𝒔𝒊𝒙𝒕𝒆𝒆𝒏

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑆𝐼𝑋𝑇𝐸𝐸𝑁 )
𝚞𝚗 𝚗𝚞𝚎𝚟𝚘 𝚊𝚕𝚒𝚟𝚒𝚘.

Alaska fue dada de alta al día siguiente de la enfermería, con las claras instrucciones de la señora Pomfrey de no utilizar el brazo izquierdo por al menos una semana, debía reposar a toda costa. Eso le dificultó muchas de sus actividades diarias, tal como ducharse, vestirse y moverse; era molesto.

Llegó el martes y con ello el momento más esperado por Alaska, Hagrid había vuelto a Hogwarts y finalmente retomaría su puesto como profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, y no era que a Alaska no le agradara la otra profesora, sólo que prefería a Hagrid. Él ya le tenía confianza y le permitía llegar más lejos que el resto de los estudiantes con los animales, comprendía su amor e interés por ellos y no la limitaba, además les enseñaba de criaturas mucho mas interesantes.

Aquella tarde bajaron con el tiempo justo hacia la cabaña de Hagrid, junto a Blaise y Draco se dirigían por la orilla del bosque a la clase, el día estaba bastante helado y Alaska no se encontraba de muy buen humor. Estaba confundida. Cuando salían del castillo se habían topado con Dean, y en vez de ir junto a ella a la clase que tenían juntos se devolvió por donde había llegado. Se estaba comportando raro, la estaba evitando desde el partido de Quidditch y Alaska no encontraba la razón para ello.

—¡Hagrid! Al fin volviste a Hogwarts, extrañaba tus clases. —Le dice a Hagrid una vez llegó a su lado.

—Es bueno volver a verte Alaska, para la clase de hoy tengo preparado algo realmente especial —Responde con satisfacción, pero sus pobladas cejas se fruncieron al ver el hombro lesionado de la chica—. ¿Qué te sucedió en el brazo? 

—Las consecuencias del Quidditch, mi hombro se rompió en el ultimo partido —Le dijo encogiéndose—. Pero esto no me detendrá, estoy lista para ver lo que tienes preparado.

—Eso es bueno, sólo ten algo de cuidado.

Hagrid se aclaró la garganta para llamar la atención de los estudiantes una vez que llegaron todos a las afueras de su cabaña.

—¡Hoy vamos a trabajar aquí afuera! —Anunció Hagrid alegremente—. ¡Estaremos un poco más resguardados! Además, ellos prefieren la oscuridad.

—¿Quién prefiere la oscuridad? —Pregunto Draco con un dejo de pánico en la voz—. ¿Quién ha dicho que prefiere la oscuridad? ¿Ustedes lo han oído? —Alaska soltó una leve carcajada.

—¿Tienes miedo, Draco? —Inquirió ella de manera burlona.

—Claro que no. 

—¿Sabes? Aún recuerdo nuestro primer año —Dijo Alaska, acercándose a Draco para que nadie más pudiera escucharla—, cuando tuvimos que ir al Bosque Prohibido de noche... 

—Dijiste que no le contarías a nadie. —Dice alarmado, agarrando la muñeca de su brazo sano.

—Y he cumplido mi promesa.

—Oye Lasky. —Escuchan la voz de Blaise a su lado. 

—¿Sí? —Pregunta al voltearse, aunque sin alejarse mucho del cuerpo de Draco ya que él no la suelta del agarre.

—Creo que deberías saber que tu novio esta a unos metros de distancia, y no los está mirando de forma agradable.

Alaska frunció el ceño—. Se ha estado comportando raro estos últimos días, tendré que hablar con él.

Antes de que sus amigos pudieran hacer algún comentario al respecto, Hagrid les habló festivamente a los estudiantes:

—¿Listos? Muy bien, he preparado una excursión al bosque. Pensé que sería interesante que observaran a esas criaturas en su hábitat natural. Las criaturas que vamos a estudiar hoy son muy raras, creo que soy el único en toda Gran Bretaña que ha conseguido domesticarlas.

—¿Seguro que están domesticadas? —Pregunto nuevamente Draco, haciendo mas notorio su temor—. Porque no sería la primera vez que nos trae bestias salvajes a la clase.

—Claro que están domesticadas. —Contestó Hagrid frunciendo el entrecejo.

—Entonces, ¿qué le pasó en la cara? —Inquirió Draco.

—¡Eso no es asunto tuyo! —Respondió Hagrid con enojo—. Y ahora, si ya terminaron de hacerme preguntas estúpidas, ¡síganme!

—Al parecer alguien tiene miedo. —Se burló Blaise del rubio.

—Alaska es la experta en criaturas, no yo. 

Caminaron unos diez minutos hasta llegar a un lugar donde los árboles estaban tan pegados que no había ni una gota de nieve en el suelo y parecía que había caído la tarde. Hagrid, con un gruñido, depositó la media vaca que había estado cargando en el suelo, retrocedió y se dio vuelta para mirar a los alumnos.

—Bueno, el olor de la carne los atraerá, pero de todos modos voy a llamarlos porque les gusta saber que soy yo. —Se dio vuelta y dio un extraño y estridente grito que resonó entre los oscuros árboles como el reclamo de un pájaro monstruoso. Hagrid volvió a emitir aquel chillido.

Al tercer llamado un par de ojos blancos y relucientes empezaron a distinguirse en la penumbra, poco después una cara y un cuello como los de un dragón, y luego el esquelético cuerpo de un enorme y negro caballo alado surgió de la oscuridad. El animal se quedó mirando a todos unos segundos mientras agitaba su larga y negra cola; a continuación agachó la cabeza y empezó a arrancar carne de la vaca muerta con sus afilados colmillos. A Alaska le brillaron los ojos.

—¿Por qué no sigue llamando Hagrid? —Pregunta Blaise.

El resto de los alumnos de la clase ponían la misma cara de aturdimiento y de nerviosa expectación que miraban en todas direcciones menos al caballo que tenían delante. Al parecer, sólo había otras dos personas que podían verlo: Harry y Neville.

—¡Ah, aquí llega otro! —Exclamó Hagrid con orgullo cuando otro caballo negro salió de entre los oscuros árboles. El animal plegó sus alas, que eran como de cuero, las pegó al cuerpo, agachó la cabeza y también se puso a comer—. A ver, que levanten la mano los que pueden verlos. Sí, claro, ya sabía que ustedes los verían, Harry, Alaska... —Dijo con seriedad—. Y tú también, ¿eh, Neville? 

—Perdone —Dijo Draco—, pero ¿qué es exactamente eso que se supone que tendríamos que ver?

Por toda respuesta, Hagrid señaló el cuerpo de la vaca muerta que yacía en el suelo. Los alumnos la contemplaron unos segundos; entonces varios de ellos ahogaron un grito. Lo único que ellos veían eran trozos de carne que se separaban solos de los huesos y desaparecían, y era lógico que les pareciera muy extraño.

—¿Quién lo hace? —Preguntó Parvati, aterrada, retirándose hacia el árbol más cercano—. ¿Quién se está comiendo esa carne?

—Son Thestrals —Respondió Hagrid con orgullo—. Hay una manada en Hogwarts. Veamos, ¿quién sabe...?

—Pero ¡si traen muy mala suerte! —Lo interrumpió Parvati, alarmada—. Dicen que causan todo tipo de desgracias a quien los ve. Una vez la profesora Trelawney me contó...

—Son sólo supersticiones —Comentó Alaska para orgullo de Hagrid, se acercó un poco más a las criaturas mientras hablaba—. Los Thestrals en realidad son muy inteligentes.

Dos caballos más salieron despacio de entre los árboles.

—Bueno, ¿quién puede decirme por qué algunos de ustedes los ven y otros no?

—Quienes han presenciado la muerte pueden ver a estas criaturas, es la razón por la que tienen tanta mala fama. 

—Exacto —Confirmó Hagrid solemnemente—. Diez puntos para Slytherin. Los Thestrals...

—Ejem, ejem —La profesora Umbridge había llegado—. Ejem, ejem.

—¡Ah, hola! —Saludó Hagrid, sonriendo, cuando por fin localizó la fuente de aquel ruidito.

—¿Recibió la nota que envié a su cabaña esta mañana? —Preguntó la profesora Umbridge hablando despacio y elevando mucho la voz—. La nota en la que le anunciaba que iba a supervisar su clase.

—Sí, sí —Afirmó Hagrid muy contento—. ¡Me alegro de que haya encontrado el lugar! Bueno, como verá..., o quizá no... No lo sé... Hoy estamos estudiando los Thestrals.

—¿Cómo dice? —Preguntó la profesora Umbridge en voz alta, llevándose la mano a la oreja y frunciendo el entrecejo.

—¡Thestrals! —Gritó—. Esos... caballos alados, grandes, ¿sabe? Bueno..., en fin... —Balbuceó Hagrid, y se volvió hacia sus alumnos. Parecía un poco nervioso. —Este..., ¿por dónde iba? ¡Ah, sí! Sí, les iba a contar por qué tenemos una manada. Empezamos con un macho y cinco hembras. Éste —Le dio unas palmadas al caballo que había aparecido en primer lugar—, se llama Tenebrus y es mi favorito. Fue el primero que nació aquí, en el bosque...

—¿Sabe que el Ministerio de la Magia ha catalogado a los Thestrals como criaturas peligrosas? —Dijo Umbridge en voz alta interrumpiendo a Hagrid.

—¡Estos animales no son peligrosos! Bueno, quizá peguen un mordisco si uno los fastidia mucho... Lo que pasa es que los Thestrals tienen mala reputación por eso de la muerte. Antes la gente creía que eran de mal agüero, ¿verdad? Porque no lo entendían, claro.

La profesora Umbridge no hizo ningún comentario más; terminó de escribir la última nota, levantó la cabeza, miró a Hagrid y volvió a hablar lentamente y en voz alta:

—Continúe dando la clase, por favor. Yo voy a pasearme —Con mímica hizo como que caminaba—, entre los alumnos —Señaló a unos cuantos estudiantes— y les haré preguntas —añadió, señalándose la boca mientras movía los labios. 

La actitud de la profesora irritó a Alaska, no podía comprender como una mujer tan intolerante como ella podía trabajar en el Ministerio. Era claro que,  ser bruja, se creía superior a los demás. A la rubia no le sorprendería saber que Umbridge estaba al tanto de la ascendencia de Hagrid.

—Bueno... —Continuó Hagrid haciendo un esfuerzo por recuperar el hilo de sus ideas—. Thestrals. Sí. Los thestrals tienen un montón de virtudes...

—¿Te resulta fácil —Le preguntó la profesora Umbridge a Pansy Parkinson con voz resonante— entender al profesor Hagrid cuando habla?

—No... porque... bueno... siempre parece que estuviera gruñendo... —La profesora Umbridge escribió más notas. Las pocas zonas de la cara de Hagrid que no estaban amoratadas se pusieron rojas, pero intentó fingir que no había oído la respuesta de Pansy.

—Este... sí, son muy buenas criaturas, los Thestrals. Bueno, una vez que están domados, como éstos, nunca volverán a perderse. Tienen un sentido de la orientación increíble, sólo hay que decirles adonde uno quiere ir...

—¿Tú puedes ver a los thestrals, Ryddle? —Le pregunto Umbridge a Alaska ua vez se acercó a ella— ¿Y qué opinas de ellos? —Siguió luego de recibir ua respuesta afirmativa.

—Son criaturas más que interesantes y es increíble tener la oportunidad de estudiarlas con un buen profesor, que no se ve limitado por los típicos prejuicios a los animales —Alaska se aseguró de decir su opinión en voz lo suficientemente alta para ser escuchada—. El profesor Hagrid tiene un gran don para domar a todo tipo de criaturas y su pasión por ello lo convierte en el mejor recurso de aprendizaje.

La profesora volvía a escribir unas cosas más, esta vez sin murmurarlas para que todos escucharan. No volvió a hacer otra pregunta.

—Bueno, Hagrid —Se volvió hacia él una vez más y elevó el tono de voz—, creo que ya he recogido suficiente información. Recibirá —mediante signos hizo como que agarraba algo que estaba suspendido en el aire— los resultados de su supervisión —señaló sus notas— dentro de diez días. 

Y levantó ambas manos, extendiendo mucho los dedos.

—Profesora Umbridge —Soltó Alaska, dejando de reprimir el coraje que sentía por la situación que la mujer le estaba haciendo pasar a Hagrid—. Si no tiene la capacidad para comunicarse de forma correcta, le recomendaría visitar San Mungo. Estoy segura que allí podrán ayudar a resolver sus problemas.

—Señorita Ryddle —Dijo la profesora con claro disgusto, frunciendo los labios—, como siempre es un gusto verla.

La clase había terminado. Alaska les pidió a sus amigos que se adelantarán y le guardaran un puesto en la siguiente clase junto a ellos, tenía algo que hacer. Más no le fue fácil alcanzar a Dean, el chico la vio acercarse y pareció dispuesto a alejarse de ella. Tuvo que subir con prisa por la ladera más inclinada de los terrenos, dónde perdía la estabilidad con rapidez gracias a su brazo malherido.

—¡Dean, espera! —Gritó Alaska, ya cansada de intentar seguirle el paso—. Merlín... —Termino quejándose.

El moreno detuvo en paso en el momento que escucho la voz de la chica, sabía de antemano que había estado siguiéndolo pero no están seguro de estar de humor para hablar con ella. Estaba frustrado y su expresión demostró aquello cuando se volteó para mirarla.

—¿Qué sucede contigo? —Siguio la chica una vez estuvo a su lado—. Has estado evadiendome desde el partido de Quidditch, ni siquiera fuiste a verme a la enfermería.

Dean se pasó la palma de la mano repetidas veces por el rostro mientras mantenía la otra sobre su espalda baja, parecía estar debatiéndose entre sus pensamientos. Alaska no entendía que estaba ocurriendo.

—¿Está pasando algo entre Malfoy y tú? —Preguntó finalmente.

—¿Entre Malfoy y...? —Repitió en un murmullo, confundiendose aún más—. ¿De qué hablas Dean?

—Es obvio, ¿no lo crees? Ustedes dos, pareciera que... y yo termino viéndome como un idiota delante de todos. Ya estoy cansado de eso.

—¿Puedes ser más claro con lo que quieres decir? No entiendo que intentas decirme.

—Es simple Alaska, ¿estás o no enamorada de mí?

La rubia sabía bien que la conversación se estaba dirigiendo hacia ese punto, y a pesar de creer estar preparada no supo que decir. Nunca estuvo enamorada de Dean, eso estaba claro, pero no estaba segura de querer herir los sentimientos del chico, después de todo la había ayudado bastante los últimos meses.

—Lo estuve, Dean, de verdad... —Mintió con descaro.

—Pero ya no lo estás. —Concluyó Dean.

—No —Negó Alaska—. Intenté encontrar  esos sentimientos una vez más, pero es difícil.

—No puedes forzar a los sentimientos para que aparezcan o desaparezcan Alaska, así no es como funciona.

Luego de decir eso Dean se acercó a ella, pudo notar un deje de lastima en sus ojos antes de que dejara un beso en su frente.

—¿Eso significa que...?

—Sí —Dijo Dean comenzado a alejarse—. Ya todo terminó.

Alaska se quedó de pie por unos minutos en medio de la colina, sólo observando, procesando lo que acababa de ocurrir. Se sentía bien, más que bien; aunque eso le provocaba malestar. Podía sentir un peso menos en ella.

Terminó de subir por la colina y entró al castillo, llegaba atrasada a la clase de Transformaciones pero no por ello apresuró el paso, caminaba por los pasillos toda tranquilidad.

—Llegas a tiempo —Le dice Blaise con sarcasmo cuando se sentó junto a ellos en la sala—. Tienes suerte que McGonagall está de buen humor.

—Creo que con solo ver mi brazo herido se alegra, le debe traer buenos recuerdos del partido.

—No digas esas cosas Lasky, es una profesora. —La reprendió Ann a un lado.

—Y también es la jefa de Gryffindor. —Agregó Blaise.

—¿Y qué fue lo que te mantuvo ocupada? —Quiso saber Theo desde el otro lado de la mesa—. ¿El profesor Snape o alguna tarea de prefecta?

—Fue Dean. —Puntualizo la rubia.

—¿Arreglaron las cosas? —Aventuró Blaise.

—Terminamos.

Draco se sorprendió, aunque no fue el único, el hechizo desvanecedor que estaba conjurando se desvío, rebotando en las paredes termino dando de lleno en una pila de libros en la mesa de un chico de Hufflepuff.

No hablaron más del tema a pesar de que Blaise y Draco querían saber más de lo ocurrido, Alaska no les dió detalles.

Luego de la clase de dirigieron a la biblioteca. Cómo costumbre se sentaron en las mesas más alejadas, al fondo de todo dónde no podían ser molestados. Esa tarde se dedicaron a buscar información en libros de Herbologia para completar su redacción de veinte centímetros para la clase, era algo tedioso para Alaska ya que no era su clase favorita, pero debía mantenerse al tanto de todo para su próximo intercambio.

La chica soltó un quejido. Draco frente a ella le había dado un puntapié en su tobillo. Cuando levantó la mirada notó que él estaba observandola.

—¿Qué? —Le murmuró ella.

El rubio hizo un gesto con la cabeza, indicando que lo acompañara. Draco se levantó y Alaska lo siguió por los pasillos que se formaban entre los estantes, no había nadie cerca de ellos pero aún así se aseguró de estar lo suficientemente lejos de los demás.

—¿Qué sucede Draco?

—¿Por qué terminaste con Dean? —Le preguntó con rapidez, mirándola fijamente.

Alaska se sorprendió, sabía que el chico le preguntaría del tema pero no creyó que sería tan pronto.

—Fue algo mutuo, o eso creo —Comenzó a decirle—. Ya no me gustaba, y para serte sincera Draco, creo que nunca me sentí de esa forma por él.

—¿Y entonces por que salías con él?

La rubia no respondió de inmediato, se había despistado al notar que su torso con el de Draco estaban cerca, casi rozándose. No pudo evitar examinar el cuerpo del chico mientras levantaba su mirada hacia sus ojos.

—Necesitaba una distraccion —Le revelo sin vergüenza—. Sabes bien que durante las vacaciones no la pasé bien, mi mente y sentimientos eran un caos, necesitaba algo con que ocupar mi tiempo y Dean apareció en el momento perfecto.

—¿Por qué no recurriste a mí?

Alaska desvío la mirada, no sabía que responderle pues en realidad no quería decirle la verdad. No se sentía preparada para eso.

—No era lo correcto, no debí utilizar a nadie de esa forma.

—Al, sabes que siempre estaré para ti  —Dijo Draco—. Juntos podríamos haber encontrado otra solución, algo más acorde a tus sentimientos. —Recalcó con una significativa mirada.

Alaska no fue capaz de volver a mirarlo.

—Al... —Soltó el rubio en un murmuro.

Ella volvio a mirarlo, quedando frente a frente, se encontraban tan cerca que Alaska podía sentir su respiración chocar contra su rostro. Los hechos del verano pasado volvieron a su memoria como una ráfaga. Aunque no le gustaba pensar en eso, recordaba bien el roce de sus labios y el tacto de Draco, y aunque sabía bien que quería volver a experimentar aquello, no se lo permitió.

Rompió el contacto visual y se hizo a un lado.

—Será mejor que volvamos, debemos terminar la redacción.

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