Capitulo 32
Pasaron un par de meses. En ese tiempo Jisung decidió contestarle a los mensajes a Felix, pero nunca volvieron a hablar del tema de la ruptura ni de Minho.
Se había distanciado de sus compañeros de trabajo y su relación con sus nuevos alumnos no era tan buena como con los del año anterior.
Los días que antes pasaban lentamente, ahora parecían no durar nada. Jisung cumplía con su rutina diaria como un robot.
Ir al trabajo, hablar con los padres, preparar ejercicios, corregir exámenes, hacer la compra, preparar la comida, y dormirse con la televisión encendida.
No podía permitirse un momento en el que su mente se pusiera a pensar por sí sola. Si la dejaba irse volverían los llantos y la angustia.
El dolor de su pecho aun no había desaparecido, pero después de un tiempo logró acostumbrarse a él.
Esta última semana había decidido volver a salir a correr. Con todo lo sucedido se había abandonado un poco. Volvía a tener agujetas y el dolor de sus músculos le hacía olvidar el del corazón.
Antes de eso no salía de su casa si no era estrictamente necesario. Sus colegas de trabajo le insistían en que los acompañara cada fin de semana, pero siempre obtenían la misma respuesta.
Llegó un punto en que desistieron de preguntar y tan solo lo miraban con culpa y lástima.
Felix tampoco insistía, y eso era raro. Pero se dio cuenta de que algo grave había pasado y que necesitaba tiempo de verdad.
Ese fin de semana se encontraba en el parque, corriendo temprano por la mañana, cuando una voz lo llamó desde lejos.
―¡Ji-Jisung!
El profesor se giró para ver de quién se trataba, esa voz le resultaba familiar.
―Jisung... ah, ah... si que corres rápido... dame un segundo...
Era Taeyang, iba en chándal, y parecía que también estaba haciendo deporte.
―Hola Taeyang, cuánto tiempo.
―Si verdad. Bueno... ¿cómo estás? Hace mucho que no sé nada de ti.
―Estoy bien. ¿Y tú?
―Bueno, ya me ves, entrenando un poco. Ahora que tengo que sustituir a Minho tengo que volver a estar en plena forma.
―¿Le sustituyes?
―Ah, claro, no lo sabes. Minho se fue hace un mes a Estados Unidos. No sabe cuándo va a volver, así que mientras no encuentran otro profesor adecuado, yo hago de su sustituto en el gimnasio.
―¿Se... ha ido?
―Eso parece, y bastante lejos.
―Si...
―Pero no te preocupes hombre. Oye, había pensado que quizás podríamos ir a tomar algo más tarde, para ponernos al día y eso.
―Lo siento, estoy algo ocupado hoy.
―Ah, bueno... en ese caso mándame un mensaje cuando estés libre.
―Si...
Se despidieron y Jisung se fue corriendo. Corría cada vez más y más rápido, hasta llegar al punto en el que sus pies apenas tocaban el suelo.
Llegó hasta el rincón más alejado del parque y se apoyó contra un árbol.
―¡Por qué...! ¡Por qué, por qué, por qué! ¡Maldita sea! ¿Por qué sigue doliendo tanto...?
Jisung golpeó el tronco del árbol hasta hacerse sangre en los nudillos y luego se dejó caer sobre la hierba cubriéndose la cara con las manos, mientras ahogaba un profundo llanto.
Los recuerdos de su anterior vida volvían a inundar su mente. Y dolía, esa angustia había vuelto. No podía permitirse volver a sentir tanto dolor.
Llegó a casa y envió un mensaje a sus compañeros. Esa noche se apuntaba a lo que fuera. El alcohol le haría olvidar sus emociones, aunque solo fuera por una noche.
Minho ya había decidido alejarse de él e iniciar una nueva vida. Él tenía la suerte de poder hacer lo que quisiera. A estas alturas puede que ya estuviera con otra persona.
No... la imagen de Minho abrazando a otro que no fuera él le revolvía más el estómago. Tenía que salir desesperadamente, si se quedaba en casa esa noche, probablemente tendría que comprar muebles nuevos.
Sus compañeros spamearon el grupo con mensajes efusivos. Por fin había pasado. Esa noche se lo harían pasar muy bien, esa recuperación tenía que celebrarse a lo grande.
No fueron al bar de siempre, aquel donde había visto por primera vez a Minho. Sus compañeros se dieron cuenta de que eso no sería conveniente. Todos estaban enterados de lo de su relación fallida.
Todos los asientos eran sillones, había mucha gente y sus amigos no dejaban que se le vaciara la copa en ningún momento.
Todos charlaban, hacían bromas, bebían y reían.
―¡Cuánto me alegro de que por fin hayas vuelto a salir con nosotros! ―gritó Young.
―Eso, eso, te echábamos de menos. Esta noche no te vas a ir hasta que amanezca. ―le siguió Sunoo.
―Un momento chicos... ¿esa de ahí no es Megumi?
―¿Quién es Megumi?
―La madre loca, con la que... bueno... ya sabes.
―Aaaah, dices esa que te tiraste.
―¡Oye! Creo que no fui el único.
―Yo solo me enrollé con ella, no llegamos a más.
―Pues yo solo espero que no se entere de que estamos aquí... qué vergüenza...
―Parece que vino con algunas amigas, no creo que se nos acerque.
―Pues quizás no estaría mal que se nos unieran.
―¿Estás mal de la cabeza Young? Esa mujer está como una cabra, tiene ojos de loca.
―Si, si, lo sé, pero no sabemos cómo son sus amigas. Oye Jisung, ¿a ti no se te tiró encima una vez? ¿Qué pasó entonces?
―No pasó nada. ―respondió Jisung.
―Vaya, vaya, ya se te está yendo la voz, creo que deberías dejar de beber un rato. ―dijo Young mientras le apartaba la copa de la mano.
―Voy al baño.
―Espera, si quieres te acompaño para que no te caigas por el camino.
―No estoy tan mal, no soy un bebé, puedo caminar yo solo. ―le espetó Jisung.
Mientras descargaba todo el líquido que había ingerido en las últimas horas, recordó aquel momento en otro baño, donde había salido por primera vez con Minho.
Ese embarazoso momento en el que aun no había confianza suficiente entre ellos. El momento en el que se dio cuenta de que aquel hombre era un auténtico pervertido, cuando lo pilló mirándole la entrepierna.
Ese baño en el que estaba se parecía mucho a aquel. En realidad, todos los servicios de los locales se parecían.
Cerró los ojos y se lo imaginó de nuevo, junto a él. Con aquella sonrisa y aquellos ojos burlones.
El alcohol en su cuerpo hacía que sintiera calor, y que su imaginación fuera aun más realista. Sí que había bebido demasiado. Era incomprensible que hubiera llegado solo al baño.
Casi podía sentir como unas manos le rodeaban en un abrazo cálido. Y unas palabras se susurraron en su oído.
Te he echado de menos.
―Y yo a ti.
Jisung abrazó esos brazos, que enseguida lo giraron para besarle. Cerró los ojos para continuar el beso y la puerta de uno de los retretes se abrió para que entraran dentro.
Jisung se sentó en la tapa del váter y un cuerpo se le colocó a horcajadas sobre el suyo. Abrió levemente los ojos y distinguió una figura ante él. Estaba borrosa.
―¿E-eres tú M-Mi...?
―Si cariño, ya estoy aquí.
Ahora Jisung abrazó a esa figura con más fuerza y el beso se tornó más intenso. La persona se bajó y comenzó a bajarle la bragueta del pantalón.
―Te voy a hacer sentir bien, y luego tú me harás sentir bien a mi.
La cabeza le daba vueltas. Todo se movía a su alrededor. Miró hacia abajo y vio una cara conocida y un pelo oscuro. No era él. No era su pelo. No era su cara.
Jisung empujó a esa persona contra la puerta del baño y se colocó bien los pantalones como pudo.
―¡¿Pero qué haces?! ―gritó la mujer, era una mujer.
―L-lo siento, me voy.
Jisung salió corriendo de los servicios mientras la mujer aun seguía sentada en el suelo del empujón.
―¡Me las vas a pagar, maldito profesorucho de mierda! ¡Nadie me deja tirada de esta manera!
El maestro corrió y se fue del bar antes de que sus compañeros pudieran hacer algo al respecto. Tuvo la suerte de que justo en ese momento apareció un taxi y lo llevó a casa.
Soy un estúpido... estoy muy borracho... esa mujer era Megumi la loca... espero no tener problemas por culpa de esto... aaah... creo que vomitaré al llegar a casa.
¿Cómo pude confundirla con él? Ella no era cómo él de ninguna forma, pero... Por un momento, volví a ser feliz.
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