13
―¡Profesor Lee! ¡Hoy he tumbado a Seungmin! ¡Dos veces! ¿Lo has visto verdad?
―Lo vi, lo vi.
―Solo fue por dos segundos. ―replicó Seungmin.
―La próxima serán veinte. ―dijo Jeongin.
―No habrá una próxima.
―Bueeeeeno, Jeongin, toma. ―le entregó una tarjeta dorada con un nombre grabado.
―¿Jisung? ¿Esto es para mi profe? ¿Va a venir con nosotros?
―Le voy a dar clases particulares, a ver si así coge confianza.
―¡Qué guay! No te preocupes, se la daré mañana sin falta.
―Eso si te acuerdas, porque no te acuerdas ni de traer un lápiz. Si pudieras quitarte la cabeza te la dejarías en casa. ―Seungmin fue contundente, lo dijo todo serio y levantando los hombros.
―Cierto, en ese caso, se la darás tú, ¿vale Seungmin? ―el profesor le quitó la tarjeta de la mano a Jeongin y se la puso delante a Seungmin.
Seungmin suspiró y la cogió.
―Vale, pero no me pidas que haga nada más. No quiero ser el cartero de nadie.
―¡No es justo! ¡No iba a olvidarme!
―Bueno, bueno. Gracias Seungmin, Jeongin, nos vemos el próximo día, que lo paséis bien. ―el profesor los empujó fuera del aula y se quedó dentro, sonriendo.
Mañana será un gran día.
Se levantó muy temprano el siguiente día. Estaba lleno de energía, sacó a correr a sus perros y luego cogió el coche para dirigirse al centro. Hoy no tenía ninguna clase, tenía el tatami para él solo.
Se puso a hacer estiramientos y luego entrenó hasta acabar tumbado en el suelo del cansancio. Sudaba y estaba exhausto. Estiró los brazos y las piernas todo lo que pudo y se quedó mirando el techo.
Jisung... ¿en qué estarás pensando ahora? Me pregunto si a ti también te hacen ilusión estas clases, o si soy yo el único bobo aquí.
Minho estuvo toda la mañana en su aula, luego salió a comer y regresó solo para quedarse tumbado leyendo su novela en mitad del tatami y soñando despierto.
Una mano delicada bajaba el libro que tenía apoyado en la cara. El profesor abrió los ojos y recibió una cálida sonrisa del hombre que estaba esperando. ―¿Por qué has tardado tanto, profesor? ― El maestro no le respondió con palabras, sino que sujetó la cara del profesor con sus manos y aproximó lentamente los labios a los suyos.
Minho agitó la cabeza y despertó de sus fantasías con una sonrisa. Se acercó a su bolsa de deportes, ya eran las siete. Parecía que el tiempo no daba avanzado.
Decidió seguir leyendo, esta vez de pie, para no ponerse tan cómodo. Y esperó con calma.
Escuchó la puerta abrirse, estaba seguro de que no había pasado media hora, por las páginas que había leído en ese rato. Debía ser él, pero no decía nada.
Giró la cabeza y y lo confirmó. Estaba parado delante de la puerta, mirándolo.
―Oh, llega pronto Jisung. ―se acercó a guardar su libro. La presencia del maestro lo había calmado por completo. Ya no sentía ansias, ahora volvía a vivir el presente.
―O usted llega demasiado temprano.
He llegado más de diez horas antes de tiempo.
―Pues entonces podemos empezar cuando usted quiera.
―Claro, ya mismo.
El chico se descalzó, dejándose los calcetines. No parecía nervioso, esta vez no le temblaban las manos ni las piernas. El profesor se alegró al pensar que ahora tenía la oportunidad de conocer de verdad al maestro.
―Mmh... los calcetines también hay que quitárselos, y antes de pisar el tatami hay que hacer una pequeña reverencia, así ―le mostró cómo se hacía para que lo imitara.
―Oh, claro, lo siento. ―Se quitó rápidamente los calcetines e imitó el gesto.
―Empezaremos calentando un poco, siempre empezamos las clases dando unas pocas vueltas al tatami y luego haciendo unas flexiones.
―Está bien... Oye... No sé si llevo la ropa adecuada para esto...
Que no llevaras ropa sería lo adecuado.
―Para empezar vas bien, si te gusta te recomendaré algún sitio para comprarte el karategi y las tabis, aunque yo prefiero hacer los entrenamientos con los pies descalzos, hay alumnos que vienen con las tabis puestas.
―Karategi... creí que tendría otro nombre.
―Tiene varios nombres.
―Interesante...
―Bueno, pues empieza con diez vueltas y diez flexiones.
Había sido una conversación de lo más normal, estaba siendo una clase de lo más normal. Él era educado y se le veía dispuesto y con ganas.
Cuando el joven se puso a correr, no pudo evitar clavarle la vista encima. Recordó el momento en el que lo vio corriendo por el parque. El momento en el que se paró delante de él a recuperar el aire. Lo mismo que sintió en aquel momento lo estaba sintiendo ahora.
El castaño le dirigió la mirada un par de veces y Minho se dio por aludido. Lo estaba mirando demasiado, tenía que distraerse antes de que pensara algo raro. Así que volvió a por su libro y se tumbó a leerlo mientras el chico aun corría.
Eso era lo único que podía distraerlo de agarrarle, rajarle la camiseta y hacerle de todo allí mismo.
Después de un rato el chico empezó con las flexiones, justo a su lado. Le dio la espalda y a vista que tenía el profesor ahora era simplemente espectacular.
Las plantas de sus pies eran lisas y parecían suaves. Sus piernas estaban rectas y el pantalón que llevaba le marcaba cada curva de lo que dejaba de ser espalda. Tenía unas nalgas redondas y parecían firmes.
Minho se levantó y se puso a su lado mientras el chico seguía. Miró ese culo descaradamente sin que el castaño se diera cuenta.
Cubrió su vista con el libro para evitar tentaciones y sintió el impulso de poner a prueba al joven, así que apoyó su pie en su espalda y cargó su peso ella.
― ¿Qué hace?
― Es que he notado que esto se le hace demasiado fácil, así que haga diez más ahora.
Era verdad que hacía ejercicio, su espalda estaba muy bien formada, y no sabría decir cuál era más ancha, si la suya o la de Jisung.
Terminó las flexiones como si nada. Parece que eso no fue suficiente. Era más fuerte de lo que parecía, tenía una fuerza mal aprovechada.
― He terminado, ¿qué viene ahora?
― Ahora viene lo bueno.
Era la parte más divertida, en la que aun no había pensado. Si tan solo con verlo hacer flexiones casi pierde el control no podía saber cómo acabaría todo si tenía que sujetarlo y agarrarlo para enseñarle las técnicas.
― Le enseñaré alguna llave básica y también a caer correctamente.
― Bien.
― Haga como que me va a asfixiar por la espalda. Con los brazos en el cuello. ―Minho tragó saliva.
Es defensa personal básica, no piernas el rumbo, has enseñado a muchos hasta ahora. Recuerda que él realmente lo necesita, no pudo defenderse solo aquella noche. Enséñale bien. No te distraigas.
Uno de los brazos de Jisung rodeó su cuello, al instante, Minho recuperó la compostura, agarró ese brazo y pasó el cuerpo del maestro por encima del de él, tirándolo en el suelo sin soltarle el brazo.
―No me lo esperaba.
Jisung rio, parecía emocionado y sorprendido. Más bien, parecía que se había divertido. Era divertido en realidad. Al profesor le gustó esa expresión en su rostro, sus pensamientos oscuros se disiparon.
―¿Y qué esperaba? Ahora le toca a usted. Deme la espalda y yo le agarraré por detrás.
Jisung se dio la vuelta y Minho rodeó su cuello con el brazo. Estaban muy pegados y aunque no quisiera pudo olerle el pelo. Desprendía un aroma dulce, casi le recordó a algo, pero no sabía a qué.
El chico tiraba de él, pero no le levantaba, era normal la primera vez, porque tiene truco, y estando los dos solos, con esa tensión, era difícil hacer eso a la primera.
―No tenga miedo de hacerme daño, inténtelo con fuerza.
―Ya lo hago.
―Pero no está usando todo su cuerpo, solo está tirando de mi brazo. Debe echar las caderas hacia atrás con fuerza, para desequilibrarme, y luego agacharse y hacer que pase por encima de usted.
―Ah... va-vale...
Comprendía que fuera incómodo, ya que tenía que sacar el culo hacia su entrepierna, visto así era muy erótico, pero si se hacía rápido eso no se apreciaba. El profesor vio desde su posición cómo se le coloraron las orejas al maestro.
―No me diga que le da vergüenza. ―Sentía un deseo irrefrenable de molestar al joven, como cuando un niño le tira de las coletas a la niña que le gusta.
Sus palabras parecieron funcionar, ya que el chico siguió sus instrucciones y logró pasarlo sobre él. Pero Minho no acabó en el suelo, sino que de un giro colocó bien sus pies y los apoyó en el suelo. Era demasiado experto como para acabar tirado por un principiante.
― ¡Vaya! No me esperaba que le saliera bien tan pronto. Pero a la próxima no me suelte el brazo, eso se hace para evitar que su oponente se haga daño.
―Si intenta atacarme querré hacerle daño, ¿no?
―En un caso real si, pero normalmente practicará con personas a las que no quiere hacer daño, en la calle puede hacer lo que quiera. Repitamos.
Siguieron haciendo lo mismo. El cuerpo del maestro se pegaba al suyo con cada maniobra. Y cada vez que le abrazaba el cuello podía oler su piel de la nuca y su pelo. Era el paraíso.
Después de un buen rato, Minho sintió que igual lo habían repetido demasiadas veces, eso podría hacer que sospechara algo. Así que decidió pasar a la siguiente fase y enseñarle a caerse bien, era algo básico en cualquier arte marcial, ya que uno pasa más tiempo en el suelo que dando caña, al principio.
Quitó la colchoneta que tenía para eso y le explicó lo que tenía que hacer para caer bien, cómo rodar, cómo levantarse, cómo apoyarse, etc.
Jisung estaba concentrado, lo miraba fijamente sin perder la atención. Hizo todo lo que le dijo y lo hizo bien. Jisung era serio, y se colocaba muy recto al levantarse.
Minho no pudo evitar imaginárselo con el traje de ninjutsu, frente a él, a punto de empezar un duelo. Estaba seguro de que el profesor sería un rival muy duro y digno. Ojalá lo hubiera conocido antes.
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero ya estaban los dos sentados en el tatami.
―¿Qué le está pareciendo la masterclass? ―le preguntó el profesor, que notaba a Jisung algo cansado.
―Pues la verdad, yo pensaba que me enseñaría a lanzar estrellas ninja o a saltar por los tejados de los edificios. ―era gracioso.
―Lo de los tejados puede esperar, y lo de las estrellas es para profesionales, pero puedo mostrarle cómo se hace.
Minho fue a por sus estrellas y luego colgó la diana de entrenamiento.
―Pensaba que lo decía de broma.
El profesor se concentró, sentía que debía impresionarlo. Si lo hacía se quedaría con el más tiempo, mucho más. Qué ocurrencia tan infantil.
Tomó aire y lanzó las estrellas, una tras otra, clavándolas todas en el centro de la diana. Miró de reojo al maestro, que se había quedado con la boca abierta. Lo había logrado. No le era difícil lanzar las estrellas, pero tenía miedo de que eso no despertara ningún interés en su nuevo alumno.
―Ahora sé que no debo meterme con usted. ―el joven era gracioso y educado. Sabía llevar una conversación.
―¿Quiere probar? ―le ofreció el profesor después de recoger las estrellas.
―¿Quiere morir?
―Le prometo que no me matará.
―Puedo romper algo.
―No será usted el primero en lanzar una de éstas en mi clase.
Minho lo llamó con la mano desde una distancia más corta a la que él se había colocado. Así le sería más fácil. Jisung se levantó, se puso junto a él y cogió una estrella.
El chico cerró un ojo mientras apuntaba. Parecía un niño, era bonito ver esa imagen. Se esforzaba, lo intentaba de verdad y pese a lo que él dijera, le hacía ilusión probar.
Cuando al fin lanzó la estrella ésta acabó muy lejos de la diana. Tenía muy mala puntería.
―¡Lo siento mucho! Le dije que no era buena idea. Lo siento.
Ahora su cara era un poema, se había puesto nervioso, como si hubiese roto un jarrón en un museo. Minho no pudo evitar reirse.
―No pasa nada, es completamente normal, en todo caso la culpa sería mía por permitírselo. Venga, lance otra, esta vez le diré un truco.
Se puso detrás de él, con una mano en un hombro y la otra sujetando la mano del maestro con la estrella. Sus caras estaba una al lado de la otra. Minho estaba disfrutando ese momento mientras le ayudaba a realizar el gesto adecuado.
Su hombro era firme, tenía ganas de deslizar la mano hasta ese suave cuello que le llamaba a gritos, pero se contuvo. Los ojos del profesor le miraron, lo notó, pero si se giraba ahora no podría detenerse. Así que se separó.
―¿Lo ha entendido?
―Cl-claro.
El joven respiró y repitió el movimiento que había dibujado con el profesor. La estrella viajó por el aire y acabó dando en la diana.
―Increíble, a este paso acabará superándome, le dije que tenía potencial.
―No diga eso, es que usted es un buen profesor.
―Lo sé.
Soy un buen profesor que se resiste a violar a su alumno durante la clase.
Los dos se sentaron para ponerse el calzado. Se habían quedado más tiempo del que debía durar la clase. Pero el profesor aun quería estar más tiempo con él.
―¿Necesita que le lleve? Hoy puedo hacerlo yo mismo.
―No será necesario, he venido en coche, pero muchas gracias.
―Lo acompaño, yo también he traído el coche.
Minho se guardó la parte de arriba de su traje. En cuanto lo hizo, el maestro apartó la mirada muy rápido y con la cara sonrojada. Esa actitud solo provocaba que quisiera incomodarlo aun más.
―No se asuste de mí, no tengo nada que usted no tenga.
Minho se reia con tan solo verle.
―Ah... ya, es solo que me pilló desprevenido, y... no quería incomodarlo.
―Pues yo creo que el que está incómodo es usted. ¿Nunca se ha cambiado delante de otros hombres?
Terminó poniéndose la sudadera para que el maestro pudiera girar la cara del todo sin miedo.
―Claro que sí, solía ir al gimnasio y a la piscina, pero no sé... supongo que me entró vergüenza.
El joves se rascó su cicatriz, parecía un gesto de nerviosismo. Minho había logrado ponerlo nervioso con su cuerpo. Le había pasado muchas veces, pero nunca le había gustado tanto que alguien se sintiera así por él.
―Después de haberse pasado una hora tirándome al suelo ya no debería sentir vergüenza.
Los dos terminaron de recoger sus cosas y se fueron al ascensor.
Minho había cometido muchos deslices ese día, se le había acercado demasiado, se había metido con él. Tenía que parecer indiferente por el momento, así que se puso a leer su libro mientras el ascensor pasaba por otras plantas y llegaba a su destino.
Antes de salir por la puerta la recepcionista lo paró.
―Minho, tienes que ir a la reunión del viernes, y ser muy puntual. Además, tenías que rellenar estos papeles la semana pasada y me acabo de dar cuenta de que aun siguen aquí.
―¿Tú no librabas los miércoles?
―No cambie de tema, mañana tienen que estar listos sin falta, y tienes que llamar a los de publicidad.
―Me tengo que ir ya.
―¡Minho! Esta reunión es importante, debe preparar los papeles para el viernes. ¡No se olvide o se las verá conmigo!
―Si, si...
El profesor lo estaba esperando. Qué mal momento para interrumpir. ¿Desde cuándo tenía tantas obligaciones?
―Vámonos antes de que se acuerde de que tengo que hacer algo más.
―¡Minho! ¡Espera! ¡Te olvidas los papeles de la reunión! ¡Vuelve aquí! ―gritó la recepcionista, pero el profesor ya se había alejado lo suficiente como para que no lo alcanzara― ah... un día de estos va a matarme de estrés.
―Parece que es un hombre ocupado, Minho.
―No, es solo que ella se preocupa demasiado, esos papeles se pueden rellenar en dos minutos.
El coche del maestro estaba cerca, esa noche no hacía demasiado frío. Iba a ser una pena desperdiciarla, pero aun era muy pronto como para invitarlo a una cita, sentía que le rechazaría.
―Ahí está mi coche, muchas gracias por acompañarme.
―No es nada, tiene un coche bonito, yo tenía uno muy parecido hasta que mis socios me regalaron uno nuevo.
―Tiene buenos socios.
―A mi me gustaba mi antiguo coche, pero ellos no lo soportaban, les daba vergüenza venir conmigo a los sitios.
―Vaya...
―Bueno, nos vemos el miércoles que viene a la misma hora. ¿Le viene bien?
―Claro, hasta la semana que viene.
Minho se quedó allí delante hasta que el maestro entró en el coche, entonces se giró y se fue hacia el suyo. Deseaba poder observarlo hasta perderle la vista en la carretera, pero eso podía parecerle muy raro.
Había pasado, estaba feliz. Fue una clase muy emocionante, fue mucho mejor de lo que se esperaba. Jisung era una persona increíble, alegre, divertido, guapo, y tierno, muy tierno. O eso le habían parecido cada uno de sus gestos.
Su comportamiento, su forma de hablar, de reirse, de moverse. Había superado sus expectativas, él era, simplemente perfecto.
Y no le buscaba, no le provocaba ni había demostrado interés por él, no a propósito. Se notaba que intentaba ocultar sus nervios con cada acercamiento.
Minho estaba feliz, porque era mejor de lo que podía llegar a imaginar, porque se sentía maravillosamente a su lado y porque se había dado cuenta de que se gustaban, ambos se gustaban.
Las canciones de the weeknd y hots son la mejor combinación para leer este fanfic
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