11
En una hermosa tarde de sábado, el profesor se encontraba tomando una taza de té en el salón de su casa. Leyendo su novela y rodeado de sus perros.
El más pequeño de ellos se había tumbado en su regazo y se había quedado dormido. Se notaba porque de vez en cuando se despertaba asustado por el ruído de sus propios ronquidos.
Sonó el teléfono y Minho respondió de forma despreocupada.
―Dígame.
―¡¡¡MINHO!!! ¡¡¡AMIGO!!! ―Hyunjin lloraba desconsolado desde el otro lado de la línea.
―¿Qué pasa Hyunjin? ―suspiró el profesor.
―TENEMOS QUE QUEDAR ESTA NOCHE, SOLO TÚ Y YO. DOS HOMBRES CONTÁNDOSE SUS PENAS.
―Estoy ocupado. ―Minho se dispuso a colgar.
―NO ME DEJES, TE NECESITO MI QUERIDO AMIGO.
―Ah... está bien. ¿A qué hora?
―¡¡¡THANK YOU MAI FRENDO!!! SABÍA QUE PODÍA CONTAR CONTIGO. ESTOY TAAAAAAN TRIIIISTEEEE, BEBERÉ HASTA MORIR.
―Ya, ya...
Minho solo quería pasar una tarde tranquila, deprimiéndose en su soledad mientras se consolaba leyendo historias de amor más trágicas que la suya.
Ya estaba acostumbrado a que Hyunjin lo llamara de esa forma. Tendía a exagerar mucho las cosas. Aunque es verdad que hacía ya tiempo que no lo hacía.
Seguro que quiere hablar porque Felix cortó con él. Minho se sentía culpable por no experimentar pena por su amigo, Felix no le caía mal, pero tampoco eran amigos del alma. Si tenían que terminar no se iba a poner a llorar por ello.
En cuanto Minho apareció delante de Hyunjin en el bar, éste se le abalanzó con la cara toda mojada por las lágrimas, apretándolo como a un tubo de pasta de dientes.
Cuando logró apartarlo y tranquilizarlo lo suficiente como para que se entendieran sus palabras, pudieron empezar la conversación.
―¿Qué ha pasado? ¿Tan grave es?
―Felix canceló nuestra cita de hoy... PARA VER A UN AMIGO ―Hyunjin enterró la cabeza entre sus brazos y volvió a llorar.
―¿Y esa es la desgracia?
―Había preparado una cita muy especial... y mi pollito prefirió irse con él...
―¿Habéis roto?
―CLARO QUE NO... Cuando me lo dijo yo simplemente respondí "claro cariño, pásalo bien". ¡QUÉ ESTÚPIDO SOY! ―volvió el llanto.
―Bueno, no es para tanto, si él dice que es su amigo, deberías confiar en él.
―¡TÚ! ―Hyunjin ahora lo señalaba con el dedo ―Tu amigo es su amigo, HAZ ALGO.
―¿Qué amigo? ¿Qué dices?
―El blaquito con cabello un poco largo al que llevé el otro día a casa. ÉSE ES SU AMIGO.
Minho no pudo evitar la expresión de sorpresa de su rostro. Se quedó con los ojos como platos y el corazón empezó a acelerarsele.
Felix conoce a Jisung... Es mi fin... Si antes existía una mínima posibilidad de que nuestros destinos se encontrasen, ahora, aunque eso pase, él no se juntaría conmigo. A saber qué clase de barbaridades le habrá contado ese loco. Él tiene muy mala imagen de mi persona.
Se echó las manos a la cabeza y se deprimió junto a su amigo.
―¿Una copa amigo? ―le dijo Hyunjin.
―No voy a beber esta noche, ¿quién te cargará a casa luego?
Hyunjin siguió bebiendo y Minho pensó que empezar a fumar no sería tan malo en estas circunstancias.
―Felix me dijo que su amigo era gay... pero, ¿cómo puedo estar seguro de sus palabras?
―Quién sabe...
Aunque eso fuera cierto, ya daba igual. Ese hombre pondría a Minho por los suelos si se le ocurría mencionarle. Cosa que seguramente pasaría.
―Tenía mesa reservada en su restaurante favorito, y había comprado champán. Mi cama está cubierta con pétalos de rosa... porque hoy íbamos a tener una noche de pasión desenfrenada hasta el amanecer y yo iba a hacerle...
―No me cuentes los detalles, por favor.
―Iba a ser una gran sorpresa...
―¿Una sorpresa?
―Si...
―Entonces él no sabía lo que tenías preparado.
―No...
―¿Hoy, tenías una especie de aniversario o algo así?
―No...
―Así que tú planeaste todo esto a escondidas, y él piensa que es una quedada normal.
―¿Si?
Minho suspira.
―¿Entiendes a dónde quiero llegar?
―Él no sabía que era una noche especial... ¡PUES CLARO!
―Claro...
―Él pensaba que íbamos a pasear por el parque.
―Pasear de noche por el parque, normal que quisiera pasar de eso.
―¡OH GRACIAS MI QUERIDO AMIGO! Me sumí yo solo en la amargura y le eché las culpas a mi amado. SOY DE LO PEOR.
―No llores ahora por eso...
―Tienes razón, debemos celebrar que se trata solo de un malentendido, ¡CAMARERO!
Fue difícil separar a su amigo del brazo del camarero y poder salir de allí sin que viniera antes la policía, pero por fin llevó a cabo su buena acción del día, o más bien, de la noche, porque ya era muy tarde.
Estaba cansado y no le apetecía nada conducir a esas horas, así que tendría que pasarse por su apartamento para dormir, menos mal que disuadió a Hyunjin de la idea de dormir juntos, se le habría pegado como un koala a un eucalipto durante toda la noche.
Felix podrá decirle lo que quiera, debo luchar aunque solo sea por resolver la terrible curiosidad que llevo dentro. Nunca nadie había despertado tal interés por mi parte, he llegado a un punto de no retorno, no puedo olvidarme de él tan fácilmente.
Está decidido, ahora que sé que hay posibilidades de que te pueda gustar, te buscaré y te perseguiré hasta alcanzarte. Aunque pienses que soy un psicópata, pero... Tengo que resolver qué significa esto que siento por ti.
Se apartó el pelo de la cara y levantó la mirada. Las calles estaban solitarias, esa zona no era muy transitada, por eso le gustaba. Pasear a esas horas por esas calles podía ser peligroso, pero no para él. Cuando lo pensaba sentía lástima del pobre vándalo que se atreviera a atracarlo.
A los 18 lo intentaron una vez. Eran dos hombres de su misma altura, con un cuchillo cada uno. Tuvieron la desgracias de toparse con él justo cuando terminaba un entrenamiento con armas.
Los hombres le dijeron al joven que les diera su móvil y su cartera, amenazándolo con palabrotas y apuntándolo con un cuchillo dudosamente afilado. Podía recordar que estaban realmente ansiosos, un ansia que siempre jugaba a favor del más experto.
Un joven y atlético Minho dejó su bolsa en el suelo y procedió a introducir la mano para sacar lo que los asaltantes demandaban.
Cuál fue su sorpresa, cuando de un rápido movimiento el chico sacó un enorme cuchillo de la bolsa y la blandió con rápidez ante sus narices.
Seguro que el corazón se les había parado en ese momento y vieron quien llevaba ventaja, aun siendo dos. Ambos corrieron al instante sin ningún reparo, huyendo del loco de el gigantesco cuchillo y comprendieron que nunca, nunca, se debe atracar a alguien que acaba de salir de un gimnasio.
En ocasiones a Minho se le venía a la mente esa anécdota. Es como cuando te dicen que no les tengas miedo a los animales, porque ellos te tienen más miedo a ti. En aquella ocasión solo tuvo que sacar el cuchillo para que esas personas huyeran como gallinas asustadas.
Esa fue la primera ocasión que tuvo para emplear todo lo aprendido para defenderse, pero al final resultó ser una decepción. Tenía ganas de patearles el culo y darles su merecido, pero ellos fueron más rápidos escapándose.
Se peleó muchas veces en el instituto para defender a Hyunjin de los abusones, pero una situación de emergencia no era lo mismo que pegarles a unos críos.
Escuchó unos pasos de lejos, no estaba solo al fin y al cabo, y aun conservaba su buen oído. Miró por curiosidad buscando a la persona que caminaba a estas horas por ahí. Y lo vió. O creyó verlo.
La silueta del hombre que ansiaba encontrar pasaba por la calle del fondo. Minho avanzó para dirigirse hacia él, pero luego se detuvo. Otra silueta pasó justo después de la del chico. Algo le olía muy mal.
La forma de caminar de ambos era muy diferente, Minho pudo percibir las terribles intenciones que podía tener el de atrás. Fuese Jisung o no, ahí iba a pasar algo y no podía quedarse de brazos cruzados.
Corrió calle abajo hasta el punto donde los había visto, pero ya habían desaparecido.
¿Dónde están? Esta calle es larga, han tenido que meterse en un callejón, porque sino podría verlos.
Escuchó a alguien hablar, era un voz ronca y grave, procedía seguramente de un poco más adelante. El profesor caminó rápido sin hacer ruido mirando a ambos lados de la calle, hasta que los encontró.
Era un callejón sin salida y sin nada de luz, un lugar de película perfecto para cometer crímenes. Vio la espalda de un hombre muy grande encorvada sobre otra persona. Era el momento perfecto para patearle el culo a alguien.
―¿Qués estás haciendo? ―la intención del profesor era llamar su anteción, quizás el tipo saldría correindo al ver que había testigos.
―¡Pírate, esto no va contigo! ―le respondió el hombre. Se notaba que estaba borracho, por la voz y por el terrible olor que le llegaba aun a esa distancia.
Le extrañó que la supuesta víctima no pidiera auxilio, pero al fijarse mejor se dio cuenta de la situación. Del bolsillo de aquel enorme hombre sobresalía una cartera mal puesta. La posición en la que se encontraba no dejaba ver las manos, pero era evidente que estaba amenazando a la otra persona con algún tipo de cuchillo.
Si, se iba a divertir mucho golpeando a ese hombre.
Minho se acercó tranquilamente y llamó al mastodonte con unos golpecitos en su hombro, éste giró la cara, tan inocentemente, para recibir un puñetazo en la mandíbula y volar hasta el suelo.
Ahora pudo ver que efectivamente, la víctima era su preciado Jisung, que temblaba mientras observaba el cuerpo tendido de su atacante con un gran miedo en sus ojos. Pero Minho no perdió la calma, se tranquilizó aun más si cabe.
Ya estoy aquí.
Si hubiese sido alguien más pequeño ese puñetazo hubiera bastado para dejarlo inconsciente, pero el hombre aun se revolvía en el suelo. Esta vez no tenía su katana, así que no sería justo que él conservara esa navaja.
El profesor se agachó y le quitó el cuchillo de la mano.
―Estas cosas no debería usarlas cualquiera, son armas peligrosas.
―¡Maldito! ¡Dame eso hijo de puta!
El hombre aun tenía energías. Energía física y no mental, ya que avanzó hacia él con el puño de frente. Lo más básico que te enseñan siempre en cualquier arte marcial es a contraacar frente a alguien que te viene de frente. Era algo tan simple.
Con una mano desvió el puñetazo y con un pie le puso la zancadilla al mismo tiempo que se colocaba en su espalda y sujetaba sus brazos para evitar que se hiciera daño al caer, una costumbre de los entrenamientos.
―¡Suéltame hijo de perra!
Es sorprendente que aun tuviera tiempo para gritar y no para correr. El alcohol realmente te hace hacer estupideces.
Minho no perdió el tiempo y sacó la cartera de Jisung de sus bolsillos.
―Creo que esto no es tuyo.
El hombre se revolvía, tenía ganas de pelea, y el profesor se la iba a dar. Así que se levantó para dejar que intentara asestarle algún golpe. La intención es lo que cuenta.
Pero aquel grandullón no aprendía, volvió a intentar dar el mismo puñetazo de antes. Si iba a hacer lo mismo todo el tiempo, no iba a ser nada divertido para el sensei. Esa pelea no tenía sentido, había demasiada desigualdad entre los dos.
La mejor forma de acabar con un borracho es un golpe seco y directo a la boca del estómago. Eso fue lo que hizo, apartándose para evitar que algo del vómito del hombre le salpicara. Estaba claro que no volvería a intentar meterse con él de nuevo, si aun le quedaba alguna neurona sana.
Ahora Minho estiró sus dedos comprobando que no estuvieran manchados y a la vez vislumbro la cara aterrorizada del joven moreno. Entonces su calma se convirtió en ira, y notó cómo la sangre le hervía en las sienes.
―Márchate. Porque si no acabaré matándote. ―se lo dijo sin mirarle, ya que pensamientos de lo que podría haber pasado en ese callejón si el no llega a actuar pasaron por su mente. Ahora deseaba ser un criminal sin escrúpulos y poder hundir sus puños en la cara de aquel hombre.
Se le pasaron por la cabeza todas las atrocidades que ese ser podría haberle hecho a Jisung. El hombre se fue como pudo, aun le quedaban fuerzas para insultarle, pero Minho ya no podía oírlas. Tan solo trataba de recobrar la calma.
Sentía algo de culpabilidad por haberse sentido tan bien al vencer a aquel sujeto. El disfrutó esos segundos, mientras el chico sufría mirando la escena desde un lado.
Dejó de apretar sus puños para tenderle la mano con la cartera al joven, que lo observaba con los ojos como platos. Estaba algo colorado, temblaba mucho, pero se notaba que sentía alivio.
―Ten, esto es suyo, ¿se encuentra bien? ―el profesor se lo dijo con una sonrisa para tratar de aliviar el temor del hombre.
―S-si... gracias.
―Menos mal que estaba cerca.
Jisung no respondió, no sonreía como siempre, obviamente. Acababa de pasar por una experiencia que habría traumatizado a cualquiera.
Lo acompañó hasta la calle principal, donde sí había luz. Jisung estaba muy tenso, muy rígido y con el ceño fruncido de preocupación.
Si no llego a estar aquí... Ay... no lo pienses más... No pudiste hacer nada ¿verdad Jisung? Tenías miedo. ¡Será posible! Tendrías que saber defenderte, estás fuerte y no lo explotas bien. Tienes que venir a mis clases, yo te puedo ayudar, no puedo dejar que te vuelvan a hacer daño.
―Ha debido pasar un mal rato, será mejor que le acompañe a casa, ¿le parece bien?
―Cl-claro.
No puedo soportar verlo así... Tengo que intentar distraerlo de alguna manera.
―¿Puedo preguntarle algo?
―Si, claro.
―¿Por qué ha devuelto la tarjeta? Era un regalo.
―Ah... eso... es porque es demasiado, me sentiría mal aceptándola.
Eres tan bueno y considerado que creo que podría llorar ahora mismo. Ya se debe sentir horriblemente mal, no la cagues Minho.
―La tarjeta solo será válida durante un año, después de eso tendrá que apuntarse como cualquier otro. Considérelo como un periodo de prueba si lo prefiere.
Es una pequeña mentira, no tiene por qué enterarse.
―Antes solía ir al gimnasio, pero ahora prefiero salir a correr y de vez en cuando hacer pesas en casa.
Se nota que haces pesas.
―Las clases que ofrecemos pueden ser muy entretenidas, quizás alguna le llame la atención, ¿no le gustó la clase de ninjutsu?
―Me impresionó mucho, pero soy muy torpe con esas cosas, ya ve que con un pequeño hoyo en el camino me hice un esguince.
―Si viniera a mi clase no dejaría que se lesionase tan fácilmente.
¿Se le han puesto las orejas rojas o es mi imaginación? Puede que me haya malinterpretado, no iba con segundas esa frase...
―No son las lesiones lo que me preocupa, es que tiendo a hacer el ridículo cuando soy inexperto en algo.
―Nadie nace aprendido, eso es totalmente normal.
―Si fuera un niño no me importaría, pero un adulto rodeado de niños y adolescentes...
―Entiendo, sin embargo, le propongo una solución.
―Le escucho.
―Podría darle clases individuales. Yo estoy acostumbrado a entrenar tanto a principiantes como a expertos, así que no me importaría enseñarle desde lo básico.
―Eso si que sería demasiado.
―¡Para nada! Me vendría bien tener una clase relajada, sin tanta gente y avanzaríamos muy rápido y en poco tiempo ya no le importará unirse a una clase normal.
―Pues es que...
―No puede negarse, ya me ha rechazado un regalo, no me rechace como profesor también. ¿Acaso no le gusta cómo enseño?
―No, no, me parece que sabe dar bien su clase.
―¡Perfecto entonces! ¿Qué le parece los miércoles? La hora la pone usted.
―Los miércoles... el miércoles tengo que estar en el colegio hasta las seis, así que... solo podría ir a partir de las siete.
―¡Pues a partir de las siete lo esperaré donde usted ya sabe!
―Está bien. ―por fin se había disipado esa cara de terror que tenía el castaño. Por fin podía volver a ver esa expresión tierna y dulce, tan sencilla y llena de humildad que tenía encandilado al profesor.
―No es fácil de convencer usted.
―Soy más fácil de lo que se imagina. ―La expresión que puso el chico lo dijo todo. Se sentía avergonzado porque esa frase podía interpretarse de muchas formas.
No me tientes Jisung, que me vengo arriba.
Después de caminar un largo rato, el maestro se detuvo en el portal de un edificio. Ese era el lugar donde vivía, por fin lo conocía.
―¿Seguro que está bien? ¿Necesita algo? ―Minho estaba siendo muy educado, iba con pies de plomo porque no sabía cómo actuar delante de Jisung, ese hombre le bajaba todas las defensas.
―Usted ya ha hecho bastante, no sé cómo podría agradecérselo, me ha salvado...
―No tiene que darme las gracias, me conformo con que acepte que sea su profesor.
―De verdad que yo... no quiero molestarle...
―Ya le dije que no me molesta, me molestaría si no hubiese aceptado mi oferta.
―Entonces... el miércoles sobre las siete... Mejor siete y media, ¿está bien así?
Por mi te daba clase de las siete de la mañana a las siete de la noche.
―Por supuesto, nos vemos la semana que viene, hasta entonces, Jisung.
―Hasta el miércoles, profesor Minho. ―al fin le sonreía, y el profesor le devolvió la sonrisa.
¿Profesor Minho?
El chico abrió la puerta y se adentró en el edificio hasta perderse en el ascensor.
Se había quedado petrificado con la despedida de su nuevo alumno. Le había gustado más de lo normal que él lo llamase así. Nunca había sentido tal emoción. Todos los días lo llamaban así, incluso alguna novia que tuvo lo había llamado así, pero nunca se le aceleró tanto el corazón al escucharlo.
Se lo dijo con una sonrisa en la cara, mientras se despedían. Ojalá se lo dijera para darle la bienvenida. Pensó en su casa, con sus perros y ese hombre en el sofá con ellos leyendo algún libro y saludándolo de la misma forma: ―Bienvenido, Profesor Minho.
Se miró los pies y comenzó a reirse.
¿En qué estás pensando Minho? Ahora sí que se te ha ido la cabeza. Estás completamente loco.
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