24

Jisung intentaba levantarse, pero no le sería tan fácil librarse de él.

―Minho... tengo que ir a trabajar.

―¿No me vas a dar los buenos días?

―Buenos días ―le dio un beso en la frente. Sus labios eran tan suaves...

―Eso no será suficiente ―lo tumbó sobre él y se apoderó de esos labios. Estaba calentito de estar en cama, su espalda, sus caderas, su culito.

―No... No puedo Minho... tengo que ir a trabajar.

―Quédate. Sólo por esta vez.

―Ojalá pudiera, pero no puedo hacer eso, no tengo excusa.

―Di que estás enfermo...

―No Minho... ―se escapó. Lo dejó solo en esa cama que ahora parecía enorme sin él. Sacó su labio inferior y lo miró con pena―. Tengo que trabajar, no insistas.

Minho lo siguió hasta el baño y le dio un susto mientras se afeitaba. Luego lo besó y acarició, pero el maestro insistía en ir a trabajar. Él también tenía clases ahora a la mañana, pero si el profesor se quedaba él tampoco iría al trabajo.

Lo intentó de nuevo mientras se vestía, pero era un hueso duro de roer cuando se trataba de cumplir con su deber laboral. Al final consiguió zafarse del mayor éste se fue a dar sus clases matutinas de los lunes.

―¡MINHOOO! ―Hyunjin lo esperaba en la recepción ―. ¿Dónde has estado todo el fin de semana? ¿Por qué no respodías a mis mensajes y a mis llamadas?

―He estado algo ocupado.

―Han llamado de la empresa de Bangchan, quieren que nos reunamos con ellos mañana por la mañana.

―¿Por qué quieren eso? Ya tuvimos una reunión con él y quedó bastante claro que no nos llevaríamos bien.

―Al parecer quiere disculparse contigo y ofrecernos un trato.

―Tengo cosas que hacer.

―Tienes que ir tú, sí o sí. Lo ha pedido expresamente. Changbin te acompañará, salís esta tarde.

―¿Esta tarde? ¿La reunión no es mañana?

―Sí, pero no hay vuelos a esas horas.

―Claro, tiene que ser dónde él quiera, se me olvidaba.

―Vamos Minho... Es una gran oportunidad para nosotros.

Esa reunión le fastidiaba sus planes. Tenía pensado comprar la cena y presentarse en casa de Minho para volver a pasar allí la noche, pero no estaría ahí para eso. Y el martes salía muy tarde de clases.

Informó a Jisung dejándole unos mensajes. No sabía cómo iba a aguantarse tanto, ese hombre lo cabreaba, y más ahora. Su cara le molestaba y por su culpa tenía que ponerse traje.

Changbin fue lo acompañó, durmieron en el hotel y a la mañana siguiente ya estaban en el edificio. Los habían convocado en una planta distinta y, por supuesto, en una sala distinta.

Bangchan presidía la mesa, pero no tenía tantos secuaces, esta vez eran solo cuatro, dos a cada lado.

―Buenos días, debería disculparme por lo ocurrido en nuestro primer encuentro. No empezamos con buen pie, pero espero que podamos solucionar nuestras diferencias para llegar a un acuerdo que nos beneficie a ambas partes.

Changbin le dio un codazo a Minho, habían acordado que debía hablar él, porque era por el que Bangchan estaba más interesado.

―Aceptamos sus disculpas.

―Bien, iré directo al grano ―hizo un gesto y sus subordinados sacaron un maletín y de ese mismo, unos papeles que les acercaron―. Quiero que os unáis a mi empresa ―. Eran contratos, nos acercaron unos bolígrafos para que los firmáramos.

―Explíquese un poco mejor.

―Vereis, yo también tengo una cadena de gimnasios, una línea de ropa de deportes y también he invertido en proteínas para deportistas, pero la verdad, es que no tengo demasiada experiencia en esos aspectos. Quiero que unáis vuestros gimnasios a los míos y los gestionéis todos.

―Quieres que trabajemos para ti.

―Ganaríais mucho más y podríais seguir dando clases si así lo preferís. Todos salimos beneficiados.

―Debemos consultarlo con el resto de nuestros socios.

―Ah, creí que eras tú el jefe Minho.

―No lo soy.

―¿Ah no? Tengo entendido que tú pusiste prácticamente todo el dinero cuando empezasteis.

―Todos somos socios.

―Si, pero siempre hay uno que tiene más derechos. Tú utilizaste toda tu herencia para abrir el negocio, debe haberte costado atenerte a las exigencias de tus "socios".

―Trabajamos en equipo y los gimnasios son de todos. Si fueran solo míos no estaría hablando con usted ahora mismo.

―Tu equipo parece inteligente.

Ese hombre se traía algo entre manos, no le gustaba nada el tono que empleaba. Parecía que quería engañarlos. Sabía que a Changbin, Hyunjin y Jisoo se plantearían aceptar la oferta, pero él no estaba dispuesto a ser el títere de nadie.

Bangchan continuó explicando los términos del contrato y ellos insistieron en que debían hablar con el resto de socios. Que volverían a reunirse cuando lo hubieran discutido. Y así terminó todo, se llevaron los papeles del contrato y volvieron al hotel para recoger sus cosas.

―No me gusta nada ese Bangchan, Minho. Entiendo que no te guste reunirte con él, se crea un ambiente muy tenso con su mera presencia. Y sus ofertas son tentadoras, pero aun así me daría rabia trabajar con él.

Creía que Changbin sería el primero en querer firmar, estaba a punto de formar una familia con Jisoo y no podrían encargarse de la empresa como antes. Aceptar ese trato les facilitaría mucho la vida.

Cuando llegaron, quedaron en que el contrato lo debían revisar antes un abogado. Querías asegurarse de cuáles eran realmente las condiciones y qué supondrían realmente para ellos. Era algo lógico tomar una decisión después de saberlo todo.

El miércoles Minho se pasó el día en su aula. Estaba bien insonorizado y apenas llegaba ruido del exterior. Esa tarde lo vería. Esos dos días se le habían hecho eternos. Después de entrenar se quedó tumbado en el tatami por lo menos una hora, sin hacer absolutamente nada, tan solo escuchando su respiración y pensando en su amado.

Después de comer volvió a subir a su clase, pero se detuvo en el pasillo mirando la puerta de los vestuarios. Le llegaban los recuerdos de días pasados, donde podía ver el cuerpo desnudo y de espaldas del maestro, sin poder tocarlo. Ahora podía.

Si tuviéramos el vestuario para nosotros solos... podríamos... hacer cosas.

Bajó de nuevo a la primera planta, a la sala de mantenimiento. Ahí había carteles de advertencia como "Cuidado, suelo mojado" o... "Fuera de servicio, no pasar". Una sonrisilla se le dibujó en la cara al mayor al pensar en su plan.

Dejó todo a punto y volvió al aula a esperarlo.

Escuchó la puerta abrirse y volver a cerrarse. Ya estaba aquí.

―Te he echado de menos.

―Yo también... profe.

Se ha puesto todo rojo al llamarme profe... si me vuelves a llamar así no podrás pararme.

Procuró que la clase fuera como siempre. No podía hacer que sospechara que tramaba algo más. Pero era muy difícil no excitarse estando tan juntos, agarrándose todo el tiempo y sabiendo lo que había por debajo de ese traje.

En cuanto acabesen irían a las duchas, pero... Era una pena desaprovechar el momento.

―Bien, una vez más y terminamos,―le dijo al maestro, pero no se iba a quedar quieto―perfecto, pero antes, una cosa más...

Realizó una maniobra que tumbó a Jisung en el suelo debajo suya.

―¿Qué haces Minho?

―¿Minho? Un poco de respeto hacia tu profesor―su cuello lo estaba llamando a gritos y el judogi se le abría ligeramente, pero no lo suficiente. Acarició ese cuello y luego descubrió más el pecho del profesor―. Te queda tan bien, no sé cómo he podido resistirme tanto tiempo.

―Min... profesor, que nos pueden ver...

―Si estamos al fondo no nos ven, además, el edifico de en frente son oficinas y ahora no hay nadie, no hay ninguna luz, ¿lo ves?

Jisung giró la cara para comprobar lo que había dicho, pero no era el momento de distraerse, ahora mismo lo quería que le prestara toda su atención. Volvió a girarle y le besó profundamente mientras subía su rodilla para rozar su entrepierna.

―¡No Minho! Siempre puede haber alguien, la limpieza los de mantenimiento...

―Pero si te estaba gustando...

―Si, pero aquí no...

―¿Ni siquiera un poquito?

De un tirón descubrió los hombros del maestro y mordió su cuello. El maestro lo agarraba también y se revolvía. Pero de un empujón lo quitó de encima.

―He dicho... que aquí no...

―Vale ―. No iban a terminar allí, en el fondo sabía que a Jisung no le haría gracia hacerlo en un lugar público, con lo tímido que era, pero estaba seguro de que lo convencería en las duchas, en realidad, ya lo tenía medio convencido―. ¿No vienes?

―¿A dónde?

―A los vestuarios.

―¡Estás loco! ¡En los vestuarios tampoco!

―Ey... tranquilo hombre...

―Lo de que nos puedan pillar... no me gusta.

―Lo entiendo, estate tranquilo, no va a pasar nada.

Nada de lo que te puedas escapar.

Llegaron a la puerta y, ahí estaba el cartel, debidamente colocado según el plan.

―Vaya... tendremos que ir a otro. ¿Minho?

―No, vamos a este.

―Pero... pone que no se puede usar...

― ¿Se te ha olvidado de quién es este lugar?

―¿Eh?

―Ese cartel lo puse yo esta tarde.

―Estás... de... broma.... ¿verdad? ¿P-por qué harías... tú... eso?

No se iba a librar. Lo cogió del brazo y lo arrastró dentro. Su misión ya estaba a medio camino de completarse.

―Ah... mucho mejor así, es algo incómodo si hay tantos hombres desnudos por aquí jajaja.

―Si...

Se desvistió rápido, como siempre y se metió en las duchas antes que el maestro, esperándolo. Se duchó como siempre y cuando se dio la vuelta ya tenía al maestro en la otra punta abriendo el agua.

Se echó el pelo hacia atrás y fue a por él, a hacer lo que había deseado desde el primer día que se ducharon ahí.

Lo abrazó. Él estaba caliente y el agua fría, pero no importaba, el cuerpo de profesor también estaba caliente. Era calentito y suave y olía muy bien.

―No sabes la de veces que quise hacer esto.

Extendió el brazo para tocar el miembro del maestro y empezó a masturbarlo. Los dos ya estaban muy cachondos que antes. Le metió los dedos en la boca acariciando su lengua y sus labios y los sacó para metérselos en otra zona. Le tenía el punto pillado, y cada vez que le tocaba ahí lo sabía, porque le apretaba más y gemía con más dificultad.

Cerró el agua y empujó a Jisung contra la pared de la ducha. Empezó a meter ahora su pene, despacio para que no le doliera. Su punta entró fácilmente, pero al resto le costó un poco más. Su cuerpo le pedía que se la clavara de golpe, pero logró resistirse.

Realizaba movimientos lentos, entrando y saliendo.

―Min-Minho... no voy a poder... aguantar... ―gimió Jisung.

―Aguanta un poco y te lo recompensaré como es debido.

Se la sacó y le dio la vuelta, volviendo a estamparlo contra la pared con fuerza. Se acercó más y le besó, con un beso sucio y lleno de pasión que dejó un pequeño hilillo de saliva entre los dos al separarse.

Le agarró los muslos y lo levantó, volviendo a entrar en su interior, esta vez de golpe y con más fuerza. En esa postura podía verle la cara, roja, con la boca abierta. Emitía gemidos más fuertes con cada estocada.

Jisung se corrió y esa imagen tan sensual provocó lo mismo en el mayor.

Escucharon una puerta abrirse.

Mierda.

―¿Y cuál es el problema?

―Pues no lo sé, eche usted un vistazo si es tan amable y gracias por venir a estas horas.

―Oh no se preocupe, es mi trabajo.

Jisung le dirigió una mirada de furia infinita y sobraron las palabras. Lo bajó con cuidado y se tapó con la toalla antes de ir a ver lo que pasaba.

―¿Minho? ¿Qué estabas haciendo? ―era Hyunjin, con el que parecía ser un fontanero.

―Me estaba dando una ducha.

―Pero... ¿no hay algo estropeado?

―Ah, eso... lo puse yo para poder ducharme tranquilo.

―¿Qué? ¿Eso es que no le pasa nada al baño?

―Pues no.

―Pues a mi me vais a tener que pagar de todas formas ―dijo el fontanero, se le veía molesto.

―Oh, si, si claro, en la recepción le darán el dinero.

El hombre se marchó.

―Minho... estás con alguien ―susurró Hyunjin.

―No, estoy solo.

―¿Y de quién es la otra bolsa?

―Mía también, traje mucha ropa porque hoy hace frío.

―No hace frío, Minho... no me digas que estás con tu "alumno favorito".

―... ―Minho desvió la mirada, delatándose a sí mismo.

―No puedes hacer esas cosas aquí, Felix y yo también nos contenemos cuando viene de visita, así que tú deberías hacer lo mismo.

―Sí, sí, vale, lo siento.

―Que no se vuelva a repetir.

―Vale, vale.

Hyunjin salió y Minho volvió a donde había dejado a Jisung.

―Ya se han ido, por los pelos eh.

Habría jurado que el profesor tenía fuego en los ojos. Recogió su toalla con furia y fue a cambiarse sin dirigirle la palabra al profesor.

―Hannieeee... no te enfades... ha sido un pequeño imprevisto.

Volvió a mirarle con ira asesina y sin decir nada salió del vestuario. Minho lo siguió rogándole que le perdonara. La recepcionista estuvo a punto de darle un recado, pero al ver la desgarradora escena, de un Minho suplicando y un chico ignorándolo por completo, se quedó en shock y no pudo asimilar lo que sus ojos estaban viendo.

Jisung entró en su coche y Minho se aferró a la puerta para que no la cerrara.

―Jisunggie... no te vayas sin decirme nada, ha sido un accidente...

―Esto ha sido culpa tuya, estoy muy enfadado. Suelta la puerta.

―Noooooo, no te vayas sin despedirte...

―Minho, que te pueden ver, no hagas el tonto.

―No me importa que me vean, no pararé hasta que me des un beso.

―No te daré ningún beso, estás castigado.

―¿Eh?

Minho lo empujó con el pie, cerró la puerta y arrancó el coche, dejándolo tirado en la calle.

Se nota que es profesor. Da un poco de miedo, pero le queda tan bien enfadarse, es demasiado lindo.

Le mandó mensajes y lo invitó a cenar el viernes. Jisung aceptó, pero reiterando en que seguía enfadado y que no se le pasaría por comprarle comida.

Quedaron en Ilh-eobeolin a las ocho. Cuando Jisung apareció Minho, fue corriendo hacia él para abrazarle, pero éste puso la mano en medio y evitó que eso pasase, recordándole que aun no tenía derecho a hacer eso. Nunca lo habían tratado así sus parejas. Siempre era él el que hacía lo que quería.

Comieron a gusto, Jisung probó el plato más caro y repitió, también pidió postre, eligió el más caro y repitió también. Se había estado riendo y había hecho bromas con Hyo-ri. Entre ellos se creó una nueva complicidad que se escapaba a la comprensión del mayor.

Al salir del restaurante a Jisung le cambió la cara, no se había olvidado.

―Hey Jisung, ¿qué te parece si paso la noche en tu casa?

―No.

―No seas malo...

―Muy bien, pero dormirás en el sofá.

―No es justo...

―¿Ah no? Pues no vengas.

―¡Te haré el desayuno!

―¿No pensabas hacerlo?

Es duro...

―Vale, dormiré en el sofá y te haré el desayuno...

―Bien.

Llegaron y Jisung le dejó una manta y una almohada y se encerró en la habitación. ¿Que cómo sabía que se había encerrado? Porque en medio de la noche el plan era atacarle mientras dormía, pero el maestro lo tenía previsto y echó es pestillo.

Eres cruel Jisung...

Por la mañana desayunaron el espléndido desayuno que había preparado Minho, dejándole vacía la nevera. Minho recogió y lavó los platos. El maestro se sentó en su escritorio, pasando del profesor.

Revisó su estantería y cogió uno de los libros para entretenerse mientras en maestro trabajaba. Le echaba algún vistazo de vez en cuando. Cuando estaba concentrado arrugaba levemente la frente y le salía una pequeña arruga en el entrecejo.

―¿Hoy no sales a correr? ―le preguntó Minho.

―Saldré mañana temprano.

―¿Puedo acompañarte?

―Puedes.

―¿Vas a seguir enfadado mucho tiempo?

―Puede.

―Pues puede que yo también me enfade.

―Bien.

El maestro siguió mirando sus papeles y escribiendo. ¿Por qué lo torturaba de esa manera?

―Me voy a casa―Minho lo dijo con la esperanza de que lo detuviera, pero no lo hizo, le dijo adiós y así lo dejó.

Estaba sacando a sus perros y pensando. Jisung se estaba pasando, aunque él no había quedado demasiado bien al decir que también se iba a enfadar.

Nuestro segundo fin de semana como pareja y lo vamos a pasar así... No, no, no, de ninguna manera. Aunque... si me dijo que podía ir a correr con él... eso quiere decir que quiere que esté con él. ¿Entonces por qué me fui? Soy idiota, debí insistirle y quedarme más.

Al día siguiente como un reloj, Minho estaba en el portón de Jisung. Los dos fueron hasta el parque y corrieron uno al lado del otro. Eso le traía recuerdos de como había sido la primera vez que lo vio, en ese parque. Estaba igual de guapo que aquella vez.

No hablaron durante ese tiempo, pero Jisung lo miraba de vez en cuando, como preguntándose qué le pasaba, pero sin decir nada. Minho estaba demasiado feliz, pensando en que por fin estaba junto al hombre de sus sueños, el hombre al que el destino lo había unido. Era demasiado bueno como para ser cierto.

Regresaron caminando a casa de Jisung, y cuando sacaba las llaves para abrir la puerta Minho se le colgó en el cuello desde atrás y le dijo al oído:

―Lo siento mucho.

Minho tenía los ojos cerrados y aspiraba su olor, aun sudando olía bien, su sudor le recordaba a otros momentos en lo que también había sudado, más bien, habían sudado juntos.

Jisung acarició sus brazos y se dio la vuelta, manteniéndose abrazados.

―Siento haberte castigado tanto.

―No importa, puedes castigarme cuantas veces quieras.

😊😊😊

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