55. El destino no existe
Mirando la anoche estrellada bajo la comodidad de su hamaca, me mecía relajadamente intentando calmar mi estúpido estado de animo. Hace solo unas horas había roto en llanto contándole a mi mejor amigo los dilemas mágicos de mi vida.
Ni medio llegué del aeropuerto llamé a mi amigo a la casa y me desahogué. Realmente fueron muchas cosas intensas las que me ocurrieron. Y la peor de todas fue el enterarme que definitivamente no había una razón para luchar contra mi destino. Si Chris no me amaba, solo era algo masoquista e inútil quedarme.
—Serás una huerfanita—le dije a una Solovina dormida en mis piernas—. No creo que me sienta capaz de volver a verlo. Mi corazón de papel no es tan fuerte.
Horas antes Christopher se despidió de mi, pensando que sería solo por un tiempo mientras aclarábamos nuestras mentes. Él quizás no contaba con una despedida definitiva.
Flash back
Luego de descubrir varias cosas gracias a una poción mágica, no dormí en toda la noche. La idea de perder la oportunidad de sentir a Chris tan cerca por una ultima vez me impidió cerrar los ojos.
Así fue como amanecí observándolo dormir, grabándome a detalle su rostro, y recordando las tantas veces que desperté mirando esa misma cara.
Chris se empezó a remover muy inquieto, y eso me dio la señal de que era momento de partir. Si bien ya tuve mucho tiempo de bajar el rojo de mis ojos, aún presentía estar con un aspecto que delataba mi dolor.
—Ay carajo—soltó pesadamente, mientras abría un ojo. Yo de inmediato me quité la sábana de encima y me puse manos a la obra. Empecé a recoger todas mis cosas en mi bolso.
—Buenos días, dormilón—solté fingidamente, mientras recorría la habitación atrapando mi cargador, mi libro y mi billetera—. Estaba por despertarte.
—Hola, hermosa—él dijo mientra se estiraba en la cama.
Intentaba con todas mis fuerzas no mirarlo. El tenerlo sobrio luego que me confesó lo que me confesó no era fácil. Básicamente con su sola mirada o voz, me recordaba que todo era una mentira. El Chris de ahora ya no era verdadero, tan solo un ilusión.
—Tienes que estar en unos quince minutos en el aeropuerto—le informé a la vez que iba hacia un mueble de la entrada donde había dejado un charol con el desayuno que le pedí—. Necesito que comas esto antes que se enfríe y luego te bañes.
Chris en respuesta soltó un gimoteo, y empezó a revolverse en la cama con pereza.
—¡Mi cabeza duele!—se quejó sentándose al filo, alzando su mirada hacia mi—. Te envidio, a ti no te agarró el chuchaqui.
—Pues si me agarró, solo que no dramatizo—solté una risita a la vez que le ponía a su costado la comida—. Me aguanto como los machos.
—Pues bebes como macho—soltó en broma, en seguida se sostuvo la cabeza con cara de dolor—. Aunque no tienes para nada aspecto de macho.
—Tengo cara de princesita, lo sé—solté siguiéndole la corriente e intentando mirar al piso todo el tiempo.
Internamente me sentí un tanto aliviada, pues su manera relajada de actuar me hizo pensar que no recordaba lo ocurrido con la poción mágica. Alguna vez él me dijo que no le gustaba pasarse de copas en extremo, debido a que no era bueno recordando lo que hizo. Al parecer no mentía.
Chris tomó el café de la charola y lo empezó a beber a bocados grandes.
Con incomodidad me puse de pie, y fui a espiar por la ventana a los aviones estacionados en la enorme pista de al frente. Me dispuse a concentrarme en los colores y aerolíneas para calmar mis nervios.
—Chris, debo irme—solté de una sola, mientras me acomodaba el bolso—. Tengo que ir a ver a Solovina a la casa de Fer antes que tenga que irse a su trabajo. Él la cuidó por mi mientras estaba contigo.
—Bien—él dijo en voz baja, poniéndose de pie y yendo hasta su maleta—. Pero antes... tengo que darte algo.
Y entonces él abrió su equipaje y empezó a rebuscar, sacando un montó de prendas que estorbaban. Al rato él sacó una funda de papel y me la extendió.
—Es un regalo para ti y Sol—él me dijo sonriente aunque con oculta agonía de resaca—. Mi idea era dártelo como ofrenda de paz antes de...
—Sí—asentí, y con mi mirada en el paquete me acerqué a él y tomé los regalos.
Con curiosidad saqué uno de los artículos, y se trató de una cajita en cuyo empaque mostraba fotos e indicaciones de lo que parecían ser unas pulseras.
—Vaya, gracias—sonreí interesada, y él se puso de pie a mi lado—. Se ven bonitas.
Quise guardarlas en mi bolso pero él me detuvo atrapando mi mano. Por supuesto pegué un respingo a su tacto. Incluso él se sorprendió por mi reacción.
—¿Qué fue eso?—él cuestionó mi reacción mirándome con duda.
—Esta mañana amanecí muy eléctrica—le mentí con una risa nerviosa—. A veces cuando bebo me pasa. Tal vez sea el exceso de energía que me produce estar eufórica de borracha.
Por supuesto, todo era un invento.
—Me pregunto si tu electricidad más el de la pulsera no te matarán—él dijo de repente, y me quitó la caja.
—¿Ah?
Él tiró la caja un lado quedándose únicamente con dos pulseras. Una era negra y la otra era rosa. Parecían hechas de caucho de un grosor no tan exagerado.
Y entonces una vez más él tomó mi mano, pero esta vez puse todo mi autocontrol para permanecer serena. Juro que su piel me quemaba y eso hasta hacia que algo doliera en mi pecho.
Antes que pudiera preguntar que hacía, él me había puesto la pulsera rosa.
—Es un pulsera que me ayudará a estar contigo pese a la distancia—él me informó con tranquilidad, dando una ligera caricia en mi muñeca—. Cada vez que tú o yo queramos, podremos darnos un pequeño electroshock. Así podremos saber cuando el uno piensa en el otro.
—Wou—solté con un hilo de voz.
Era un regalo muy bonito, pero... lo que menos quería era saber que él me pensaba. No cuando cada planeaba romperle el corazón. Aunque no me amara como al amor de su vida, al menos sabía que me tenía cariño, y si me iba para siempre o al menos por un largo tiempo, a él le iba a doler. Y quizás cuando sintiera el shock, imaginaría que me piensa pero no de buena forma.
—Claro que si no quieres usarla...—él al parecer miró mi cara de susto—. Solo... solo guárdala...
—Es hermoso—yo curvé una sonrisa—. Será bonito sentir dolor por ti.
Mis palabras tenían tanta verdad.
—No creo que sea dolor—él se puso su pulsera y en seguida se puso a monear algo por ahí—. Será mejor que probemos, no vaya a ser que te electrocutes. Me parece que tengo que descargar una aplicación para esto. Durante el vuelo averiguaré.
Yo saqué otro articulo del paquete y miré un conejo blanco de caucho.
—Le va a gustar mucho a Sol—murmuré con ternura—. Le encanta morder estas cosas.
Iba seguir hablando de lo hermoso que se veía el conejo, pero el tercer regalo de ofrenda de paz me dejó con la boca seca. Del paquete había sacado un póster que había estado doblado.
—Diablos—avancé a decir con una sonrisa enorme. Definitivamente mi emoción ganó y era un alivio olvidar mi pésimo estado de animo anterior.
—¿Te gusta?—él dijo con notable orgullo por mi reacción.
En mis manos tenía un póster firmado por todo los chicos de Cnco, y no solo eso. En la enorme fotografía, Chris aparecía abrazando mi foto como si su vida dependiera de ello, mientras los otros chicos aparentaban estar peleando por ella.
—¡Dios, Santo! ¡Claro que me gusta!—yo pegué un salto y me lancé a sus brazos. Él no dudó en recibirme—. ¡Te am...!
Al darme cuenta del peso de mis palabras, me callé en seco.
—¿Me amas?—él quiso terminar por mi en medio de una risita, y yo me separé de inmediato.
Estuve por decirle que no era momento para hablar del tema, pero al saber que tenía mi excusa perfecta para confesarle mis sentimientos por ultima vez, no me callé. Aproveché la oportunidad para hacerlo parecer como un juego.
—No creo que pueda amar a alguien más— yo me dejé llevar por mis sentimientos, y con timidez acaricié su mejilla.
—Yo también te amo mucho—él soltó y de repente sentí como si alguien me hubiera dado un puñetazo en el estómago.
De inmediato mi sonrisa se borró, y la respiración me empezaba a faltar. Mi mente solo me repetía que cualquier cosa dicha por su boca, era una mentira de la cual se iba arrepentir. De pronto sentí como si sus palabras solo fueran una especie de caridad hacia mi.
Tal vez él si sabía que amaba a Lu, y sin embargo solo fingía que me amaba para no lastimarme.
—Okey, me tengo que ir—yo empecé a meter desesperada las cosas en la funda de papel. Por supuesto Chris me miró con asombro—. Fer me va a matar por tardar tanto. Lo creo hasta capaz de dejar a nuestra Sol abandonada en su casa.
A una rapidez extrema yo logré guardar todo, y me acomodé mi chaqueta ante su mirada atenta. Yo sabía que él estaba palpando la tensión que guardaba en mi interior.
—Chris... yo...—yo lo miré al fin, abrazando el paquete que me dio—. Yo no sé cuando nos volvamos a ver. Solo... solo sé que te voy a extrañar demasiado.
Él dio un paso hacia mi, dándome un mirada nostálgica.
—¿No es un sufrimiento innecesario al que nos estamos sometiendo?—él suspiró pensativo
—El futuro dice que no estamos hechos para tener un final feliz—le recordé con la voz temblorosa—. Solo el tiempo nos dirá si ese presagio es cierto.
—Pero...
—El tiempo traerá respuestas—yo le clavé la mirada—. Es una solución que puede doler un poco, pero... que nos hará bien al final. Con todo esto al final tú estarás más seguro de tus sentimientos. Si el supuesto amor perdura, quizás... valga la pena luchar. ¿No crees?
—Carajo—él maldijo con impotencia—. No quiero darte la razón, pero debo. También siento que es lo correcto.
—Es que por cualquier lado que lo veas, separarnos es lo más sensato—bajé la vista.
Y de pronto todo se quedó en un silencio sepulcral. Ambos al parecer no nos atrevíamos a dar el ultimo paso.
—¿Y entonces...?—Chris dijo con incomodidad.
—Entonces... creo que me voy—solté con fingida tranquilidad—. Y... y tú también. Debes estar en el aeropuerto en... media hora.
—Sí, casi no me queda tiempo—él asintió mirando hacia cualquier lado menos a mi.
Y entonces recordé que podría ser la ultima vez que lo viera, y entonces recordé todas las cosas que ya no obtendría de él si cumplía con mi meta de nunca volver a verlo. Eran mis últimos segundos para obtener lo más que pueda de él.
—De corazón, Christopher... te deseo lo mejor—solté con la voz en un hilo—. Te mereces ser feliz.
A paso decidido, me acerqué a él y con suavidad le di un beso en la mejilla.
Por unos segundo me detuve a percibir su aroma procurando grabarmelo, razón por la cual me quedé mas tiempo del debido cerca de su cara. Chris pareció notarlo, así que aprovechó para observarme de reojo. Podía sentir su respiración acortándose más con el paso de los minutos.
Mi objetivo fue besar su mejilla y guardarme eso como el ultimo recuerdo de su piel, pero afortunadamente él me dio algo aún mejor. De repente el atrapó sus labios con los míos, logrando que mis piernas perdieran la poca estabilidad que tenían, así que como única solución me aferré a su cuello. Él no tardó en sostener mi cintura con todas sus fuerzas.
Nuestros labio se acoplaron en un perfecta sincronía, a una velocidad que me dejó mareada. Simplemente la desesperación se apoderó de nosotros, y nos fundimos en aquel beso con todo lo que teníamos. Sus labios pedían cada vez más, al igual que los míos. Su lengua y la mía chocaban de una manera delicada y apasionada a la vez. Sus manos y las mías se volvían locas por sentir lo que más podían del otro.
Ambos sabíamos que nuestra separación iba a durar por una eternidad. Yo lo sabía más que él.
—El amor de mi vida, eso eres—solté separándome de mala gana de sus labios, dándole la mirada más natural de amor que pude.
El iba a decirme algo, pero yo me solté de su cuerpo y me alejé casi que corriendo. Sin decir una silaba y aún con las sensaciones de mi cuerpo y mi corazón al limite, salí de la habitación teniendo como ultimo recuerdo sus labios haciéndome por una ultima vez suya.
Fin del flash Back
Acaricié la pulsera por milésima vez en el día, y sentí la ya conocida sensación de vacío en el pecho.
—¡LLEGUÉ COMADRE!—entró gritando Fer, con una caja de pizza y una funda con varias cosas.
—Menos mal, no quiero estar sola—le dije sentándome con pesadez, y poniendo a Solovina en el piso.
—Tienes una carita que me rompe el corazón—él puso sobre el mesón de la parrilla las cosas, dándome una mirada de lastima—. Creo que es el momento indicado para subirte el autoestima con mis historias de amor.
—¿Cómo?—dije con cansancio.
—¿Sabías que Paola me rompió el corazón?—él me confesó mientras abría la caja de pizza notándose en extremo nervioso.
Hasta se le enrojeció la cara, cosa que me causó asombro y risa.
—¿Qué?—cuestioné sin creerlo, olvidando mínimamente mi dilema.
—Oye no te rías, que te estoy hablando en serio—él me miró con una ceja alzada, y yo me tapé la boca arrepentida.
—No es cierto—repliqué, y él me miró con cara de tragedia.
—Es en serio—él me confesó, mordiéndose el labio y mirando al piso pensativo—. Hace unos días le confesé todo y ella me mandó a la porra.
—¿Po-porqué?—yo seguía boquiabierta.
—Pues... es que no quería enamorarme, y cuando ella me dijo que sentía cosas por mi... huí—él me contó mientras atrapaba un trozo de pizza—. Y luego, volví a ser el Fer sin exclusividad porque entre en pánico. No sabía que estaba asustado hasta hace unos días donde... mirándote a ti y a...—él se quedó callado—. Bueno, mirando como sufres por... bueno ya sabes por quien, entonces entendí que yo estaba teniendo un dilema parecido al tuyo, solo que... lo oculté.
—¿No estas jugando conmigo?—solté una vez más sin cerrar la boca.
—No, amigui—él se metió una gran trozo de pizza, y empezó a masticar con los cachetes inflados, cosa que hacía cuando algo le avergonzaba—. Estoy diciendo la verdad. Y si te lo cuento es porque ambos estamos en el mismo costal de la desgracia. No me siento tan estúpido contándote ahora.
En verdad Fer se veía muy triste, y me dio un punzada de compasión y ternura por él. Era la primera vez que me hablaba de algo así.
—Trae esa pizza y desahoguemos nuestras penas, compadre—le dije, extendiéndole la mano para que se sentara conmigo en la hamaca.
En fin... menos mal Fer era mi compañero en mi nuevo camino de desamor. La compasión que le tuve, y el interés que me dio por su descubrimiento amoroso, bajó en algo el dolor en mi corazón. Claro que cuando se fue, nuevamente mi ganas de llorar volvieron. Como si entre más llorara más fácil fuera olvidar a Christopher.
(...)
Caminaba por el parque con Solovina oliendo todo lo que hallaba a su paso. Estábamos yendo a casa luego de haberle puesto su segunda vacuna en el veterinario.
En los últimos días casi no pasaba en mi casa, donde por cierto habían muchos recuerdos de Chris (Me refiero a mi cuarto y los tantos póster que tenía de él). Solo salía a pasear con Solovina, a la casa de Fer, o iba a la universidad a sacar varios papeles para preparar mi reingreso.
¿Que mejor distracción del desamor que estrés de estudios?
Mientras miraba jugar a un grupo de niños un partido de fútbol, de repente escuché la voz de alguien a mi costado.
—Es un bello cachorrito—dijo una voz masculina—. ¿O es cachorrita?
Regresé mi vista al origen de la voz y me hallé con un hombre de mediana edad sonriéndome con un helado en la mano.
—Es una cachorrita—le respondí con amabilidad, y él se agachó a acariciar a mi perrita—. Se llama Solovina.
—Que curioso nombre—él bajó su cono de helado y se lo tendió a Solovina. Ella empezó a lamerlo con muchas ganas—. ¿Y de donde sacaste a la perrita? ¿La adoptaste o la compraste?
—La adoptamos con mi... no-novio—tartamudee, y en seguida sacudí mi cabeza como intento de no recordar mi dolor—. Bueno, con mi ex pareja la adoptamos.
Al decir aquello, él alzó la vista dándome un mirada pensativa.
—Me parece lindo que la hayan adoptado—él seguía dándole helado a Sol—. En estos días darle un hogar a un animalito abandonado puede ser uno de los mejores aciertos de la vida.
—Sí, y la verdad no me arrepiento de haberlo hecho. Cuando Chris me contó la historia de Sol, me dije a mi misma que debía hacer feliz a esta perrita con todo lo que tenía. Él la encontró abandonada en un basurero cerca de un lugar cercano a donde él frecuentaba. Me contó que cuando la escuchó llorar, rebuscó entre las fundas y la halló con sus hermanitos muertos. Obviamente la tomó, la bañó, y la puso guapa para proponerme criarla juntos—sonreí ante el recuerdo de aquel día cuando me la trajo—. No me negué para nada. Desde el primer momento me enamoré de ella.
—Bonita historia—él me miraba sonriendo suavemente.
—Eramos una bonita familia—solté con nostalgia—. Yo era la mamá, él era el papá, y Sol la bebé de la casa. Incluso muchas noches no nos dejó dormir con su tendencia a llorar cuando tenía hambre, o cuando se asustaba de los lugares altos.
De pronto me di cuenta que estaba contando demasiado a aquel hombre, así que ocultando mi cara apenada me agaché para llamar a Sol.
—Es bueno saber que has puesto un granito de arena por el bien del mundo al aceptar a Solovina—él soltó un suspiro, mientras miraba a Solovina comer apresurada— .He visto que hay mucha necesidad en cuanto a apoyo a fundaciones de animales en este país. Por eso siempre intento apoyar desde el extranjero.
—¿No es de aquí?—dije con curiosidad y soltó una risita.
—Sí, soy de este país, pero... radico en Brasil—él me contó—. Allá tengo mi trabajo, y también mi familia.
—Oh vaya—solté con interés—. Debe ser genial vivir por otros rumbos por un tiempo. A veces ya cansa estar en el mismo sitio por años. ¿Y dígame, a que se dedica?
—En el área de marketing en una muy buena empresa por allá. Tengo un puesto en un rango muy alto—él me contó.
—Lo felicito—sonreí con admiración. Ahora entendía porque se veía tan elegante con su traje azul marino—. Y entonces supongo que vino por negocios o algo así al país.
—No, de hecho vine por un asunto familiar—él dejó el helado en el piso para que Solovina lo siguiera lamiendo—. Hubo un problema muy grave con una hija mía.
—Lo lamento—solté con incomodidad—. Pero supongo que todo se arreglará.
—Sí, sea como sea voy arreglar su problema—él se metió las manos en los bolsillo mirándome pensativo—. Por esa niña haría lo que fuera.
—Espero todo salga bien— jalé a Solovina, y ella regresó corriendo hacia mi. Reí un poco al verla con toda la cara llena de helado.
—Sí, todo saldrá bien—él miró hacia la cancha de fútbol, y luego de tragar duro terminó de hablar—. Mi niña tendrá al amor de su vida, aunque su destino le diga que no podrá tenerlo.
Por supuesto antes sus palabras me quedé fría, pensando en la manera tan coincidente de su afirmación a mi situación. Y entonces una idea descabellada pasó por mi mente al ver a aquel sujeto, pero mi lógica me dijo que no podría tener tan mala suerte como para hallar más dilema en mi vida.
—Me alegro—sonreí en medio de un ataque de nervios—. Que tenga suerte.
Sin más tomé a Solovina en mis brazos y me empecé alejar a toda prisa.
—Cielo, el destino no existe—lo oí decir—. Se suponía que no podría amar a Edith sin embargo... ella se convirtió en el ser que más amo.
Me detuve en seco, y me quedé como estatua asimilando las palabras de aquel hombre, que al parecer era mi padre.
—No puede ser—murmuré para mi misma y empecé a hiperventilar.
A mi memoria vinieron todas las historia que mi madre me contó sobre mi padre, y por un momento lo odié, pero... al recordar "Niebla tras tu corazón" y sabiendo que esa era la verdad más probable me tranquilicé. De pronto me abrí a la posibilidad de encontrarlo como una victima más de una estúpida maldición.
—¿Su nombre es Damian Zambrano?—pregunté con la voz casi audible.
—Sí, linda. Ese es mi nombre—él aseguró, y de pronto lo vi pasar por mi lado para ponerse en frente mio—. Soy tu padre.
Él parecía preocupado, mirándome con cautela y evitando acercarse demasiado.
—Dígame... ¿tiene alguna solución que pueda ayudarme a no repetir la historia de mi mamá?—le pregunté con total seriedad.
—Mi historia es la mejor solución—él respondió—. Si tu quieres podría hablarte de todo lo que tuve que pasar con tu madre, mientras tomamos un café.
A modo robot asentí, y sin siquiera preguntar a donde íbamos, yo me puse al mando y me dirigí hacia la primera cafetería que se me ocurrió.
No sé ni como tuve la capacidad de caminar, realmente sentía que todo a mi alrededor se movía, y que para variar todo estaba cubierto por una niebla espesa. No podía pensar en otra cosa que no sea... ¿Cómo debía actuar contra mi padre?
Diablos era la primera vez que lo conocía.
(...)
Al llegar a la cafetería que elegí, me senté en una de las mesas más alejadas. Por suerte no me prohibieron la entrada debido a Solovina.
—Parece un lugar muy agradable—él suspiró, sentándose frente a mi.
Yo permanecí como estatua mirándolo a la vez que acariciaba a Solovina. Desde que empecé a caminar no dejé de hacer lo mismo.
En medio de un silencio incomodo, y mientras mirábamos por la ventana un bonito parque donde niños pequeños jugaban en columbios, nos mantuvimos callados por un buen tiempo.
Él quería aparentar que no estaba nervioso, pero sus dedos tintineando contra la mesa lo delataron, además de su tendencia a mirar para atrás de él cada varios segundos.
Y entonces el mesero llegó, sonriente y amable a poner un poco de paz a nuestro tensionante ambiente. Él nos informó sobre los menús disponibles, y por supuesto seleccionamos algo. Yo por mi parte elegí al azar.
—Bien, en un momento le traigo su pedido—él mesero se fue, con una gran sonrisa—. Disfruten del lugar mientras tanto.
Disfrutar era lo menos que podía hacer.
Vimos como atendían a un pareja al otro lado del salón y nos concentramos en verlos mientras decidían su comida. Era lo más que podíamos hacer al estar juntos.
—Se ve muy buena la comida—soltó el señor, y yo asentí—. Es perfecta para iniciar una conversación llena de recuerdos.
—Supongo
Me pasé una mano por el cabello, lanzándomelo frente a la cara. Casi me tapé toda la cara.
—Tu madre hacía eso cuando estaba nerviosa—él sonrió con suavidad—. Y también se comía un uña mientras ocultaba su nerviosismo.
Y entonces me di cuenta que estaba mordiendo la uña de mi pulgar, por lo que de inmediato bajé la mano.
—No me había dado cuenta
Una pausa volvió a nosotros.
—Cielo, primero que nada quiero que sepas que jamás quise abandonarte. En realidad hubiera sido muy feliz si Edith me hubiera dicho, que de nuestra loca historia de amor surgió algo tan bonito—él me dijo con suavidad—. Hubiera sido un alivio saber que entre tanta falsedad y dolor, el amor dio fruto.
—Descuide, sé que usted no es tan malo como pensaba—confesé con timidez.
—No seré perfecto, y habré cometido muchos errores, pero créeme que no soy tan vil como para abandonar a mi propia hija. Nunca quise que crecieras sin un padre.
No dije nada, solo me limité a recapitular todas las cosas que me ocurrieron. Todo estaba envuelto en miles de mentiras dichas por mi madre.
—Dígame algo... ¿Desde cuando mi mamá le empezó a mentir? ¿Desde cuando le empezó a ocultar cosas?
—Supongo que desde el momento en que me lanzó un hechizo de amor—él soltó un sonrisa suave—. Desde ese instante viví en un engaño, del que hoy por hoy estoy agradecido.
—¿Qué? ¿En verdad agradece haber vivido enamorado falsamente, perdiendo el tiempo de estar con el amor de tu vida?
—Al principio creí eso, pero... en realidad no fue así. Los momentos que pasé con tu madre fueron de los mejores momentos de mi vida—él suspiró mientras miraba por la ventana—. Ella me dio la vida que no creí que necesitaba.
—¿Y si tanto la quería porqué no volvió con ella?—le repliqué con un tanto de molestia—. Ella lloraba casi a diario extrañándolo. Lo quiso ocultar de mi pero no pudo.
—Al principio no volví porque estaba muy enojado por haberme metido en una historia de mágica oscura. Creo que tú ahora me comprendes, pues supongo que pasaste por el mismo shock que yo cuando te enteraste—él me miró a la expectativa y asentí insegura—. Así fue como ella halló esa oportunidad donde pese a que estaba enamorado ficticiamente, aún quería alejarme de ella. Debió ser tanto el enojo que hasta logré dominar al hechizo. Cuando eso pasó, ella de repente se había ido. Y cuando intenté hablar con ella, simplemente había desaparecido de mi vida para siempre—él hablaba como si algo le doliera—. Por más que busqué por meses y meses no la hallé. Nadie sabía de su paradero. Supongo que tú ya sabes toda nuestra historia. En el libro que ella publicó esta todo.
—Sí, de hecho hasta soy fan del libro. Me imaginaba a cada uno de los personajes a mi imagen. Odiaba a lo villanos; por cierto no es que odie a tu esposa—dije de inmediato corrigiéndome, y él soltó una risita—. También me daban ganas de lanzarles un chancletazo cada vez que los protagonistas hacían algo estúpido. Stormie, o más bien dicho mi madre se ganó la chancla voladora muchas veces. Y lo más gracioso es que cuando tenía una crisis por el libro, se lo iba a contar a mi mamá. Supongo que ella por dentro se moría de la vergüenza a causa de mis críticas a su personaje.
—Pero pese a sus errores a causa del miedo, fue una hermosa persona—él dijo con notable tristeza—. Era un ser tan brillante.
Sus ojos mostraban tanta ternura y amor que hasta sentí mi corazón hacerse gelatina liquida.
Todas las situaciones románticas del libro invadieron mi mente, y como si se tratara de una película a alta velocidad, me lo imaginé a él de más joven junto a mi madre, viviendo todas esas aventuras llenas de amor que describía el libro.
—En el libro había una escena donde Stormie se escapa de la casa de sus padres, para irse con Jake a unas vacaciones por la playa. ¿En realidad eso pasó?—solté con curiosidad—. En el libro decía que su padre los persigue por todo el barrio con una escopeta. Dime... ¿Mi abuelito hizo eso?
—Sí—él soltó una risita—. Aunque no nos persiguió con un escopeta, sino con una escoba.
Dicho eso solté una carcajada imaginando a mi viejecito armar tremenda escena por su barrio.
—Es bueno saber que no todo en su historia fue drama—suspiré animada—. Al menos ella pudo sentir lo que es tener un gran amor.
Él me miró por un rato con un leve sonrisa que me transmitía seguridad.
—Descuida, linda. Arreglaremos las cosas entre tú y ese muchacho cantante que tanto quieres— él me informó relajadamente—. Pero primero quiero que sepas sobre "Niebla tras tu corazón" pero desde mi punto de vista. Quizás eso te de un panorama de lo que Christopher podría estar viviendo.
No quise emocionarme en vano e intenté permanecer lo más pesimista posible, pero la manera tan optimista en la que me habló me hizo tener un rayito de esperanza.
¿En verdad la llegada de mi padre sería la salvación de Chris y yo?
¿Se imaginaron la llegada del papá de Cielo?
Holi jejeje, sigo viva 😂
La semana pasada tuve que subir caps, pero en verdad estuve muy ocupada jiji, sorry. Pero afortunadamente ya pasó mi dilema, por tanto tendré más tiempo para la nove.
Por cierto, desde la siguiente actualización empieza la cuenta regresiva. ¿Cuantos caps creen que faltan?
¿Como creen que terminará esto?
Recuerdan que Cielo se iba a enterar de algo que la pondría hacer locuras, pues... quizás en el siguiente cap tengamos un indicio de eso.
Espero que les haya gustado el cap. Nos vemos 😘
Por cierto andaré dedicando caps, así que las leo jejeje.
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