26

Abrió los ojos con cuidado. El sol le daba directamente en la cara, calentándosela. Se apartó de sus rayos y se fijó mejor en la posición en la que se encontraba. Jisung lo abrazaba con un brazo sobre su pecho y la cabeza hundida en él.

Otro rayo de sol se posaba sobre su pelo. Ojos cerrados, relajados, su boca, entreabierta y lo más tierno, su cabello dejándose caer por su frente. La mejor parte de la mañana, acercar sus dedos y rozarle suavemente para apartar esos mechones de su frente, dejando a la vista esa hermosa cara.

Un momento de ternura, de calidez que llenaba el pecho del mayor. Era su escena favorita, sus instantes de felicidad máxima. ¿Cómo un gesto tan simple podía llenarle tanto el corazón?

Hizo el amago de levantarse pero los brazos de Jisung ejercieron una fuerza contraria, arrastrándolo con él. Le devolvió el abrazo y le besó por toda la cara y el cuello.

El maestro seguía con los ojos cerrados profiriendo sonidos que le indicaron que esos mimos le gustaban. Ambos tenían una erección mañanera y eso no se quedaría ahí.

Pasó de besarle el cuello a mordérselo, al principio con cuidado y luego más fuerte. Jisung dejó salir un gemido, pero no abrió los ojos. Minho abandonó su cuello para bajar y rodar su lengua, sus labios por ese cuerpo desnudo y caliente. Su desayuno preferido.

Se colocó entre sus piernas y besó sus muslos. El profesor se estremeció. Si trataba de hacerse el dormido lo hacía muy mal. Pero a Minho le gustó el juego, quería comprobar hasta cuándo aguantaría sin moverse, dejándose hacer, sin abrir los ojos.

Con una mano comenzó a masturbarle sin dejar de besar y mordisquear sus muslos. Ya estaba húmedo y muy duro antes siquiera de tocarle. Extendió todo el líquido por la punta, despacio, recreándose, haciendo círculos con su dedo gordo. El maestro arqueó la espalda y gimió más fuerte mientras temblaba de gusto.

Dejó su pierna y recorrió con su lengua desde la base hasta la punta y jugó allí con ella. Jisung gimió más fuerte. Sus gemidos le ponían muy cachondo. Continuó lamiéndosela y metiéndosela hasta que consiguió la atención que buscaba.

―Pa-para, o sino me corro ―dijo el maestro.

―¿Y no quieres?

―Quiero, pero contigo.

Tenía la mano mojada de la saliva y la humedad de la paja que acababa de hacerle, y la aprovechó para introducirle sus dedos y lubricar esa parte un poco. Se incorporó y se la puso en la entrada empujando un poco, solo un poco.

Jisung estaba ansioso, lo veía, lo sentía. Su interior lo llamaba a gritos, pero pensaba hacerle esperar, hacer que se revolviera y todo su cuerpo acabase suplicándole que se la metiera.

Introdujo un poco más y Jisung echó la cabeza hacia atrás dejando salir un grito. Quería hacerle espera, pero la verdad es que era él el que no podía esperar más. Empujó más fuerte y acabó metiéndola entera, quedándose unos segundos dentro, sin moverse, adaptándose a su interior, caliente y húmedo abrazándole.

Sujetó sus caderas hundiendo sus dedos y empezó con las embestiidas, al principio lentas, luego más bruscas. Le apretaba mucho, como si no quisiera dejarlo salir, pero lo mejor de salir es que podía volver a entrar, más fuerte, más rápido.

―Mi-Minho... voy a...

Poco más pudo decir porque llegó su orgasmo y le apretó aun más. Los dos dejaron salir gruñidos fuertes, feroces, salvajes. Con su última estocada Jisung dejó salir todo. Los dos buscaron aire y luego Jisung se dejó caer sobre él.

―Buenos días cumpleañero.

―Eso fue ayer.

―Pero ayer no pude hacerte esto de mañana.

―Bastante hiciste por la noche.

Los dos se rieron. Después de más caricias y besos decidieron que era hora de salir de la cama más que nada para ducharse.

Mientras Jisung terminaba de recoger los platos del desayuno Minho salió de la habitación vestido con el traje que llevaba ayer. Odiaba llevar traje, pero si era para ver la cara emocionada de Jisung no le importaba, además, una idea perversa se le pasaba por la mente.

―Tengo que ir al gimnasio, ¿me acompañas?

―¿A qué tienes qué ir? Es sábado.

―Tengo que recoger unos papeles.

Fueron en el coche de Jisung. Todo estaba impregnado de su esencia. Conduciendo estaba muy sexy, los brazos estirados, su expresión concentrada. Minho tenía ganas de ser malo ese día y posó la mano sobre su rodilla y la fue subiendo.

―¿Qué haces...? ―dijo Jisung dejando escapar un pequeño gemido.

―Nada, tú sigue.

Siguió subiendo hasta palpar la erección del profe.

―Qué rápido ―se sorprendió Minho arqueando una ceja.

―Es culpa tuya.

Le masajeó un poco y luego tiró despacio de la cremallera del pantalón. Jisung lo paró con una mano no muy decidida, esa situación le ponía, y el profesor lo sabía.

―Solo un poco... ―suplicó Minho.

―Estoy conduciendo.

―Estás muy tenso, deja que te ayude a relajarte ―metió la mano por dentro y le acarició la punta.

El maestro respiraba más fuerte, y cerró los ojos un segundo, mala idea. En cuanto los abrió tuvo que pegar un frenazo. Los dos se asustaron y Jisung le quitó la mano de golpe y se ajustó los pantalones en lo que duraba el semáforo.

―Un día de estos vas a matarme.

―Pero si tú querías... no digas que no te estaba gustando.

―No se pueden hacer estas cosas mientras se conduce.

―Eres demasiado bueno, a veces es bueno soltarse un poco y romper las normas.

Llegaron al gimnasio. Minho lo llevó hasta la sala de reuniones.

―¿Necesitas que te ayude con algo? ―preguntó Jisung.

―Pues, en realidad si ―Minho entró en la sala después de Jisung y cerró la puerta con pestillo tras él.

―¿Qué haces?

―¿Sigues enfadado por lo del coche?

―Bueno... un poco.

―Mmmh... ¿Sabes? Creo que me porté realmente mal ―fue caminando por la sala sentarse en una silla del fondo ― ¿crees que necesito un castigo?

―¿Eh? ¿A qué te refieres?

Minho abrió las piernas, el traje no le permitía hacer movmientos muy amplios, pero le valía. Luego fue desaflojando la corbata hasta quitársela y dejarla en la mano. Ante la atenta mirada de Jisung desabrochó los dos primeros botones de la camisa y le tendió la corbata.

―Castígame.

―No estás hablando en serio.

―Ata mis manos y hazme lo que quieras, soy todo tuyo ―Jisung tragó saliva y lo miró nervioso. Se le ruborizaron las mejillas. Estaba muy tierno ―. He puesto el pestillo, no puede entrar nadie.

Aceptó el reto y cogió la corbata. Ató sus manos por detrás de la silla y luego se puso delante de él. Acarició su cara, pasó sus dedos por los labios y Minho los abrió para lamérselos. Le acarició el cuello y bajó hasta la parte descubierta del pecho. Tiró de la camisa y continuó abriendo los botones.

Ahora tenía todo el torso al aire, y el maestro le pasó las manos tocándoselo todo. Acariciando despacio. Ya estaban muy duros, pero a Minho le molestaba más, era un traje a medida y su enorme erección estaba a punto de perforar la tela.

―¿Te pone que lleve traje verdad?

Jisung le dio una palmada en la entrepierna, estaba muy sensible y se estremeció en la silla.

―¿Quién te dio permiso para hablar?

―Oh si... me pone que seas duro conmigo.

Otro manotazo, esta vez más fuerte. Dolía, pero le gustaba. El maestro se agachó entre sus piernas y le sacó el pene, duro y recto.

―¿Quieres que te la chupe? ―preguntó Jisung, peligrosamente cerca de su miembro.

―Si... Chúpala...

Se la agarró con fuerza estrujándola.

―No te di permiso para hablar ― lo estaba volviendo loco, era difícil ver a Jisung en ese plan, y le ponía tanto que estaba a punto de estallar ―. ¿Quieres que te la chupe sí o no?

Minho comprendió el juego. Cerró los ojos y asintió con la cabeza. Jisung aflojó y empezó a masturbarle, acercando más y más su cara. Podía notar su aliento, le llegaba una brisa fría y se estremecía.

Tock tock

―¿Señor Lee? Tiene una llamada.

Jisung lo levantó la vista con una mirada mitad qué hago, mitad te voy a matar.

―¡Ahora estoy ocupado! ―le guiñó un ojo a Jisung, que se había quedado con la boca abierta.

―Dicen que es muy urgente.

Minho suspiró, ¿desde cuando recibía llamadas los sábados? Y encima en el momento más inoportuno de todos. Primero el retraso del avión y ahora esto, el mundo quería interrumpirlos.

―Hannie, abre la puerta y cógele el teléfono ―susurró Minho.

―Es una broma ¿no? Mira cómo estás, te va a ver.

―Pues asegúrate de cubrirme bien ―volvió a guiñarle un ojo. Jisung suspiró y fue hacia la puerta.

Cogió el teléfono, volvió a cerrar la puerta y Minho le hizo una señal para que se lo sujetara en la oreja, él seguía con las manos atadas y necesitaba ayuda. El maestro le hizo caso y le sujetó el móvil durante toda la llamada.

―¿Diga?

―Buenos días, soy el representante de Bangchan. ¿Es usted Lee Minho?

―Si, lo soy ―suspiró, ya estaba cansado de ese hombre.

―Mi cliente espera que podamos mantener una reunión con usted y sus socios. Está muy interesado en invertir en su empresa.

―No nos interesa, gracias.

―Espere, me ha dicho que el trato para usted sigue en pie, pero que aunque no lo acepte nunca le interesa vuestro negocio y quiere convertirse en un inversor más.

―Fuu... No voy a aceptar nada, y con respecto a lo otro, tendré que hablarlo con mis socios.

―Muy bien, estaremos esperando su respuesta. Que pase un buen día.

―Igualmente.

Apartó la cara y Jisung dejó el teléfono en la mesa.

―No deberíamos estar haciendo esto aquí Minho...

―Hannie... los sábados nunca viene nadie aquí, ni siquiera yo. Esto ha sido una coincidencia, no volverán a molestarnos te lo prometo.

―No puedes prometer eso.

―Nos lo estábamos pasando muy bien, sé que también tienes ganas.

―Debería irme y dejarte aquí atado. 

―No serías capaz.

―Sí sería capaz.

―Me tienes con el pecho descubierto, las manos atadas y todo duro por ti. ¿Y piensas en irte? No puedo creerte, lo siento.

―Ja... con que esas tenemos, pues ahí te quedas.

Jisung se fue indignado hacia la puerta y abrió. Pero antes de poder salir Minho se la cerró. Siempre había podido desatarse, Jisung era demasiado bueno y no le había hecho un nudo fuerte. Tenía una mano sujetando la puerta y la otra la colocó en el cuello del maestro.

―Has tenido tu oportunidad. Pero me parece que el que va a ser duro hoy seré yo.

Le tiró del pelo y le hizo apoyar la cara sobre la puerta. Luego con la otra le bajó los pantalones y se los dejó por las rodillas.

―Minho... si lo hacemos contra la puerta nos van a oír.

―A mi no, oirán tus gritos cuando me folle este culito tan apretado que tienes.

―No... Minho por favor...

El profesor sacó la corbata, que se había guardado en el bolsillo, y se la ató para taparle la boca.

Se chupó tres dedos y se los metió para alfojarlo. Jisung gimió bajito, conteniéndose con los puños cerrados sobre la puerta. Su interior le apretaba, pero enseguida se aflojó.

Empezó metiendo solo la punta y la movió suavemente. Poco a poco fue introduciéndose hasta estar por completo en su interior. Se quedó quieto un momento, sintiendo como las paredes le apretaban. Estaba en su casa.

Se inclinó un poco y le susurró al maestro:

―Tócate.

Le apretó más, esa orden le había gustado. Jisung empezó a masturbarse con dudas, con miedo a gemir alto y que le escucharan. Su timidez fue la señal de salida para que Minho tuviera ganas de hacérselo con fuerza, y así lo hizo.

Empezó a embestirlo tan duro que Jisung tuvo que hacer un esfuerzo enorme por no golpearse la cabeza contra la puerta con cada embestida. La ropa le molestaba. Aun tenía la camisa abierta y el pantalón puesto. Pero sabía que a Jisung le ponía y quería cumplir su fantasía.

Agarró sus caderas con las dos manos para atraerlo más y más rápido. Sus nalgas le rebotaban en el abdomen y gemía bajito. Se escuchaba el sonido de sus cuerpos al chocar. Jisung quitó una mano de la puerta para apoyarla en el vientre de Minho y empujarle para que no hiciera tanto ruido. Mensaje recibido.

Le dió más duro, haciendo que el choque resonara por toda la habitación. Jisung gimió más alto y lo empujó más. Minho salió y le tiró del brazo. Lo colocó sobre la mesa boca arriba y le quitó la camiseta y los pantalones.

―Tuviste tu oportunidad, ahora mando yo ―le abrió las piernas y volvió a entrar. Jisung arqueó la espalda y echó la cabeza hacia atrás ―¿te gusta? ¿quieres más?

Jisung asintió, no podía hablar con la corbata en la boca. Se lo estaba tirando sobre la mesa en la que él sus amigos mantenían reuniones de empresa los viernes. Nunca había hecho algo así, pero es que Jisung le despertaba un instinto sexual que no era capaz de reprimir.

El maestro se tensó y se corrió. Minho estaba a punto también. Tiró de sus piernas y lo puso en el suelo de rodillas.

―Me voy a correr en tu cara Hannie...

Se tocó hasta que dejó salir todo el semen sobre esa preciosa cara que tanto le ponía, manchando sus ojos, su nariz y la corbata que mordía.

Se quedaron recuperando el aliento unos segundos y después Minho le acercó una de las toallas de emergencia que guardaban allí y Jisung se desató la corbata y se limpió.

―Lo siento... es que tu carita de preocupación me pone muy cachondo.

―Pues yo siempre estoy preocupado ―rio Jisung.

―Y yo siempre estoy cachondo.

Los dos rieron. Jisung no podía enfadarse con él después de eso.

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