Capítulo 05
Minho agarró al joven maestro por las costillas y se abalanzó ferozmente sobre él, empujándolo contra la enorme fila de espejos del aula. El espejo se agrietó trás la espalda del castaño, que profirió un pequeño gemido de dolor que enseguida fue disipado cuándo los labios del hyung se abrieron camino a los del castaño.
El peli castaño mantenía cautivo el cuerpo del menor con su propio cuerpo, mientras tanto, sus lenguas se abrían camino la una en la boca del otro. Sus bocas estaban humedas y calientes. Los brazos del menor roderon la cabeza del hyung, para no dejarlo escapar de su profundo beso. Un beso firme, apasionado y salvaje.
Minho deshizo el brazo para agarrar de la nuca a Jisung y tirarlo al suelo bajo él sin dejar de besarlo. Ahora sus manos quedaron libres para meterse bajo la camiseta del castaño y empezar a masajearle el torso por completo. Una de ellas decidió sobar el pantalón, dónde su hombría se había dejado crecer, al igual que la suya.
El joven castaño tenía al hyung encima, loco por su boca, loco por tocarle. Notó como sus pantalones se iban bajando lentamente, mientras una mano caliente se arrastraba por su abdomen. Era inrresistible, un segundo más... si alcanzaba su miembro no podía aguantarse más. Arqueó su espalda por placer, los dedos de Minho estaban a un centímetro de su hombría, un poco más y... un pitido...
Los ojos del castaño se abrieron, ¿dónde estaba? ¿Un sueño?
Mierda... solo era un sueño... menudo sueño... Me estoy volviendo loco... si sigo a este ritmo acabaré mal, muy mal.
El joven miró a su entrepierna, empezaba mal el día. Esos pensamientos no podían continuar en su mente.
Después de una ducha fría y de un rápido desayuno se fue a trabajar como de costumbre. Ahora solo usaba una de las dos muletas que le habían dado al principio, ya estaba mucho mejor y no era necesario llevar las dos, además de que era mucho menos práctico tener ambas manos ocupadas.
Los días pasaron, hasta que por fin en consulta de su médico, éste procedió a comunicarle a su paciente que ya era hora de volver a caminar con normalidad.
—Ahora te toca rehabilitarte, haz ejercicio, pero con moderación. Y ten cuidado con los baches de los caminos, aunque me caigas bien no te quiero volver a ver por aquí Jisung—el doctor se rió y el profesor le siguió, le había tocado un médico con mucho salero, sin duda.
Era miércoles por la tarde y Jisung se encontraba tirado en el escritorio de su apartamento con la tarjeta dorada en las manos.
Ya es hora de qué vaya a devolvérsela, pero no quiero encontrármelo de nuevo, porque sino acabaría apuntándome a su clase y a diez más, seguro. Soy demasiado fácil de convencer... Aún así debo ir y dejar las cosas claras. La dejaré en recepción y listo, sí, será lo mejor.
Se puso su chaqueta y eso fue lo que hizo, se fue al gimnasio y dejó la tarjeta en recepción.
—Es una lástima, ¿podría preguntarle por qué ha decidido abandonar?
—No, no he abandonado, la tarjeta me la dió Minho, así que vine a devolvérsela.
—Ah, vale, se lo diré no se preocupe, que tenga un buen día.
Antes de qué el castaño pudiera salir del gimnasio una cara conocida se cruzó en su camino. Era Hyunjin.
—¡Hombre, cuánto tiempo! ¿Qué haces tú por aquí? Minho los miércoles no da clases.
Menos mal...
—Oh, pues... vine a dejar la tarjeta en recepción, no quería molestar, es solo que al final pues...
—Es una pena, seguro que habrías sido un buen ninja—dijó mientras reía—Si al final cambias de idea ya sabés donde estamos, igual te gusta más el kárate, o el kung fu, si quieres puedes venir a una de mis clases.
—No, de verdad, las artes marciales no son lo mío, muchas gracias.
Se despieron ambos con una sonrisa, Hyunjin entró al edificio y Jisung regresó a su casa.
Qué vergüenza he pasado... igual a Minho le parece mal que le haya devuelto la tarjeta. ¿Qué otra cosa podía hacer? No puedo ir a sus clases, estaría más ocupado de mantener mi entrepierna en su sitio de lo que me dijera ese hombre. Es imposible.
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