Capitulo 24
El sonido de un motor y el bamboleo de que estamos en movimiento me despierta inmediatamente. Todo está oscuro, me han vendado los ojos, y mis manos están amarradas en mi espalda. Aiden me ha traído hasta aquí, por lo que no puede ser un lugar malo. Siento que hay alguien a mi lado. Me inclino un poco e inhalo, no huele como Aiden. Escucho a alguien removerse. No debo ser la única despierta. Respiro hondo y comienzo a pensar. Aiden me trajo hasta acá, y tengo la leve sensación de que no solo a mi sino a todos mis amigos. Aiden dijo que tenía un compromiso por la tarde, quizás este es su compromiso.
—¿Hay alguien ahí?—pregunta Josephine.
—Aquí estoy, soy Leah—susurro.
—¡Leah! ¿Sabes qué demonios está sucediendo?—pregunta. Creo que esta unos puestos a mi derecha.
—No tengo ni la más mínima idea—respondo.
Intento pensar en algo lógico que explique la situación. No nos han secuestrado, Aiden estaba allí, pero el hecho de tener mis ojos vendados y mis manos atadas no ayuda a calmar mi creciente ansiedad.
—Nos llevan a la misión—escucho decir a Brent, en algún lugar frente a mí. Damos un salto y luego continúa el bamboleo de antes.— No nos han dejado despedirnos de nadie.
—No estamos yendo a ninguna misión—le dice Josephine.
—Entonces nos raptaron los de la república, y nos llevan a una meeting—dice Brent. Sacudo la cabeza.
—Estas paranoico—le dice Josephine.
—¿Reed? ¿Estás ahí?—pregunta Joy a mi lado.
—¿Joy? ¡Joy!—grita Reed.
—¿Estamos todos?—pregunta Josephine.
—Falta Caden—digo.
—Estoy aquí—dice algo somnoliento.
—¿Qué está pasando?—pregunta Joy a mi lado.
El bamboleo se detiene, y el sonido del motor también. Nos hemos detenido. A mi izquierda, escucho como abren unas puertas metálicas. Alguien sube a donde sea que estemos nosotros. Suena un clic, y mis manos son liberadas. Rápidamente me quito la venda de los ojos. Me ajusto a la luz del lugar. El sol aun ilumina, aunque ya está comenzando a atardecer. Estamos en la parte trasera de un camión. Joy está a mi lado, seguida de Josephine. Frente a mí, Caden, luego Reed y finalmente Brent. Veo como Sunny aprieta un botón sobre la cabeza a los demás, liberando sus manos. Se voltea y nuestras miradas se encuentran. Me sonríe, guiña un ojo, y se apresura en bajarse.
—Abajo—dice.
Soy la primera en pararme. Doy un salto y mis pies tocan el mullido suelo, cubierto por hojas caídas de los árboles. Estamos en medio del bosque, donde el sol se cuela por entre las copas de los árboles. Todo es verde. Terminan de bajar los demás y Sunny cierra las puertas del camión. A nuestra izquierda, veo que hay otros dos camiones de donde se han bajado el resto de nuestros compañeros que nos acompañaran en la misión. Nos acercamos a Sunny, que se ha puesto en medio. Del costado derecho de nuestro camión aparece Thomas. Lo miro intrigada, y el esboza una sonrisa amable.
—¿Todo bien?—me pregunta en voz baja. Asiento.
—¿Qué demonios?—pregunta Josephine. Thomas mira a los demás, se aclara la garganta y comienza a hablar.
—Tal vez han escuchado rumores, tal vez no, pero en nuestro refugio, tenemos una tradición. La última semana de entrenamiento, antes de su misión, les hacemos un ritual de iniciación—explica Thomas.
—¡Lo sabía!—exclama Brent, interrumpiendo a Thomas. Lo quedamos mirando con desaprobación, y el agacha la cabeza, avergonzado.
—Deben correr para llegar antes de que oscurezca, al final les espera una sorpresa—continua Thomas, y señala un camino de tierra húmeda que hay entre los arboles frente a nosotros.— ¡Andando!
Rápidamente comienzo a correr, maldiciendo para mis adentros a Joy, que insistentemente me obligo a usar un vestido morado y botas de tacón, algo no precisamente cómodo para una carrera. Enseguida, Brent y yo nos separamos del resto, tomando la delantera. El camino da varias vueltas, pero es imposible perderse, ya que está marcado.
—Eh, Leah. ¿Qué te parece una competencia entre los dos?—me dice Brent mientras corre justo detrás de mí, pisándome los talones.
—Si quieres perder, no me quejo—le digo, y acelero.
—¡EH! ¡Que no había dicho que partiésemos aun!—grita a mis espaldas, pero no le hago caso.
Doblo a la derecha, luego a la izquierda, salto una rama que se ha caído en mitad del camino. Brent logra quedar justo tras de mí, pero tropieza con la rama y cae. Continuo corriendo. Me agacho para pasar bajo una rama gigante, salto una roca que obstaculiza el camino, me resbalo con algo de barro y por poco caigo, pero logro mantener el equilibrio y no me detengo. Adelante, veo que se abre un claro. Sigo corriendo a gran velocidad cuando noto que el camino no sigue, sino que se abre paso un gran acantilado cubierto por una bruma que no deja ver que hay abajo. Me detengo justo a tiempo, sintiendo como si mi corazón fuese a salirse de mi pecho. Con la respiración entrecortada, me asomo para ver que hay abajo. Tal vez me perdí en algún momento, y estoy en el camino equivocado.
—Sabía que llegarías primera—dice una voz que conozco. Miro a mi derecha, y apoyado en un árbol, esta Aiden, mirándome con una sonrisa burlona.
—¡Te alcance!—grita Brent detrás mío. Me giro a verlo, viene a toda velocidad.
—¡No Brent!—grito.
Abre los ojos como plato y observa el acantilado. Alcanzo a ayudarlo a detenerse y se cae al suelo. Mira con ojos desorbitados la bruma que se extiende delante de nosotros. Se escucha el sonido de agua cayendo, pero no veo ninguna cascada cerca. Vuelvo a mirar a Aiden, que se acerca unos cuantos pasos y me mira fijamente.
—¿Aiden? ¿Qué demonios intentan hacer, matarnos?—pregunta Brent, respirando agitadamente.
—Hay una sorpresa abajo—dice.
—¿Y cómo se llega allí?—pregunta Brent. Aiden suelta una risa burlona y luego señala el acantilado.
—Saltando, por supuesto—afirma, como si fuese la cosa más normal del mundo.
—¿Saltando?—pregunto. Aiden asiente.
—Sí, definitivamente intentan matarnos—comenta Brent.
—¿Confías en mí?—pregunta Aiden, con sus ojos fijos en mí.
—La verdad no—responde Brent, pero sé que Aiden me lo ha preguntado a mí.
Me quedo mirándolo con curiosidad. No está mintiendo, debemos saltar. Es posible que abajo haya agua o algo que amortigüe la caída, pero él no ver que es lo que hay exactamente allí abajo, me aterra.
—Bien, de algo tenía que morir—dice Brent, retrocede unos pasos, y acto seguido, corre hacia el acantilado.
—¡Brent!—grito, pero este me ignora y salta. Me quedo allí, estática, mirándolo caer y perderse en la espesa bruma.
—Te dije que debían saltar—dice Aiden a mi lado, haciendo que la piel de mi nuca se erice.
Lo miro fijamente. Arquea sus cejas y vuelve a esbozar su sonrisa burlona de siempre. Escucho pasos. Miro hacia atrás, y Caden llega con la respiración entrecortada. Frunce el ceño al notar el acantilado.
—¿Qué... demonios?—pregunta con voz entrecortada. Vuelvo a mirar a Aiden.
—Hay que saltar—afirmo, Aiden asiente.
—¡¿Saltar?!—pregunta Caden.
Me quito las botas y las dejo allí a la orilla. Retrocedo unos pasos. Caden balbucea, incrédulo. Doy una última mirada a Aiden, que estira el cuello y me mira, desafiante. Tal vez cree que no me atreveré a hacerlo.
—Leah, ¡Leah, no! ¡Leah, no lo hagas!—me grita Caden.
Tomo una gran bocanada de aire, calmando todo aquello que en mi interior me dice que no lo haga. Suspiro y comienzo a correr. Cuando llego a la orilla, salto, y siento como caigo hacia lo desconocido.
La bruma humedece mi ropa de inmediato, y el sonido del agua cayendo se intensifica. No puedo evitar gritar mientras caigo, sintiendo como la adrenalina se precipita en mis piernas, pero a la vez, una extraña sensación de júbilo se expande en mi pecho. Unos segundos después, la bruma desaparece y me deja ver una hermosa laguna rodeada de un bosque frondoso, iluminado por el sol. Caigo al agua y me hundo en las profundidades. Allí, es como si se detuviera el tiempo. El agua es clara, y se ve como los rayos del sol refractan en ella. Doy unas cuantas braceadas y salgo a la superficie. Observo a mi alrededor. Del acantilado, entre la tierra, se abre paso una cascada pequeña, probablemente viene de algún agua subterránea. El lago en el que estoy, tiene un pequeño riachuelo por el que escapa el agua, y se abre paso entre el resto del bosque hasta perderse de vista. Los árboles son de un verde potente. A las orillas, veo a Brent salir del agua. Duncan, Phil y Sunny están esperándolo. Detrás de ellos, una fogata está encendida, con varias rocas rodeándola, supongo que para sentarse en ellas. A un costado, un rectángulo lleno de piedras y brazas, tal como había dicho Brent.
Comienzo a nadar hacia la orilla, y siento un grito. Volteo a ver como Caden cae al agua. Continúo nadando hasta que logro pisar. Salgo del agua, completamente empapada. Sunny se me acerca con una toalla.
—Gracias—le digo. Ella me sonríe.
—Siéntate junto a la fogata para secarte, también hay algunos bocadillos—me dice. Asiento y camino en dirección a esta.
Me coloco lo más cerca del fuego posible, y observo mientras el resto de mis amigos y compañeros se lanzan al agua. Thomas se me acerca con un pequeño pedazo de queque y me lo entrega. Le sonrío agradecida y le doy una mascada.
—Espero que no te hayas asustado mucho, pero es tradición el tomarlos desprevenidos—dice Thomas.
—Ha sido divertido—le digo, y Thomas sonríe.
—Iré a entregarles queque a los demás—se disculpa Thomas, y camina hacia Caden, que seca su cabello con la toalla.
Me quedo mirando la orilla del lago, viendo como de a poco llegan todos, analizando cada una de sus expresiones. Diviso a Joy acercarse a paso apresurado a la fogata, seguida de Reed, que tirita sin parar, tal vez por la adrenalina, tal vez por el frio. Sonrío para mis adentros, Joy no debe estar nada contenta con el agua, tomando en cuenta que estaba usando sus botas favoritas y que cuida como si fuesen su posesión más valiosa. Me fijo en sus pies, esta descalza. Supongo que luego podremos recuperar nuestros zapatos. Se escucha un grito y vuelvo la vista a la cascada.
Observo saltar Aiden. No puedo dejar de mirarlo, me quedo como hipnotizada viendo como nada y como sale del agua. Una vez llega a la orilla, se quita la camiseta negra que lleva puesta, y mis ojos se desvían rápidamente a su torso desnudo. Me volteo hacia la fogata, sintiendo mis mejillas arder de lo sonrojada que estoy.
—Ten—me dice Duncan, entregándome una varilla llena de rectángulos blancos y esponjosos.
—¿Qué es?—pregunta.
—Leah no conoce los malvaviscos—le dice Brent, mientras no deja de morder aquellas cosas blancas. Duncan me sonríe.
—Son malvaviscos, dulces. Son deliciosos cuando están al fuego, pero debes tener cuidado porque están muy calientes—me explica.
Tomo la varilla y examino aquellas cosas llamadas malvaviscos. Se ven algo quemados por el fuego, pero desprenden un aroma dulzón que me parece bastante atrayente. Mordisqueo uno para probarlo. Tiene un sabor dulce, con un dejo de algo ahumado por como lo han cocinado. Sabe delicioso, así que como con ganas.
Miro de reojo a Aiden, que estruja su camiseta junto a la fogata y conversa animadamente con Phil y Sunny. Desvío la mirada, antes de que me pueda pillar viéndolo. Miro las rocas que rodean la fogata y camino hacia ellas para sentarme. El calor que emana el fuego es menos potente allí, pero increíblemente, mi ropa está casi seca, excepto en la espalda, ya que mi cabello sigue bastante húmedo.
—Te han gustado los malvaviscos—dice Josephine, sentándose a mi derecha. Sonrío y asiento. Duncan le entrega una varilla a ella.— No puedo creer que Brent haya tenido la razón.
Me rio ante su comentario, aunque la verdad, yo tampoco puedo creerlo. Mordisqueo el último malvavisco, mientras Josephine habla acerca de lo mucho que se asustó al lanzarse desde el acantilado.
Cuando ya estamos todos alrededor de la fogata, Thomas se aclara la garganta y los demás se callan, otorgándole la palabra.
—Esta tradición tiene varios años en nuestro refugio. Queremos felicitarlos y dar comienzo a una nueva etapa en sus vidas. Esta es su última noche como estudiantes—concluye Thomas. Comienzan a aplaudir. Thomas se sienta en una de las rocas y Sunny se acerca a la fogata, para que todos la vean.
—¡Que comience la diversión!—grita, la gente aplaude con más ganas, algunos incluso gritan entusiasmados.
Sunny vuelve a sentarse, junto a Aiden. Lo miro de reojo. El no deja de mirarme.
Duncan y Phil nos sirven vasos con un jugo que tiene un dejo de alcohol, aunque nos aseguran que tiene muy poco. No pregunto porque nos dan alcohol si es técnicamente ilegal dárnoslo, ya que nadie reclama y beben de un sopetón. El jugo es de frambuesa, y sabe muy bien. Luego, nos entregan papas fritas. Comemos rápidamente, hambrientos por aquella deliciosa comida. Phil coloca un parlante y comienza a sonar una animada musica.
Comienza a atardecer, la luz anaranjada del sol ilumina el lugar, dándole un aspecto extraño, casi como de pelicula. Brent me toma del brazo y me jala hacia el agua, mojándonos los pies. Se siente increíblemente tibia. Brent me gira y da vueltas, y yo no dejo de reírme. Rápidamente se nos unen los demás.
—Esto es bailar—dice Brent, que toma mi brazo haciéndome girar. Me rio mientras doy vueltas.
Brent se aleja un paso y con la mano me lanza agua. Me cubro con los brazos, lo fulmino con la mirada y le lanzo a él. Nuestra pequeña lucha se transforma rápidamente en una guerra de agua, y de pronto, nos encontramos sumergidos de lleno en el lago. Joy se sube a los hombros de Reed, y Josephine a los de Brent. Miro asombrada como Joy y Josephine se empujan, y finalmente terminan ambas bajo el agua. De pronto, Sunny se acerca a nosotros, y sin previo aviso, coloca a Caden sobre sus hombros. Me rio a carcajadas al ver como Caden intenta no caerse cuando Josephine lo empuja. Entonces, dos manos se posan sobre mis hombros, haciéndome estremecer. Me volteo para ver a Aiden, con una sonrisa burlona dibujada en su rostro.
—¿Qué te parece si le demostramos a todos que además de ser la más rápida, eres la más fuerte?—pregunta, y por alguna razón, el tono de su voz hace que se me seque la garganta.
—D—de acuerdo—tartamudeo.
Su sonrisa se ensancha, y en un abrir y cerrar de ojos, estoy sobre sus hombros. Suelto un gritito y me entrega sus manos, para afirmarme. Siento mis mejillas ruborizadas, pero intento ignorarlas. Respiro hondo y Aiden comienza a avanzar hacia donde está la lucha. Ahora, Brent esta sobre Reed y Joy sobre Josephine. Cuando esta última me ve, comienza a lanzarme agua. Pronto la alcanzamos, y poso mis manos en los hombros de Joy, empujándola tal como ella lo hace.
—¡Vamos Leah!—grita Brent, justo antes de que Caden lo derribe.
—¡No me ganaras!—grita Joy entre risas.
—Yo creo que si—digo, y dándole un último empujón, logro derribarla.
—¡Voy por ti, Aiden!—grita Sunny, que ahora se eleva sobre los hombros de Caden.
Me preparo para empujarla, pero sin previo aviso, Aiden nos hunde, y cuando emergemos, nos encontramos detrás de Sunny y Caden.
—¿Decías, Sunny?—pregunta Aiden. Sunny se voltea sorprendida, y antes de que pueda reaccionar, la empujo fuertemente, hundiéndolos a ambos.
—¡Sí!—grita Aiden, entusiasmado.
—¡Los derribamos a todos!—digo, sin poder borrar la sonrisa de mi rostro.
—No, no a todos—dice Brent, que se las arregla para volver a subir a los hombros de Reed.
—¿Lista?—me pregunta Aiden, mirándome.
Observo su cabello empapado, brillando con los últimos rayos del sol. Antes de que pierda la concentración, asiento. Antes de que termine de acomodarse en los hombros de Reed, me acerco a Brent, lo empujo y cae nuevamente al agua. Todos a nuestro alrededor se ríen.
—Ya me rindo—dice Reed, y nada para acercarse a Joy.
—Cuidado—dice Aiden. Abro la boca para preguntar porque, y de pronto, nos volvemos a hundir.
Aiden me toma entre sus brazos y salimos a la superficie. Lo miro, entre enojada y avergonzada. El, con una sonrisa de oreja a oreja, me guiña un ojo.
—¿Me permites?—pregunto, intentando que mi voz suene seria. Aiden suelta una risa burlona.
—Por supuesto—dice, sin despegar sus ojos de los míos.
Con cuidado, me suelta en el agua. Aiden mantiene su mirada en mí, pero antes de que pueda decirme algo, Brent me jala del brazo para acercarnos a la orilla y bailar junto a los demás. Joy se me acerca y señala el camino de piedras y brasas.
—Acompáñame—dice entusiasmada, y yo asiento.
La sigo fuera del agua. Nos detenemos frente al camino. Coloca su pie derecho, y se siente como hierve el agua que cae sobre las piedras calientes. Avanza despacio, con cuidado. Me doy cuenta de que no le duele. Sunny, a quien no vi llegar, la alienta a seguir, y de pronto veo que varios se han acercado a verla.
—¿No quema?—pregunto.
—No, y menos aún si mojas tus pies en el agua—me explica Sunny. La miro y sonrío.
Reed es el siguiente en pasar. Avanza por sobre las piedras, un poco más rápido que Joy. Cuando está llegando al final, me posiciono para pasar.
—¿No vas a mojarte los pies?—pregunta Aiden a mi lado, no me había dado cuenta de que se había acercado. Volteo a mirarlo.
—No—respondo. Le sostengo la mirada, hasta que Reed suelta un grito de júbilo.
—¡Vamos Leah!—me anima Joy.
Miro las brasas. Coloco un pie encima. Si, se siente caliente, pero no quema, no a menos que deje el pie mucho tiempo encima. Avanzo con el otro pie. Camino con cuidado pero rápido. Observo como los demás se acercan y hacen fila para caminar también. Sonrío cuando llego al final.
Josephine avanza y comienza a girar encima, al ritmo de la música. Brent y una chica cuyo nombre no recuerdo pasan juntos, haciendo divertidos giros. Sunny se posiciona, da un pequeño salto, hace una voltereta y avanza apoyando sus manos sobre las brasas, para luego caer en sus pies. Todos aplaudimos animadamente. Aiden, que se ha colocado al final del camino, la abraza, y automáticamente aparto la mirada.
Joy me toma del brazo para acercarnos y volver a pasar. Comienza a girar sin parar, y jala de mi brazo para que la imite. Algo en mi despierta, algo en mi me hace dejar de lado todas aquellas trabas que la republica había dejado en mi ser, y por fin, me siento libre.
Comienzo a girar como Joy, riéndome, siguiendo el ritmo de la música, y los demás aplauden, animándonos. No me mareo ni un poco, pero cuando llego al final de camino, pierdo el equilibrio y caigo. Sin embargo, no alcanzo a tocar el suelo porque unos brazos me atrapan. Miro los ojos del que me ha salvado, y no me sorprendo al encontrar a Aiden. Sus brazos me afirman de la cintura, pegándome a él. Parpadeo cuando escucho los gritos de los demás animando a alguien que avanza por las brasas. No han notado que yo y Aiden estamos muy cerca, o tal vez no les importa.
Aiden me deja bien posicionada en el suelo, y me suelta con delicadeza, asegurándose de que no esté mareada. Tal vez sea por la luz que emana el fuego, o simplemente mi imaginación, pero cuando veo los ojos de Aiden, noto algo distinto.
—Gracias—susurro. El asiente y esboza una pequeña sonrisa.
—No hay de que—musita.
Me volteo para acercarme a Joy, y me doy cuenta de que la noche ha caído sobre nosotros. La luna se refleja en el lago, y se ve tan grande e imponente que me parece que fuese la primera vez que realmente la veo.
Me acerco a la orilla del lago, dejando que el agua moje la punta de mis dedos, y observo el cielo reflejado en el agua. Es casi como si fuese un segundo cielo.
—¿Todo bien?—pregunta Aiden a mis espaldas. Me volteo a mirarlo y sonrío.
—Si—afirmo.
Se acerca hasta quedar junto a mí. Su brazo roza el mío, haciendo que comience a sentir ese cosquilleo en la piel. Vuelvo mi vista al lago, observando como el agua ondea con el viendo y las pequeñas olas que se forman con la cascada.
—Te ves muy linda con ese vestido—comenta luego de unos minutos en silencio.
—Gracias—susurro, sonrojándome levemente.
—¿Tienes miedo de ir a una misión?—pregunta.
—No exactamente—respondo. Por alguna extraña razón, no me atrevo a mirarlo.— Tengo miedo de que algo malo suceda pero... también me siento algo emocionada.
—Creo que jamás dejaras de sorprenderme—comenta. Lo miro sin entender.
—¿A qué te refieres?—pregunto. El fija sus ojos en mí y sonríe.
—A como expresas tus emociones, a cómo has logrado aprender del mundo en el que vivimos. Es difícil creer que hace poco más de tres meses llegaste acá, y ahora puedo saber lo que sientes con solo mirarte—explica. Me sonrojo de inmediato, pero no puedo apartar la mirada de la suya, los cables invisibles me han atrapado nuevamente.— Y también me sorprende el cómo reaccionas a diferentes situaciones. Eres impredecible, cuando creo que te entiendo vas y haces algo completamente inesperado.
—Podría decir lo mismo de ti. Cambias de humor cada cinco segundos—comento. Aiden se ríe.
—¿Lo ves? No puedo seguirte el hilo.
—¿Eso es malo?—pregunto. Aiden se queda mirándome en silencio unos segundos antes de responder.
—No, eso es lo que más me gusta de ti—replica.
Mi corazón se acelera ante sus palabras, y siento mi piel erizarse. Los dedos de su mano rozan el dorso de la mía.
—¿En qué piensas?—pregunta de pronto. Frunzo el ceño, su pregunta me ha tomado por sorpresa. Suspiro antes de contestar.
—En que creo que esta es la primera vez en que me siento completamente libre—respondo.
Aiden sonríe. Sus dedos se entrelazan con los míos. Me siento como si estuviésemos en un mundo completamente aparte de los demás, y no solo a unos metros, escuchándolos gritar y reír mientras conversan animadamente.
—¿Y tú? ¿En qué piensas?—le pregunto. Levanta su mano libre y coloca un mechón de mi cabello tras mi oreja.
—En lo mucho que una persona puede alterar tu vida—responde en voz baja.
Trago saliva. De alguna manera, siento que se refiere a mí, a que yo altere su vida. Sé que lo he hecho, hasta cierto punto. Nuestros entrenamientos privados, que no haya ido a ninguna misión estas últimas semanas, que por las tardes estamos casi siempre juntos.
Su mano acaricia mi brazo, haciéndome estremecer. Aiden ladea un poco la cabeza y entrecierra los ojos.
—¿Tienes frio?
—Si—miento.
Pasa su brazo por mis hombros y me acerca hacia él. Tenerlo así de cerca me hace estremecer nuevamente, y Aiden acaricia mi brazo con delicadeza. Mis ojos no se despegan de los suyos en ningún momento.
—Me gusta estar contigo, Leah—susurra. Mis mejillas se sonrojan.
—A mí también me gusta estar contigo.
Su sonrisa se ensancha.
—¿Quieres ir con los demás?—pregunta.
—En realidad, no. Prefiero estar contigo a solas, si no te importa—respondo.
—Me parece bien.
Nos alejamos del agua y nos sentamos a la orilla, en el suelo. Aiden me envuelve en sus brazos mientras observamos el lago.
No sé cuánto tiempo estuvimos así. No hablamos, no teníamos por qué. Era como si disfrutáramos de estar en compañía del otro, sin necesidad de más.
Unas horas más tarde, Sunny anuncio nuestra vuelta al refugio, y me siento algo desanimada de tener que separarme de Aiden. Sin embargo, cuando llegamos a nuestro piso, Aiden me detiene justo antes de entrar a mi habitación.
—¿Te parece si vemos algo en mi habitación?—pregunta.
—Claro—replico.
Coge mi mano y caminamos en silencio hacia su habitación. Una vez allí, nos sentamos en su cama, y Aiden coloca un episodio de un nuevo documental que estábamos viendo. Tal vez debería haberle dicho que estaba exhausta, pero simplemente no pude. No quería alejarme de él, y cualquier excusa me aprecia válida para seguir a su lado.
Se recuesta junto a mí, pasa su brazo bajo mi cabeza, acercándome a su costado, y apoyo mi cabeza en su hombro. No alcanzo a ver ni cinco minutos del documental y mis parpados comienzan a cerrarse solos. Hago todo un esfuerzo por mantenerme despierta, pero sé que es una lucha sin sentido.
—Leah—susurra somnoliento.
—Mmm—musito con los ojos cerrados.
—¿Te molesta si nos vamos a dormir?—pregunta.
—No—susurro.
—Leah.
—¿Si?
—¿Quieres quedarte aquí conmigo?—pregunta.
—Si—musito sonriendo.
Abrazo su torso y me acomodo a su cuerpo. Aiden acomoda la manta que hay sobre nosotros para cubrirnos mejor, y luego besa mi coronilla. Me quedo dormida a los pocos segundos, escuchando la respiración acompasada de Aiden, sintiéndome tan cómoda entre sus brazos, con aquel cosquilleo que solo él me produce, esparciéndose por todo mi cuerpo.
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