12

El fin de semana más feliz que había tenido el profesor fue sin duda ése. Había rescatado al castaño, habían caminado juntos hasta su casa y había accedido a ser su alumno exclusivo.

Sus pensamientos se iban por las ramas y el corazón le palpitaba como nunca. Se sentía vivo. Vivo y feliz a pesar de que no había sucedido nada de momento. Pero no se iba a dar por vencido, pensaba explotar al máxima esa probabilidad, esa mínima probabilidad de que pudieran estar juntos algún día.

Estaba distraído, porque solo podía pensar en aquel chico, confuso, porque jamás se hubiese imaginado que un desconocido pudiera llegar a llamar tanto su atención y la vez decidido, decidido a descubrir qué es lo que está buscando realmente en ese joven.

Normalmente no solía imaginarse a él mismo junto con otra persona. Solía vivir su presente, haciendo lo que le gustaba y cubriendo sus necesidades.

Pero ahora era diferente, sentía que necesitaba cogerle la mano, tocarlo, acariciar su cara. Deseó haberlo abrazado el día del asalto, abrazarlo con fuerza y oler su pelo, sentir su calor y consolarlo toda la noche.

¿Cómo te has vuelto tan cursi de repente Lee?

El lunes a primera hora entró por la puerta del gimnasio, dispuesto a dar sus clases matutinas.

―¡Bueno días señor Lee! Le estábamos esperando. ―eran los publicistas asaltándolo en la entrada.

―¿Otra vez aquí? ¿No tenéis más clientes?

―Ninguno como usted señor Lee.

―¿Qué queréis?

―Venimos a comunicarle que la sesión de fotos se hará este miércoles a las...

―¡El miércoles no!

―Señor Lee, no puede negarse ahora, ya hemos hecho un trato.

―Lo sé... mejor que sea... mañana. ―Minho suspiró y los publicistas se miraron entre ellos desconcertados.

―¡Cla-claro que sí! ¡No esperábamos esta iniciativa por su parte! ¡Empezaremos con todos los preparativos de inmediato! ¡Nos vemos entonces mañana a primera hora en el estudio de la calle Central!

―Si...

―¡No llegue tarde por favor!

―No...

Los publicistas se marcharon corriendo mientras hacían llamadas por el móvil. Minho ya no se acordaba de la pasada reunión, ésa tan fructífera para sus socios. Estuvo ocupando su cerebro con otros pensamientos.

Los lunes tenía la tarde libre y decidió volver al parque a pasear los perros. También fue a buscarle claro está. Pero no hubo suerte, no lo vio por ninguna parte. No podía ser tan paciente con él, no era capaz de esperar hasta el miércoles para verlo.

Sentía la imperiosa necesidad de estar a su lado. De alguna forma era como un instinto animal que le salía de lo más profundo.

Se sentía cansado al día siguente cuando tuvo que hacer acto de presencia en las oficinas de publicidad. Lo recibieron nada más entrar y lo arrastraron hasta una de las últimas plantas del edificio.

Allí se encontraba el estudio de fotografía. Todo estaba algo oscuro, excepto una zona blanca a la enfocaban todas luces y varias cámaras en sus atriles.

No había demasiada gente, solo había unas cinco o seis chicas jóvenes y un hombre de unos treinta años, alto y delgado, con una gran barba y expresión enfadada.

―¿Eres el modelo verdad? ―le preguntó el hombre enfadado.

―Si.

―No te hace gracia estar aquí y a mi tampoco, así que acabemos con esto cuanto antes. ¡Chicas venga! Vestidlo rápido, que no tenemos todo el día.

De alguna forma ese sujeto no le caía mal del todo. Ambos compartían el sentimiento de querer largarse de allí pronto.

Un par de chicas le llevaron hasta una zona con perchas donde se encontraba la ropa. Una de ellas le acercó unos pantalones largos de deporte y una camiseta sin mangas negra. La chica comenzó a dudar.

―Sé vestirme yo solito, no te preocupes.

―Ah, esto... si, claro. Lo esperaré justo allí.

No había vestidor, lo único que lo protegía de las miradas lujuriosas de esas mujeres eran los percheros cargados de ropa. Así que se cambió rápido y se dirigió al hombre de barba, que como estaba junto a las cámaras debía ser el fotógrafo.

―Ponte ahí y haz como que haces ejercicio. ―era claro y conciso, de eso no había dudas.

El la zona de fotografía con fondo blanco ahora también había unas pesas y un banco. Minho se sentó en el banco y levantó las pesas con un brazo.

―Mira a la cámara y pon una expresión de fuerza.

Después de cumplir con todas sus exigencias se levantó y fue a buscar su ropa, pero una chica le acercó otro conjunto.

―No, no, yo ya me voy a casa.

―¡JA! Si te crees que te has librado vas listo, aun tenemos que sacar muchas más fotos. ―el fotógrafo se estaba burlando de él.

El profesor extendió la mano para recoger el segundo traje. Éste le gustaba más, era un judogi negro, de los que se usaban en judo. Volvió a desvestirse para ponérselo y volver a la zona que ahora estaba despejada.

―Muy bien, haz unos saltos de esos que hacéis y unas patadas para empezar.

Minho obedeció, eso no estaba tan mal después de todo. Al final acabaría pasándoselo bien.

Se escuchaban los clicks de la cámara, con cada movimiento del profesor probablemente sacaría unas cien fotos a esa velocidad. Cuando terminó las acrobacias todas las chicas aplaudieron.

―¡Silencio! ¡Esto no es ningún espectáculo! ―el fotógrafo tenía mala leche, las chicas se cayaron. ―Ahora posa, mírame con cara seria y luego con cara enfadada.

Posó lo que al profesor le pareció una eternidad y luego el barbudo pidió una botella de agua a las chicas. Bebió un sorbo y se acercó a Minho, le echó agua por el pelo, se lo revolvió un poco y le abrió la parte de arriba del traje dejando ver su pecho.

―Perfecto, no te muevas mucho.

Se ve que la cara de ira que proyectaba cuando le hizo eso le gustó al barbudo. De pronto ese tipo ya no le caía tan bien como al principio, se ve que los dos tenían conceptos muy distintos sobre lo que era acabar pronto. Las chicas no apartaban la mirada de él ni un segundo, lo que también lo incomodaba.

―Ahora quítate la parte de arriba.

―No voy a desnudarme.

―Solo será la parte de arriba, ¿es que nunca has ido a la playa? ¿te da vergüenza?

Minho suspiró y acabó cediendo.

―¡Mina, trae el aceite!

―¿Aceite?

―Es para hacer el efecto del sudor, ¿o prefieres ponerte a sudar a chorros por tu cuenta?― la chica llegó corriendo con el bote en la mano. ―Bien Mina, ahora échaselo por encima y extiéndeselo por el torso y la espalda.

―¿¡Qué!?

―¿Estás sorda niña? No me hagas repetirlo y haz tu trabajo.

A la chica le temblaban las manos, apretó el bote y dejó caer un chorro de aceite sobre uno de sus hombros. Luego acercó su mano, pero no llegó a tocarle. Parecía estar frente a una bomba a punto de explotar.

―Deja, puedo hacerlo yo. ―le dijo el profesor mientras le quitaba el bote de las manos.

Se echó un poco hacia atrás y vertió otro chorro sobre su pecho, mientras con su mano libre comenzó a extenderlo por sus pectorales, sus abdominales marcados, y sus anchos hombros. Lo hizo rápido, pero para el resto de los presentes esa escena pasó a cámara muy lenta.

―Por la espalda si que no puedo. ―le dijo a la chica, que despertó de su sueño y aceptó ayudarle, esta vez algo más decidida.

Extendió con su mano temblorosa el aceite por la espalda del profesor, también se le marcaban los músculos y la chica los acarició lentamente, recreándose en su buena suerte. Si estuvieran en el instituto las otras chicas le pegarían al salir de clase.

―¿A-así está bien?

―¡Venga no tenemos todo el día! ―gritó el fotógrafo.

Su cuerpo brillaba con la luz de los focos. Los clicks de la cámara no paraban en ningún momento. Minho hizo todo lo que le dijeron, cuánto más cooperara antes saldría de allí.

Se echó el pelo hacía atrás lentamente, miró a la cámara. Se puso de espaldas mirando hacia atrás. Se puso de lado y sujetó el elástico del pantalón. Luego cogió el cinturón del traje y le dio vueltas rodeando su mano con él.

Lo que él conocía como cara seria, para los demás era muy sensual. Lástima que el profesor no lo notara. Ya estaba harto de tantas fotos, eso no se acababa nunca. Y encima ahora tenía frío debido al aceite y al aire acondicionado. Si pillaba un resfriado lo tendría difícil.

―Ejem... bu-bueno, esto es todo, puedes ducharte en el camerino del fondo. ―era extraño, la personalidad del fotógrafo cabreado había cambiado de repente, ahora ¿le temblaba la voz? ―Chicas, recoged todo mientras... mientras yo voy al baño.

Minho lo dejó pasar. Por fin todo había terminado, se acabó todo el rollo de la publicidad para él.

Después de ducharse una de las chicas lo paró antes de que saliera del estudio.

―Perdona, quería preguntarte... si salías con alguien.

―No, pero tampoco me interesa.

―Ah, bueno, pero si alguna vez quieres tomar un café puedes llamarme. ―la chica le extendió un papelito con su número.

―Gracias.

Le resultaba extraño y algo asqueroso que después de haber visto su sesión de fotos quisiera salir con él. Le hacía sentirse sucio. Ahora comprendía el asco que sienten las chicas cuando se les acerca cualquier baboso que solo busca su cuerpo.

Estaba muy ansioso, ojalá quién le hubiera extendido el aceite por la espalda hubiese sido otro. Otro con las manos cálidas y suaves. Un profesor de escuela que le acariciase de arriba a abajo solo para después abrazarlo y susurrarle al oído ―¿Así está bien, Profesor Minho?

Tragó saliva y se tapó la boca con la mano. Qué imagen tan morbosa.

Tengo que salir de aquí ya, mañana te veré, aunque solo sea una hora estaré contigo y podré dejar de imaginarte.

chambeando 🙈🙈🙈

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