Capítulo XLV
Las tareas se multiplicaban, tenía que seguir evaluando los uniformes, repartir las carpetas y organizar el baile. Hizo una mueca de desagrado. No había dormido nada anoche. Saludó a sus amigos que se iban aproximando a él y empezaron con su labor de siempre.
— Como que el tiempo pasa muy rápido — Inosuke habló nostálgico. Al parecer había amanecido con dudas existenciales. — ¿Ustedes le ven algún valor a las cosas? — preguntó con el ceño fruncido y pensativo.
— ¿Qué le pasaba? — murmuró Tanjirou a Zenitsu. Se encogieron de hombros. — Supongo, el día pasa muy acelerado, pero siempre hay tiempo para disfrutar de algo — comentó Tanjirou. Inosuke lo miró con recelo.
— A algunos les parece que el tiempo va muy lento. Verás, si hipotéticamente tienes un accidente de tránsito y quedas con lesiones muy graves y nunca mueres, el tiempo será tortuoso, pues la espera de la ambulancia parecerá eterna — comentó iluminado. Sus amigos lo miraban con preocupación.
— Nada más quería una simple respuesta — respondió Inosuke luego de un largo silencio. Zenitsu entornó los ojos.
— El tiempo es relativo, cerdo filósofo — añadió el rubio para resumir su argumento. Tanjirou asintió dándole la razón e Inosuke volvió a quedarse pensativo, para luego empezar a comer una barra de chocolate.
Ingresaron al aula y se ubicaron en sus respectivos asientos para esperar al profesor de matemáticas, que no tardó en llegar. Inosuke se había tomado más confianza, creyendo firmemente que su profesor ya estaba evangelizado con agua bendita y todo, por lo que se preparó su desayuno con calma. Sanemi rodó los ojos y empezó a escribir en la pizarra para dar por iniciada la clase. Tanjirou y Zenitsu lanzaban risitas al ver que el profesor empezaba a inquietarse por el ruido que estaba haciendo Inosuke. Se callaron cuando lo vieron girarse hacia ellos con una sonrisa forzada y una expresión que intimidaba a cualquiera.
— ¡Hashibira san!, eso no es un desayuno — dijo rechinando los dientes y lanzándole una tiza, sobresaltando al de hebras azuladas.
— Todo se rige en los distintos puntos de vista, profesor Sanemi. Las personas tienen percepciones que no siempre coinciden — respondió concentrándose nuevamente en su desayuno. Sanemi apretó los dientes.
— ¿Te crees mejor que yo? — preguntó aún rechinando los dientes, parándose frente a su alumno, desprendiendo un aura sombría. — ¿eres idiota o qué? —
— Uy, ya se enojó... — murmuró empezando a comer. Sanemi lo miró amenazante. ¡Qué insolencia!
— Hashibira Inosuke, ¡REPORTADO! — sentenció dando un golpe al escritorio de su alumno, para luego ubicarse nuevamente frente a la pizarra para seguir con la clase.
— De nada, vuelva pronto — respondió bebiendo su jugo de piña colada. Eso encolerizó más al profesor que terminó rompiendo su regla por la mitad, asustando a todo el salón.
Tanjirou y Zenitsu estaban asombrados, la tensión que se había formado era muy fuerte hasta palparse. Se giraron a ver a su amigo, quien jugaba con su calculadora a la vez que comía sus taquitos. Los jueves eran días de tacos. Así lo había proclamado Inosuke. ¿Cómo era inmune al aura de Sanemi? Se preguntaron aún incrédulos.
— ¡Wow! ¡Cuánta intensidad! — exclamó Zenitsu luego de clases. Miraba con diversión a su amigo, quien se encogió de hombros.
— ¿Irás a ver si tienes un reporte? — preguntó Tanjirou colocándose al lado de su amigo. Tendrían que ir a clases del profesor Tomioka, pero en realidad Giyuu solo estaba enfocado en los que participarán en el torneo.
— Nel — respondió llevando sus manos detrás de su cabeza. — Lo dudo mucho — habló con confianza, sus amigos lo miraban confusos.
— ¿Por qué tan confiado? ¿Acaso sucede algo extracurricular que no sepamos? — preguntó con una sonrisa ladeada. Inosuke lo miró amenazante. Tanjirou sonrió al ver la expresión de su amigo.
— Que a ustedes les guste uno... o dos profesores no quiere decir que a mí también me pase lo mismo. Es que ustedes ya ven cualquier cosa — frunció el ceño con gesto indignado. — La gente inventa cada cosa — murmuró arreglándose para el entrenamiento. Tanjirou y Zenitsu se sentarían en las gradas a observar el entrenamiento, ya que ellos no participarían. Giyuu se acercó a ellos y le pasó una botella de agua a Tanjirou, quien aceptó un poco confundido.
— Veo que siempre estas comprando botellas de agua — fue lo único que dijo para luego ir junto a su grupo e iniciar con la práctica. El rubio sonrió burlón al ver la expresión desconcertada de su amigo.
— El profesor Tomioka es más observador de lo que creí — comentó, codeando a su amigo. — ¿Y bien? ¿Qué se siente tener la atención de dos profesores? —
— Pues no lo sé, nunca pensé llegar tan lejos... — respondió Tanjirou observando al profesor de educación física. — Sabes, puede sonar muy excitante, pero no quisiera romper corazones — resopló fatigado. Zenitsu ladeó la cabeza y asintió. — Es un enredo. —
— Supongo que también estás en problemas... —
Estaban en silencio, observando cómo Inosuke se ponía más agresivo con el equipo contrario, era muy bruto. El profesor Tomioka tenía que parar el partido a cada tanto, pidiéndole a su capitán que se calme. — Cálmese, o lo calmo yo — dijo mientras sostenía un bate de béisbol. Tanjirou no pudo evitar reír al ver esa escena. Su profesor también parecía ser igual de violento. Inosuke tuvo que bajar la intensidad de sus tiros a regañadientes, sentía ganas de tirarle el balón con tanta fuerza al profesor. ¿Qué no veía que estaba inspirado? Solo confundía el fútbol inglés con el fútbol americano.
Zenitsu estaba pensativo mirando el partido, pero sin prestar atención. Salió de su trance cuando sintió el codo de su amigo en su costilla y se quejó. — ¡¡Hey!! — Tanjirou lo golpeó más fuerte de lo que esperaba. El de cabellos burdeos le hacía señas que no podía comprender hasta que desvió su mirada hacia la entrada del gimnasio, se sobresaltó y tragó saliva. Entornó los ojos y volvió a mirar al frente cuando vio a su profesor de artes charlando con Tomioka sensei. — ¿Qué es lo quiere? — dijo con fastidio. Ayer tuvieron un encuentro muy inusual, aún no había pensado en perdonar al albino, aunque se sentía mejor al verlo al pendiente de él, tampoco ya no lo veía con esa chica.
— Está viniendo hacia aquí — susurró Tanjirou a su amigo. — Oh, también viene con Giyuu san... ¿Nos querrán echar por no participar? — preguntó con pesar. Zenitsu seguía mirando al frente, escuchando la narración en tiempo real de su amigo. Entrecerró los ojos cuando su corazón empezó a acelerarse.
— ¡Chicos! — saludó el albino. El rubio Infló las mejillas y miró de reojo, su profesor no tenía intenciones de dejarlo en paz. Uzui se sentó al lado del rubio y colocó una canasta enfrente de ellos. Zenitsu levantó una ceja. — ¡Es hora del pícnic! — exclamó con tono infantil, desconcertando a sus alumnos. Tanjirou sonrió confundido y observó cómo Giyuu se sentaba a su lado.
— ¿Pícnic? — preguntó el de cabellos burdeos sin comprender. Tomioka asintió.
— Sí, nos tomaremos un descanso y aprovecharemos para comer un poco — respondió el profesor con un leve rubor.
— ¿Es una cita? — preguntó Tanjirou aún desconcertado, pero con una sonrisa divertida en el rostro. Giyuu asintió inseguro. — Ohh... —
Zenitsu miraba atentamente cómo su profesor de artes empezaba a arreglar las cosas, ya estaba cansado de reclamar y evadirlo, lo dejaría tranquilo por esta vez. Uzui colocaba las comidas sobre una pequeña manta roja y sacaba unas botellitas de jugo y café, para posteriormente levantar la mirada y ver a su chico. El rubio se ruborizó y volvió a mirar al frente. El albino sonrió, agarró una flor que tenía guardada y se la dio a Zenitsu, colocándola frente a su rostro para que la viera. — Una margarita amarilla — dijo cuando el rubio la agarró con timidez. Finalmente lo miró.
Tanjirou los miraba conmovido y con una sonrisa, no comprendía por qué Uzui había dejado que esa chica se acercara a él de esa forma, los rumores decían que ella era su novia, pero no parecía. El profesor se la pasaba cortejando a su amigo y se veía muy lindo. Dio un respingo al ver también una flor enfrente de él y se giró para encontrarse con los profundos ojos azules de Giyuu. Se ruborizó y la agarró también con timidez para observarla detalladamente. Era un clavel rojo intenso. Se preguntó de dónde sacaban tantas flores.
Sus profesores estaban satisfechos, con la ayuda de la joven Aoi de floricultura, Shinobu y su hermana Kanae, pudieron conseguir lindas flores, ellas les habían enseñado el significado de cada una y les recomendaron cuáles serían las ideales. Era bueno que trabajaran con flores.
— Bien, oremos — bromeó Uzui juntando sus manos. Zenitsu entrecerró sus ojos y sonrió al verlo con la intención de rezar. — Dios, gracias por las comidas que comeremos ahora y en la hora de nuestra muerte amén — dijo sin pausar con las palabras, con comida se refería a muchas cosas. Giyuu lo miraba con el ceño fruncido y desaprobando su insolencia hacia la religión, Tanjirou lo miraba con diversión y Zenitsu estaba con una sonrisa ladeada.
— ¿Frutillas? — al rubio le brillaron los ojos al verlas. Había esperado tanto para que fueran su temporada, se sorprendió al verlas allí ya que escaseaban en esa época. Solían tener un costo más elevado que cuando abundaban. Uzui asintió con orgullo.
Empezaron a degustar todo lo que había allí, Uzui se alivió de haber comprado las cosas, porque si las hubiera hecho él, los envenenarían. Había pancakes, frutillas, nutella, un poco de bombones, café y jugo de naranjas, que Giyuu sabía que a su chico le fascinaba ese sabor. Había dejado abandonado a su equipo, quienes seguían entrenando con los deportes. Inosuke chasqueaba la lengua, quería ir a comer también, pero quería al menos ganarles el partido al equipo contrario. Estaba indeciso. ¿Por qué hacían un pícnic sin su presencia? ¡Es una falta de respeto!
El rubio no podía comer algo dulce sin comer antes algo salado y viceversa, comía el pancake que era salado y luego los bombones, para luego volver a lo salado. Uzui lo miraba con el ceño fruncido. ¿Cómo podía mezclar de ese modo? Se dedicó a prepararle un bonito plato de pancake con nutella y frutillas encima, Zenitsu se iluminó nuevamente y aceptó gustoso.
— ¿Deberíamos poner algo de música? — sugirió el de cabellos burdeos tomando de su jugo. Zenitsu asintió. Giyuu aprobó inseguro. Estaba dejando a su clase atrás para tener una merienda con su chico, ¿permitiría que pusiera música en su clase? Sí. — Bien, voy a poner en aleatorio — dijo mientras sacaba su celular y empezaba a buscar.
— Solo no la pongas retumbante — señaló el rubio. Tanjirou entornó los ojos, claro que no lo haría. Las canciones ayudaban a generar un ambiente más animado, el volumen no molestaba a nadie, pues todas tenían un mismo ritmo. Sonaban baladas como las de Whitesnake hasta las de Ed Sheeran. Todo estaba tan bonito hasta que...
— ¡A mí me gusta que me traten como dama aunque de eso se me olvide cuando estamos en la cama! — el rostro de Tanjirou se tiñó de rojo. Zenitsu abrió la boca asombrado y lo miró incrédulo. Giyuu frunció el ceño y Uzui se giró a verlos divertido. — ¡Me gusta un caballero que sea interesante! Que sea un buen amigo, pero más un buen amante. ¿Qué importa unos años de más? — la canción seguía sonando, Tanjirou quería cambiarla pero las manos le temblaban y la pantalla de su celular se congelaba. Zenitsu empezó a reír con ganas al ver la situación en que estaba su pobre amigo, no podía creer lo que estaba pasando. Uzui también rió tapándose el rostro y Giyuu se había descolocado con la letra de la canción. Levantó las cejas al escucharla con más atención. — ¡A mí me gustan los mayores! ¡De esos que llaman señores de los que te abren la puerta y te mandan flores! — Zenitsu lagrimeaba al sentir la horrible pinchazón en su vientre y no podía parar de reír. Tanjirou estaba con un aura oscura hasta que por fin pudo apagar su celular por completo.
— Creí que no te gustaba esa canción, niño travieso — habló el rubio secándose las lágrimas. Su amigo estaba abatido.
Tanjirou no sabía qué decir, se reprendió internamente. No debió haber puesto el playlist en aleatorio, pero esa canción ni siquiera estaba en esa lista... estaba en otra. Ahora estaba con todo el rostro rojo y hasta echando humo. Desvió la mirada avergonzado. — Yo no escucho ese tipo de canciones — dijo, provocando más risas en su amigo. Lo miró con fastidio.
— ¡Ahora repítelo hasta que te lo creas! — señaló el rubio, dejando que su profesor pasara su brazo por su hombro, rodeándolo para estirarlo hacia atrás y pegarlo a su pecho. Aún no podía parar la risa y su rostro se había puesto rojo, Uzui lo miraba embelesado y no pudo evitar juntar su rostro con su mejilla. Zenitsu se ruborizó aún más y cerró los ojos. Su profesor aprovechaba su estado de vulnerabilidad para acercarse a él. Dejó que lo hiciera, se sentía bien con ello.
— Aún te quiero — le susurró, encariñándose entre sus cabellos dorados, estremeciendo al rubio. Necesitaba a su chico, ya había pasado demasiado tiempo desde que se separaron, nunca tampoco tuvieron la oportunidad de hablar y de terminar, así que para él, Zenitsu seguía siendo su dulce novio. Quería ser más directo a partir de ahora, no se ahorraría nada.
Giyuu carraspeó y consoló a Tanjirou, que aún estaba avergonzado. — Nadie te puede juzgar por tus gustos culposos — dijo sobándole la espalda. El de cabellos burdeo se apenó más.
— Pero es que a mí en verdad no me gustan ese tipo de canciones — recalcó con pesar. Giyuu solo asintió.
— ¡Hey! Me voy por dos minutos y ya les encuentro haciendo el ridículo. — se acercó Inosuke rápidamente al ver que aún había comida. — ¡Egoistas! — juzgó, cruzándose de brazos al no ser invitado a esa merienda.
— Podemos seguir comiendo en paz — sugirió el rubio aún siendo un oso de peluche para el albino, quiso separarse de su profesor, pero este no le dejaba. Inosuke se les unió y empezó a comer todo lo que había, mientras Tanjirou seguía siendo consolado y Zenitsu trataba de separarse de los brazos de Uzui. — Insistes demasiado... — se quejó. Tengen no le daba tiempo para pensar en si darle una oportunidad o no.
Cuando finalmente pudo zafarse del los brazos del albino, decidieron marcharse ya que la campana había dado por finalizada la clase con Tomioka sensei. Agradecieron por la comida a una distancia prudencial y salieron del gimnasio. Tanjirou iría a las clases de teatro, por lo que se desvío de camino e Inosuke dijo que tendría que volver a su casa porque era el cumpleaños de su preciada madre. Y Zenitsu volvió a reunirse con los demás organizadores. Solo faltaba unos días para que iniciara el evento. Ya tenían todo lo que necesitarían, solo faltaba la confirmación de la orquesta de Iguro.
— ¿Tendremos que bailar el vals? — preguntó Murata a Yushiro, quien rodó los ojos. La verdad es que estaba trabajando mejor en silencio.
— Si quieren — respondió sin ganas, recogiendo algunos colgantes de cristales. Murata asintió e hizo una mueca. Zenitsu arrugó la nariz.
— Es demasiado tedioso — se quejó. — Pensar en eso me agota — murmuró mientras ordenaba algunas flores rojas en unos jarrones.
— Sí, bueno, seguro que será una velada romántica para los enamorados. Lástima que estemos solteros. — respondió Murata abatido. Yushiro entrecerró los ojos y lo ignoró. Zenitsu resopló.
Esa tarde volvió a visitar a su abuelo junto a Kaigaku, que se encontraba más callado de lo habitual. El azabache estaba pensativo y con unas ojeras muy marcadas. Se pasaba toda la noche al lado de su abuelo, luego por las mañanas iba a la academia para cumplir con sus responsabilidades y al salir, volvía al hospital. Hacía días que no dormía en una cama. Había hablado poco con Gyu y Ume, su 'amigo' no le comentó acerca de la frustración de la chica. Se preguntó el porqué. Al parecer solo culpaba a su hermana por tal descuido, era muy probable que ella misma lo echara a perder todo. No había visto tanto al profesor de artes, tampoco tenía ganas de hacerlo, así que no sabía si Ume seguía detrás de él.
Zenitsu tampoco decía nada. Había tenido un día inusual con ese pícnic planeado de Uzui. Tengen era muy testarudo. Se sentía bien que siguiera insistiendo, así podía ver que tenía un verdadero interés.
Mientras que Uzui seguía tratando de zafarse de las garras de Ume, ya no sabía qué hacer para que lo dejara en paz. Aún sentía esa inseguridad por lo impredecible que podría llegar a ser la chica. ¿Qué haría si la rechazara rotundamente? Suponía que ella seguiría con su jueguito de seducción. Le toqueteaba en todas partes y a él le costaba controlar su cuerpo. ¡Demonios! ¡Él solo quería guardarse para su chico!
—¡Ume, ya basta! —exclamó hastiado cuando la chica quiso colar ambas manos debajo de su camiseta. Ya era tarde y él estaba seguro que ya nadie estaría por la academia. El lugar estaba muy silencioso y ya festejaba que podría marcharse a su departamento sin problemas de acoso rondando a su alrededor. Hizo una mueca cuando vio a su alumna acercándose a él con una sonrisa ladina y resopló. Ume se había pegado a su cuerpo sin apartar la mirada de los ojos violetas e intentó tener contacto directo con la piel de su profesor. Sabía que de ese modo lo calentaría más rápido. No previó que el albino se molestara tanto.
Ume se sobresaltó, pero aún no se separaba de él. Entornó los ojos y volvió a mirarlo sensualmente. —Profesor, está malhumorado. Y ya sé por qué. ¿Por qué no deja que lo ayude y acabamos esto de una vez? Yo quiero, y sé que tú también — habló mordiéndose los labios. Uzui tenía la mirada fija en otro lugar.
—¿Sabes? Lo único que quiero es que te apartes de mí de una buena vez — respondió frunciendo el ceño y tratando de alejar las manos de la chica.
—¿O sino qué? —desafió con una sonrisa burlona. —Tú no quieres eso, Tengen sensei. —volvió a restregarse a su profesor. Uzui chasqueó la lengua.
—No te quiero, no te deseo y ni tampoco logras calentarme —dijo directamente, sorprendiendo a la chica. —No eres suficiente para mí, Ume. Yo tengo otros intereses más emocionantes. — culminó dándole una sonrisa ladina.
— ¡¿Estás demente?! ¡Es eso! ¡Solo lo dices por parecer rudo, sensei! Quieres ser inalcanzable, luego hablas de mí como si yo fuera la presumida, siendo que tú eres quien juega con los sentimientos de los demás para luego jactarte de sus 'encantos' ¡Eres una horrible persona! —se descargó con furia. Rechinó los diente, no dejaría que el profesor le ganara la discusión. Uzui la miraba asombrado. —No eres más que un idiota asalta cunas que piensa cogerse a un niño teñido que ni siquiera es lo suficientemente lindo para calentar a cualquiera. — juzgó a su profesor elevando la voz. Uzui se acercó a taparle los labios con fuerza.
— No, eres tú quien no puede soportar que alguien más te ganó la batalla, Ume. —susurró en su oído, reteniendo a la chica que quiería zafarse. — Mi niño es hermoso, extravagante y le sobrá personalidad y simpatía, cosas que tú no tienes. ¿Quieres que te nombre cada cualidad que él posee y que tú no? — habló pausadamente para luego soltar a la chica y apresurar sus pasos. Esperaba que nadie más los hubiera escuchado. Aunque se quedó con las ganas de decir más cosas, pero se molestaría en pasar más tiempo con su alumna. —Adios, Ume. ¡Gracias por ofrecerte! Es una lástima que no me hagas sentir nada — dijo con sarcasmo e inflando las mejillas, exagerando decepción.
Ume se había quedado estática en su lugar para luego empezar a soltar unas lágrimas, se juró a sí misma que esto no se quedaría así. Tendría que empezar a idear nuevos planes para vengarse de su estúpido profesor de artes, quien no era más que un patán.
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