Capítulo 7


Aragorn se quedó atónito.

"¿M... Mirkwood?"

Legolas no era capaz de mirarlo a los ojos.

"Sí. Mirkwood. Mi hogar."

Aragorn se quedó mirándolo, sin palabras, y cada vez más consternado. Casi se sentía ya como si su amigo lo hubiera dejado, solo e indefenso. Arwen era su alma, pero Legolas era su fuerza.

Entonces, el rey se dio cuenta de otra cosa. ¡Yo le he hecho esto! ¡Lo he mantenido prisionero en Gondor sin que ninguno de los dos nos diéramos cuenta!

Con los ojos llenos de lágrimas, Aragorn abrazó a su amigo.

"Perdóname, Legolas. ¡He sido tan egoísta! Te he mantenido lejos de casa, de tu padre y... de tu Nara. Lo siento tanto..."

Legolas también lloraba, pero no respondió por temor a empezar a sollozar. Ignorando el dolor de sus heridas, el príncipe abrazó a su amigo con más fuerza, dándole y recibiendo comodidad a la vez.

Los dos amigos permanecieron así mucho tiempo. Ninguno quería dejar ir al otro y solo cuando alguien tocó en la puerta se separaron.

Un sirviente entró tras el permiso de Aragorn con una bandeja de desayuno y el rey sonrió al darse cuenta de que debía ser cosa de Arwen.

"Creo que Arwen quería que comieras algo nada más despertar."

Legolas se encogió de hombros.

"En realidad no tengo hambre. Pero conociéndola seguro que viene para asegurarse de que me lo haya acabado" –dijo, señalando los trozos de pan con mermelada del plato.

"No te preocupes. Te ayudaré. ¡Estoy muerto de hambre!" –contestó Aragorn, haciendo que los dos se echaran a reír, olvidándose poco a poco de la melancolía anterior.

Los dos hablaron de todo lo que se les ocurría mientras comían y el tema de la vuelta de Legolas a Mirkwood volvió a aparecer. Aragorn no estaba preparado todavía para dejar ir a Legolas, pero no podía forzarlo a quedarse. Eso solo haría que sufriera más de lo que ya lo hacía.

"Así que... -dijo Aragorn, sonriendo-. Ya es hora de que te cases con Nara, ¿no crees? Eso puede que haga que dejes de besar a las esposas de otros."

Legolas se rio a carcajadas.

"¡Tenía razón! ¡Estabas celoso!"

"Está bien... Estaba celoso. Tonto, lo sé –Aragorn se encogió de hombros, disculpándose-. Siento haber dicho eso ayer sobre ti y Arwen. No fue apropiado."

"No te molestes en disculparte. Lo comprendo –contestó Legolas, sin darle importancia-. ¡Pero como beses a Nara alguna vez te desollaré!"

"Oh, ¿en serio? Entonces creo que deberías desollar a Elrohir. Lo vi besar a Nara una vez que no estabas" –susurró Aragorn como si le estuviera contando un enorme secreto. Elrohir y Elladan, sus dos hermanos adoptivos, todavía vivían en Rivendel. Tras la marcha de Elrond hacia Valinor los gemelos se habían quedado a cargo del reino.

"¡¿Qué?! –gritó Legolas, sorprendido-. ¿Estás de broma?"

"¡Claro que lo hizo! –exclamó Aragorn-. Creo que se trataba de una apuesta, si no recuerdo mal."

Legolas sacudía la cabeza.

"Los gemelos y su adicción a las apuestas. ¿Cuándo aprenderán?"

"De todas maneras a Nara no le hizo ninguna gracia. Pensó que lo que hizo Elrohir era una traición hacia ti –Aragorn sonrió aún más-. ¡Y entonces agarró a Ro del pelo, tiró de él y le golpeó donde más duele!"

Legolas abrió los ojos como platos, en estado de shock.

"¡Bromeas! ¿Nara hizo eso?"

"Y entonces hizo que ambos se sentaran y la escucharan mientras les daba una charla –continuó Aragorn-. ¡Nunca había visto a los gemelos tan sumisos! Ni siquiera su tío se atrevió a intervenir. ¡Sí que se enfadó ese día, amigo!"

Los dos volvieron a reírse a carcajadas. Cuando Arwen entró varios minutos después, los dos amigos seguían riéndose como niños pequeños.

"Bueno, Legolas, me imagino que ya te sientes mejor –dijo, sonriendo, a la vez que le tocaba la frente-. Bien. Ya no tienes fiebre."

"¡Claro que ya no tiene! Llevo horas poniéndole paños fríos" –dijo Aragorn, abatido, intentando sonar ofendido como si su esposa estuviera cuestionando sus habilidades.

Ella puso los ojos en blanco.

"¿Entonces por qué intentas que vuelva a subirle haciéndole reírse así?"

Legolas sonrió.

"No pasa nada, Arwen. De verdad."

La reina se giró hacia él.

"Silencio. ¿Te has acabado el desayuno? Bien. Entonces acuéstate y duerme un poco."

"¡Pero acabo de despertarme!"

"Haz lo que te digo, su alteza, o te drogaré en la próxima comida" –amenazó con una dulce sonrisa.

Legolas arrugó el ceño, pero hizo lo que le dijo. Entonces, Arwen se inclinó para cubrirlo mejor con las sábanas y Aragorn saltó hacia adelante.

"Déjame a mí, Arwen. Ya sabes, está... uh... bueno, tú sabes" –tartamudeó el rey, azorado.

Arwen alzó las cejas.

"¿Qué? ¿Sin ropa? ¿Desnudo?"

Los dos varones se sonrojaron al oír eso y la reina se echó a reír.

"Créeme, Estel. No hay nada de él que no haya visto ya. Nos bañamos juntos una vez cuando éramos pequeños."

A Aragorn casi se le salen los ojos de las cuencas y Legolas enrojeció aún más.

"Cállate, 'calabaza'" –murmuró el príncipe.

"Tú también, 'ricitos de oro'" –le contestó ella.

Aragorn miraba de uno a otro y entonces se echó a reír.

"¿Se bañaron juntos? ¡Quiero oír esa historia!"

"¡No mientras viva! –gritó Legolas, lanzándoles una mirada asesina. Seguía rojo como un tomate-. ¡Váyanse! ¡Déjenme dormir en paz!"

Riéndose, Arwen arrastró a su marido hasta la puerta. Una vez fuera, le preguntó:

"Ahora en serio, Estel, ¿cómo está?"

La sonrisa de Aragorn se desvaneció lentamente, y tras mirar la puerta cerrada, le rodeó la cintura con un brazo y la alejó del oído de Legolas.

"Creo que lo estoy perdiendo" –dijo.

Arwen lo miró, confundida.

"¿Por qué dices eso?"

Él la miró fijamente.

"Legolas quiere irse a casa."

"¿A Mirkwood?" –adivinó Arwen.

"¿Cómo lo sabes?" –preguntó, sorprendido.

"Lo conozco antes que tú, mi amor. Nunca había estado tanto tiempo lejos de su padre y de Mirkwood. Echa de menos su hogar."

Aragorn desvió la mirada.

"Entonces soy yo el único que no me había dado cuenta –suspiró-. Me gustaría que siempre se quedara a mi lado, pero también quiero que sea feliz. Si volver a Mirkwood cura su enfermedad por el mar entonces lo dejaré ir."

Arwen se detuvo y lo miró.

"Dejarle ir no quiere decir que lo pierdas para siempre, Estel."

Aragorn sonrió, jugueteando con un mechón de cabello de su esposa.

"Lo sé. Fui tonto al pensarlo. ¿Y sabes qué? Creo que es mejor que Legolas se quede en Mirkwood. Esos Haradrim no tendrán oportunidad de secuestrar al amado príncipe de los fieros guerreros de Mirkwood. Thranduil hará cualquier cosa con tal de proteger a su hijo."

"En eso tienes razón –coincidió Arwen-. Thranduil sería capaz de declararnos la guerra si permitimos que los Haradrim vuelvan a llevarse a Legolas."

Aragorn hizo una mueca.

"Eso es precisamente lo que quiero evitar –entonces sonrió maliciosamente y alzó las cejas-. ¿Así que cuál era esa historia del baño? ¿Me la cuentas?"

Arwen sonrió y colgó los brazos de su cuello.

"Creí que nunca preguntarías. Empieza así..."

Aragorn seguía sin poder dejar de sonreír dos días después de escuchar la historia del baño. Y Legolas comenzaba a mosquearse.

"¿Qué pasa contigo? ¡Sonriendo de la nada cada vez que me miras! ¿Te has vuelto loco?"

"¡Oh, no! ¡Mi cordura está intacta! Solo pensaba sobre ti y Arwen... y la bañera..."

Legolas le lanzó una mirada asesina.

"¡Oye, no ocurrió nada!"

"Eso no es lo que ella me dijo" –dijo Aragorn, mientras intentaba no reírse.

El príncipe entrecerró los ojos.

"¿Qué te contó?"

"Oh, absolutamente... -Aragorn sonrió-. Todo."

Legolas cogió una almohada y se la lanzó.

"¡Vete, humano! ¡Me molestas!"

Aragorn cogió la almohada sin esfuerzo.

"En realidad he venido a algo más que a molestarte."

Legolas volvió a mirarlo al escuchar la seriedad de su voz.

"Está bien. Dime."

El hombre colocó la almohada con cuidado tras la espalda herida de su amigo y se sentó en la cama.

"La noche que llegaste, Imrahil fue a perseguir a los Haradrim que te hicieron esto. Le dije que me trajera sus cabezas" –explicó Aragorn, afectado por el recuerdo.

El elfo alzó las cejas, pero no hizo comentarios.

"Imrahil volvió esta mañana con su reporte –continuó Aragorn-. Él y sus hombres fueron a donde se produjo la emboscada y comenzaron a buscar desde allí. Siguieron las huellas de los Haradrim durante unas cincuenta leguas, pero de repente, las huellas se separaron, confundiendo a Imrahil y sus hombres."

"Los Haradrim se dieron cuenta de que los seguían" –dijo Legolas.

"Precisamente –coincidió Aragorn-. ¿Y recuerdas que me dijiste que se las habían arreglado para eludir a tus patrullas? Sé que los elfos hacen muy bien su trabajo y nada escapa a sus ojos, así que empecé a sospechar que hay algo más."

"Crees que alguien de Gondor le da información al enemigo" –dijo Legolas, con calma.

El rey abrió los ojos como platos y luego volvió a relajarse.

"No sé por qué no me sorprende. Lo habías pensado ya, ¿verdad?"

El elfo se encogió de hombros.

"Tenía mis sospechas, pero no estaba seguro –entonces bajó la mirada y la centró en las letras quemadas en su cuerpo-. Pero ahora lo estoy. Los Haradrim sabían lo cercanos que somos."

Aragorn puso una mano sobre la del elfo.

"Legolas, pagarán por haberte hecho esto. Lo juro."

Legolas sonrió y le apretó la mano.

"Está bien. Pero mientras estás en ello, ¿puedes hacerme un favor?"

"Lo que sea, Legolas. Dime de qué se trata."

"Perdí mi arco... y las dagas que me dio Kel –la sonrisa de Legolas se volvió anhelante-. ¿Puedes buscarlas por mí, por favor? Creo que los Haradrim se lo llevaron todo como recuerdo. Me siento desnudo sin mis armas –entonces miró instintivamente hacia abajo y recordó que, de hecho, no llevaba ropa bajo las sábanas. Enseguida se echó a reír-. Uh... de hecho lo estoy."

Aragorn se rio, sacudiendo la cabeza.

"¡Tú y tus chistes malos! –entonces volvió a ponerse serio y apretó el hombro de Legolas-. Tendrás de vuelta tus preciadas armas, Legolas. Me encargaré de ello."

El príncipe sonrió.

"Gracias, Estel. Aprecio mucho tus esfuerzos."

El hombre se inclinó y le sujetó las mejillas, juntando sus frentes.

"Yo te aprecio más, hermano. Yo te aprecio más."

Una semana después del ataque, Legolas estaba preparado para volver a Mirkwood. Las marcas de las quemaduras seguían siendo visibles en su piel, pero ya estaban sanando y ya era capaz de ponerse ropa sin gemir de dolor, gracias a la medicina que Aragorn le aplicaba todas las noches. También había recuperado su fuerza, gracias a la comida y la poción sanadora que Arwen le daba al menos tres veces al día. La pareja real se había volcado en cuidar al príncipe, dándole toda su atención.

Ahora Legolas estaba de pie en la parte superior de las escaleras de la ciudadela. Su caballo lo esperaba abajo junto con una tropa de guerreros de Gondor que se encargaría de escoltarlo durante el largo viaje. A sabiendas de que Legolas se sentiría incómodo entre tantos hombres, Aragorn también había llamado a un batallón de elfos de Ithilien para que se unieran al viaje. El rey de Gondor quería asegurarse de que su amigo recibiera todos los honores, y toda la seguridad posible, en su viaje a casa.

"Sé que no es el mejor momento por el recién nacido y todo lo demás, pero le he mandado una carta a Faramir para pedirle que vuelva. Y le he dicho a Béregund que cuide de Ithilien hasta entonces –dijo Aragorn, con la mirada fija en Legolas-. Puede que sea demasiado optimista, pero tengo la sensación de que volverás a gobernarla."

Legolas sonrió, un poco triste.

"Espero que sí. Siempre me sentiré orgulloso de ser tu vasallo y prestarte mi ayuda. Pero ahora mismo..." –suspiró, sacudiendo la cabeza.

Aragorn le palmeó el hombro.

"Lo comprendo" –entonces abrazó a Legolas y los dos amigos pasaron un minuto entero disfrutando de la calidez y el cariño del otro.

"Buen viaje, Legolas –le dijo Aragorn cuando se separaron-. Y dale recuerdos a tu padre."

Legolas asintió.

"Lo haré –entonces el príncipe se volvió hacia Arwen-. Está sobrepasado. Cuida de él."

La reina asintió, con los ojos húmedos.

"Siempre –contestó suavemente mientras se inclinaba para besar a Legolas en la mejilla-. Cuídate tú también. Dale mi amor a Nara cuando la veas."

Legolas sintió un nudo en la garganta al mirar a Aragorn y su esposa por última vez.

"Hasta la próxima, hermanos. Hasta que Elbereth vuelva a reunirnos."

"Hasta la próxima, su alteza" –contestaron ambos.

La pareja continuó de pie en la parte superior de las escaleras de la ciudadela, abrazados, mientras Legolas Thranduilion, príncipe heredero de Mirkwood, desaparecía al cerrarse las puertas de Minas Tirith.

Sobre ellos, las gaviotas pasaron volando mientras seguían a la comitiva.

Oooh... qué emotiva despedida. No se separaban desde antes de la Guerra del Anillo :(  ¿Llegará Legolas al Bosque Negro? ¿O lo encontrarán los Haradrim y cumplirán su palabra?

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