¡La procrastinación es amor, Eiji!.
El japonés está acostado en la cama, tiene una manera muy extraña de recostarse, lo cual le puede producir cierto dolor ya sea en la cintura o espalda. Más Ash entra por fin en la habitación, a pasos flojos se tira en la cama, hundiendo ese lado que le corresponde del colchón, haciendo que su adoración se acomode.
Okumura se ríe entre dientes por el rebote, el rubio se acerca lo suficiente como para robar parte del calor y las mantas del moreno. Además sus dedos blancuzcos se pasean por los mechones oscuros del japonés.
— ¿Estás flojeando? — atina a interrogar, es ridícula su pregunta; pero pronto Eiji suspira asintiendo.
Sus mofletes están rojos de alegría, Ash le hace cariñitos en la mota azabache que tiene como cabellera, además el otro brazo del rubio le abraza por la cintura.
Puede oler el jabón en la piel de su amado Aslan, si acerca un poco más su cabeza de seguro escuchará sus latidos y se siente casi flotar, entre la nebulosa de la ensoñación, la calma de mimos y el calor de su amado, amado Aslan.
— Onni-chan, sabía que los viejos dormían temprano, pero es demasiado temprano — bromea, recibiendo movimiento por las cejas del moreno. Afuera apenas comienza a instalarse la puesta del sol.
Entonces Eiji abre sus oscuros ojos, siendo recibido por los jades del rubio, ama perderse en su mirada, es única. Queda deslumbrado por una sonrisa burlona, mueve su cansado cuerpo procurando estar frente a frente, beso esquimal suave, la mano de Callereense sigue masajeando el pelo.
Como un gato acechando a su presa, Eiji sigilosamente se acerca al oído del hombre con oros en su cabeza, lo suficiente como para que su respiración choque con el lóbulo.
— Aslan Jade Callereense — musita muy calmadamente, casi saboreando cada letra mientras su acento extranjero le da un toque exótico. Ash tiembla en su sitio, su piel se ha erizado.
— No juegues conmigo Eiji — reclama, es atemorizante hasta cierto punto ¿Qué puede planear su calmado amor?—, sabes que cuando dices mi nombre completo, es porque es serio.
Recuerda, una tontería, un juego de niños.
— Aslan — repite, abrazando más dulcemente, con más cariño— Oh... Aslan Jade Callereense... Te amo.
Casi como alma que lleva el diablo Ash abre los ojos, los cuales estuvieron cerrados todo el tiempo que Okumura jugueteo con su cuello, beso sus mejillas y exhaló sobre su oreja.
— ¡Eiji! — chilla infantilmente— ¡Pensé que de verdad te había echo molestar!.
Ahora el nipón ríe, nota las mejillas sonrosadas del rubio. Se siente feliz por esa venganza.
— Ya no lloriquees, solo los bebés hacen berrinche.
Y la boca del Callereense queda abierta, de tal forma, qué sí una mosca estuviera en la habitación se hubiera paseado por aquella cueva.
Ya sentado en la colcha, el rubio nota como se retuerce de la risa su contrario, siente el orgullo herido, tal vez la vergüenza.
— Anda, dame un abrazo y olvidemos esto, berrinchudo — Ash se lo piensa, los brazos abiertos le esperan. Ya qué, prefiere ser buen perdedor y recibir un premio de consolación, a ganar y que le preparen natto durante toda una semana.
— Eiji...
Este emite un sonido con su garganta, siente el peso de Ash en su pecho, acaricia su espalda, están cómodos.
— Yo también te amo, Eiji Okumura.
•🥀•
Díez...
Díez largos años, dónde los dos han entrado en una confianza total, se han entregado en cuerpo, alma y espíritu. No saben cuándo o cómo fue que pasó la década tan rápido, pero en ocasiones les hace sentir viejos, gracioso pues siguen en sus veintes comienzos de treintas. No hay nada mejor que eso; confianza tanta que con solo dar una simple mirada, reconocen el siguiente paso a ejecutar.
No hubo pasado gris, nunca ocurrió ninguna maldad, todo fue demasiado bueno para ser verdad. Sin embargo ahí están, viviendo una vida tan rosa, que empalagaban a sus amistades.
Pobre Sing y Shorter, mentirían si les preguntarán qué eran más dulces que el algodón de las ferias.
— Vaya, vaya... Y yo que pensaba que este fin de semana no podía ser mejor — el mundo puede estar en guerra, pero Eiji cocinando, usando un adorable delantal decorado de conejos y corazones para nada masculinos, es lo más lindo del día— ¿Qué preparas?.
Los brazos del rubio le rodean por completo ¡Ay, si le dieran una moneda por cada que Ash le abraza y él sonríe, serían multimillonarios!.
— Una agradable receta — es reconfortante sentir el amplio pecho de un desarrollado Aslan, ya pasaron por la etapa del cabello largo, ahora solo espera que no llegue la etapa de las dietas ridículas.
Con todo y lonjitas, sobrepeso o marcas en la piel, le amaría.
Los jade que por ojos tiene el blondo se pasean por toda la cocina, el japonés se ha hecho dueño de todo su espacio personal, ocupando frente de sí el sitio y aunque trata de averigüar qué rayos se coce en las ollas no alcanza su vista.
— Mientras sea algo comestible, lo aceptó — el apartamento se ha llenado del aroma delicioso, solo le encanta bromear y hacerlo rabiar.
— Todo lo que preparo se puede comer, Ash — le gusta recordar, no puede calumniar.
— Cierto, cierto... — aman eso, abrazos, olor que hace gruñir la panza, ojos perdidos en otros ojos, besitos inocentes, fugaces, muy rápidos para escalar el nivel.
Mueven sus cuerpos lentamente, casi danzando en una sola baldosa de la cocina, mueven las caderas cuál vals invisible. Tocan sus manos, sus brazos, llenan sus pulmones de oxígeno para recordar cada segundo que viven. Pintan sus días de rosa, amarillo y en ocasiones de azúl.
— ¿Huele a quemado?.
— ¡Ah! — Eiji se suelta rápidamente— ¡La salsa se estaba pegando! Debí bajarle la intensidad de la llama.
Ahora mueve utensilios de aquí para allá, destapa y tapa, apaga y mueve, revisa y prueba. Aslan solo se recuesta del mesón, divertido, contento, que los únicos problemas que tengan sean por ensuciar o cocinar mal, desea que nunca discutan por cosas serias.
— Ya voy a servir ¿Quieres ayudar? — como negarse a esos ojos rasgados, a esa sonrisa de niño bueno, a su dulce entonar, a los platillos que prepara.
— Me encantaría — antes de plantarle cara a los platos, se devuelve en unos pasos a Eiji—. Gracias por hacer está deliciosa comida, amo que te tomes el tiempo para alimentarnos.
Okumura le roba otro beso, de esos rápidos y sonoros.
— Gracias a ti por comerla.
Unen los dedos, tiemblan las piernas, sudan lugares que no sabían eran capaces de sudar.
Sienten que la garganta se les seca al respirar por la boca, mientras que debajo de la lengua la saliva quiere rebosarse. Las pestañas son incapaces de separarse, llevándose lágrimas.
Aslan está inmóvil, solo siente el vibrar de los latidos. Además, tener sobre su cuerpo a el japonés, casi ahogandose, fundiéndose sobre su piel, es... Inigualable.
Si bien no están del todo acostados, toda la masa de Eiji cae sobre el rubio, mientras esté toma calma pues cree poder desmayarse.
Siente el lubricante en su entrada, apenas si están mimandose, jugando, preparando. Pero no evita que estén a punto de subir hasta el cielo y bajar con pocas caricias.
¿Eso hace el amor? ¿No poder soportar ni retenerse ante la suavidad del otro?.
— Eres la mejor persona del mundo — exclama el moreno. Solo se han tomado un momento para admirarse, un pequeño segundo; pero hablar mientras hacen el amor sigue siendo vergonzoso.
— Ja... — suspira, Ash está que siente el corazón reventar— Tu eres el japonés más lindo que he conocido...
A tocado un punto muy, muy sensible de la pena en Eiji, los piropos son bellos, adular a la otra persona es genial para su autoestima, pero ¡Cielo santo! Que le digan lindo le hace tener tomates en vez de cachetes, le acelera el pulso, cree que se caerá de espaldas por tal hermoso ataque a su físico.
— ¡Aslan! — chilla, besa su cuello, se ríen felices— ¿Acaso quieres que me dé un infarto? Jumm.
Aleja sus labios rojos de la piel nivea del blondo, puede ver cómo las iris se lo comen entero, desde la curva de su cadera, hasta la erección que antes estaban atendiendo.
Que sin vergüenza, enseguida tapa los ojos de Ash, escuchando sus quejas y pronto siendo atacado por cosquillas.
— ¡¿Qué vas a esconder de mi, si yo soy quien conoce el lunar cerca de tu-
No logra acabar las quejas, pues una patada voladora entre cosquillas le ha dejado sin aire.
— ¡Oh Ash! ¡¡Perdón, perdón, perdón!! ¿Te duele mucho? — Eiji ya no se ríe, le ha golpeado sin querer— te dije que no me hicieras cosquillas ¡No fue mi intención!.
Acaricia el estómago del ojiverde, besando su frente, disculpándose en susurros.
— Merezco una recompensa muy grande — responde—, no aceptó tranferencias de abrazos, ni tickets de ensaladas de camarón.
•🥀•
Eiji se ganaba la vida como fotógrafo. El saltó en perdiga era importante para su pasado, lo volvía quien era ahora; pero comprendió que no era para él, no es como si se hubiera rendido, él no lo ve de esa forma. Fue lo más sensato y sano, la fotografía le abrió un camino de colores y luces que el saltó en perdiga le restringía, ese deporte le hacía volar, pero cuando fotografiaba escenarios o paisajes, volaba aún más alto, llegaba a lugares que nunca imaginó llegar, sentía cosas tan bellas que jamás llegó a sentir. Y Ash, su querido Aslan estaba a su lado.
Los sábados y domingos eran sagrados para la pareja. Normalmente esos dos días los tomaban para descansar, de lunes a viernes debían estar en las ajetreadas calles de New York, así que procuraban pasarla bien. En otras circunstancias eran invitados a una salida grupal con los chicos y eran incapaces de negarse.
Pero estaban de acuerdo que pasear por el museo con bromas por parte de Shorter, ir al lago y escuchar las amenazas entre Sing y Aslan de tirarse al agua, o comer ricos perritos calientes a mitad de la calle viendo una presentación musical, era extraordinario.
La mujer tocaba la guitarra acústica de forma preciosa, mientras su voz era acompañada por coros graves de un chico. Ash tenía la boca llena de mostaza mientras la tonada estaba en su cuspide.
Como magnetismo que se atrae Eiji fue encontrado por los ojos del rubio, sacándole una sonrisa y un rubor de por medio. Pronto sintió como la fría mano de Ash tomaba la suya, tenía los dedos congelados y era extraño ya que no estaba tan frío el día.
Sin darle más rodeos a sus pensamientos, entrelazaron los dígitos, dándose calor. Tras tocar las últimas notas los aplausos se produjeron, Sing quería pedirle el número a los músicos, quién sabe, tal vez toquen en matrimonios y cumpleaños.
Shorter le seguía por el simple placer de ayudarle a conseguir el dichoso número.
— ¿Te gustó el perrito caliente? — la mostaza era solo un recuerdo, ya no había ni pan, ni salchicha.
— Estuvo perfecto — respondió Callereense—. Sabes, te ves súper hermoso hoy.
Los elogios, halagos, palabras empalagosas y cursis.
— Gracias — con sus manos aún juntas, el nipón acarició con su pulgar todo el dorso de la contraria—, tú te encuentras aún más guapo que ayer — y con facilidad sus hombros se encuentran, la cabeza de Eiji se recuesta del brazo contrario y gracias a eso siente esa suavidad en su rostro.
— ¿Deberíamos decirnos cosas lindas también? — Shorter pregunta, al parecer no consiguieron el número. Busca con la mirada a Sing y de él a su mejor amigo.
— No Shorter, cuando ellos están juntos se olvidan que los demás también tenemos corazón — dramatiza el más joven, quién ha crecido y ganado músculo—. Vámonos, tal vez Nadia o Yut-Lung nos digan que no somos tan feos.
Y claro, tras eso los dos tortolos se despegan, siguen su camino y vuelven a la dinámica del comienzo.
Aslan era buen jugador de béisbol, pudo haber ganado una beca durante la secundaria y preparatoria para seguir con el deporte. Más cambió de parecer después, era muy inteligente ¿Cuáles son sus reales pasiones? Se la vivía leyendo libros en un rincón de la biblioteca, luego integró a Eiji como compañero de lecturas. Hasta que empezó la universidad, tomando la carrera de filosofía. Le llamaba la atención, le pedía ser de él.
Un fotógrafo y un filósofo, nada mal para el historial de parejas en el mundo.
Pero lo que sí es su pasión real, es admirar a Eiji mientras ríe hasta llorar, se coloca muy rojo, sus labios no decaen, toma mucho aire y luego voltea a mirarlo. Casi, casi gritándole «Me haces feliz, me haces querer vivir cada día como si nunca fuera a acabar. Porqué te amo, amarte me hace quién soy».
— ¡Ash! ¡Mhg, Ash~! — le calla con un beso. Es algo tarde y las paredes suelen ser de papel, pero igual sigue moviéndose, deslizándose dentro y fuera.
Sus labios se hunden contra la boca contraría, sus lenguas se abrazan y danzan internamente, se muerden los belfos con delicadeza, soltando cuando tienen un alejamiento suficiente.
Lo ama. Lo ama. Lo ama.
Ash lo ama, con todo el corazón.
Y al de cabellos oscuros le gusta posiciones donde pueda ver al contrario, donde pueda acariciar su cuerpo, dónde consiga abrazarle.
En ocasiones está sobre él, de ese modo disfrutan mucho. Pero siempre que pega la espalda a la colcha y Aslan se ancla entre sus piernas... No rechista... No se queja... Que su rubio amor lleve el ritmo.
— ¿S-si levanto tus piernas — blondo toma una, la acaricia desde el muslo interno hasta la rodilla, luego con suavidad la lleva hacía el pecho de Okumura. Dejándolo abierto, mostrando la unión de sus cuerpos, pero Eiji se queja un poco, duele— de esta manera, crees que después salgas caminando bien?.
— No lo creo Ash — analiza—, ya no soy tan flexible, como al principio.
Ash está apunto de responder con una broma; sabe que es culpa de la flojera, procrastinar y no querer ir a hacer ejercicio. Pero prefiere besarlo, mientras con cuidado deja la pierna que alzó en su sitio.
Se deleita con sus besos, embistiendo despacio. Les gusta hacer el amor de forma calma, también ruda, pero hoy están llenando el pecho de cosas bonitas, antes de ir al trabajo mañana por la mañana. Necesitan hacerlo suave, elevar su lazo de confianza con lo que les nutre, satisfacer lentamente.
El sexo rudo es rápido, en ocasiones brusco, también es genial para ellos. Pero son amantes empedernidos en lo cursi, adoran entregarse sin pensar en el placer propio, prefieren entregarse pensando en el placer del contrario.
— Hoy te haré en bebé — susurra en el oído del moreno, su voz es acaramelada, tan tersa y grave, hace que Eiji salte en su sitio mientras abajo no ha entrado todo el falo.
— Aslan~ no puedes hacerme un bebé — sonríe, la carita sonrosada del rubio es su mejor fotografía, lo adora—, soy hombre.
— Hoy te hago el bebé y mañana lo adoptamos — entonces los ojos oscuros del japonés quedan atónitos ¿Ash quería adoptar? Sabe que no está bromeando y sonríe, recibiendo sus besos, abraza su cuerpo procurando que no se aleje.
Eiji flexiona sus muslos, hasta que logra atrapar con ellos al rubio, los presiona tras la cintura de su amor, motivandolo a moverse; pronto comienza a embestirlo, siente su cuerpo mover también la cama, recorre con sus manos los rubios mechones, quitando algunos de la frente junto con sudor acumulado.
Atraen sus rostros y un beso los atrapa, cada vez que Aslan le penetra siente que se hunde más profundo en su canal, hasta que de un certero movimiento de cadera llega hasta la base. Sus nalgas pueden sentir la pelvis, los vellos dorados que están suavecitos, está totalmente empalado y su próstata está siendo presionada por el tronco de la erección. Así que Eiji incentiva moviendo su cadera, pero le cuesta, la panza le suda, desde su posición puede deleitarse con todo el cuerpo de Aslan, su pecho, sus labios, notar más abajo donde están unidos. Y el ojiverde le deja marcas en el cuello, le muerde con suavidad el hombro, también juguetea con sus pezones cosa que en ocasiones Eiji le hace, acaricia su erección y testículos, pero prefiere dejarlo de último o el japonés no soportará la estimulación acabando sin haber empezado.
Lo adora. Lo adora. Lo adora.
Eiji adora que su pareja le conozca tan bien.
— ¡Agh! Mmh ahí~... — como por arte de magia a encontrado la forma correcta de sobar por dentro, es perfecto, Eiji se cierra sobre su carne, haciendo difícil el hundirse, sin embargo le agrada que afloje y apriete— Ash... Es muy bueno, se siente muy bien, amh...
Los rasgados y oscuros ojos de su japonés están apunto de soltar lágrimas, comprende que se debe sentir increíble, y sin ser consciente a el rubio le tiembla el cuerpo, su pálido rostro se sobre calentó y respirar se ha vuelto un trabajo dificultoso que solo puede ejecutar su boca.
En cambio recibe besos muy dulces en todo lugar de su piel, caricias desde la cintura hasta los omóplatos, en ocasiones apretones en las nalgas para que penetre y en otras leves mordeduras en el cuello.
— Ya estoy cerca~ estoy muy cerca — avisa, por lo que Eiji suelta sus piernas y brazos permitiéndole cambiar de posición. Ahora él le tiene agarrado de los muslos, mientras que le penetra con más velocidad, siente el golpeteo de las nalgas, testículos y el vientre contrario, Ash llega muy profundo, masturbando su olvidado pene para que tenga una mejor estimulación, la palma del rubio es más grande, abarca mejor, sube y baja, en ocasiones el pulgar se queda acariciando la punta provocando estremecimiento en el moreno.
— ¡Ash, es-estoy agh, no, mmhg! — acabar siempre requiere esfuerzo, ha manchado su vientre y la mano del rubio, pero no pasa mucho tiempo y Aslan logra llegar al clímax, llenando el condón con esperma.
El cuerpo se entumece, solo quieren que haya más velocidad para aprovechar al máximo el orgasmo, se hincha de más la caja torácica, la cabeza da vueltas hasta llegar a las estrellas y después el letargo.
Se escuchan respirar, vibrar y temblar. Alguna lágrimas se quedaron a mitad de camino en los cachetes del moreno, mientras el sudor cubre por completo al americano. Se abrazan posesivos y se comen la boca, ósculo uno tras otro.
Aslan sale con mucho cuidado del interior, al hacerlo nota la entrada abusada muy abierta, junto con el pegajoso lubricante utilizado.
— Recuestate, creo que sí no me levantó a limpiarme me quedaré dormido hasta que suene la alarma mañana — exclama Eiji, su cuerpo a ojos del rubio se ve hermoso, con muestras de lo acontecido, cansado y perfecto.
Con rapidez se quita el látex haciéndole un nudo y acercándose al moreno, abrazándose, olfateando sus pieles, dejando besos a dónde sea.
— Te amo mucho — Okumura habla despacio—, quiero vivir el resto de mi vida amándote ¿Me dejas hacerlo?.
Y es difícil negarse, le ve con sus ojos de infante, con sus labios de cereza, con el corazón latiendole a mil.
— Creo que acepte eso hace mucho tiempo — responde sonriendo, juntando más sus desnudos seres, acariciando, mimando—. Te amo señor Okumura.
— ¡Que no soy viejo! — ríe.
— Cierto, pasaron los años y aunque creciste unos centímetros más yo sigo siendo más alto que tú... Pobrecito ¿Qué se siente ser bajito?.
— Ash~ ¡Deja de jugar! — pronto el rubio le aprieta, besándole en lugares que dan muchas cosquillas, aunque el japonés se retuerce como gusano con sal sus labios se carcajean.
— ¡Hagan silencio, dejen dormir!.
Los dos se quedan paralizados, cierto, paredes casi de papel.
Terminan de reírse entre dientes, se besan amorosos y se quedan entre las mantas.
¡Feliz San Valentín 2022!
Ya son dos años seguidos que hago especiales ¡Y los seguiré haciendo!.
Amo Banana Fish, es de esos animes que nunca superaré, así pasen los años. Espero que lo hayan disfrutado, primera vez que hago una "comedía romántica".
¡Muchas gracias por leer!.
¡Los quiero y adoro muchísimo!.
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