02| Maestro.
Liam
Observé a Dylan girar sobre su pies con una elegancia extrañamente enternecedora. El profesor casi se reía de su forma de ser y yo solo pude suspirar por el problema en el que me había metido.
—Gracias —habló Gibson mirándome con las cejas elevadas—. Sabía que no te dejarías de ella.
—No es nada, profesor —respondí enderezándome y decidido a seguirla.
"Suele saltar la valla." Añadió la directora Harries. Era más una advertencia que un comentario.
Se movía con demasiada seguridad como para ser la nueva apestada del instituto. Algo normal si te veías como ella, una actitud horrible en un cuerpo tan hermoso.
No me era desconocida, a diferencia de yo para ella. Probablemente muchos años viendola pasar junto a ese amigo suyo como si no necesitara de nadie más, sumado a los comentarios de muchos sobre lo buena que estaba.
—¿Cuanto tiempo vas a seguirme? —preguntó deteniéndose y dando media vuelta con una sonrisa llena de superioridad.
¿Cómo era posible que esa chica, que parecía angelical, haya destrozado un coche sola? Seguía sin creérmelo a pesar de las veces que había visto el vídeo.
Y menos aún podía imaginarme que haya tenido algo con el profesor Tyne.
—El que haga falta hasta la siguiente clase —respondí acercándome a ella—. Seré tu maestro —informé recibiendo una mala mirada.
Podía verla de cerca, algo que ya era un avance dentro del género masculino, excluyendo a Tanner Davis.
—Bien, maestro —dijo en un tono mordaz y que parecía querer arrancarme la garganta—. No te me acerques demasiado o acabarás siendo uno más.
—Liam —hablé intentando que lo recordase.
—Sí, lo sé —afirmó rodando los ojos. Sonreí inconscientemente pero ella se lo tomó mal—. Me ha sido imposible ignorar que mi tía ha usado ese nombre para manipularte.
Katherine Harries, la directora del instituto Alva, tía de la chica delante de mí. Todo el mundo sabía de su obvia preferencia por su sobrina, siendo permisiva en muchos aspectos. Pero nadie decía nada debido a su influencia política y académica. Sumando que su apellido era de gran ayuda.
La familia Harries era prácticamente intocable. Tenían una empresa de energía que era su principal aporte pero a esas se añadían la creación y absorción de otras. Añadiendo a eso la popularidad de la madre de Dylan en el mundo de la moda y el de su tía en el ministerio de educación.
Definitivamente me podía permitir ser manipulado por la directora Harries.
—¿No tienes algo mejor que hacer? —preguntó frunciendo el ceño—. Como encargarte de problemas de clase, estudiar o quizás inventarte alguna técnica de baloncesto —levantó un dedo por cada sugerencia—. Cualquier cosa es mejor que seguirme, te lo aseguro.
—Te he dicho que no hasta que entres a tu siguiente clase —hablé confuso de que insistiera con dejarla sola. Ella murmuró algo molesta y abrió su taquilla—. ¿Química?
—Avanzada —añadió como respuesta—. Dylan Harries —se presentó mirándome a los ojos y extendiendo su mano en mi dirección—. Si vas a insistir con esto, seré paciente y educada hasta que encuentre la forma de deshacerme de ti —comentó con tranquilidad.
No era indiferencia pero tampoco hacía que pareciera importante. Como su fuera una piedra en su zapato que debía aguantar hasta poder quitarla.
Acepté su mano y le di un ligero apretón sin apartar mis ojos de los de ella. Era un azul tan precioso que parecía irreal.
—Liam De Luque —dije soltando su mano.
Mentiría si dijese que esta chica no era atrayente de todas las formas existentes. Era misteriosa, preciosa y altanera. Pero la fama que tenía era algo conocido aquí y en muchos kilómetros a la redonda.
—Encantada —añadió cerrando su taquilla—. No te metas en mi camino el tiempo que aguantes —ordenó dando pequeñas palmadita en mi hombro—. No me gustaría tener que hacer algo al respecto.
No iba a ser tan fácil como creía.
—Vuelve a amenazarme y no dudo que sea lo último que hagas, maestro —se burló para avanzar hacia quien sabe donde mientras el timbre sonaba y la gente empezaba a salir de clase.
¿Merecía la pena por una carta de recomendación?
• • •
Tanner y Dylan compartían un sandwich. Él se reía mientras ella intentaba golpearlo molesta por algún motivo.
Al menos se había quedado más de la mitad del día.
Isaac chasqueó sus dedos delante de mis ojos. Regresé mi mirada al resto y no me preocupó, ya que él parecía el único atento a mí.
No era fan de ser el centro de atención. Es más, lo odiaba la mayoría de veces.
—¿Qué haces mirando a Harries? —susurro disimuladamente para qué nadie más lo escuchase.
Algo que agradecía de tener a Isaac como amigo era lo discreto que actuaba en todo momento. Nunca hacía una escena a diferencia del resto de este grupo.
—Y a la mayor de ellas —añadió divertido—. Si fuese Danielle que es amable, lo entendería —comentó haciendo que frunciera el ceño por ese comentario de la adolescente de 15 años—. No de esa forma, Liam, sabes lo que quería decir —aclaró haciendo que riese por el temor en su voz.
—Mejor dime qué haces aquí, Isaac —pedí mirando a Bryce hablar en un tono demasiado alto y haciendo reír a muchos—. Hoy comeré con Tanner en el club, Liam, no me esperes.
—Me ha plantado —fingió llorar y rodé los ojos—. Te toca responder.
—Difícil de contar —susurré cuando vi al gran grupo de animadoras acercarse—. En mi casa —dije para escuchar el saludo femenino y ligeramente coqueto de la mayoría de chicas.
—No me dejes con la intriga —pidió para hacer una mueca. Sonreí porque sabía quien estaba detrás de mí—. Sadie —saludó de mala manera.
—Isaac —ella lo hizo en ese tono dulce y amable. Suspiro agotada y me giré a verla poner un mechón castaño detrás de su oreja—. Es bueno verte.
—No puedo decir...
—Sadie —saludé para recibir una sonrisa increíble.
Ella me besó ligeramente y le hice un sitio a mi lado, aunque eso implicase empujar a Isaac fuera. Él gruñó molesto mientras mi novia me agradecía.
—Me han comentado que has tenido que acompañar a alguien al despacho de la directora —comentó con inocencia—. ¿Qué tal?
—Confuso pero no era nada —le resté importancia a su curiosidad.
No quería crear algún tipo de problema entre ella y yo, al menos no sin estar seguro de poder controlar a Harries.
Algo que parecía imposible por el momento.
—¿Dylan Harries? —preguntó ella consiguiendo varias miradas de la mesa. Estaban pendientes de esa pregunta y de ese nombre—. Que ha discutido con el profesor Gibson por su novio o algo así.
—Tanner es su amigo —habló Naya molesta por la relación que mantenía con ese chico.
Algo que no aprobaba nadie de mi familia. Tanner Davis era posiblemente la persona menos monógama que existía. Se sabía de sus múltiples parejas, incluso Naya sabía de ellas aunque hacía oídos sordos.
—Deja de insistir con eso, definitivamente ha estado entre sus piernas —habló uno del equipo de fútbol refiriéndose a Harries—. ¿Verdad, Gis?
—No dudaría pero Dylan es capaz de pedirte ver tus cuentas bancarias antes de dejar que te la tires —comentó Gisele divertida y haciendo reír a muchos de los presentes—. ¿Cuánto dinero tendría el profesor Tyne?
—Ignorando a esta idiota —interrumpió Bryce molesto de que hablasen de la chica con la que estaba encaprichado—. ¿Has hablado con ella de camino, Liam? ¿No te ha intentado degollar con unas tijeras?
¿Lo había intentado? Sí, me había amenazado pero, a pesar del poder de incluso sus deseos, parecían palabras vacías.
—Intentó que no vaya a la directora Harries —Sadie me miró preocupada y negué ligeramente—. No me tocó en ningún momento, creo que antes se cortaría la mano.
—Tendría que haberme quedado en cálculo avanzado —bufó Alexis divertido—. Podría haber sido yo.
—No es para tanto —habló una de las animadoras mirando directamente hacia la mesa.
Todos hicieron lo mismo y me giré por presión de grupo. Isaac suspiró y negó ligeramente a mi lado.
Dylan se reía mientras Tanner le contaba algo de forma dramática.
¿No era para tanto? ¿La veían como yo lo hacía?
Quería a mi novia, no dudaba de ello. Pero sabía lo que era una persona bella y creo que todos podíamos verla.
Su pelo negro se movía mientras ella reía con esa sonrisa perfecta, se le hacían pequeñitos los ojos y su pecho se hacía más llamativo por como subía y bajaba gracias a las carcajadas.
Hasta que se detuvo preocupada y miró por toda la cafetería hasta dar con nuestra mesa. Recuperó la compostura y levantó su dedo corazón en dirección a Gisele o Bryce.
Tanner se giró confuso y ella lo miró atenta. Bufé ligeramente porque parecía tener una especie de barrera cuando no estaba con Davis.
—Te odia —se burló Isaac mirando a Bryce—. Algo normal, si me permites opinar —añadió con una sonrisa.
—¿Cuánto dinero dices que pide como mínimo? —preguntó el capitán del equipo de fútbol americano.
—Era una broma, Bryce —se quejó Gisele rodando los ojos—. No te toca ni aunque la obliguen.
• • •
Entré al gimnasio recibiendo miradas de parte de muchas de las chicas. La capitana del equipo, Isabella Larnez, caminó hasta mí con una sonrisa amable.
—Hola, Liam —saludó con cierta timidez en su voz—. ¿Necesitas algo del gimnasio?
—Oh, no —negué rápidamente y su sonrisa se hizo más grande—. Necesito hablar con Danielle —desapareció la amabilidad y alegría.
Se giró molesta y dio un grito que asusto a varias personas. La Harries castaña se giró viendose demasiado perfecta para estar entrenando. Entendía la molestia que también ocasionaba Danielle, aunque a diferencia de Dylan, ella era simpática.
—Liam —dijo corriendo en mi dirección—. ¿Hay algún problema? —preguntó preocupada y con una sonrisa—. ¿Hay algún problema con la tutoría del jueves?
—No —respondí ligeramente preocupado—. Quería preguntarte acerca de algo.
—Claro —respondió ella arreglando sus rodilleras.
¿Cómo se hablaba de su hermana sin sonar raro? Definitivamente no había un respuesta a eso, así que decidí soltarlo sin más.
—Sobre Dylan.
Ella se detuvo y me miró sorprendida. Por un segundo me parecía que nombrarla era una locura y acababa de mancillar a su hermana mayor.
—¿Te ha hecho algo? —la preocupación en su voz fue notable. Bufó divertida y soltó una pequeña carcajada—. Dime que no ha sido grave.
—No me ha hecho nada —respondí moviendo mis brazos.
—Oh, no —suspiró ella agotada pero sonrió—. La directora Harries te ha dicho su pequeña idea de ayudar a Dylan a obtener una imagen más cercana —resumió casi a la perfección—. No aceptes. Dyl puede ser imposible e inaguantable, que no te engañe esa sonrisa.
Suspiré porque definitivamente había cometido un error. Incluso su hermana me lo decía.
La bromas de Dylan Harries no era algo de ignorar, casi firmaba en todo lo que hacía. Sólo decidimos ignorar que era ella la autora material e intelectual.
—¿Has aceptado? —soltó una risa burlona y negó impresionada—. ¿Te gusta la tortura psicológica, Liam?
—He aceptado pero la directora Harries dijo que sería una pequeña ayuda.
Ayudarla a ser más sociable e impedir que se salte las clases. Compartíamos muchas de ellas y eso no era difícil pero lo de ser sociable parecía complicado.
—¿Con la popularidad de Dylan? —interrogó Danielle arreglando su cabello castaño claro—. Esto solo puede ser idea de John —se dijo a sí misma elevando una ceja—. Mi hermana no está interesada en caerle bien a nadie externo a Tanner —ella movió su cabeza dudando de sus propias palabras—. Y a veces ni eso. Así que, suerte con ella.
—¿Algún consejo? —pregunté notando que quería irse y dejarme solo con este problema.
—No te dejes intimidar. Es bastante obediente, si te impones de manera sutil.
Danielle dio media vuelta para regresar con el equipo de volleyball. Suspiré profundamente porque definitivamente esto era horrible.
• • •
—¿Tu novia?
—Entrenamiento.
—Mejor —comentó Isaac entrando con una sonrisa. Lo miré molesto—. Lo siento, no puedo evitarlo —él se sentó en uno de los pufs y tomó el mando de la consola—. He mejorado, voy a...
—¿Regresas a mí cuando tu nuevo amigo está ocupado?
—¿Te molesta? —interrogó él burlón—. No sabía que eras del tipo celoso.
Me enfadaba que Isaac pasase la mayoría de su día con Tanner Davis. Cierto era que tenía sus motivos para alejarse del grupo de populares pero no para abandonar el equipo de baloncesto y dejarme solo con esos.
Solo se salvaba Sadie, aunque a veces decía cosas muy cuestionables.
—Sabes que nos gustaría que regresaras —comenté tomando el otro mando de la consola—. El entrenador...
—Sabes que no es problema del equipo o el entrenador o Annie —me recordó con tranquilidad mientras jugábamos una partida de fútbol—. No quiero arriesgarme y menos con Bryce, Gisele y sus perritos —comentó recordándome el problema que inició todo—. Menos tú, Li —añadió mirándome arrepentido de haber usado esa comparativa. Negué porque tenía razón de algún forma—. Le agradezco a Dylan Harries haberle roto el coche a Tyne. Si no fuese por ella, yo sería el apestado.
—Gol —dije escuchando la celebración del videojuego. Isaac gruñó molesto—. Hablando de Dylan...
—¿Te tocó cuando la acompañaste al despacho de la directora? —preguntó burlón—. Era obvio que mentías con tu "antes se corta la mano" —metí otro gol y él movió su cuerpo hacia delante—. Y los rumores son demasiados como para ignorar que Dylan Harries es un experta dando mamadas.
—¿Según?
—¿Lo has experimentado? —me preguntó divertido—. ¿Tan mala ha sido?
—La veo demasiado orgullosa hasta para gemir —comenté sin tener la certeza de que siquiera permitiese que alguien la tocara—. Pero no tengo ni idea, si es una experta o no.
—Debería descubrirlo alguien —sugirió Isaac encogiendose de hombros—. Y esa información es dada por parte de la comunidad universitaria —informó y fruncí el ceño confuso. Dylan no parecía del tipo de estar con universitarios pero uno nunca sabía—. Pero de qué querías hablar sobre ella.
—Oh, sí —me recordé a mí mismo metiendo el cuarto gol—. La directora Harries me ha pedido que ayude a Dylan a ser más sociable y a que vaya a clase.
Isaac me miró sorprendido y pude meter el quinto gol sin problema.
—¿Tú? ¿Cerca de Dylan? —preguntó deteniendo el videojuego. Lo miré confuso porque reiniciase la partida—. Dios le da pan a quien no merece comer.
—No se dice así.
—No te mereces comer —afirmó mientras se escuchaba el inicio de la partida—. Si conoces a Ashley Harries, me la presentas.
—¿A Ashley? —pregunté divertido—. No creo que llegue tan lejos en su vida, Isaac.
—No dudaría que mañana la directora Harries o la madre de Dylan te pusieran un contrato de confidencialidad —comentó divertido.
—No seas idiota. Es solo fingir una amistad hasta que logre dejar de ser una apestada.
—No la vayas a juntar a Bryce —pidió preocupado—. Prefiero sacrificarme yo a que él tenga la posibilidad de hablarle a esa diosa.
—¿No lo odia?
—Lo hace pero más vale prevenir que curar, Liam.
Me reí de ese comentario porque Isaac estaba realmente preocupado por si Dylan le diese por interesarse en Bryce. El mismo chico que se ganó un puñetazo de parte de Harries cuando se le insinuó. Fue tan rápido y firme que sorprendió a todos los presentes.
Al menos sabía defenderse sola.
• • •
Sonreí a la chica que se acercaba a su taquilla, ella me miró molesta y blanqueó sus ojos. Actuó como si no estuviese ahí, tomando sus cosas y dejando otras con tranquilidad.
—No me interesa ser la otra —habló sin mirarme—. No tengo sexo, ni hago mamadas, ni me interesa lo mucho que dejas complacida a tu novia —enumeró molesta—. Gracias por el interés pero no despiertas ni el mínimo deseo en mi ser. Adiós.
Dylan cerró su taquilla con fuerza y elevé mis cejas curioso de que pensase que ese era mi propósito al esperarla.
—Me halaga que me veas capaz de proponerte eso —comenté recibiendo su odio en una sola mirada—. Pero venía a acompañarte a clase.
—No te conozco, no me interesa conocerte y me da igual —informó con tranquilidad—. Iba a ser educada hasta cierto punto como saludarte y despedirme pero esto roza la vigilancia —describió de forma controladora—. Así que te recomiendo no convertirte en mi guardaespaldas, ya me deshice de uno en su día.
Al menos compartía ciertos datos de su vida.
—¿Se te olvida nuestra relación maestro-alumna? —pregunté señalándonos. Su rostro no expresaba emoción alguna—. Puedes verme como a Tanner.
—Lo de Tanner fue casi obligatorio —explicó abrazando sus libros—. Puedes mentir y decir que me llevo genial con tus amigos. Así todos felices y contentos.
Dylan sonrió amable, aunque era algo fingido, palmeó mi hombro de nuevo y avanzó solo unos pasos hasta que me puse delante de ella.
—Si te paga, puedo doblar la cantidad—informó en un tono agotado—. Triplicarla, si te parece mejor.
En mi familia nunca había faltado el dinero, siempre había obtenido mis caprichos y más al ser hijo único. Pero que hablase del dinero como si fuese algo tan fácil de obtener, me generaba molestia.
—Mira, Dylan —pedí recibiendo una mirada altiva y orgullosa—. Pretendo llevar acabo esto, probablemente me dé más de un dolor de cabeza, pero hasta que no encuentres la forma de deshacerte de mí —la comisura derecha de su labio se elevó. Me retaba a que continuase—, tendrás que aguantarme.
—¿Está tu novia de acuerdo con que me sigas, maestro?
Se burlaba de mí usando ese término con el que pretendía llamarme.
—Confía en mí.
—¿Has escuchado? —preguntó ella dirigiéndose a alguien detrás de mí. Me giré preocupado para no encontrarme con nadie—. Díselo antes de que vaya alguno de estos. No quiero problemas con la capitana de las animadoras, filántropa y no sé qué títulos más.
Me la acababa de jugar.
La miré y ella sonrió divertida para soltar una pequeña carcajada.
—¿Vas a ser así siempre?
—¿Destruyo la imagen que tenías de mí en tu cabeza? —interrogó ella poniendo una mano en su cadera.
—Añades algo nuevo —respondí encogiéndome de hombros—. ¿Historia?
—¿Tú también? Va a ser imposible deshacerme de ti —suspiró para empezar su camino hacia la clase—. Con distancia, no deseo que nos vinculen de ninguna forma.
—A sus órdenes, alteza —bufé irónico.
Ella ignoró mi burla, movió su pelo hacia atrás de forma elegante y olí su champú de repente.
Flores.
Deliciosas flores.
Agité mi cabeza para seguirla de cerca pero sin no tener en cuenta su orden/consejo. Podría comportarse como una caprichosa pero me sonaba más a ayuda ese comentario.
Sonreí divertido al recordar su frase nada más verme. ¿Cuantas veces habría vivido esa escena para que lo dijese como un mantra?
—Hola, Dylan —saludaron varias personas en dirección a la chica.
Ella se detuvo, los observó como si buscase en su cabeza información y continuó con su camino.
Sí, era una negada social. ¿Cómo podía ser hermana de Danielle o amiga de Tanner? Ambos populares y simpáticos con todos.
—¡Dyl! —gritó una voz femenina y de repente vi una cabellera castaña chocar con la chica delante de mí—. Veinte dólares, rápido.
—Hola. Estoy cansada, gracias por preguntar. No, no tengo dinero.
—Genial, gracias —habló la menor tomando algo de la mochila de su hermana—. Descuentalo de mi regalo de cumpleaños —dijo moviendo el dinero en su mano. Se percató de mí presencia y me sonrió—. Hola, Liam. Adiós, Liam.
Salió corriendo por donde había llegado.
—Es tu hermana, Dylan, tienes que cuidar de ella —susurró con molestia—. Ojalá pudiese decirle que es adoptada.
Sonreí al oírla quejarse de su hermana. Algo que obvio era el gran parecido, a pesar de las diferencia, entre Dylan y Danielle. Ambas compartían ese color de ojos, su pelo era liso y sus rostros eran bastante similares.
Incluso diría que Danielle se parecía más a la directora Harries pero el tono de su cabello era tan claro que obligaba a diferenciarlas.
—Dyl —una nueva voz la llamó y ella bufó molesta—. Oh, mira, genial —rió Tanner Davis quitándole algo a Dylan de las manos—. Solo necesitaba 20 pero 50 es mucho mejor —él besó la cabeza de Dylan y continuó hasta donde me encontraba—. De Luque.
Hizo un movimiento de cabeza que imité con amabilidad. Mientras no me viese como enemigo, no había problema.
—Davis —saludé mientras él continuaba hacia algún sitio.
Dylan se giró he hizo un gesto que demostraba lo mucho que le gustaría acabar con Tanner en ese instante. Respiró hondo y movió sus manos como si se dijese "Ya lo hablaré luego".
Hasta que me vio y elevó sus cejas preguntando.
—Probablemente la excursión.
—¿Qué excursión?
—Al California Science Center —informé confuso—. La semana que viene —recordé y ella ladeó ligeramente su cabeza—. ¿No te lo han dicho?
—No me interesan las actividades de ese estilo.
—Así que es verdad —comenté en un susurro.
—¿El qué?
—Que tienes miedo de subir a un autobús —comenté sin darle importancia—. Aunque lo entiendo de alguien que nunca habrá usado el transporte público.
Ella elevó sus cejas impresionada y me miró entrecerrando sus ojos. Camino en mi dirección y se puso delante de mí con los brazos cruzados.
—No funciona conmigo —informó con superioridad—. Y he usado el transporte público, no nací sabiendo conducir.
Bufé por lo difícil que sería convencerla para que vaya a esa excursión. ¿Quién prefería quedarse aquí a dar clases?
Ella.
—¿Van tus amigos? —preguntó y moví mi cabeza afirmando eso—. Otro motivo para no ir.
—No todos son Bryce.
—No pero todos lo seguís, maestro.
Tampoco mintió con eso.
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