01

Minho se dirigía al gimnasio para dar sus clases. A sus 22 años impartía defensa personal y llevaba un negocio con sus mejores amigos. Habían abierto el local cuatro años atrás y no les iba nada mal.

Sus clases eran las más demandadas. Estaban saturadas y cada día llegaba más gente para apuntarse.

Al llegar, caminó por los pasillos sin apartar la vista de uno de sus libros que llevaba en la mano.

―Buenas tardes señoritas.

―¡Buenas tardes profesor! ―gritaron sus alumnas cuando el maestro las saludó al entrar.

Todas eran mujeres de distintas edades. Cada clase era de 25 personas y cada tarde eran cuatro otras de clases.

―Podéis empezar con los estiramientos y luego seguiremos practicando las técnicas de ayer.

Las mujeres ya conocían lo que hacer y se pusieron a ello.

―Ay... profesor Lee... no estoy segura de si estoy haciendo este estiramiento bien, ¿podría ayudarme?

Minho le echó una mirada mientras guardaba su libro en la bolsa de deportes.

―Lo está haciendo bien, no se preocupe.

La mujer continuó con una expresión de decepción en su rostro.

―¡Profesor Lee! Creo que me he hecho daño en el muslo derecho...

El nombrado miró desde su posición a esa otra mujer.

―Oh, si es así es mejor que abandone la clase y vaya a ver a su médico o a su fisioterapeuta, yo de esas cosas no sé mucho.

―Ah... no profesor, creo que al final no es nada.

Después de guardar apropiadamente su preciada literatura, Minho se colocó delante de todas a estirarse él también un poco. Ninguna de las mujeres le quitaba la vista de encima.

De pronto, una mujer entró algo apurada en la sala, con un café en la mano y se acercó al maestro.

―Discúlpeme profesor, creo que llego algo tarde.

―No pasa nada, pero aquí no se pueden traer bebidas.

―Lo siento mucho de verdad, ahora mismo lo tiro.

La mujer estaba tan alterada que al darse la vuelta tropezó y Minho la sujetó, con la mala pata de que todo el café se le derramó sobre él.

―¡Cuánto lo siento! Es culpa mía, deje que lo limpie.

―No, está bien.

Minho se apartó de la señorita y se quitó la empapada camiseta. Toda la sala se quedó en silencio. Muchos rostros se tornaron rojos.

El maestro se acercó a su bolsa y sacó una toalla para limpiarse. Después se puso una camiseta de repuesto y volvió al centro de la sala a continuar con la clase como si nada hubiese pasado.

Durante ese tiempo no se percató de la enorme pausa que se había creado. Todas se habían quedado petrificadas admirando el joven cuerpo de su profesor.

El resto de la clase prosiguió como de costumbre, y todas las de la tarde también.

Al salir había alguien esperándolo.

―Sales pronto hoy.

―Supongo que si.

―¿Te apetece que vayamos a mi casa?

―Mmmh... si, claro.

―Puedes quedarte de dormir si quieres.

Los dos se fueron caminando, la casa a la que iban no estaba muy lejos, pero aun así era peligroso ir por las calles a esas horas de la noche.

Cenaron juntos la comida que había traído su acompañante cuando fue a recogerle. No hablaron mucho, y justo después se fueron a la cama.

A la mañana siguiente Minho se despertó solo en esa cama. No había nadie a su lado. Rosé solía levantarse muy temprano y él nunca la había visto dormida.

Llevaban saliendo casi un año. Ella era una buena chica, guapa, inteligente, sencilla. Era poco habladora y muy seria con su trabajo. Trabajaba en una farmacéutica, pero a Minho nunca le quedó claro cuál era su puesto exactamente.

Solían tener conversaciones muy comunes, sobre el tiempo, el trabajo, los amigos. Y todas acababan rápido. Parecía que solo se acostaban para evitar un largo e incómodo silencio.

A Rosé no parecía importarte estar en silencio, pero a Minho con el tiempo empezó a molestarle un poco. Ella nunca se enfadaba con él, siempre le daba la razón, siempre le sonreía.

Ahora que lo pensaba, Minho no recordaba haberla visto reírse, una de esas risas que no puedes evitar y que retumba por toda la sala. No, ella sonreía siempre de forma correcta y disimulada.

A veces parecía una auténtica psicópata. Pero ella era buena, era una chica joven y guapa que no le daba problemas y que lo quería. O al menos eso parecía. Quizás ella sea demasiado adulta para su edad.

Todo iba bien entre ellos, tan solo bien.

Ese día no tenía clases, pero por la tarde él y sus compañeros tenían una reunión. Así que después de volver a su casa a encargarse de sus perros se dirigió a su trabajo.

―¡Minho! Llegas tarde otra vez, nunca fallas. ―le dijo Hyunjin.

―Ah, es que tuve que ayudar a una anciana a llevar sus compras a casa y...

―No cuela amigo.

―Bueno, ¿de qué tenemos que hablar hoy?

―De ti ―dijo Changbin con una sonrisa en el rostro.

―¿De mí? ―Minho estaba confundido.

―¿No te has enterado? ¡Eres famoso, compañero! ―gritó Hyunjin.

―Si, resulta que una de tus preciadas alumnas de los jueves subió un vídeo tuyo en clases. Estabas medio desnudo, y empapado y en el vídeo se ve cómo te secas con una toalla. ―explicó Jisoo.

―No... ―Minho se llevó las manos a la cabeza.

―Voy a decir que, creo que esta es la oportunidad que estábamos esperando.

―¿De qué hablas Hyunjin?

―Ahora que nuestro Minho se ha hecho viral, eso es una gran publicidad para nosotros, sería perfecto para poner en marcha el proyecto de abrir otro gimnasio. Y así empezar con una cadena, en este nos va muy bien, y con ese impulso nos irá mejor.

―Hombre, el nuevo gimnasio está casi acabado, cuando lo terminen podríamos vender este y abrir el nuevo, así ya tendríamos dos. ¿Qué te parece Minho, nos aprovechamos de ti un poco? ―dijo Changbin.

―Tenemos que aprovechar mientras Minho sea viral, si vendemos ahora el gimnasio ganaríamos más y podríamos abrir el nuevo antes y empezar con la apertura del segundo. ―Hyunjin estaba entusiasmado. ― ¿Qué opinas amigo?

―Me da pena vender este... Aquí empezó todo, pero si que es una oportunidad que no se puede desperdiciar.

―¡Así se habla! Esto hay que celebrarlo, ¡salgamos por ahí esta noche!

―Si, si, y mira el vídeo Minho, me lo he descargado en 4K.

―No quiero verlo...

El sábado, Minho fue a casa de Rosé para tomar un café.

―Me alegro mucho por ti, ahora todos seréis hombres de negocios y no solo profesores de artes marciales.

―No te olvides de Jisoo, que de los cuatro ella es la que más controla de números.

―Si... por cierto, hay algo de lo que quería hablar contigo.

―Dime.

―Hace más de un año que salimos juntos.

―¿Más de un año?

―Si, ayer me di cuenta de que nuestro aniversario fue el mes pasado. Así que estaba pensando que quizás era hora de dar otro paso en nuestra relación.

―Un paso más...

―Si, pienso que deberíamos vivir juntos.

―Oh...

―Podríamos vivir en este piso, aunque no podrías traerte a tus perros, ya sabes que les tengo alergia.

―Si...

¿Vivir juntos? ¿Pasar todos los días en esta casa, todos los días igual, sin emoción, sin chispa, haciendo el amor cada vez que la situación se vuelve inaguantable?

¿Y luego qué? Terminaríamos casándonos solamente porque estamos "bien". Es verdad que estoy bien, no tengo problemas, con ella estoy en paz. Con demasiada paz.

Me levanto por las mañanas y ni siquiera puedo verla dormir y apartarle el pelo de la cara... Nunca se ha levantado después que yo. Ni siquiera quiere que nos duchemos juntos o que lo hagamos en el salón.

Realmente... con ella... no siento nada... toda nuestra relación ha sido una línea recta. ¿Qué estoy haciendo? Estoy siendo un egoísta, no puedo estar así para siempre, ella puede conocer a alguien que la comprenda.

¿Qué he hecho todo este tiempo?

―Bueno, creo que mañana podría ayudarte con la mudanza. Entre nuestros dos coches deberíamos ser capaces de⁓

―Rosé...

―¿Qué ocurre?

―Creo que deberíamos dejarlo.

―Ah... ¿es porque te lo he pedido muy de repente?

―No, es solo que... No quiero seguir contigo.

―¿Es por tus perros?

―No Rosé, simplemente pienso que lo nuestro no tiene futuro, no me veo pasando el resto de mi vida contigo.

―Bueno... supongo que te entiendo.

―Debería irme.

―Está bien.

Minho se levantó y se fue a su casa. Rosé no hizo nada por detenerlo, había sido la ruptura más seca de la historia. Ni un grito, ni un enfado, ni pasión ni nada.

Ni se habían acordado de su aniversario, un año juntos, un año de aburrimiento juntos. Y por fin se había acabado. Minho más que sentirse dolido, se sentía libre.

Ahora era de noche, estaba en el jardín con sus perros cuando recibió varios mensajes seguidos en su teléfono.

Hola Minho, soy Taeyang, ¿me recuerdas?

Tenía que pedirte un favor muy grande.

Dentro de dos semanas tengo una competición muy importante.

Tú eres el mejor que conozco en ninjutsu.

Así que quería saber si podrías ayudarme a entrenar para ese día.

Si tienes tiempo claro.

Minho había sido el crush de Taeyang cuando aun estaban en el instituto. Al parecer había continuado con el ninjutsu, no era una de las artes marciales más populares, pero era la pasión del sensei.

Las clases de defensa personal no eran lo suyo y mucho menos con tal cantidad de alumnos, o más bien alumnas, alumnas que eran excesivamente torpes en su presencia. Todas las clases eran agotadoras.

De vez en cuando practicaba ninjutsu él solo para no perder el ritmo, y pensó sería perfecto volver a entrenar con alguien más. Así que respondió a la propuesta.

Cuenta conmigo.

Holaa!!! Después de un año por fin les traigo la segunda parte de profesores, si es que no entienden de lo que se refiere, básicamente es la misma versión de la historia pero desde el punto de vista de Minho.

Espero que les guste 💗💗💗

Vuelvo a agradecer a Newcastlevania por dejar adaptar esta historia 💗💗

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