Capitulo 17
Me apresuro y me abro paso entre la multitud. Escucho que Thomas me grita, al igual que Joy. No me detengo. Aiden está herido, y no creo que sea algo leve, ya que la última vez había tenido un corte y ni siquiera tuvo que ir al hospital. Además, la forma en que Thomas lo ha dicho... es diferente.
En otro momento me habría preocupado de lo mucho que me importa el que Aiden este herido. De cómo me hace sentir, del pánico y miedo que tengo de que no se recupere, y de lo mucho que deseo verlo y abrazarlo. Jamás había sentido ganas de abrazar a nadie. Pero es como si esa pequeña parte de mí, que analiza cada paso que doy, cada gesto que hago, esa parte se ha ido, se ha escondido en lo profundo de mi mente, y solo puedo pensar en Aiden.
Val, Agnes y otras personas que no conozco están en la entrada, impidiendo el paso a la gente. Me detengo, la gente se empuja para intentar entrar. Una mano se posa en mi hombro. Me volteo, Joy me observa preocupada. Le sostengo la mirada unos segundos y luego la aparto. Joy se coloca a mi lado, me toma del brazo y me jala hacia delante. Nos detenemos frente a Val, que intenta hablar y calmar a la gente.
-Val-dice Joy, casi gritando para que se escuche entre la multitud.
-Joy, Leah-dice Val, suspira y sacude la cabeza.- No puedo dejarlas entrar.
-Leah está preocupada por Aiden. Es uno de sus amigos más cercanos, ¿puedes hacer una excepción por ella? no molestaremos-le ruega Joy. Val me mira con detenimiento, cierra los ojos y asiente.
-Pasen.
Se aparta y entramos casi corriendo. Cuando las puertas se cierran, me siento abrumada por el bullicio que hay dentro del hospital. El personal corre de un lado para otro, con calma pero muy rápidos. Siento los gritos de una mujer a lo lejos. Avanzamos lentamente, y con cuidado de no entorpecer el paso. Pasamos las puertas blancas a las que tantas veces recurrí para mis consultas con Agnes, hasta llegar a un vestíbulo redondo por donde varios pasillos se abren. Joy sigue jalándome, y se lo agradezco, porque no sabría hacia dónde ir. Doblamos por un pasillo a la derecha. Caminamos un par de minutos, los gritos de la mujer se intensifican, hasta que llegamos a una gran mampara con puertas metálicas, y que arriba tienen un letrero con letras rojas que dice "urgencias". Las puertas se abren y entramos. Nos apegamos a la pared, ya que allí el ajetreo es más grande. A la izquierda, hay cortinas blancas que separan las camillas. La primera y segunda están vacías, pero la tercera tiene a una mujer de cabello negro lacio, ojos rasgados y tez clara, que grita sin parar, mientras los doctores y enfermeras la contienen, intentando atender su pierna derecha, que tiene parte del hueso fuera.
-¿Qué hacen aquí?-pregunta una voz femenina severa. Volteo la cabeza para mirarla.
Una mujer de tez oscura, ojos cafés y cabello negro azabache, tomado en un moño, nos mira con severidad.
-Mamá-dice Joy. Las miro sorprendida. Sabía que Joy tenía a su familia acá, pero nunca la nombra, ni tampoco la veo interactuar con ella.- Estamos buscando a Aiden. Leah, es su amiga y está muy preocupada.
-¿Leah? ¿La ultima chica que llego?-pregunta la mujer sin dejar de mirarme. Mis ojos van de ella a Joy y viceversa.
-Si-afirma Joy. Su madre me da una última mirada y luego resopla.
-Solo por esta vez, Joy-dice, mirándola.- Box ocho, no se metan con el personal.
-Gracias-dice Joy.
Alcanzo a susurrar un "gracias", porque Joy me lleva corriendo hasta el box ocho. Recostado en la camilla, pálido y con los ojos cerrados, no parece ser Aiden. Su cabello se ha pegado a su frente por el sudor. Me paraliza verlo así, tan débil. Le han sacado su polera, y su torso está completamente ensangrentado.
-Joy-dice a nuestras espaldas su madre.- Se lo llevaran a cirugía.
-¿Qué le ha ocurrido?-pregunta Joy. Yo no puedo despegar mis ojos de él.
-Una granada cayó muy cerca, y una metralla le ha llegado por el costado. Se fracturo un par de costillas, pero al parecer la metralla perforo un pulmón-contesta la madre de Joy.
Si algo recuerdo de mis clases de anatomía en el electivo, es que un pulmón perforado es grave. Mis ojos se llenan de lágrimas. Si Aiden muere...
-Vayan a la sala de espera, yo las llamare cuando la cirugía termine-nos dice.
-Ven, Leah-me dice Joy.
Coloca su brazo sobre mis hombros y me encamina afuera de urgencias. Un vestíbulo repleto de sillas, dispuestas en línea, enfrentando una ventanilla, se encuentra frente a nosotras. La ventanilla tiene por encima un cartel que dice "recepción". Las sillas son acolchadas y de color verde claro. Nos sentamos en una esquina, y nos quedamos en silencio. Ver a Aiden herido y débil es algo que jamás pensé que ocurriría. Si, tenía miedo de que pasara pero Aiden siempre me pareció invencible.
Joy es la mejor compañía que puedo tener en este momento. No me dice nada, y eso me sienta bien. Creo que no soy capaz de hablar, ni tampoco tengo el ánimo para hacerlo. Joy me lleva un café y unas golosinas, pero solo soy capaz de tomarme el café. Mi estómago esta revuelto, y creo que son los nervios. Las manecillas del reloj que cuelga sobre la ventanilla se mueven lentamente. No sé si han pasado horas o minutos, pero cuando una de las mamparas a la izquierda de la ventanilla se abre, me levanto enseguida. La madre de Joy se nos acerca. Su expresión, seria, me da miedo. Tal vez no seas buenas noticias.
-Aiden está bien, la metralla no alcanzo a perforar el pulmón-dice cuando se detiene frente a nosotras. Suspiro aliviada.- Esta sedado, puedes ir a verlo a su habitación, trescientos doce C. Joy te guiara.
-Gracias mamá-dice Joy.
No soy capaz de hablar, así que solamente le esbozo una leve sonrisa, y luego Joy me conduce por unos pasillos hasta llegar a un ascensor. Controlo mi respiración. Aiden está bien, no corre peligro, se recuperara.
-No me dejaran entrar contigo, por eso cuando quieras irte, envíame un mensaje por el comunicador y vendré a buscarte-me dice Joy.
-Gracias-digo, y me volteo a mirarla.- Por todo.
Joy me sonríe. Las puertas del ascensor se abren y entramos. Subimos hasta el tercer piso. Joy camina delante de mí, guiándome. Las paredes son lisas y blancas, como el resto del hospital. Llegamos hasta una sala con forma de semicírculo. En la pared lisa, una gran mesa color crema con verde, con varias pantallas de computadora, asientos para el personal. Frente a esta, hay biombos blancos separando las camillas, y unas cortinas metálicas abiertas, excepto por unas tres que tiene cerradas. Nos acercamos a la mesa y Joy carraspea.
-Joy, cariño, ¿Cómo estás?-pregunta una mujer menuda, de cabello rubio entrecano, ojos grises y tez clara.
-Hola Molly-dice Joy.- Mi madre nos ha dicho que Aiden está acá, y Leah, una amiga suya, quiere verlo.
-Está bien cariño, tu madre me lo ha dicho-responde Molly.
Molly se levanta y camina por delante de nosotras, hasta una de las cortinas metálicas, que tiene una gran C escrita en rojo. Molly la abre y me deja entrar. En la camilla, esta Aiden tendido. Ya no se ve tan pálido como antes. Una vía está conectada a su brazo derecho, y unos cables salen de su pecho, conectándolo a un monitor de signos vitales.
-Ten cuidado con su costado derecho, que allí ha sido la intervención-me dice Molly.
Asiento, y ambas salen y cierran la cortina, dejándome a solas con un inconsciente Aiden. Me acerco a su lado izquierdo, y encuentro un banquito para sentarme. Lo miro. Así, parece estar simplemente dormido, pero las vendas que rodean su torso desnudo rápidamente me hacen recordar que esta herido. Subo mis manos a la baranda. No sé muy bien que hacer ahora que lo tengo a mi lado. No quiero despertarlo, pero parte de mi necesita escuchar su tono burlesco molestándome. Su mano izquierda descansa sobre las sábanas blancas. La observo. Con cuidado, acerco mi mano y acaricio el dorso de la suya, rozándolo con las yemas de mis dedos. Espero a ver si se despierta. Cuando no lo hace, coloco mis dedos sobre los suyos y me quedo ahí, observando nuestras manos, el contraste de mi piel blanca con la suya, que tiene un dejo dorado, a pesar de lo pálido que se encuentra ahora. Apoyo mi cabeza en mi otra mano, sobre la baranda, y miro fijamente su rostro. Su expresión apacible, el vello que le ha comenzado a salir por la mandíbula y mentón, sus pestañas largas, sus labios de aspecto suave. Es extraño verlo sin su ceño fruncido.
No sé cuánto tiempo pasa, no me doy cuenta cuando las luces automáticas comienzas a disminuir su intensidad, ni cuando mis parpados comienzan a pesar. Solo sé que no quiero irme de su lado, no hasta que despierte, al menos, y sepa que realmente está bien.
Corro por los pasillos del hospital sin sentido. Las paredes blancas están manchadas con huellas de manos ensangrentadas, rastros de alguien que se arrastró apoyándose en ellas. El suelo prácticamente esta bañado en sangre. Miro hacia atrás y tropiezo. Me levanto y miro a mi lado. El cuerpo de mi madre, sin vida, está allí, con el abdomen abierto, dejando ver sus intestinos. El vómito sube por mi garganta, y me aparto para vomitar. Seco mi boca y las lágrimas que han comenzado a caer por mis mejillas. Miro al frente. Un montículo de cuerpos se encuentra apoyado contra la pared de la esquina. Alice, Joy, Thomas, Brent, Reed, Caden, Val. Son los que logro reconocer. Vuelvo a sentir el vómito subir a mi boca, pero los pasos apresurados a mi espalda me obligan a correr. Resbalo en la esquina, me afirmo de los cuerpos y vuelvo a correr, solo para detenerme frente a Aiden, que está sentado, apoyando su espalda en la puerta metálica que indica la entrada a urgencias. De su boca sale sangre, pero está vivo. Respira con dificultad. Me acerco a él y me arrodillo a su lado.
-Aiden-susurro entre sollozos.
Me mira con ojos suplicantes. Intenta hablar pero de su boca solo sale más sangre. Sus manos se aferran a mis brazos. Escucho los pasos que se aproximan, pero no me importa. No puedo irme sin Aiden, debo ayudarlo. Paso mi brazo por debajo de sus brazos e intento levantarlo. Lanza un quejido y luego deja de respirar.
-Aiden, Aiden mírame-le digo.
Sus ojos abiertos miran al suelo. Lo sacudo, intentando que despierte, en vano, porque sé que está muerto. Me dejo caer hacia atrás llorando desconsolada. No me importa si me alcanzan, porque ya no quiero vivir. Todos los que me importan están muertos.
-Leah-escucho que susurra una voz ronca y áspera, pero que reconocería en cualquier lugar.
Levanto mi cabeza. Siento mis mejillas húmedas. Aiden me observa preocupado. Era un sueño me repito. Solo era un sueño.
-Aiden-susurro con un nudo en la garganta.
Me levanto de mi asiento y me acerco. Ha retomado casi por completo su color. Tiene el ceño fruncido, como siempre, y al parecer no siente dolor. Su expresión se suaviza al verme así, y me otorga una leve sonrisa. Mi mano, que sigue sobre la suya, la toma con firmeza y entrelaza nuestros dedos.
-¿Estas bien? Estabas llorando-pregunta preocupado. Sonrío y asiento.
-Una pesadilla-le digo, y sacudo la cabeza.- ¿Cómo estás tú?
Aiden se encoge de hombros, pero hace una leve mueca de dolor. Su pulgar acaricia mi mano, y de inmediato me sonrojo. Desvío la mirada al suelo.
-¿Por qué no te sientas?-pregunta Aiden.
Sin mirarlo, ni soltar su mano, vuelvo a sentarme y me acerco aún más a la camilla. Levanto la mirada y la dejo fija en sus ojos. Los cables invisibles no tardan en atraparme.
-¿Qué pasa?-pregunta Aiden en voz baja.
-Me lo prometiste-susurro. Frunce el ceño.
-¿El qué, Leah?
-Me prometiste que estarías bien-susurro, con voz apenas audible.
Aiden abre la boca para replicarme, pero inmediatamente la cierra. Nuestra mirada no se despega. Nos quedamos varios minutos así, en silencio, escuchando el pitido del monitor que tiene conectado.
-Lo siento-dice finalmente.
No puedo ocultar la sorpresa que su disculpa me causa. No sé qué decir. Las ganas de abrazarlo me invaden, pero no soy capaz de moverme de mi asiento. Además, estoy segura de que no puedo hacerlo debido a sus heridas.
El sonido de la cortina abriéndose me hace salir de mi trance. Molly entra con un pequeño carro con bandejas pequeñas. Me avergüenzo cuando nos ve y nos dedica una sonrisa. La mano de Aiden sigue junto a la mía, y en otra ocasión, se la habría soltado de inmediato, pero ahora necesito sentir que está bien, necesito tenerlo cerca.
-En el control de la camilla está el de la televisión, por si les apetece ver algo-nos dice, mientras deja una bandeja sobre una mesita y se la acerca a la camilla.- Puedo traerte una manta si quieres, Leah.
-No es necesario-le digo. Miro mi comunicador, son las dos de la madrugada.- Creo que será mejor que me vaya.
-Tráele la manta por favor, Molly-dice Aiden, con voz autoritaria. Lo miro.
-Enseguida. Te he dejado un poco de sopa, ya que has estado sin comer demasiado tiempo-dice Molly. Sale con su bandeja de la habitación y cierra la cortina.
-Aiden, no puedo quedarme aquí, debo ir a dormir-explico. Con unos controles, levanta lentamente el respaldo de su camilla hasta quedar sentado.
-Puedes dormir aquí-replica.
Mis mejillas se sonrojan de inmediato. La cortina vuelve a abrirse y Molly entra con una manda y una especie de maletín azul, rectangular y grande.
-La manta-me dice, dejándola sobre un mueble al costado.- Y te he traído una camilla portátil para que duermas cómoda.
-Gracias-susurro. Molly me sonríe y vuelve a salir.
Volteo para mirar nuevamente a Aiden, que se está acercando la mesa para tomar algo de sopa.
-No creo que sea buena idea-digo. Aiden levanta la mirada y fija sus ojos en mí.
-Me gustaría que te quedaras, Leah-explica con voz pausada. Siento mi corazón latir desbocado.
-¿Por qué?-pregunto en voz baja.
El cosquilleo que el toque de Aiden me hace sentir aparece en mi pecho. Me descoloca su actitud, su mirada tan penetrante. Siento como si supiese lo que causa en mí, como si supiera lo rápido que mi corazón late cuando estoy junto a él, y eso me avergüenza.
-He estado demasiado tiempo lejos. Creo que... me he acostumbrado a tenerte cerca-responde, hablando lentamente para que pueda entender cada una de sus palabras.- Y me haría sentir mucho mejor si supiese que estas bien, durmiendo a mi lado.
-¿Por qué no iba a estar bien?
-Por favor, Leah-dice, con tono suplicante.
Nos volvemos a observar en silencio. No soy solo yo quien siente la necesidad de tenerlo cerca, sino también él. El cosquilleo en mi pecho se expande. ¿Le preocupa que este bien? ¿Se preocupa de lo que me pase?
-De acuerdo-respondo al cabo de unos minutos. Aiden sonríe.
-Ven. Veamos una película-dice, y con cuidado se mueve hacia el costado derecho.
-¿Qué? Aiden, no puedo recostarme junto a ti, estas herido-le replico.
-Un rasguño-dice, como si no fuese la gran cosa. Abro la boca para contestarle pero no me deja.- Vamos, Leah, solo será un momento.
Suelto su mano y bajo la baranda. Con cuidado, me subo a la camilla. Quedamos apretados, pero todo eso vale la pena al poder sentirlo junto a mí. Me entrega el control mientras el comienza a tomar su sopa. Me decido por el segundo capítulo del documental que no terminamos de ver. Su mano izquierda vuelve a tomar la mía cuando se termina la sopa, y nos quedamos así hasta que el sueño me vence.
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