16

Era un restaurante pequeño, pero estaba totalmente lleno. Taeyang devoraba la carne que tenía en su plato mientras respondía las preguntas de su compañero.

―¿Se enfadó porque no fui?

―No.

―¿La clase fue bien? ¿Se lo pasó bien?

―Estupendamente. ―Minho se calmó un poco y continuó con su comida. ―Una cosa... ¿te gusta ese chico?

¿Qué si me gusta? Si supieras las cosas que pasan por mi cabeza me harías otras preguntas muy distintas.

―Es buen chico.

―¿Pero vas a salir con él? Porque a él le gustas.

―¿Tienes cinco años? Esas cosas son para niños.

―Vale, perdona. Pero si a ti no te interesa, a mi sí. ―Minho casi saca toda la bebida por la nariz, pero Taeyang no pareció darse cuenta. ―No he tenido una relación duradera desde lo nuestro, pero ese chico tiene algo, no sabría decirte. El caso es, que no me importaría intentarlo con él. Creo que lo llamaré un día de estos.

―Haz lo que quieras.

¿En qué pensabas Lee? Acabas de lanzar a Taeyang sobre tu Jisung. Le has dejado el camino libre. Y seguro que él va a por todas, no se andará con rodeos y jueguecitos, no, seguro que se emborracha y se lanza a sus brazos, como hizo contigo.

Tengo que mover ficha, tengo que hacer algo rápido. No puedo esperar hasta el miércoles. Sé donde vive, pero... no puedo ir hasta allí y hacerme el loco. Y esperarlo hasta que pase por allí sería raro también. No, volveré al parque. Cuando se lesionó Jeongin era un sábado por la mañana, quizás prefiere correr por las mañanas. Yo siempre he ido por las tardes. Decidido. Este sábado iré temprano y te encontraré.

Dicho y hecho, ese sábado desde antes que saliera el sol, Minho ya estaba en el parque con sus perros. Le había dado tiempo a dar unas cuantas vueltas con sus perros atados, luego los había dejado sueltos un buen rato y ahora volvía a tenerlos amarrados a su cinturón.

Tenía el libro en la cara, pero no lo estaba leyendo. Era para disimular que buscaba a alguien.

Después de llevar horas allí por fin lo vio. Venía corriendo hacia él. Era su oportunidad de encuentro perfecta. Sin que nadie se diera cuenta soltó la correa de su perro más grande y cariñoso.

―A por él Buru.

El perro salió corriendo y se echó encima del maestro. Comenzó a lamerle y a diferencia de lo que el profesor pensaba, Jisung se echó a reir y le siguió el juego al perro. Esa risa le encantó, era amplia, limpia, inocente. Minho pensaba que lo iba a asustar, pero en vez de eso acabó tirado en la hierba riéndose.

―¡Buru, ven! ―el perro obedeció y Jisung pudo ponerse otra vez de pie. ―No se preocupe, están bien entrenados.

―Pues este casi me come a lametazos. ¿Son todos suyos?

―Si, es una sorpresa verlo por aquí.

Aunque llevo esperándote desde antes de las seis de la mañana.

―Yo vengo prácticamente todos los sábados, la sorpresa es verlo a usted. ―sonrió.

Si supieras...

―Creo que le había dicho que le debo una comida. ―Jisung aun se acordaba. Minho lo había mencionado con la esperanza de que este momento llegase.

―Cierto.

―Podemos ir ahora si quiere.

―Son las diez de la mañana.

―Ah, cierto, qué fallo ―se puso nervioso y se rascó la cicatriz, era un gesto muy lindo que al profesor le encantaba, además se había puesto todo rojo, tan solo con eso, era demasiado encantador como para resistirse.―Entonces podría invitarle a desayunar y ya comeremos otro día.

―¿Va a ir así? ―Minho lo miró de arriba abajo para que se diera cuenta de que la caída le había dejado toda la ropa manchada de barro.

― ¿Así? ―No se había dado cuenta, y cuando se miró, el profesor no pudo ocultar que ese hecho le hacía gracia. ―Creo que debería ir a cambiarme primero.

―Eso pensaba.

―En ese caso...

―Tengo un piso cerca de aquí, podría prestarle algo de ropa.

―Oh... no creo que su ropa me sirva. Será mejor que vaya a mi casa a cambiarme y quedamos luego, para comer, claro.

―Si, dejaré a los perros y podemos quedar aquí a la una.

―Perfecto.

―Elijo yo el sitio.

―Está bien.

Siguió su camino con sus perros para llevárselos a casa. Sería difícil continuar la conversación con las eróticas imágenes que pasaban por su mente. Jisung vistiendo ropa que le quedase grande, como una camiseta. Solo una camiseta, sin nada por debajo. O una camisa fina, fácil de arrancar de un tirón. Una corbata con la que poder rodear su cuello y tirar de ella... Era capaz de imaginar muchas cosas...

¿Por qué no dijiste que sí Jisung? Nos lo habríamos pasado muy bien. Bueno, era visto que no iba a lograr meterte en mi casa tan fácilmente. No Minho, no. No te dejes llevar, tienes que dejar que él dé el primer paso. Porque si lo das tú seguro que te pasas de la raya.

Llevó a sus perros en el coche hasta casa, se cambió de ropa rápido y volvió al parque. Eran las once. Se había pasado de rápido, pero no se podía aguantar. Tenía muy claro a dónde llevarle a comer. A un sitio que seguro le iba a gustar.

Se sentó a leer su libro, ahora podría prestarle la atención que no le prestó antes.

El profesor llegó a la hora acordada. El profesor lo vio acercarse, venía hacia él, había quedado para comer. Jisung estaba allí. Su felicidad no le cabía en el cuerpo.

―Buenas. Ya estoy aquí ―dijo el chico.

―Pues en marcha.

Se pusieron en marcha, Jisung caminaba a su lado, siguiéndole.

―¿A dónde quiere ir?

―Es una sorpresa.

Aun iban a tardar un poco en llegar andando a ese ritmo. Pasear juntos le aportaba paz al profesor, como si lo hubieran hecho toda la vida. Y el maestro no intentaba forzar una conversación, parecía estar a gusto.

Por una parte no quería que ese momento acabase, pero por otra quería que llegara el siguiente momento, en el que comían juntos y luego el siguiente en el que planeaba que fueran al cine y luego el siguiente y el siguiente, y así hasta la eternidad. Quería infinitos momentos cerca de él.

―Llegamos.

―Un restaurante de ramen.

―Aquí hacen un ramen muy bueno.

El ilh-eobeolin era uno de los lugares preferidos de Minho. Allí fue donde conoció a Hyo-ri y a su hermana, su actual alumna. No había nadie, llegaban pronto y eran los primeros.

―¡Profesor Lee cuánto tiempo! Has venido con Jisung. ―la amable Hyo-ri los había reconocido al instante, nunca olvida la cara de los chicos guapos. ―ya creí que nunca te vería por aquí, que sepas que estás invitado, tu parte corre por mi cuenta, a Minho ya lo he invitado otras veces.

―Muchas gracias... ―dijo Jisung.

―Hyo-ri, ya te habías olvidado eh.

―Ah yo...

―No pasa nada, te invito igual.

―Jisung va a invitarme al ramen hoy ―Minho tenía que intervenir en esa conversación.

―Qué suerte que tienes profesor, pues mejor para ti Jisung, así solo pagas un plato.

A Minho no le hacía falta mirar la carta, ya sabía lo que iba a pedir, Jisung pidió lo mismo que él para no darle vueltas. Confió en el criterio de su profesor.

El especial de la casa era un plato de ramen rico y sabroso. El maestro se sorprendió mucho con el primer bocado y empezó a comer más rápido. Le había gustado. Antes de que Minho se acabara su plato, el maestro ya estaba pidiendo otro.

No se había equivocado con el sitio, ya tenían algo en común, ambos adoraban el especial ramen. Eso significaba que podrían quedar a comer allí alguna que otra vez.

―¡Es lo mejor que he comido nunca!―eso dijo en cuanto acabó.

―Creí que no habías comido en un año.

―Estaba todo buenísimo Hyo-ri, ten por seguro que volveré.

―¡Me alegro mucho! A ver si es verdad. ―la chica estaba muy contenta también.

―No me tienes que invitar a nada, lo pago todo.

―¡De eso nada! El primer plato corre por mi cuenta, ya te lo dije.

Jisung pagó la cuenta. El profesor lo habría invitado a lo que quisiera, pero eso no le hubiese gustado al castaño. Era demasiado bueno como para dejar que alguien lo invitara a todo.

―Tengo que usar el baño ―dijo Jisung.

―Yo también. ―Minho se adelantó. Tenía curiosidad por saber si lo haría de pie o sentado. Era extraño, pero quería saberlo todo de él al fin y al cabo.

Se puso en uno de los urinarios y el maestro se puso en el que quedaba libre a su lado. Tan inocente. El profesor giró la cabeza para vérsela al profesor. Tenía un buen tamaño, pero estaría mucho mejor si estuviera dura.

El maestro aun no se daba cuenta, así que tuvo que meterse con él, le salía solo.

―Ejem... parece que hace algo de frío aquí, ¿no, Jisung?

―¡¿Qué!? ¡N-no la estoy sacando toda! ―se había colorado como un tomate, era muy divertido para el profesor.

―Ya... ―Minho fue a lavarse las manos, tratando de ocultar su risa.

―¡Solo he sacado la punta! ¡No me hace falta sacarla entera para mear!

―No tienes de qué preocuparte, tu secreto está a salvo.

―¿¡Qué secreto!? Ya te he dicho que no es así.

―No pasa nada Jisung, lo importante no es el tamaño, sino saber usarla.

―¡Que solo saqué la punta te digo!

― ¿Te apetece ir al cine?

― ¿Qu-qué?

―Hay una película que quiero ver. ¿Te apetece?

―Cl-claro.

―El cine queda un poco lejos, pero como aun falta para la primera sesión podemos ir andando.

―Me parece bien.

Gracias a esa broma empezaron a tutearse, ya habían dado otro paso. Ahora irían al cine, como una pareja. ¿Cómo sería salir en una cita con su querido Jisung?

Se despidieron de Hyo-ri antes de salir, el lugar ya se había llenado de gente. Normal, con ese ramen tan delicioso.

Mientras caminaban hacia los cines de la ciudad, Jisung recibió una llamada. Sacó su teléfono del bolsillo y tragó saliva al ver de quién se trataba.

― ¿Sí?

―Te has olvidado de mi, ¿verdad? ¿Cuándo pensabas llamarme? ¿A última hora? ¿Tú? Eso no se lo cree nadie. Más te vale tener una buena excusa porque de esta noche no te libras.

Minho podía escucharlo todo, ese hombre tenía un tono de voz muy particular.

―Felix, estoy con alguien.

―¿¡Estás saliendo con alguien!?

―No, no, estoy con un amigo.

―Un amigo ya... ¿quién es? ¿¡No será Minho!?

Jisung se apartó tapando el móvil para que Minho no escuchara, pero ya era tarde. Felix sabía cosas.

¿Jisung le habrá hablado de mi? Eso es que estoy más cerca de lo que creo. Así que piensas en mí eh, qué interesante.

―Felix, hoy no puedo quedar, mañana te llamo... Si, si, adiós.

Colgó y volvió a ponerse a la par del profesor.

―Tu amigo grita mucho, si te llama a menudo te quedarás sordo.

―Si, lo sé, es que es muy apasionada.

―Veo que le has hablado de mí. ―quería saber más, averiguar de qué habían hablado.

―No, no, solo le dije que me dabas clase.

Ya... por eso te has puesto todo rojo.

―Tranquilo, sé que es el novio de Hyunjin. Esa voz no se olvida.

―Oh claro, que tú y Hyunjin sois socios... ¿Y has visto muchas veces a Felix?

―Demasiadas.

―Me imagino que entonces habréis hablado bastante.

―No mucho.

Hasta ahora habían estado paseando tranquilos, pero con esa llamada el profesor entró en pánico, el rubor de sus mejillas no bajaba.

―Por cierto, no tenía forma de contactar contigo el otro día y por eso te mandé a Taeyang, espero que no te molestase.

―Oh, no, para nada, debería haberte dejado mi número.

―Si, luego me lo das. ¿Aprendiste algo con Taeyang?

―Algunas cosas, sí.

―¿Es mejor profe que yo?

―Ni de lejos

Había sido muy firme con esa respuesta, esperaba que se pusiera más rojo, pero en lugar de eso puso una mueca de enfado. Minho no le dio importancia, ya que esas palabras lo hicieron muy feliz.

Caminaron despacio, pero aun así llegaron muy temprano para la primera sesión.

―Yo te invito al cine ―dijo Minho

―Ah, no, no, yo pago lo mío.

―Tengo descuento, así que no insistas. ―No tenía, pero le hacía ilusión pagarle el cine.

Como aun faltaba mucho se fueron a jugar a las máquinas recreativas. Era lo único divertido que podían hacer por allí.

―¿Cuál quieres probar? ―le preguntó el profesor, deseando que no escogiera pegar tiros, les había cogido mucha tirria.

―El air hockey está bien.

Minho mete la primera moneda y empieza el juego. Mete el primer punto al instante. Jisung pone cara de concentración y lo intenta de nuevo. Falla. Lo vuelve a intentar, pero el profesor le marca en un pestañeo. Jisung lo mira y éste le devuelve una sonrisa burlona.

Minho gana la primera partida, y la segunda.

―Ah... ganas otra vez.

―El perdedor pone la moneda. ―volvió a decir el profesor señalando la máquina.

―No, quiero probar otro juego, uno que no se te de tan bien.

Minho recorrió la sala con la vista. No había ninguna que se le diera mal, pero la que mejor se le daba era sin duda, la de meter canastas.

―Las canastas no se me dan bien.

―Pues esas.

El maestro metió la moneda y empezó su turno. Estaba muy concentrado, quería ganarle. El profesor pudo deleitarse con cada movimiento de sus brazos, eran atléticos y bronceados. No tenía marca de camiseta, así que ése sería su tono natural de piel.

Cuando terminó invitó a Minho a que lo intentara él. Minho le hizo un gesto para que metiera una moneda por él.

―El perdedor invita.

―Ya, ya.

Se había picado jugando con él, eso lo hacía verse muy adorable. Cuando sonó el aviso, empezó a encestar rápido, no iba a dejarse ganar solo porque fuera adorable.

Marcó un nuevo récord y Jisung le clavó una mirada indignada.

―Dijiste que no se te daban bien

―Han debido cambiar la máquina.

―Mentiroso.

―Bueeeeeeno, ¿qué quieres probar ahora?

―Algo en lo que no me ganes.

―Puedes comprarme palomitas, a eso no te gano.

―Ya...

Jisung le compró el refresco y las palomitas grandes. En casi todas sus citas como sabían que tenía dinero le decían que pagara él, pero al maestro no parecía importarle, al contrario, se le veía feliz. Igual que él.

Eligió una película al azar, porque la película era lo que menos le importaba, lo único que quería era estar en un cine con el maestro. Pero a él pareció encantarle la película, se había metido de lleno en ella y no apartaba la vista ni para beber.

―Creo que el ayudante fue el que robó las notas. ―le susurró Minho, era una buena excusa para acercarse más hasta llegar a olerle.

―Yo pienso lo mismo.

Cada vez que el maestro metía la mano en las palomitas, el profesor también lo hacía, para que sus manos se rozasen inocentemente. Pudo apreciar que con cada roce el maestro daba un pequeño respingo en su asiento sin dejar de mirar la pantalla. Sus manos estaban calientes, y Minho se resistió mucho para no besarle o cogerle la mano. Quería hacerlo, pero también queria esperar el momento adecuado.

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