19
Soy Jisung
Tenemos que repetir lo del sábado, me lo pasé muy bien.
Prometo no quedarme dormido esta vez.
El primer mensaje del profesor. Minho atesoró este gran paso y la sonrisa le salió sola. Le hacía ilusión pensar que a partir de ahora podrían enviarse mensajes a cualquier hora. Pero no debía abusar de su nuevo poder.
No se puede empezar una trilogía y no terminar de verla.
El viernes no tengo nada que hacer.
Di tú la hora.
Me gustaría verle mañana, pero creo que nuestros horarios no coinciden, estaré hasta las tantas en el gimnasio.
Por suerte el maestro aceptó su oferta y quedaron ese viernes. El profesor lo esperaba con ansias. Iba a verle fuera de las clases, por fin.
Aun quedaba media hora para empezar su jornada. Entró en una cafetería que le gustaba mucho a comprar un café para llevar e ir tomándoselo con calma mientras se dirigía al gimnasio. Recibió una llamada cuando estaba saliendo con su café en la mano.
―¡Minho, amigo!
―¿Qué pasa Hyunjin?
―¿Has visto ya los carteles?
―No he visto nada.
―Pues tienes que pasar por la calle X es donde está el más grande.
―Estoy justo en esa calle y no veo nad...
Levantó un poco la vista para ver una enorme imagen suya que ocupaba todo el lado de un edificio de unos ocho pisos. Era él, sin camiseta, con el aceite y poniendo una cara muy vergonzosa.
―¿Minho? ¿Sigues ahí?
Se empezaron a a oir murmullos, los había oido antes, pero ahora eran más y más fuertes. Pasaba demasiada gente por esa calle. De pronto, un grito agudo y sordo hizo que terminara de despegar el teléfono de su oreja.
―¡¡¡ES ÉL!!!
Minho se giró para ver como un enorme grupo de mujeres corría hacia él. Lo rodearon entre gritos y comenzaron a sacarle fotos y a tirar de su chaqueta.
Dame un autógrafo. ¿Tienes novia? ¿Puedo darte un abrazo? ¿Eres actor? ¿Me dejas darte un beso? Sácate una foto conmigo.
Tantas preguntas, tirones y gritos agobiaron al profesor, que solo buscaba la forma de librarse de todo eso, pero lo que al principio era un corrillo de pocas chicas, ahora era una marabunda de personas que se vieron atraídas por las primeras.
El profesor les suplicaba que lo dejasen pasar y trataba de taparse la cara con una mano. Era muy estresante y estaba pasando miedo, esa gente loca podía tirar de él hasta romperlo o empezar a quitarle la ropa.
Su café acabó en el suelo. Respiró hondo y como si de un jugador de rugby se tratase atravesó corriendo entre la gente. Logró librarse de la primera barrera, pero ahora todos comenzaron a perseguirle. Minho corrió por las calles con la esperanza de despistarlos, pero eran muchos.
Se metió en un callejón y se cubrió con una sudadera que estaba en la basura. Se agachó en una esquina y observó como la manada de fieras pasaba sin prestarle atención. Menos mal.
Después de unos minutos salió de su escondrijo aun cubierto con la prenda. Fue mirando hacia los lados, evitando todo contacto visual con cualquier transeúnte. Tuvo que tomar un camino distinto al habitual y desviarse un poco, pero logró llegar al gimnasio para dar su clase.
Llegó cansado, había sudado como hacía mucho que no sudaba. Fue un ejercicio intenso, sin duda.
―Buenas... Lo siento, una abalancha de gente empezó a perseguirme y tuve que despistarlos para poder llegar aquí.
―¡MENTIROSO!
Esta vez es verdad chicos... Ah... Me apetece llorar...
En la reunión del viernes sus socios no tuvieron piedad.
―¡JAJAJAJA! ¿Has venido hasta aquí así vestido? No puedo... JAJAJA. ―Hyunjin se agarraba el estómago, trantando de no caerse de la silla.
Minho entró en la sala con unas gafas de sol, una mascarilla y la capucha de la sudadera cubriendo su cabeza.
―Así no podrán reconocerme.
―Una persona así vestida solo puede ser un famoso. Es más que evidente.
―Pero no sabrán qué famoso. ―Minho suspiró. ―Solo decidme qué calles debo evitar a partir de ahora.
―Pueees... En la calle X es donde está el más grande. ―Mi cafetería favorita... ―Luego hay otro en la estación. ―Nunca volveré a coger un tren. ―Y luego muchos en las paradas de autobús, no sé en cuáles. ―Estoy perdido...
El profesor se desplomó sobre la mesa. No podría volver a salir a la calle, y ésa tarde había quedado con Jisung. Pensaba llevarle un detalle, pero ya no podía salir a comprarlo, no se atrevía.
Cuando llegó a su casa recordó que tenía varias botellas de vino guardadas. Eran su salvación. Llegar con vino a una cena era de muy buena educación. Y que los dos se quedaran a solas bebiendo un vino francés era muy romántico.
Aparcó su coche lejos de la casa de Jisung, bien lejos. No iba a causarle problemas por culpa de sus "fans". Era muy pronto, pero decidió ir de todas maneras por si surgía algún contratiempo como el del día anterior.
Notaba como lo miraban con curiosidad, quizás había aparcado demasiado lejos. Algunas personas se ponían a susurrar cuando pasaba por su lado. Sí que era evidente que se ocultaba, pero por lo menos no se le echaban encima.
Timbró en su piso, el maestro tardó un poco en abrirle, pero al él le parecieron años. Estar fuera le producía ansiedad en esos momentos.
El hermoso maestro le abrió la puerta y pareció sorprenderse de verle media cara tapada. Era lo más normal. También era inusual, pero en ese día le había cogido cariño a su máscara.
―¿Vienes de incógnito? ―le dijo Jisung.
―Algo así, he traído esto. ―quería evitar el tema, si no lo sabe aun es mejor que no se entere ahora. Le enseñó la botella.
―Muchas gracias, aunque yo no entiendo mucho de vinos.
―Oh yo tampoco, pero es lo que se hace cuando alguien te invita a su casa y supongo que debe ser bueno, porque la etiqueta está en francés.
―Se trae vino cuando alguien te invita a cenar.
―Y... ¿no vamos a cenar?
La verdad es que no se lo especifiqué, pero, era lo que cabía esperar si íbamos a quedarnos hasta tarde.
―¿Eh?
―La película dura tres horas, ¿no me mandarás a casa con el estómago vacío no?
―Pues... la verdad es que no me di cuenta de eso... lo siento.
―No importa, te puedo preparar yo algo con lo que tengas.
Entró como si estuviera en su casa y se dejó caer en el sofá. El camino hasta allí fue muy tenso. No se iba a poder acostumbrar a hacer eso cada día que saliera a la calle, y tampoco quería. Se quitó las gafas y dejó que su cuerpo se relajara. Ahí estaba a salvo.
Al cabo de un rato Jisung apareció con dos tazas con té.
―Por favor, no le eches agua fría esta vez.
―¿Quieres que me queme?
―Echarle agua fría lo estropea, es mejor dejarlo reposar.
Minho lo sabía, pero la verdad es que ahora se había aficionado al té helado y ya no le disgustaba la idea de mezclarlo con agua fría.
Jisung puso la segunda película de la saga en marcha y Minho cogió el bol de galletas que estaba en encima de la mesa, como estrategia para que el maestro tuviera que acercarse a cogerlas.
Aun con esas intenciones se mantenían alejados. Estaba visto que ninguno sabía como enfrentarse a esa situación. El profesor no apartó la vista de la pantalla y decidió esperar. Jisung le echaba vistazos de vez en cuando, como solía hacer. Él podía percibir por el rabillo del ojo cuando giraba la cara. Aunque quizás solo lo hacía para comprobar que no le aburría la película.
En un momento dado, Minho lo imitó y lo pilló de lleno con las manos en la masa, éste no hizo el amago de disimular.
―¿Quieres probar el vino? ―preguntó Minho.
―Cl-claro, iré a abrirlo.
Jisung se llevó la botella y desapareció por la puerta. Unos segundos después se escuchóun "pop", la había abierto por su cuenta. Fue una lástima, quería ver cómo se las apañaba quitando un corcho. Se levantó y fue a la cocina para encontrárselo apartando con cara de asco la copa de su boca.
―Lo has probado ―dijo el profesor.
―Si... creo que no me...
―Hay que dejarlo respirar unos minutos antes de darle un sorbo.
―¿No era que no sabías de vinos?
―Eso lo sabe todo el mundo.
Volvieron a la sala con el vino y las copas. Se sentaron y volvieron a poner la película.
Minho se quedó mirando la pantalla y cruzó los brazos para taparse un poco y subió los pies al asiento. La temperatura estaba bien, pero estaba más cómodo con los brazos algo tapados. Jisung lo notó enseguida y le pasó una manta.
Qué atento.
Extendió la manta y tapó también al maestro.
―Así no me siento solo. ―Se puso rojo. Cada vez era más fácil hacerlo ponerse así. Era muy tierno.
Unos minutos más tarde Minho se acordó del vino. Ya tenía que estar bueno. Recogió su copa, la revolvió y dio un sorbo, estaba perfecto. Acercó su pie y le dio un toque al maestro con toda la confianza del mundo, quería que también lo probara.
Jisung respondió a su llamada e hizo lo mismo. El rosado líquido rozó sus labios y se separó. Esta vez su cara fue muy diferente, le había gustado. Reto superado.
Había logrado que estuvieran viendo una película en el sofá, los dos bajo la misma manta, tomando vino. Era como una cita. Una velada, más bien. Una estupenda velada junto a la persona más especial del mundo.
Era el momento perfecto para dar otro paso. Quería que sus miradas volvieran a juntarse. Así que giró la cabeza y ¿qué se encontró? Al maestro medio dormido, con la copa inclinada y la manta manchada. Minho suspiró con una sonrisa bajo su máscara. Era demasiado tierno como para enfadarse con él.
Posó la mano sobre su hombro y lo meneó un poco. Entonces abrió los ojos despacio y le miró.
―¿No te ha gustado el vino?
―Si me gusta.
Qué bonito, aun no se ha dado cuenta.
―¿Entonces por qué lo tiras?
―¿Lo qué...? ¡Oh mierda!
El maestro pegó un salto y apartó la manta con una expresión de decepción en su cara.
―Prometiste no dormirte.
―No he llegado a dormirme.
―Esa manta no diría lo mismo. ―al maestro no le hacía tanta gracia su broma. Ahora se sentía algo culpable. ―Dámela.
Le quitó la manta de las manos y se fue a la cocina. Rebuscó entre los estantes algo que pudiera valerle para limpiarla. Encontró bicarbonato sódico, eso le valía. Esparció un poco por la mancha, lo dejó reposar y luego lo limpió con agua caliente.
La mancha era reciente, así que al final pensó que tan solo con agua ya se habría ido sola. Pero bueno, al final había quedado bien, tan solo estaba mojada. Volvió al salón y se la mostró al maestro como un niño que enseña su dibujo al profe.
―Ahora deberías meterla en la lavadora. ―le aconsejó el profesor.
―¿Cómo lo has hecho?
―Es un secreto.
El profesor se la llevó a la lavadora. Cuando regresó continuaron con la película. Ahora no había una manta para cubrirles y estaban como al principio. Minho tenía paciencia, podía esperar, aunque no quisiera.
Terminada la película tomó una decisión, tenía que conquistarlo más. Demostrarle sus encantos, así a lo mejor al final de la noche Jisung acababa abrazándolo y besándolo para recompensarle.
―Quédate aquí, yo prepararé la cena. ―dijo Minho.
―Oh, ¿estás seguro? No tengo mucha cosa.
―No hay problema, tú dame veinte minutos y mira la tele.
Una vez en la cocina abrió la nevera para ver con qué podía trabajar. Yogures, queso, algún embutido, bacon, un huevo, un tomate, una cebolla, ajos. En veinte minutos lo mejor que podía hacer era pasta, pero no cualquier pasta, tenía que sorprenderle.
Abrió los cajones y los armarios y rebuscó a ver qué tenía. Metió la mano hasta el fondo porque le pareció ver algo curioso, era una especie de mandilón. Lo estiró y vio el dibujo. Le encantaba. Si estaba tan escondido estaba claro que Jisung quería ocularlo. Sería muy gracioso ver qué cara ponía al verlo con él puesto.
Entre todas las cosas también encontró espaguetis. Perfecto. Prepararía la famosa receta de espaguetis carbonara a la Minho.
Pico la cebolla, unos dientes de ajo y el bacon y los puso a sofreir con aceite en una olla. Luego puso agua a hervir para la pasta, pero no encontraba la sal y era la excusa perfecta para mostrarse ante el profesor con su nuevo atuendo.
―¿Dónde está la sal?
Jisung se quedó con la boca abierta al verlo.
―¿D-de dónde has sacado eso?
―¿Esto? Estaba al fondo de uno de los cajones, me ha costado sacarlo de ahí.
―¿Has encontrado eso y no encuentras la sal? ―Minho se encogió de hombros. ―Está en el armario de al lado de la nevera.
Volvió a sus quehaceres. Echó la sal en el agua y cocinó la pasta. Luego separó la yema del huevo y la batió añadiéndole sal y pimienta, después rayó el queso sobre la mezcla y siguió batiendo.
A medida que cocinaba iba limpiando lo que ya no necesitaba, era una costumbre que había cogido desde pequeño, dejarlo todo impecable para no tener que preocuparse después.
Cuando la pasta estuvo a punto guardó un poco del agua en la que la había hervido y mezcló los espaguetis con el sofrito. Luego vertió la yema de huevo sin dejar de remover y luego el agua que había apartado.
Los espaguetis con la salsa formaron una emulsión que quedó como si le hubiera echado nata, pero no. Estaban listos.
―¡Ve poniendo la mesa! ―eso le dijo a Jisung para que viniera a por los platos. Puso la olla detrás de él y lo esperó orgulloso de su buena obra.
El maestro pasó y al ver la cocina puso cara de asombro, pero no dijo nada y cogió los platos y cubiertos para ponerlos en la mesa. Preparó todo, Minho cogió la olla, la puso en el centro de la mesa y la destapó.
―¿Has hecho pasta carbonara? ¡Pero si no tenía nata, ni leche!
―La receta original no lleva nada de eso.
El chico miró la cena que tenía ante él, relamiéndose los labios. Echó un vistazo a Minho y bajó los párpados.
―Ejem...
―¿Qué?
―¿Podrías quitarte eso? ―el castaño le señaló el mandilón. No pensaba quitárselo.
―¿Te molesta que lo lleve?
―Un poco...
―Pues entonces me lo dejo puesto.
―No lo dices en serio...
―Muy en serio, ¡venga, a comer!
Se sirvieron los platos y el profesor esperó a que Jisung lo probara primero. En cuanto probo abrió mucho los ojos y sonrió.
―¡Está delicioso!
―Me alegro de que te guste.
―¿Hay algo que no sepas hacer?
―Mmmh... No sé tocar el violín.
La cena fue estupendamente, nunca había estado tan a gusto en la casa de otra persona. Había hecho una olla bastante grande de pasta, pero entre los dos se la ventilaron en menos que canta un gallo. Y encima se bebieron media botella de vino.
Se rieron mucho y charlaron tranquilamente hasta que se hizo tarde. Aun no quería marcharse, pero debía dejarlo con las ganas. Además no habían soltado ninguna indirecta amorosa mientras comían, así que no se había creado la atmosfera adecuada para lanzarse a sus brazos. El universo le decía que esperase un poco más.
―Creo que debería irme, ya es tarde. ―Ahora sí se quitó el delantal y se lo dio a Jisung. ―para la próxima te lo pones tú.
―¿Quieres repetir esto? ―le contestó con un tono esperanzado.
―Lo repetiría cada día.
Ups... se me ha escapado. Vete antes de que se de cuenta de lo que has dicho.
Cogió sus gafas y se colocó la máscara para evitar otro accidente. Jisung lo acompañó hasta la puerta y el profesor estiró el brazo para despedirse con un formal apretón de manos, el maestro le siguió el juego y los dos se dieron la mano unos largos segundos.
Pero Minho no se podía aguantar y tiró de él para abrazarlo con el brazo que le quedaba sin soltarle la mano. Olía increíblemente bien. Acercó la boca a su oreja y le susurró:
―¿Nos vemos mañana?
―S-si, por supuesto. ―la voz del maestro se entrecortaba.
Se alejó de él despacio y le soltó la mano para salir por la puerta. Tragó saliva y se agarró el pecho. Menos mal que llevaba la mascarilla, porque sino a saber hasta donde hubiera llegado. Solo habían salido dos veces, tenía que aguantarse un poco más.
Pienso que al final vas a ser tú el que aguante más que yo, porque a este paso llegaré a mi límite en cualquier momento.
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