Capítulo 16
Jisung se levantó temprano, no tan temprano como por la semana, pero si lo suficiente como para no encontrarse a demasiada gente por el parque, al que solía ir a correr los sábados por la mañana.
Llevaba media hora de maratón, esquivó el bache que le había lesionado en el pasado, ahora no volvería a pillarlo. Entonces a lo lejos divisó a una persona rodeada de muchos perros. Iba caminando en la dirección apuesta a él, no podía verle la cara porque iba leyendo un libro, pero era un hombre alto y todos los perros tenían las correas atadas a su cinturón, eso le permitía llevar una mano en el bolsillo y sujetar el libro con la otra.
Buen invento.
Estaban a unos cinco metros de distancia cuando el perro más grande del chico salió corriendo directo hacia el maestro. Se paró de golpe cuando vio lo que se le venía encima, un enorme bulldog.
El perro le saltó encima, pero no lo tiró a la primera, sino que empezó a lamerle y a buscar atención. Jisung rio y acarició al perro, que se emocionó empujando más al castaño, quién tropezó con un bordillo cayendo bocarriba en la hierba del parque.
― ¡Buru, ven! ―gritó su dueño. El maestro aprovechó para ponerse de pie y sacudirse la ropa, el perro obedeció y Minho volvió a atar la correa en su sitio original ― No se preocupe, están bien entrenados.
―Pues este casi me come a lametazos. ¿Son todos suyos?
―Si, es una sorpresa verlo por aquí.
―Yo vengo prácticamente todos los sábados, la sorpresa es verlo a usted ―ambos sonrieron y se quedaron unos segundos en silencio ―creo que le había dicho que le debo una comida ―aprovechó Jisung.
―Cierto.
―Podemos ir ahora si quiere.
―Son las diez de la mañana.
―Ah, cierto, qué fallo ―el maestro se rascó su cicatriz mientras sus mejillas se sonrojaban ―entonces podría invitarle a desayunar y ya comeremos otro día.
―¿Va a ir así?
―¿Así? ―Jisung se miró la ropa, estaba lleno de barro y huellas de perro. Minho esbozó una sonrisa burlona ―creo que debería ir a cambiarme primero.
―Eso pensaba.
―En ese caso...
―Tengo un piso cerca de aquí, podría prestarle algo de ropa.
¿Me ha invitado a su piso? Su piso, su apartamento, su casa, su hogar. Me quiere prestar su ropa, la ropa de Minho. Di que sí, di que sí.
―Oh... no creo que su ropa me sirva. Será mejor que vaya a mi casa a cambiarme y quedamos luego, para comer, claro.
―Si, dejaré a los perros y podemos quedar aquí a la una.
―Perfecto.
―Elijo yo el sitio.
―Está bien.
Minho se marcha caminando tranquilamente en la otra dirección y Jisung se queda mirándolo mientras lo ve irse.
Cuando el maestro llega a su apartamento se ducha y luego se debate durante una largar hora sobre qué ponerse.
¿Querrá comer en un restaurante elegante? ¿En un bar cutre? ¿Querrá comer por la calle? No tengo nada que valga para todo... por otra parte... si voy demasiado elegante y él normal, se pensará que soy idiota, pero si el va formal y yo con una sudadera se pensará que soy un cutre. Ah... ¿qué hago? ¿Y si me pongo una corbata? No, no, mejor una camisa normal. ¿Camisa? Ah... quiero llorar...
Después de muchos tirones de pelo y mil pruebas de vestuario por fin había encontrado algo que parecía convencerle para ese evento. Sin volver a mirarse en el espejo salió hacia el parque, si volvía a tener dudas no saldría de casa nunca.
Llegó al punto acordado y Minho le esperaba en un banco leyendo su libro con ropa casual, nada elegante para el alivio del maestro. Se saludaron, Minho guardó su libro en un bolsillo y caminaron para salir del parque. Jisung se dejaba guiar por el hyung.
―¿A dónde quiere ir?
―Es una sorpresa.
Siguieron caminando, sin hablar, tampoco era necesario, Jisung se sentía extrañamente cómodo al lado de ese hombre, su corazón palpitaba con fuerza, podría pasarse el día entero caminando en silencio a su lado.
―Llegamos ―el pelimarrón rompió los pensamientos del moreno señalándole un pequeño local con una barra larga con varios taburetes y unas cuatro mesas.
―Un restaurante de ramen.
―Aquí hacen un ramen muy bueno.
Pasaron y Minho se sentó en la barra, a su lado se sentó Jisung. Los atendió una joven que le resultaba algo familiar al maestro.
― ¡Profesor Minho cuánto tiempo! Has venido con Jisung ―ahora la recordaba, era la chica que le habló cuando fue a ver la clase de Minho ―ya creí que nunca te vería por aquí, que sepas que estás invitado, tu parte corre por mi cuenta, a Minho ya lo he invitado otras veces.
―Muchas gracias...
―Hyo-ri, ya te habías olvidado eh.
―Ah yo...
―No pasa nada, te invito igual.
―Jisung va a invitarme al ramen hoy ―dijo Minho.
―Qué suerte que tienes profesor, pues mejor para ti Jisung, así solo pagas un plato.
Los profesores pidieron lo mismo, el especial de la casa. El castaño empezó a comer y no pudo parar, repitió plato.
―¡Es lo mejor que he comido nunca!
―Creí que no habías comido en un año ―se burló Minho.
―Estaba todo buenísimo Hyo-ri, ten por seguro que volveré.
―¡Me alegro mucho! A ver si es verdad.
―No me tienes que invitar a nada, lo pago todo.
―¡De eso nada! El primer plato corre por mi cuenta, ya te lo dije.
Jisung se resignó y pagó la cuenta.
―Tengo que usar el baño ―dijo Jisung.
―Yo también ―dijo Minho mientras se dirigía hacia allí y el maestro lo siguió.
En el baño solo había dos urinarios y Minho ya había ocupado uno de ellos. Al castaño le pareció de mala educación no ponerse en el otro y meterse en uno de los retretes con puerta, temía que pensara que iba hacer aguas mayores y no era así.
El maestro se coloca en el urinario y se baja la bragueta para comenzar a orinar. Dirige su vista al techo para no mirar a donde no debe. La curiosidad lo mata, pero no era del tipo de personas que hacen ese tipo de cosas, él no era ningún pervertido.
Su visión periférica le advierte y por el rabillo del ojo se da cuenta de que Minho sí lo está mirando, exactamente le está mirando su hombría, descaradamente.
―Ejem... parece que hace algo de frío aquí, ¿no, Jisung?
― ¡¿Qué!? ¡N-no la estoy sacando toda!
―Ya... ―Minho esbozó una sonrisa burlona y fue a lavarse las manos.
―¡Solo he sacado la punta! ¡No me hace falta sacarla entera para mear!
―No tienes de qué preocuparte, tu secreto está a salvo.
―¿¡Qué secreto!? Ya te he dicho que no es así.
―No pasa nada Jisung, lo importante no es el tamaño, sino saber usarla.
―¡Que solo saqué la punta te digo!
―¿Te apetece ir al cine?
―¿Qu-qué?
―Hay una película que quiero ver. ¿Te apetece?
―Cl-claro.
―El cine queda un poco lejos, pero como aun falta para la primera sesión podemos ir andando.
―Me parece bien ―respondió el castaño sonrojado mientras terminaba de lavarse las manos.
Caminaban con calma cruzando la ciudad cuando Jisung recibió una llamada.
Mierda, es Felix.
―¿Sí?
―Te has olvidado de mi ¿Verdad? ¿Cuándo pensabas llamarme? ¿A última hora? ¿Tú? Eso no se lo cree nadie. Más te vale tener una buena excusa porque de esta noche no te libras.
―Felix, estoy con alguien.
―¿¡Estás saliendo con alguien!?
―No, no, estoy con un amigo.
―Un amigo ya... ¿quién es? ¿¡No será Minho!?
Jisung se dio la vuelta y tapó el teléfono temiendo que los gritos de su amigo hubieran sido escuchados por su acompañante.
―Felix, hoy no puedo quedar, mañana te llamo.
―Entendido, mensaje recibido, pásalo bien semental.
―Si, si, adiós.
El maestro colgó rápido y volvió a caminar junto a Minho con normalidad.
―Tu amigo grita mucho, si te llama a menudo te quedarás sordo.
―Si, lo sé, es que es muy apasionado.
―Veo que le has hablado de mí ―las orejas del castaño ardieron, en ese momento se podría haber freído un huevo en su cara.
―No, no, solo le dije que me dabas clase.
―Tranquilo, sé que es el novio de Hyunjin. Esa voz no se olvida.
―Oh claro, que tú y Hyunjin sois socios... ¿Y has visto muchas veces a Felix?
―Demasiadas.
―Me imagino que entonces habréis hablado bastante.
―No mucho.
Volvió a hacerse el silencio, pero Jisung ya tenía la fiesta montada en su mente.
Ay no... Si Felix vio a Minho es imposible que mantuviera la boca cerrada. Y encima ahora seguro que él escuchó toda la conversación, maldita sea. ¿Qué pensará de mí? Seguro que me ve como un tonto. Primero lo del baño y ahora esto, estoy quedando fatal.
―Por cierto ―le interrumpió el hyung ―no tenía forma de contactar contigo el otro día y por eso te mandé a Taeyang, espero que no te molestase.
―Oh, no, para nada, debería haberte dejado mi número.
―Si, luego me lo das. ¿Aprendiste algo con Taeyang?
―Algunas cosas, sí.
―¿Es mejor profesor que yo?
―Ni de lejos ―eso había sonado demasiado exagerado, claro que el castaño lo decía por la negligente clase que tuvo. Sin embargo, eso pareció agradar a Minho, que dibujó una sonrisa de oreja a oreja.
Llegaron pronto para la primera sesión, pero compraron las entradas Minho insistió en invitarle porque decía que tenía descuento. Como aun era temprano se fueron a unos recreativos que había en el mismo sitio.
Empezaron jugando al air hockey, el hyung le ganaba por paliza, ese hombre era bueno en todo.
―Ah... ganas otra vez ―suspiró Jisung.
―El perdedor pone la moneda.
―No, quiero probar otro juego, uno que no se te de tan bien.
―Las canastas no se me dan bien.
―Pues esas.
Jisung metió una moneda y realizó los tiros libres en la máquina. Acabó con 72 puntos y le hizo un gesto a Minho en señal de que era su turno. El hombre levantó una ceja y señaló la máquina para que Jisung pusiera otra moneda.
―El perdedor invita.
―Ya, ya.
Sonó la bocina y el hyung empezó a encestar. Ni un jugador profesional lo hubiera hecho tan rápido, no falló un tiro en los dos minutos que duraba el juego. Anotó 220 puntos y se colocó el primero en el marcador seguido de la segunda persona que había logrado 160 puntos. Jisung lo miraba molesto e indignado.
―Dijiste que no se te daban bien
―Han debido cambiar la máquina.
―Mentiroso.
―Bueeeeeeno, ¿qué quieres probar ahora?
―Algo en lo que no me ganes.
―Puedes comprarme palomitas, a eso no te gano.
―Ya...
Pasaron a la sala, Jisung le había comprado un refresco grande y palomitas grandes también. Minho tenía la cara de un niño con un juguete nuevo. Al maestro ya no le importó el incidente del baño, ni la conversación con Felix ni el haber estado perdiendo en las máquinas contra ese mentiroso. Ahora solo sentía calor en su estómago y pensaba en que ese era uno de los mejores días que había tenido en mucho tiempo.
Minho había elegido una película de misterio que enseguida enganchó al profesor, tenía los ojos como platos y se emocionaba con cada vuelta de hoja. El sensei le susurró un par de veces al oído para contarle sus teorías. Pudo sentir su aliento en la oreja y para mejorarlo sus manos se rozaron más de una vez en el cartón de las palomitas. Jisung no podía estar más colorado y más feliz.
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