Capítulo XLVIII

No podía creer que el día había llegado tan pronto, estuvo apunto de atragantarse con su propia saliva por los nervios que estaba sintiendo. Empezaba a respirar con más fuerza y sentía como si un martillo estuviera golpeando su cabeza. Tanjirou se había sentado en una esquina para poder tranquilizarse. Toda su familia había venido a verlo, eso lo ponía peor. — ¡Hey! — dio un respingo y derramó su botella de agua al escuchar repentinamente una voz. — ¡Perdón! — se alarmó. Tanjirou levantó la mirada para ver quién le hablaba, frunció el ceño y ladeó la cabeza para quedar pensativo. — Hola, vine a ayudar a mi hermano..., creo que deberías de unirte ya a tu grupo. Pronto saldrán en escena — comentó con una expresión preocupada al ver al chico un poco pálido.

El de cabellos burdeos estaba confundido, volvió a mirar a ese niño y se ruborizó. ¡Era idéntico a su profesor! Murió de ternura, dibujando una sonrisa ensanchada en su rostro, asustando al niño que estaba en frente. Se levantó y se acercó a él. — Ay, eres una ternurita — habló finalmente mientras apretaba las mejillas del niño.

—  Auch... — se quejó al sentir que sus mejillas eran apretujadas. — Me llamo Senjuro, hermano menor de tu profesor. — Tanjirou estaba demasiado conmovido que no podía parar de lagrimear. ¡Era un niño demasiado tierno!

— Aw, ¡eres igual a él! ¡Pero qué bonito! — seguía halagando al pobre niño que se estaba sofocando.

—  Creo que deberías de unirte a tu grupo, ya les va a tocar dentro de poco. — eso hizo que Tanjirou se alejara rápidamente de él y oscureciera su semblante. Senjuro lo miró extrañado.

— No lo haré, no puedo hacerlo. — murmuró cabizbajo. Senjuro se acercó a él y le agarró de la mano, llamando la atención de Tanjirou.

— ¡Claro que sí lo harás! Por eso estás aquí. Mi hermano confía en ti, por eso te eligió como protagonista — habló con ilusión, levantando los brazos. El de cabellos burdeos lo miró con impresión, asintió con la cabeza y respiró profundo.

— Tienes razón — ese niño era demasiado tierno, ¿cómo no le haría caso? ¡Era un mini Kyojuro! — Voy a hacerlo — dijo acercándose al espejo para arreglarse. Senjuro celebró con una sonrisa que conmovió aún más al de cabellos burdeos.

Tanjirou se unió a su grupo y se colocó en su posición una vez que escuchó la tercera campana que significaba el llamado a los artistas. Suspiró y cerró los ojos con fuerza, escuchó los aplausos e inició con la obra. Kanao también lo apoyaba con una sonrisa en el rostro, así que se sentía mejor y menos nervioso ya cuando empezó a actuar.

— ¡Vámonos, Gretel! ¡Que la casa se está incendiando! ¡Déjemos que la vieja se muera calcinada! — exclamó agarrando la mano de Kanao para estirarla fuera de escenario. De esa forma culminó su obra un tanto bizarra. Escuchó los aplausos y los gritos de sus amigos. Eso lo hizo sonreír satisfecho. Soltó la mano de su compañera y la felicitó, ahora tendría que ir a esperar a que termine las demás obras para la despedida.

— ¡¿Dónde está caperucita?! — el profesor Rengoku iba de un lado a otro, se lo veía estresado y preocupado. — ¿Alguien vio a Caperucita? — volvió a preguntar con desesperación. Tanjirou lo miró preocupado. Todos los participantes negaron con la cabeza y se miraron entre ellos buscando explicación. Rengoku resopló y colocó ambas manos en sus caderas.

— ¿Pasó algo, Rengoku sensei? — Tanjirou decidió acercarse a su profesor que se veía abatido. Rengoku levantó rápidamente la mirada y lo analizó de pies a cabeza.

— ¡Kamado san! Caperucita no aparece y pronto le tocará salir al escenario — respondió. Era cierto, luego de que terminara la obra del 'Mago de Oz', sería la de caperucita roja y el lobo. — ¿No sabes dónde podría estar? — preguntó con preocupación. Akaza también se acercó a él, ya estaba con su traje de hombre lobo. No quiso ponerse el disfráz completo de lobo porque tenía verguenza, por más de que su profesor intentó convencerlo, no lo logró.

— Ume no vendrá — Akaza se unió a la conversación. Rengoku abrió los ojos asombrados y lo miró expectante a una explicación. — El maquillaje le dio alergia. Tiene el rostro hinchado — explicó entrecerrando los ojos.

Rengoku resopló y negó con la cabeza. Eran cosas que solían pasar, debió prevenir eso antes. Hizo una mueca. Akaza lo miró atento y Tanjirou estaba preocupado, su profesor se sentía mal. Era triste verlo decaído. — Prometí dar un buen show, por lo que así será. Caperucita sería la obra final... Además, es mi culpa. —

-¡No, profesor! ¡No es su culpa! - Tanjirou se apresuró en responder antes que Akaza. - Por favor, conseguiremos otra Caperucita. No se preocupe. - animó el de cabellos burdeos. Rengoku negó con la cabeza.

— Ya no hay más tiempo... — dijo desanimado. Akaza miró a Tanjirou y negó con la cabeza cuando comprendió lo que quería hacer. Lo reprendió con la mirada, pero eso no frenó al chico.

— ¡Yo lo haré! — exclamó, ofreciéndose. Rengoku lo miró asombrado y Akaza se dio una palmada en el rostro. — Yo lo haré, profesor. Me sé los diálogos clásicos del libro, no sé si varía en esta obra... — dijo inseguro, jugando con sus manos.

— No, no varía. Es similar — se apresuró en responder. — Pero, Kamado san, no es necesario que lo hagas si no quieres... — respondió sobándole la espalda. Tanjirou negó con la cabeza y lo miró decidido.

— No se preocupe, profesor. Es el cuento favorito de mi hermana, así que lo sé al pie de la letra. — respondió con una sonrisa. Akaza resopló y se fue a terminar de arreglarse. Al parecer no había opción. Rengoku asintió, seguía impresionado, pero si su alumno se ofrecía a ocupar ese puesto, lo dejaría, tenía agallas.

— ¡Está bien! ¡Ven, te ayudaré! — el profesor de historia estiró a su alumno hasta llevarlo frente al espejo. Tanjirou respiró profundo. — Al parecer Ume dejó su vestimenta por aquí... — dijo buscando en el armario. — Sip, aquí está — agarró y se lo mostró a su alumno. El de cabellos burdeos se ruborizó y sonrió nervioso. — Ya sé que es un vestido, espero que no te incomode — lo miró expectante.

— No, así está bien... — respondió levantando ambas cejas, agarró el vestido y caminó hasta llegar al baño y encerrarse ahí. El profesor se sentó a esperarlo, miró su reloj, faltaban cinco minutos para que terminase Mago de Oz.

Se levantó de su asiento cuando su alumno salió con el atuendo puesto y lo miró con impresión. Tanjirou estaba mirando cualquier otro lado y con un rubor intenso en las mejillas. Rengoku lo estiró del brazo y lo acercó frente al espejo. — Le pondré un poco de colores a tu rostro — murmuró con una sonrisa. Se había puesto detrás del chico para empezar a arreglar su vestido y su capa. Tanjirou solo se dejaba guiar por su profesor. Se giró cuando el profesor colocó ambas manos en sus mejillas para que lo mirara de frente y así empezar a pintar un poco, aprovecharía para practicar también. — ¿Entonces cómo es? — preguntó concentrado en darle más rubor a esas mejillas de por sí sonrosadas.

— Abuelita, pero qué orejas tan grandes tienes — respondió el de cabellos burdeos mirando fijamente a su profesor. Rengoku asintió. — ¡Abuelita! ¡Pero qué boca tan grande tienes! — exclamó con drama, provocando una risita en su profesor. Se giró para ver su reflejo una vez que Rengoku terminó de colocarle un poco de maquillaje. Se sonrojó al verlo también a él detrás. Lo miraba distinto y con esa sonrisa encantadora. Tanjirou no pudo evitar ponerse nervioso. Se sobresaltó y su corazón empezó a latirle con fuerza cuando sintió las manos de su profesor sujetando su cintura y se congeló, observó detenidamente cada movimiento que hacía y suspiró cuando Rengoku se había inclinado hasta llegar a su oreja.

— Estás muy bonito — susurró aún mirándolo desde el espejo. Tanjirou se mordió el labio y se reincorporó rápidamente cuando escucharon los aplausos en el salón. Carraspeó y se giró a ver a su profesor.

— Sé que dije que lo haría, pero... ¿usted cree que pueda lograrlo? — preguntó sintiendo nuevamente nervios. Rengoku negó con la cabeza y acercó su mano a la mejilla de su chico.

— ¡Claro que sí! Confío en ti — apoyó, Tanjirou asintió y se dejó guiar por el profesor hasta llegar a bastidores, donde estaban Akaza y Susamaru. También estaba Yoriichi, quien también era alumno de último año. Casi nunca se lo veía, pero era el mejor alumno de toda la institución, al parecer interpretaría al cazador. Respiró profundo y lo saludó. Se subió el telón y escucharon los aplausos. — ¡Enciende las llamas de tu corazón, mi muchacho! — animó Rengoku, provocando una sonrisa en su alumno.

Zenitsu e Inosuke estaban descolocados, abrieron la boca con asombro y se miraron entre ellos. ¿Acaso ese no era Tanjirou? Rieron con ganas. ¡Su amigo era caperucita roja! ¡Y qué bien le quedaba ese vestido con esa capa! — ¡NO PUEDE SER! ¡GONPACHIRO! — exclamó un efusivo Inosuke. Estaban emocionados sí. Apoyaron a su amigo con mucho más frenetismo. Uzui también estaba presenciando la obra al lado de Giyuu, fruncieron el ceño. El albino lanzó algunas risitas y codeó a su amigo. El profesor Tomioka no podía creer que Kyojuro se haya atrevido a poner a Tanjirou como Caperucita.

— Vaya, tienes mucho material de tu chico, Giyuu san — se burló el albino con una sonrisa traviesa. Giyuu negó con la cabeza y se ruborizó. Tanjirou se veía muy tierno y sensual con ese atuendo. — Qué sorpresa, ¿no? — rió con diversión. Sentía envidia, sería lindo también ver a su chico de ese modo.

— ¡Pero qué boca tan grande tienes! Seguro que así tragas mejor — habló asintiendo con la cabeza. — ¡Pero qué rostro tan raro tienes! — eso desconcertó a Akaza. — ¡Abuela! ¡¿estás bien?! — Akaza rodó los ojos y empezó a actuar.

— Oh, sí, nietita estúpida, me siento mejor que nunca — respondió destapándose. — Eres tan ingenua, niña tonta. ¡Mírate! Además de buscona. — Tanjirou se ofendió en demasía y lo miró amenazante.

— ¡Oh no! ¡Es un lobo! — exclamó con dramatismo. — ¡Lobo malo! — señaló a Akaza, quien estaba con ojos entrecerrados. — ¡Te daré tu merecido, lobo de pacotilla! — Ah, que así no era. La gente miraba con asombro, todos estaban concentrados y divirtiéndose con la obra. Tanjirou solo aprovechaba para desquitarse con Akaza, ese chico que se llevó la atención de su profesor. Con su canasto empezó a golpearlo hasta que entró otra persona en escena para separar a caperucita del lobo.

— ¡Ya llegué! ¡Yo, tu salvador! — exclamó aún tratando de frenar a Caperucita. Lo sujetó de la cintura y lo levantó, apartándolo del lobo. — ¡Soy el cazador! ¡Deja que yo me encargue de este lobo feo! — Tanjirou asintió y se colocó detrás del cazador para animarlo.

— ¡Eres mi héroe! — juntó ambas manos y exageró ilusión. Yoriichi sonrió levemente y se quedaron estáticos en la misma posición esperando a que el telón baje. Akaza estaba acostado en el suelo y Tanjirou aprovechó para poner su pie encima de él y sonrió con inocencia.

Los aplausos no tardaron en llegar y los gritos eufóricos tampoco. Al parecer a todos les había encantado ese cierre final. Akaza se levantó rápidamente apartando a Tanjirou de él, quien lo miró con el mentón levantado. Para su suerte, llegó Kyojuro y los felicitó. — ¡Ay, chicos! ¡Estoy orgulloso de ustedes! — abrazó a su grupo. Tanjirou estaba feliz, todo había salido bien.

Se dirigió a los vestidores luego de la despidida y se sentó en una banca para descansar. Tantas emociones lo habían dejado exhausto. Bebió copiosamente de su botella de agua y se acomodó en su asiento al ver que su profesor se acercaba a él. Había olvidado que llevaba un vestido, por lo que se había relajado tanto en la banca que dejo sus piernas abiertas para reposar mejor. Las cerró de golpe y sonrió. — Kamado san, me impresionaste. ¡Eso fue asombroso! — halagó sonrojando a su alumno. Se sentó a su lado y lo miró.

— ¿En verdad lo cree? Pienso que me salí un poco del guion... — murmuró bebiendo nuevamente. Rengoku rió y negó con la cabeza.

— Está bien improvisar, quedó excelente — respondió buscando la mirada de su chico. Tanjirou estaba mirando al frente con un rubor en las mejillas, le incomodaba la cercanía de su profesor. — Tanjirou — mencionó, llamando la atención de su alumno, quien se giró para verlo. Conectaron sus miradas por unos segundos y el de cabellos burdeos sintió cómo el profesor reposó su mano encima de la de él.

— ¡Hermano! ¡Hermano! — Rengoku apartó su mano con rapidez y suspiró para desviar su mirada al recién llegado. — ¡Eso estuvo fabuloso! ¡Asombroso! ¡Muy genial! — levantó los brazos con emoción. Tanjirou se enterneció de nuevo y empezó a apretujar las mejillas del niño que se había puesto en medio de los dos. — Ayy — se quejó.

— ¡Senjuro! ¡Me alegro que te haya gustado! — respondió el profesor zarandeando el cabello de su hermanito. — Él es Tanjirou — presentó a su alumno, quien estaba concentrado en mimar a su hermano. Sonrió genuinamente y lo miró con fascinación.

— ¡Ya lo conocí! ¡Eres genial! — se dirigió al de cabellos burdeos con los ojos brillantes. Tanjirou se emocionó más y lo abrazó.

— Tu hermanito es demasiado lindo. Se parece a ti — habló finalmente abrazando al niño. Rengoku seguía con esa sonrisa tonta en el rostro, se sobó la nuca y asintió.

— Sí, bueno, somos iguales a mi papá — respondió también con un rubor en las mejillas. Senjuro lo miró e infló las mejillas.

— Hermano, estás rojo. ¿Te enfermaste? — delató a Kyojuro, quien se había tapado el rostro. Tanjirou lo miró con preocupación, al menos no captaba nada.

— Estoy bien, estoy bien — respondió levantando las manos en señal de tregua. — No se preocupen — sonrió.

— ¡Gonpachiro! ¡Eres una diva! ¡Eso fue genial! — Inosuke llegó corriendo para lanzarse a su amigo, quien trataba de bajarse el vestido que se le había subido. Zenitsu los miraba con diversión y no quiso ayudar a Tanjirou con su vestido. — ¡Llené mi galería de fotos! —

— ¡Inosuke! ¡Zenitsu! Gracias, pero espera un momento — seguía estirando su vestido hacia abajo. El profesor lo miraba con una sonrisa divertida, Zenitsu aprovechó para tomar otra foto mientras reía malicioso. Tanjirou se acomodó por fin luego de separar a su amigo. — ¿En serio estuvo tan buena? —

—  ¡Claro que sí! ¡Nos sorprendiste! — se unió el rubio. — ¡Tu familia también lo disfrutó! Nezuko chan está orgullosa de ti, están esperándote fuera. — habló ruborizando a su amigo. Se había olvidado que su familia también había venido a verlo.

— ¡Te queda bien la falda! — halagó Inosuke. Tanjirou negó con la cabeza, tendría que cambiarse rápidamente de atuendo. — A VER — dijo su amigo para levantar la falda de Tanjirou, alarmándolo. Sus amigos empezaron a reir nuevamente y Kyojuro estaba desconcertado, ¿por qué hacían eso? Tanjirou empezó a forcejear con Inosuke para apartar sus manos de su vestido. ¡No podía ser peor!

— ¿Tanjirou? — oh, sí que podía. Giyuu y Uzui habían llegado a saludar al profesor y sus alumnos. Tomioka estaba confundido pero interesado en la escena que se estaba llevando a cabo. Su alumno batallaba para tener la falda bajada pero su amigo quería levantarla.

— ¡Giyuu san! — exclamó dando un golpe final a Inosuke, quien se quejó y se separó de él. Se levantó y se acercó a su profesor para saludarlo. — ¿Has visto la obra? — preguntó manteniéndose precavido.

Giyuu asintió y lo miró con una leve sonrisa. — Estuviste muy bien. Te traje esto — dijo pasándole un pequeño ramo de rosas. Tanjirou se ruborizó y lo miró impresionado. Se tapó el rostro y se sintió apenado.

—  Aw, gracias — agarró ese ramo con una sonrisa boba. — Eres muy tierno, Giyuu san — comentó tapándose el rostro con el ramo. Kyojuro los veía en silencio, Giyuu sabía cómo llamar la atención de su chico. Resopló. Debería dejar de complicarle las cosas, él se esforzaba más en demostrarle cuánto lo aprecia. Desvió la mirada y prestó atención a su hermanito, quien seguía hablándole.

— Hiciste un buen trabajo, además, estás muy bonito — respondió aún con una media sonrisa y las mejillas ruborizadas, acomodó las mechas de cabello de su chico y se inclinó hacia su rostro. Uzui lo miró impresionado al igual que Zenitsu e Inosuke. Decidieron dejarlos solos. Kyojuro también estiró a su hermanito y salieron de allí.

Zenitsu estaba conversando animadamente con Inosuke hasta que llegó Murata a unirse a la conversación. — ¿Ya podrás responder a mi cuestionamiento, Murata galán? — preguntó Inosuke con una sonrisa burlona. El rubio entornó los ojos.

— Primero que nada, buenos días. — saludó el azabache. — Y segundo, no me acuerdo de las cosas que dices, Inosuke. — respondió cruzándose de brazos y haciéndose el desentendido.

— AH. No tengo problemas en repetírtelas — se encogió de hombros. — ¿MIRAS LOS OJOS DE ESTA RUBIA O SU PARTE TRASERA? — preguntó elevando la voz. Zenitsu le reprendió dándole un golpe en el estómago. — ¡Rubia histérica! — se quejó para empezar a forcejear con su amigo. Murata los veía preocupado. El de hebras azuladas se apartó y dijo que iría al baño, Zenitsu resopló y se arregló el cabello. Se había quedado solo con Murata.

— Te ves muy bien hoy — habló el azabache, sonrojando al rubio, quien estaba con la mirada fija en sus pies.

— Gracias — respondió levantando la mirada. Se alarmó cuando sintió la mano de Murata sobre su mejilla y quedó desconcertado. ¿Qué demonios le pasaba a este tipo? Uzui estaba rechinando los dientes, todo estaba bien hasta que apareció ese chico de nuevo. No pudo evitar acercarse a interrumpirlos. No dejaría que tocaran de ese modo a su rubio.

— ¡Chicos! — saludó interponiéndose en medio de los dos. — Veo que están muy ocupados, ¿eh? Estoy un poco confundido... — dijo colocando sus dedos sobre sus labios, pensando. Zenitsu se sobresaltó y miró de reojo al albino.

— Hola, profesor. Solo estábamos hablando sobre cosas personales... — comentó Murata un poco molesto por esa interrupción. Estaba a punto de acercarse mucho más al rubio y aparecía este profesor para arruinar todo.

— Perdona, ¿y tú eres? — preguntó cruzándose de brazos, fingiendo confusión. Zenitsu rodó los ojos y se alejó lentamente de ellos. Murata resopló.

— Soy amigo de Zenitsu, también soy su alumno, profesor — respondió abatido, su rubio se había ido de allí.

— Oh, ¡Ah! Ya recuerdo... ¿y bien? ¿amigos dices? Con esas miradas que le das no parece que busques su amistad — opinó alarmando al azabache, quien se veía descubierto. Murata frunció el ceño.

— Bueno, eso no debería de interesarle. Es un asunto entre Zenitsu y yo — respondió molesto. Uzui entornó los ojos para luego mirarle fijamente. Murata dio un respingo al ver la oscuridad en sus ojos.

— ¿Zenitsu y tú? Vaya, ¿y él lo sabe? — preguntó con seriedad. Ya no le interesaba esa charla porque su rubio se había ido.

— Será mi pareja en el baile — dijo con orgullo, ganándose la mirada de asombro del profesor.

— ¿Zenitsu aceptó ser tu pareja de baile dices? — preguntó desconcertado. El rubio aún no le había dado respuesta alguna sobre su petición, ¿lo rechazó para ir con este niño insípido? ¿Aún estaba molesto con él? Resopló. Estaba siendo más difícil de lo que esperaba.

— Ajá, es muy lindo, ¿verdad, profesor? Tengo suerte — presumió cruzándose de brazos, Uzui lo miró amenazante.

— ¿Cuáles son tus intenciones con él? — dijo, invadiendo el espacio personal del chico, asustándolo por lo intimidante que se veía.

— P-pues, no tengo por qué darle explicaciones, señor profesor. — respondió haciéndose espacio para salir de allí, pero dio un respingo al sentir que lo estiraban del cuello de la camisa.

— No lo toques — advirtió con demasiada seriedad, estremeciendo al azabache. Lo soltó y sonrió encantador. Se despidió y se marchó de ahí, dejando a Murata desorientado.

Era impresionante, primero Ume, luego ese hermanastro extraño y ahora venía este niño a querer separarlo de su chico. ¡Maldición! ¿Por qué era tan difícil tener a Zenitsu? Lo encontró nuevamente recorriendo la galería de arte que su curso había hecho y lo siguió con la mirada. Zenitsu estaba observando detenidamente cada pintura y escultura, frunció el ceño al ver algunos con formas extrañas y quedó confundido.

— Son explosivos — murmuró el albino, quien se había puesto a su lado, sobresaltando al rubio, quien llevó ambas manos a su pecho para calmar su respiración y el susto. Uzui bajó la mirada para verlo y sonrió. — ¿Estás bien? — preguntó con preocupación.

— Siempre tienes que aparecer de la nada — se quejó el rubio caminado nuevamente para seguir viendo esa fila de 'explosivos'. El albino lo seguía. — ¿Por qué hay explosivos aquí? — preguntó confundido.

— ¿Aquí? ¿En una galería de arte? — preguntó con obviedad. Zenitsu frunció el ceño y lo miró con una ceja levantada. — ¿Que no sabes que el arte es explosivo? — se sintió indignado. Exageró sus gestos, provocando una sonrisa divertida en el rubio, quien volvió a mirar al frente.

— ¿Estás diciendo que cualquier tipo de explosión es arte? ¿Las bombas nucleares también? — quiso seguirle la corriente. El albino se interesó y asintió.

— Obvio. Ya sé que provoca destrucción, pero son bellísimas — habló con ilusión. — Están creadas tan minuciosamente para que ¡Bam! Luzcan en todo su esplendor destruyendo cualquier cosa en segundos. — el rubio se divertía con las expresiones y comentarios del profesor. ¿Era su ex novio? Se quedó pensativo. No habían terminado oficialmente...

— Supongo que tienes razón. También tengo cierta fascinación con los explosivos. Es la manera física en la que también se expresan muchas cosas. Es decir, tiene muchos significados — opinó aún con la vista enfrente, ladeó la cabeza para observar mejor las exposiciones. — ¿Haces que tus alumnos armen explosivos? — preguntó intrigado. Uzui soltó unas risitas, llamando la atención del rubio.

— No exactamente... — respondió con una sonrisa divertida. Zenitsu negó con la cabeza.

— ¿Son peligrosos? —

— Sí, en cierta cantidad sí llegan a ser peligrosos, solo que nadie sabe que estas obras en realidad son explosivos — comentó restándole importancia. — Tienes buen ojo — opinó con una sonrisa. El rubió asintió con la cabeza, lo miró de reojo y resopló.

— Me recuerdas a cierto personaje animado que tenía una obsesión con el arte y las explosiones — comentó Zenitsu, girándose por completo hacia su profesor para comentar eso luego del largo silencio que se formó. Uzui entrecerró los ojos.

— ¿Me estás diciendo que soy una copia barata? — preguntó indignado. Zenitsu sonrió de lado.

— No exactamente... — murmuró volviendo a recorrer el salón. — Veamos, si hipotéticamente yo junto todas esas cosas explosivas y le prendo fuego, ¿la academia podría estallar? — preguntó con interés. Uzui abrió la boca y lo miró incrédulo.

— Bueno, si haces eso, hipotéticamente, supongo que un sector sí podría estallar. — respondió encogiéndose de hombros. —¿Hipotéticamente, no? — preguntó intrigado. Zenitsu asintió y sonrió inocente.

— Claro —

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