14
―¡Buenas tardes! Una niña se perdió en el parque y tuve que llevarla junto a sus padres―dijo el profesor.
―¡MENTIROSO!
Su clase con los primeros jóvenes de la tarde fue como siempre. Pero ninguna actividad que hiciera le distraía de pensar en el profesor. Su dulce olor, su suave piel, la forma en la que se le coloraban las mejillas.
Todo en él era agradable y tierno. Tenía muchas ganas de abrazarlo, de rodearlo con los brazos, de tener el derecho a hacerlo siempre que quisiera sin que tuviera que recurrir a una llave para pegar sus cuerpos.
―¡Profesor Lee! ¿Ya le diste clases a mi profe de la escuela? ―dijo Jeongin.
―Si, justo ayer.
―¿¡En serio y cómo lo hizo!?
―Mejor que tú.
―¡Eeeey! No es justo si es bueno no tiene gracia.
―Reirse de los demás es lo que no tiene gracia.
―¿Va a venir a nuestra clase? ¿Hasta cuándo serás su profe también? ¿Va a venir a las competiciones?
―Eso a ti no te importa.
―¡Sí me importa!
―Oh vaya, en ese caso... no te diré nada ―el profesor le dedicó una sonrisa burlona y Jeongin se puso de morros.
―¿Por qué no? Es nuestro profe y queremos saberlo, ¿verdad Seungmin?
―¿Eh? ―Seungmin no estaba metido en la conversación.
―¿Por qué no, eh? Pues... veamos... porque no es de vuestra incumbencia.
―Eres un borde profesor.
―Qué pena.
Jeongin siguió discutiendo pero el profesor no dio su brazo a torcer y no le contó nada más.
Aun quedaban muchos días para volver a verle. Quería hacerlo ya. Su primera clase fue un cúmulo de sensaciones que no sabía cómo manejar. Pero después de pasar por eso, ahora ya estaba más preparado.
Pasó el día y llegó el viernes.
―¿Minho? ¿Qué hace aquí?
―Vengo a la reunión, ¿no era ahora?
―Si... pero... faltan diez minutos para que empiece, aun no ha llegado nadie.
―Pues les esperaré dentro.
―¡Espere! ―la chica salió del puesto de la recepción corriendo y le puso una mano en la frente al profesor. ―No parece que tengas fiebre...
―Estoy bieeeeen.
―Es que... es la primera vez que lo veo llegar temprano. ¿Ha pasado algo? No me diga que es por el chico de la cicatriz, está intentando cambiar para que no piense mal de usted.
―No, simplemente que no tenía nada mejor que hacer ahora mismo.
―No destruyas mis esperanzas, profesor...
A la sala de reuniones no tardaron en llegar sus socios. Todos se quedaron parados en la puerta antes de entrar preguntando preocupados, tal y como había hecho su querida recepcionista.
Los publicistas llegaron poco después, los mismos que las otras veces.
―¿Otra vez? Debería prepararos un cuarto para que podáis vivir aquí ya que os gusta tanto.
―Usted tan gracioso como siempre señor Lee. Hemos venido para discutir el tema de los carteles, donde colocarlos, sus dimensiones cuántos queréis y crear otro presupuesto que se ajuste más a vuestros intereses.
La reunión dio comienzo. Cada propuesta sonaba peor que la anterior, solo para él, claro está. Minho no podía sacarse de la cabeza que hablaban de exibir su imagen, por toda la ciudad. Sentía mucha vergüenza.
No daba su opinión en nada, ya que desde un principio no le agradaba la idea, había sido forzado a cumplir con los deseos de los demás. Sabiendo cómo eran, no publicarían las fotos en las que llevaba camiseta, seguramente en unos meses se cruzaría con su imagen aceitada en una parada de autobús.
¿Y si Jisung las veía? Iba a ser muy incómodo... O quizás... Puede que quizás le gustaran. ¿Le gustarían, le gustaría verlo desnudo? ¿Pensaría en él de esa manera?
¡Ahhhh no! No quiero que él piense que soy un pervertido. Aunque lo soy, y he leído mi novela en su presencia. Pero si ve carteles míos por la ciudad pensará que soy... ¡Ahhh! Pensará mal, no querrá salir conmigo. O igual le entran más ganas de de verme.... ¡Ahhh no, así sería solo por mi cuerpo y no por mí!
―¿Qué opina, señor Lee, le parece bien?
―Nada de esto me gustaba desde el principio.
―El señor Lee no puede decidir nada, así que como a todos nos parece bien, adelante. ―dijo Hyunjin, regodeándose con su victoria.
Solo había asistido para ver su descenso al abismo de la vergüenza eterna. Sacar a Hyunjin de las duchas nunca le había traído tantos problemas, pero si al final lograba su objetivo, habría valido la pena.
Los días pasaban lentos, las noches se le hacían largas. Su imaginación estaba desbordada. Quería ver su expresión risueña y amable, y recogerla con sus manos. Verlo cambiar a una expresión nerviosa, nerviosa por él.
Observar como sus mejillas y su nariz se teñían de un rojo suave. Acariciar su cuello, y ponerle la piel de gallina con cada roce.
Se imaginaba besando sus labios, que debían ser suaves y dulces. Entrelazar sus lenguas, mezclar la humedad de sus bocas y no separarlas nunca.
Oh, si. Los días se le hicieron muy, pero que muy lentos.
Hasta que al final llegó el miércoles y el profesor repitió el mismo ritual de la semana anterior. Pasó casi todo el día en su aula, sobre el tatami. Entrenando y leyendo.
No puedo seguir haciéndome el indiferente con él. Tengo que hacerle saber que puede dar un paso. Si le mando señales ¿hará algo? Quiero tirar de él y ver lo que me ofrece. Tengo que averiguar más de ti, Jisung.
La puerta se abrió y apareció el maestro. Volvió a llegar antes de tiempo, pero su forma de actuar no era la misma. Lo notaba, algo era diferente. Estaba preocupado, no nervioso o alegre. En su cara se dibujaba una pequeña arruga en el entrecejo que lo verificaba.
―Buenas tardes Jisung.
―Buenas tardes, Profesor Lee ―su voz sonaba más grave, esa forma de llamarle "Profesor Lee" no le había gustado.
―Le noto raro, ¿le ha pasado algo?
―Ah... no, no es nada.
―Los malos pensamientos pueden influir negativamente en el entrenamiento.
―Son cosas del trabajo, nada del otro mundo.
―Si fuera algo habitual no lo notaría extraño, lo notaría cansado.
―Está bien, se lo diré, pero no se ría de mí, por favor.
―Soy todo oídos.
―La madre de una alumna me pidió una consulta en mi despacho y en cuanto pudo se me tiró encima y el director entró justo en el instante en el intentaba apartarla.
―Lo más normal del mundo.
¿Lo más normal del mundo? Te has vuelto estúpido Lee.
―Eso no fue lo peor, lo peor fue que el director y el resto de compañeros trataron el tema como si pasara cada día e insinuaron que no tardaría en acostarme con ella, me molestó mucho la falta de seriedad ante un tema tan delicado.
―Ser profesor conlleva sus riesgos.
―El caso es... que a mi... bueno... nunca lo he ocultado, pero tampoco lo voy diciendo a los cuatro vientos, a mi no, no me van las...
―Si, entiendo. No hace falta que siga.
Lo sabía, tonto. Ya sabía que eras gay, y no sabes lo feliz que me hace eso.
El profesor se quedó callado y encogido. No lo había pensado, lo había cortado de golpe para que no se sintiera incómodo hablando de ello, pero parece ser que eso lo hizo sentirse mal.
Fui muy brusco, igual se piensa que soy un homófobo o algo... no, no puedo permitir eso, di algo Lee.
―Los mejores siempre nos cambiamos de acera eh. Jajaja.
El chico parecía sorprendido, al parecer no sabía que a Minho también le gustaban los chicos, más bien, le gustaba él. Solamente él.
―Bueno, empieza a calentar, como el otro día.
El maestro le obedeció y se puso a correr, esta vez Minho se adelantó para coger su libro. No iba a volver a ponerlo incómodo con sus miradas. Pero al fin y al cabo... el profesor también quería disfrutar de su único día con él.
Dejó de correr para colocarse en el suelo y empezar las flexiones, y entonces a Minho se le ocurrió algo. Iba a ponerlo a prueba, de cualquier forma, el chico era fuerte, quería comprobar cuánta fuerza tenía. Así que en cuanto estuvo preparado para la primera flexión, el profesor se sentó sobre su espalda.
―¿Cada día me lo va a poner más difícil?―dijo el castaño.
―He notado que tiene buenos brazos, solo le pediré que haga diez, porque no creo que llegue a veinte conmigo encima.
El maestro entrecerró un poco los ojos. Había aceptado el reto. Era divertido, que se picara tan fácilmente. Le gustaba esa faceta suya, le gustaba mucho.
Al principio iba bien, pero acercándose al final empezaron a temblarle los brazos. Se resistía a rendirse. El profesor podía notar los músculos de su espalda bajo él. Permanecía recto, lo que le hacía figurarse que también tendría unos buenos abdominales. Que nunca había visto.
Con la última se dejó caer en el tatami, respiraba más rápido y fuerte y Minho lo dejó libre.
―Le ha costado. ―le dijo el profesor enarcando una ceja.
―Pruebe usted si es tan listo.
―Lo bueno de ser el profesor es que no tengo que hacer lo mismo que hacen mis alumnos. ―Jisung dejó salir esa preciosa sonrisa que el profesor tanto deseaba ver― ¿Recuerda la maniobra de la semana pasada?
―Si.
―Pues hoy la completaremos inmovilizando al oponente. Atáqueme por la espalda como lo practicamos.
El brazo del maestro le rodeó el cuello y Minho ejecutó la maniobra para tumbarlo y ponerse sobre él haciendo como que le iba a dar un puñetazo en la cara. El maestro parecía sorprendido, era muy guapo y lo tenía entre sus piernas.
El profesor se levantó antes de hacer algo indebido y le dio la mano para ayudarlo a levantarse.
―Ahora usted, repítalo.
Ahora Minho rodeó su cuello y olió su nuca solo un instante antes de que el profesor lo levantara sobre él. Se hizo el muerto y dejó que el castaño se le pusiera encima. Era un juego muy peligroso.
Notó su culo presionando su entrepierna, estaba mal colocado para la técnica, bien colocado para otras cosas.
―Está bien, solo una cosa.
―¿Qu-qué? ―estaba nervioso otra vez.
―Está demasiado abajo, debe sentarse sobre mi estómago o mis costillas, porque sino yo podría levantarme fácilmente, así.
El profesor se movió rápido, volteó el cuerpo del maestro y agarró sus muñecas contra el tatami. Lo tenía justo como se lo había imaginado tantas veces, atrapado y bajo su cuerpo.
―¿Lo ve? Es fácil contraatacar.
Su cara se había acercado inconscientemente y sus miradas se encontraron, pudo ver de cerca esos ojos marrones y profundos, pudo percibir cómo sus pupilas se dilataban. Le costó mucho resistirse, pero tenía que hacerlo, aun era muy pronto, así que se puso de pie.
―Repítalo, pero esta vez no deje que me levante.
―Deme un momento...
―Fueron unas flexiones muy duras eh.
―Si... las flexiones...
¿Qué había sido eso? El profesor tuvo una revelación y la curiosidad lo mataba. Giró su cuerpo para hacer cómo que esperaba por él, y dirigió su mirada a los espejos. Ahí se veía el reflejo del castaño, y se fijó bien en él. Minho esbozó una sonrisa. Realmente estaba disfrutando de cada una de las reacciones de Jisung.
Repitió la maniobra una vez fue capaz de ponerse en pie. La hizo tal y cómo le había dicho y esta vez se levantó al momento. La repitieron así unas cuantas veces, hasta que Minho consideró que ya lo había puesto demasiado nervioso.
Decidió hacer que se relajara y el resto de la clase lo puso a hacer maniobras que no requirieran contacto físico, como saltos y volteretas.
Ahora el profesor estaba cansado, pero relajado.
―¿Qué le ha parecido su segunda clase? ¿Mejor que la primera?
―Algo más entretenida, sí.
Lo habría sido más si no me llego a compadecer de ti.
Se calzaron y salieron del aula.
―Bueno, creo que hoy me ducharé aquí, ¿dónde están los vestuarios? ―le dijo Jisung.
Si piensa ducharse, no me lo puedo perder.
―Hay uno en cada piso, le acompaño, yo también me iba a duchar.
Entraron en los vestuarios y Minho se fue a una esquina, no le gustaba ducharse con tanta gente merodeando. Era la hora en la que acababan algunas clases, así que había más gente allí.
Me desvisto rápido y me meto en las duchas, porque si me quedo aquí no podré evitar mirarle...
Dicho y hecho, solo que antes de adentrarse, echó un rápido vistazo hacia atrás para ver como el maestro se quitaba la camiseta, dejando ver su perfecto torso de lado. Minho apartó la vista y se metió en las duchas. Se lo iba a pasar muy bien.
Se fue al fondo y comenzó a ducharse con normalidad y con el agua caliente. Un grifo se cerró y otro se abrió. Ya estaba allí. Estaba desnudo, en la misma sala que él. Solo tenía que girarse y lo vería todo.
El profesor se duchaba rápido, así que en un minuto ya estaba completamente aclarado. Cerró la ducha y con la toalla puesta se dirigió a ver su obra de arte. Como en un museo, avanzó por la sala y se paró justo detrás del maestro, que no se daba cuenta de nada.
Sus brazos estaban levantados frotándose el jabón de su cabeza. Esa postura le hacía una espalda muy bonita, muy marcada. El profesor se mordió el labio y siguió recorriéndolo con la mirada.
Tenía unas piernas fuertes, propias de alguien que sale a correr, y unas caderas muy agarrables. Su culo era redondo y perfecto, también muy agarrable.
El profesor se estaba duchando con agua fría. Minho no soportaba el agua tan fría, pero en ese momento no le hubiera importado ponerse bajo ese chorro junto a él. Aprisionarlo contra la pared y ayudarlo a enjabonarse como es debido, cubriendo hasta el último milímetro de su cuerpo.
Minho siguió caminando hacia la salida, sin apartar su vista. Quería verlo por delante, quería saber cómo era, quería ver su cara con el pelo mojado cayéndose por su frente. Su pecho, sus abdominales, su...
Pero el maestro no le dejó, estaba muy cerca de la pared. Así que el profesor fue a cambiarse rápido y salió a esperarlo fuera, haciendo que leía su libro, pero no podía en esos momentos. No era capaz de concentrarse con la expléndida imagen del maestro pasando por su mente.
Unos minutos después Jisung salió del vestuario.
―Le estaba esperando ―dijo Minho.
―Oh, no era necesario, hoy he aparcado cerca.
―No importa.
Bajaron en el ascensor, en silencio y al llegar a la plata baja la recepcionista lo asaltó de nuevo.
―¡Minho! Tienes que revisar las estadísticas que te mandé por correo, ¿lo hiciste?
―Se supone que los miércoles no debes estar aquí.
―¡Tú me haces venir aquí! ¡Me das el doble de trabajo! He tenido que rellenar yo las fichas de tus alumnos.
―Te preocupas demasiado, deberías tomarte unas vacaciones.
―¡No puedo irme de vacaciones si sigues con esa actitud! ―Minho y Jisung caminaban hasta la puerta mientras la recepcionista los seguía. ―¿¡No pensarás irte así!?
―Mañana te tendré todo listo, pero ahora me tengo que ir.
―Más le vale que eso sea cierto.
Salieron por fin de allí y caminaron hasta la calle de al lado.
―Aquí está mi coche. Muchas gracias otra vez por acompañarme, pero ya le digo que con lo que me ha enseñado ya no hace falta.
―Aun le queda mucho.
―Me siento un poco mal, usted ha hecho muchas cosas por mi y parece que yo solo me aprovecho.
El que se está aprovechando en realidad soy yo.
―De eso nada, no se preocupe.
―Me preocupo.
―Si se siente mejor, un día de estos dejaré que me invite a una comida.
Y a lo que tú quieras.
―Eso estaría bien.
―Nos vemos el miércoles.
Siguió caminando por la calle, pero se giró enseguida para despedirse de nuevo con la mano. El maestro le imitó antes de entrar en su coche. Era muy lindo.
Tener que esperar otra semana iba a ser una tortura, sobretodo después de ver lo que había visto. Era paciente, pero no quería serlo. Ése profesor lo había vuelto muy egoísta, quería tenerlo todo para él, lo antes posible.
Si hay un error de adaptación (error de nombres) me avisan, porfiss
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