Capítulo VIII
La alarma había sonado a tiempo esta vez y Zenitsu ya estaba frente a la entrada de la escuela Kimetsu. Con libreta en manos, se dispuso a esperar a que llegaran los alumnos. Tenía una prominentes ojeras y se encontraba demasiado agotado. Había decidido levantarse más temprano, siguiendo los pasos de un artículo que leyó en internet. Se decía que lo ideal sería despertarse a las cinco de la mañana, esto influiría para alcanzar el éxito. ¡Puras patrañas! Ahora se sentía tan mal por haber desperdiciado sus horas de sueño.
Bostezó y empezó a anotar a las primeros estudiantes que llegaban sin el uniforme correcto, les advertía que serían reportados y recibirían un castigo si para la próxima no traían las ropas adecuadas. Algunos no se lo tomaban tan bien, por lo que respondían con agresividad o con burla. '¿Un niño me está reprochando?' Había dicho un chico de último año, apretando con su mano la cabeza de Zenitsu. Ese chico y su hermana nunca respetaban las normas. Era demasiado agotador...y peligroso, pensó el rubio, quien ya estaba con pequeñas lágrimas en los ojos.
— ¡Hey! ¡Ya déjalo! — apareció Inosuke dando un golpe con su sándwich al chico, dejándolo con la cabeza cubierta de lechugas y tomates.
— Niño cerdo — reconoció — como fastidian estos chiquillos inferiores — dijo mientras se rascaba el rostro con ambas manos — La próxima vez que tu amigo se quiera sobrepasar conmigo, ya no saldrán vivos. —
Zenitsu se alarmó con su amenaza, pues era muy probable que ese chico cumpliera con sus palabras. Inosuke solo chasqueó los labios — A ver si te sales con las tuyas, imbécil. ¡No tengo problema en pelear contigo! Si quieres podemos hacerl... —
— ¡Shhhh! — lo que menos quería ahora era que la disputa se extendiera, por lo que decidió intervenir tapándole la boca a su amigo — ¡Inosuke! ¡Es suficiente! —
— ¿Qué haces, Monitsu? No ves que te estoy defendiendo — respondió Inosuke zafándose de su agarre.
— Sí, y te lo agradezco. Pero no es el momento de una pelea — Zenitsu aún no estaba seguro, por lo que seguía sujetando a su amigo. Puso sus manos en el pecho de Inosuke, para tranquilizarlo. Hubo un silencio bastante incómodo.
— Así los quería encontrar — interfirió Tanjirou con una risa divertida y con el celular en manos, tomando una fotografía. — ¿Es hora del vals? — preguntó.
Zenitsu apartó sus manos con rapidez. Se había puesto rojo debido a las malas interpretaciones de su amigo. — ¡¿Qué demonios, Tanjirou?! — exclamó con evidente enojo.
Inosuke estaba desconcertado, ¿qué había pasado? Se preguntó. — ¡Hey, Kentarou! Estoy ayudando a Monitsu a realizar su trabajo. — saludó a su amigo con un golpe en el brazo. — Por cierto, me debes un sándwich — señaló al rubio.
— ¿Vas a llorar por eso? — preguntó Zenitsu con el ceño fruncido.
— No, tú estabas llorando — respondió.
— ¡Es bueno que ayudes a Zenitsu con su trabajo! Eres un buen amigo — halagó Tanjirou a un Inosuke que parecía un perrito aceptando las caricias en su cabeza. — ¿Qué tal te va? — preguntó dirigiéndose a su amigo rubio.
— ¡AH! Olvidé mi trabajo — se posicionó nuevamente en su lugar para empezar a anotar. Tanjirou e Inosuke lo acompañaban mientras esperaban el sonido de la campana. Zenitsu parecía estar haciendo una buena labor, tenía anotado algunos nombres para luego enviar el informe a la secretaria Tamayo. Según tenía entendido, esta evaluación de uniformes solo serían cada dos días en la semana. Luego tenía otros trabajos que hacer, como juntar las carpetas de asistencia de cada clase para llevársela a los profesores para que firmen y organizar las actividades que se realizarían en todo el año.
Luego de que la campana haya sonado, acompañaron a Zenitsu hasta la sección Mariposa, allí deberían buscar las carpetas de asistencia para ir a repartirlas en cada clase. La secretaria Tamayo le entregó en orden, para no complicar tanto su itinerario. Primero debería ir por las clases de cursos inferiores, aula por aula, y luego ya estaría en el pasillo de los de cursos superiores, quedándose allí para comenzar con sus clases.
Tanjirou no dejaría pasar esta oportunidad para ver al profesor Rengoku, por lo que seguía muy de cerca a Zenitsu. A Inosuke le gustaba pasear, por lo que no tenía problemas. Ahora se encontraban frente al aula de la sección b, donde apenas estaba comenzando la clase de historia. Zenitsu se paró de puntas para mirar por la ventanita que daba al salón, viendo así al Rengoku sensei sentado sobre su escritorio. Sonrió.
— ¿Por qué no vas y le entregas tú? — sugirió pasándole la carpeta a Tanjirou.
— No es necesario que preguntes — Inosuke se había adelantado tomando la carpeta y estampándola sobre el pecho de Tanjirou. Abrió la puerta con innecesaria brusquedad y lanzó a su amigo dentro del aula. Zenitsu lo veía espantado, fue todo tan rápido que no pudo detener a Inosuke. Por lo que solo dignó a observar la escena.
Tanjirou había entrado tan de golpe que asustó al profesor, quien se levantó con prisa. Miró a su alumno con asombro y se acercó a él. El de cabello burdeos estaba con el rostro estático en una sonrisa nerviosa y con el ceño ligeramente fruncido. No le había dado tiempo de reaccionar, por lo que ahora estaba allí, frente a frente con su crush.
— ¡Kamado san! ¿Te encuentras bien? — preguntó aparentemente con preocupación, aunque tenía una sonrisa en el rostro. — ¿Te ayudo en algo? — se ofreció.
Tanjirou solo estiró los brazos, pasándole la carpeta de asistencia. Hizo una reverencia y pidió disculpas al profesor por su repentina invasión. — Lo siento, profesor, si lo asusté... — habló más alto de lo deseado. No quería levantar el rostro, sería demasiado vergonzoso que viera su evidente sonrojo.
— ¡Oh! ¡La carpeta de asistencia! ¡Gracias, Kamado san! — le agradeció dándole unas palmaditas en la cabeza — Creí que esto era trabajo de tu amigo..., ¿está enfermo? —
Tanjirou se sentía tan apenado. ¡Él sabía que era Zenitsu quien tenía que entregarle la carpeta! ¿Se podía retirar con esa postura? Se preguntó internamente mientras aún seguía inclinado. — Sí — mintió, ahora su rostro había cambiado de expresión. Se irguió y miró a su profesor. — me pidió que lo ayudara con su deber mientras él iba a la enfermería — No podía evitar morderse los labios y mirar en dirección al techo.
Rengoku sensei lo miró con curiosidad divertida y también observó el techo, buscando lo que veía su estudiante. — Oh, está bien. ¡Eres un buen amigo! — halagó con entusiasmo. — Es bueno tenerte como estudiante — le brindó su mejor sonrisa, iluminando todo a su alrededor. Sus alumnos debieron taparse el rostro, al igual que Inosuke y Zenitsu quienes miraban a través de aquella pequeña ventana.
— Creo que me quedé ciego — comentó Inosuke.
— ¡Gracias, Rengoku sensei! ¡Yo también estoy feliz de tenerlo como profesor! — dijo con emoción de sobra. Al poco tiempo se dio cuenta de lo que había dicho, y se sonrojó nuevamente. Se tapó el rostro con ambas manos, ya no podía disimular nada. Sintió una calidez, y sus manos fueron apartadas de a poco. Miró al profesor Rengoku con los latidos acelerados a mil, quien lo estaba observando con una sonrisa más ensanchada y con un ligero rubor en sus mejillas. ¡Dios! Esa imagen terminó por estallar las emociones dentro de Tanjirou.
Por lo que cayó desmayado.
¿Puede una persona sentir algo tan fuerte que llegue a causarle un desmayo? — se preguntó Zenitsu al ver a su amigo en el suelo y con un desesperado profesor de historia tratando de asistirlo.
Rengoku sensei se encontraba en la enfermería junto a Inosuke y Zenitsu. Estaba tan preocupado por su alumno, pues todavía no encontraba respuestas a lo que sería la causa del desmayo. Zenitsu lo miraba con impaciencia, si tan solo supiera que él era el causante de dicha desgracia. ¿Debería decirle?
Inosuke se encontraba al lado de la enfermera Shinobu, quien estaba asistiendo a Tanjirou. Se preguntó qué desgracia tenía ese trío, pues ayer tuvo que atender al rubio, y ahora a su amigo. Tanjirou se despertó al poco tiempo después de haber olfateado alcohol. La vieja confiable de la enfermera Kocho. Y se reincorporó tallándose los ojos. —¡Oh! Kamado kun, ¿ya estás mejor? — preguntó Shinobu con su sonrisa amable de siempre.
Rengoku escuchó a su compañera y se acercó rápidamente a la camilla donde estaba su estudiante. — ¡Kamado san! ¡Me alegro que te hayas recuperado! ¡Me asusté bastante! — dijo tomándole una mano.
Tanjirou se sorprendió por ese acto y su mente volvió a tener un corto circuito. Estuvo a punto de desmayarse nuevamente, pero la enfermera Kocho lo sostuvo, acercando otra vez el alcohol a la nariz del chico. — Rengoku san, no debería aproximarse tanto al chico. Primero debes dejar que se mejore — recomendó al darse cuenta cuál era la causa de su desmayo.
— ¡Lo siento! Pero es que estoy muy preocupado — Y nervioso, se dijo Shinobu mentalmente — ¿Estás mejor, Kamado san? — preguntó nuevamente al chico.
— ¡Rengoku sensei! — dijo Tanjirou alarmado — ¡No se preocupe más! ¡Ya estoy mejor! Soy yo quien debería pedirle disculpas — bajó el rostro, pues se sentía demasiado avergonzado.
— Nada de eso. — respondió cruzando los brazos — Me alegro que estés bien, ahora queda saber la causa de tu desmayo. —
Shinobu los observaba detenidamente, ¿debería decir la verdad? ¿O se convertiría en enemiga de Kamado kun? Desvió su mirada a los otros dos amigos de Tanjirou, estos, al comprender los pensamientos de la enfermera, negaron con la cabeza.
— Pues creo que el joven Kamado está muy estresado — mintió, pero qué bien lo hacía. — Deberías descansar más. — propuso.
— ¡Kamado san! ¡Ya no te presiones! — exclamó Rengoku sensei. — Podía hacerte muy mal — opinó con preocupación.
Tanjirou se disculpó nuevamente con el profesor, quien le pedía que dejara de hacerlo. Mientras Zenitsu e Inosuke solo estaban esperando a que finalice esa extensa charla entre profesor y alumno. Shinobu se despidió de ellos y se encaminó a otra sección.
Rengoku sensei los acompañó, sujetando a Tanjirou del brazo hasta llegar al salón. Se despidió de ellos y se dirigió nuevamente a su clase. Ingresaron al aula pidiendo disculpas al profesor Himejima, quien ya había comenzado la clase hace un buen tiempo. Inosuke le entregó la carpeta de asistencia, vaya que se habían atrasado ayudando a su amigo rubio, quien se había quedado en el camino para seguir repartiendo las carpetas que faltaban.
Zenitsu recorría los pasillos con prisa, se había demorado más de lo pensado, pero aún no terminaba la primera hora de clase, por lo que no se atrasaría tanto en dar las carpetas de asistencia a los profesores. Ya había ido a la clase de biología, donde lo había recibido la profesora Kanae, también ya le había entregado la carpeta a Tomioka sensei, quien lo regañó por haber llegado impuntual. Ahora se dirigía a la última clase que faltaba, y para su infortunio, tendría que ver a su profesor de artes.
Golpeó la puerta e ingresó, hizo una reverencia y se acercó hasta el profesor. Uzui sensei se encontraba sentado sobre su escritorio, observó a su estudiante y sonrió de lado. — Llegas tarde — reclamó al rubio.
— Lo siento por la demora, pero tuve un altercado — bajó la cabeza en señal de disculpa.
— Está bien, ¿me darás la carpeta? — preguntó con aparente impaciencia. Le divertía ver que el chico rubio no parecía estar apresurado.
Zenitsu se irguió con el ceño fruncido, apretando los labios mostrando un evidente enojo. —Se enfada por cualquier cosa — pensó Uzui extenuado. Vio cómo el chico estrelló la carpeta sobre su pecho con fuerza, mientras miraba en cualquier otra dirección. Uzui actuó rápido y atrapó sus manos que seguían sobre la carpeta contra su pecho. Zenitsu se alteró y lo miró a los ojos, sintió cómo la sangre se calentaba en sus mejillas. Uzui le respondió con una mirada divertida.
— Si quieres actuar de ese modo, al menos mírame a los ojos —
El rubio se indignó tanto, se sintió humillado frente a todo el salón. Apartó sus manos bruscamente y lo miró iracundo. — No sé de qué estás hablando, sensei. — respondió rechinando los dientes.
— Está bien, ya cumpliste con tu deber — quiso apaciguar la tensión. — Gracias — finalizó dándole una sonrisa burlona. Zenitsu se inquietó y, aún con las mejillas encendidas, se inclinó haciendo una reverencia en forma de despedida, pero cuando estaba por cerrar la puerta, decidió comentar algo más.
— Deberé hacerle un reporte por incumplir con las normas. No trae el uniforme correcto. — concluyó cerrando la puerta.
Uzui se asombró por lo osado que llegaba ser ese niño. Lanzó una risa y continuó con sus deberes manteniendo la sonrisa en su rostro. Con más ánimos, inició con su clase ante las extrañadas miradas de sus estudiantes.
— El arte puede ser agresivo y a la vez vulnerable. Tan ligero y sensible pero capaz de llenar un vacío bastante grande. Vemos arte en las expresiones, porque ellas nos causan reacciones interesantes, chicos. — apuntó con un dedo — anoten eso. —
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