerta, y aprieto los dientes para no gritarle que vuelva. Duele, escuece, quema...
Los sollozos quedan atrapados en mi garganta y vuelvo a sentir que caigo, pero Thomas llega a tiempo y me sostiene. Me ayuda a sentarme y me abraza, dejándome llorar.
—No puedo—susurro entrecortadamente.
Quiero que aquel dolor se vaya, quiero dejar de sentir. Siento como me desgarra por dentro, como me quiebra. ¿Cómo voy a reparar lo que se ha destrozado en mil pedacitos? No puedo, no puedo reparar lo que se ha roto dentro de mí, tal como no puedo perdonar a Aiden.
—Está bien—susurra Thomas con voz calmada.—Esta bien.
—No puedo—repito.
—Todo está bien, Leah.
—No quiero sentir más, Thomas—confieso, con un llanto desgarrador.—No quiero.
Thomas me contiene, sin decir nada. Creo que le hace señas a alguien, pero no estoy segura. Los pasos de alguien se acercan, y no me importa que me vean llorar de esta manera. Ya nada me importa.
Thomas coloca un pequeño vaso de vidrio frente a mí. Levanto la cabeza y lo miro.
—Bebe un poco, te ayudara a calmarte—me dice.
Lo cojo con mi mano temblorosa y bebo dos sorbos. El líquido transparente parecido al agua tiene un dejo dulzón. Me duele ligeramente al tragar, pero no me importa.
A los pocos minutos comienzo a sentirme adormilada. Descanso mi cabeza en el hombro de Thomas. Las lágrimas continúan escurriendo por mis mejillas, pero con menor intensidad. Los parpados me pesan, y dejo de sentir aquel dolor. Se siente bien, porque no siento nada. Poco a poco dejo de sentir mi cuerpo, dejo de sentir preocupación, deja de dolerme el pecho. Cierro los ojos y sucumbo ante la espesa negrura, aliviada de no sentir nada.
—o—
Nota de la autora: Sí, este es el fin. Sí, sé que me querrán matar. Pero antes de que vengan con antorchas, horcas y picotas, debo hacerles un anuncio.
Si es que no se han fijado en la portada, arriba del titulo, dice "Saga Prohibido". Como lo ven, esta es una saga, una trilogía, para ser mas precisos. No se cuando pero, les aseguro, esta historia continuará.
Gracias por leer, por votar y comentar <3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top