Capítulo 15
Legolas le hizo una señal a Faramir desde que se escucharon los fieros gritos de batalla de los Haradrim que se acercaban.
"Esa es la señal."
Los dos salieron al instante del carruaje para enfrentarse al enemigo, con las espadas alzadas. Elladan y Elrohir seguían sobre sus caballos, disparándoles rápidamente a los Haradrim. Y entonces, ambos bandos hicieron contacto, aunque el grupo de Minas Tirith estaba más que preparado.
La lucha era feroz y sanguinaria. El horrible sonido de la batalla era suficiente para causar la huida de cualquier hombre. Los olores de la sangre y el sudor ya se mezclaban en el aire y la oscuridad de la noche lo volvía todo aún más confuso. Pero, a pesar de todo, debido a sus agudos ojos y oídos, Legolas y sus camaradas podían diferenciar amigo de enemigo. Debido a eso, muchos de los Haradrim cayeron derrotados poco después del comienzo de la batalla.
El mismísimo Lors se dirigió directamente hacia Legolas con su espada preparada, creyendo que la figura encapuchada era el rey de Gondor que intentaba proteger a su reina. Pero a la 'reina' le iba muy bien de momento, luchando con puños y todo.
Faramir se movió rápidamente cuando uno de los Haradrim intentó clavarle su arma en el pecho. Entonces sujetó al hombre por la cabeza y se la giró con fuerza hasta escuchar cómo estallaban los huesos. Luego se enfrentó al siguiente oponente. Dos Haradrim se dirigían hacia él ahora, con sonrisas fanfarronas.
"Ooh, mi señora. Este no es lugar para alguien tan delicada como tú" –dijo uno de ellos con malicia.
"¡Estarías mucho mejor en nuestra cama!" –se rio el otro.
Faramir sacudió la cabeza, disgustado, antes de quitarse la capucha.
"¿En serio? ¿Sigo estando mejor en sus camas ahora?"
Los Haradrim palidecieron al ver que la 'dama' no lo era realmente. Antes de que pudieran parpadear, Faramir les había cortado el cuello. Con los ojos todavía abiertos, las cabezas de los Haradrim se separaron de sus hombros y rodaron por el suelo.
"¡Eso les enseñará a respetar a las mujeres! –exclamó Faramir. Entonces se dio la vuelta y vio que se acercaban más Haradrim-. ¡Creo que este es el mejor momento para que lleguen refuerzos!" –gritó.
Como en respuesta a su llamada, un cuerno sonó en medio de la oscuridad. Inmediatamente, otro cuerno familiar lo secundó.
"El cuerno de Dol Amroth" –dijo Faramir con una sonrisa, reconociendo el último sonido. También vio que Legolas sonreía cuando volvió a sonar el cuerno de Mirkwood.
Poco después, cientos de guerreros de Eryn Lasgalen bajaron a galope desde el otro lado de la colina mientras que los de Dol Amroth aparecieron desde Minas Tirith. Los Haradrim empezaban a entrar en pánico al darse cuenta de que habían caído en una trampa, así que intentaron huir, pero se encontraron con que estaban rodeados.
Y entonces comenzó la verdadera batalla.
Legolas acababa de deshacerse de su vigésimo oponente cuando se dio cuenta de que había estado contando.
"¡Apuesto que Gimli se enfadaría!"-pensó, casi riéndose. Entonces vio que Lors se acercaba a él.
"¡Rey Elessar de Gondor, has venido a encontrar la muerte!" –se burló Lors, sonriendo hacia la figura encapuchada.
Legolas sonrió tras el disfraz.
"Creo que has cometido algún error, pues primero, no soy el Rey Elessar –el príncipe se quitó la capucha, dejando que sus trenzas doradas cayeran sobre sus hombros-. ¿Me recuerdas?"
La expresión de Lors cambió a sorpresa, luego a desconcierto y finalmente a pura rabia.
"¡Nos engañaste!"
"Y segundo, tú eres el único que encontrará su muerte" –continuó Legolas, como si no hubiera escuchado las palabras de Lors.
Con un grito de furia, Lors alzó la espada y cargó, pero antes de que pudiera golpear a Legolas, otra espada lo bloqueó. Lors miró, atónito, al alto guerrero elfo de cabello dorado que le lanzaba una mirada asesina.
Entonces Glorfindel alzó el pie de repente y le asestó una patada en la cara. La cabeza del hombre se giró hacia un lado y cayó al suelo. Tras apoyar la punta de su espada contra el cuello de Lors, Glorfindel gruñó:
"¡Como vuelvas a tocarlo te mataré!"
Legolas alzó las cejas, un poco sorprendido al descubrir que Glorfindel había averiguado quién había ordenado que lo torturaran aquel día. Lors siseó y alejó la espada de Glorfindel. Se puso en pie rápidamente y se lanzó hacia el señor elfo, con la espada lista.
"¡O mejor dicho, te mataré igualmente! –gruñó Glorfindel, alzando su espada de nuevo. Solo le hizo falta un movimiento para matar a Lors, y tras mirar al líder de los Haradrim muerto que yacía a sus pies, Glorfindel preguntó, con los dientes apretados-: ¿Era ese?"
Legolas comprendió a lo que se refería, pero aún así preguntó:
"¿Qué harías si dijera que no?"
"Entonces los mataré a todos hasta que encuentre al correcto" –contestó Glorfindel.
Legolas sonrió.
"Gracias, mi señor."
"No he hecho esto por ti. Lo hice por mí –dijo el elfo mayor-. ¡No me había divertido tanto en siglos!"
Legolas se echó a reír y miró a su alrededor. La fiera batalla estaba a punto de terminar. Los cuerpos cubrían el suelo, algunos retorciéndose de agonía y casi todos inmóviles. Los Haradrim que quedaban habían intentado huir, pero se habían visto rodeados por los guerreros de Imrahil y los de Eryn lasgalen. Al final, los Haradrim habían sufrido la peor pérdida.
"¡Legolas! ¿Esto es tuyo?" –se oyó la voz de Imrahil de repente. Se acercó al príncipe desde el otro lado de la colina, sosteniendo un arco en las manos.
El rostro de Legolas se iluminó.
"¡El arco de la Dama Galadriel! –lo cogió sin perder tiempo y acarició la madera con cariño-. Ni siquiera se ha dañado. ¿Dónde lo encontraste?"
"Mis hombres lo encontraron atado a un caballo. Creo que era de Lors –dijo Imrahil, feliz de ver la alegría en la expresión del príncipe-. Supongo que lo guardaba como recuerdo, como pensaste."
"Legolas –comenzó a decir Elladan mientras se acercaba con Elrohir-. Me parece que todavía no has recuperado tus dagas. ¿Te apetece ir a por ellas?"
El príncipe asintió.
"Por supuesto. Hagámosle una visita a Asfahn."
"¡Maldita sea!" –gritó Faramir de repente, preocupado.
Todos se giraron hacia él, confundidos.
"¿Qué ocurre, Faramir?"
El príncipe de Ithilien los miró y les mostró las manchas y roturas de la capa que llevaba puesta.
"¡La dama Arwen va a matarme! ¡Miren la capa! ¡Está destrozada! ¡Genial! ¡Se acabó, va a matarme!"
Y eso fue demasiado para Legolas. Se dobló por la cintura de la risa, al igual que los demás.
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Decir que Asfahn se sorprendió al verlos era quedarse corto. Su expresión mostraba el shock y la alarma que sintió, pero enseguida se recuperó y sonrió tímidamente.
"Faramir, Legolas. Qué sorpresa verlos aquí. Estaba a punto de salir para Minas Tirith. ¿Hay algo que pueda hacer por ustedes?" –preguntó el hombre, mirando con nerviosismo a Glorfindel y los gemelos de Rivendel, que flanqueaban al príncipe elfo.
"Claro que puedes, Asfahn –contestó Faramir, cruzando los brazos sobre el pecho. Entonces miró a Legolas-. Pregúntale, amigo."
"¿Preguntarme el qué?" –Asfahn miraba de uno a otro, desconcertado.
Legolas se le acercó un paso.
"¿Dónde están mis espadas gemelas?" –preguntó directamente.
Asfahn parpadeó como un ciervo ante unas antorchas.
"¿Tus qué?" –respondió, en un susurro.
Faramir sacudió la cabeza, impaciente.
"¡No importa! ¡Las cogeré yo mismo!" –estalló, saliendo en dirección al despacho de Asfahn.
"¡Espera! ¡No puedes entrar ahí! –gritó Asfahn, corriendo tras Faramir-. ¿Qué demonios es esto? ¿Por qué han venido?"
"Tú nos has dejado entrar –interrumpió Glorfindel mientras él y los gemelos seguían a los dos hombres-. ¿Y por qué te molesta que entremos? ¿Ocultas algo?"
"¡No sé de lo que están hablando! –exclamó Asfahn, esquivando al señor elfo-. ¡Y quiero saber por qué has traído elfos a mis dominios!"
"¿Por qué? ¿Quieres saber por qué? –Glorfindel le sacaba una cabeza y lo observaba desde arriba. Tras señalar a Legolas, gritó-: ¡Éste es el por qué! ¡Si te metes con él, te metes conmigo! ¡Con nosotros!"
Asfahn temblaba.
"¡Sigo... sigo sin saber de qué estás hablando!" –chilló.
"¿Sí? ¿Entonces cómo explicas esto? –Faramir ya había llegado al escritorio de Asfahn y había abierto el cajón. Entonces alzó la daga para que la vieran los demás-. ¿Y esto?" –añadió el príncipe de Ithilien, sacando otra daga idéntica a la primera.
Asfahn palideció.
"S... son mías. Mi... mi herrero las hizo" –intentó explicar.
"Interesante –Faramir observó la empuñadura de marfil de una de las dagas-. Hay frases escritas en élfico."
"Déjame ver" –dijo Elrohir.
Faramir le entregó la espada.
"Aquí dice 'Keldarion Thranduilion'" –leyó en voz alta.
Entonces se produjo un largo silencio, hasta que Glorfindel alzó las cejas, mirando a Asfahn.
"¿Desde cuándo empezaste a grabar el nombre del hermano de Legolas en tus pertenencias?"
A Asfahn estaba a punto de darle un infarto.
"Yo... err... bueno. Debe de ser algún error..."
"Claro que es un error. Tuyo –exclamó Legolas-. ¿Así es como los Haradrim te pagaron por tu ayuda? Les has vendido Gondor. Me pregunto qué pensaban regalarte por la vida del rey. ¿El trono?"
Asfahn miraba de un lado a otro, buscando una ruta de escape, pero Elladan estaba parado en el hueco de la puerta, intimidante y obstruyendo la única salida de la sala. Faramir se le acercó, mirándolo a los ojos llenos de pánico.
"Asfahn, por orden del Rey Elessar de la Casa Telcontar, quedas bajo arresto por traición, así como por cómplice de secuestro e intento de asesinato."
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Acababa de amanecer cuando llegaron a la gran puerta de Minas Tirith.
Imrahil y sus guerreros montaban al frente, mientras que los elfos de Eryn Lasgalen iban en retaguardia. Los prisioneros Haradrim caminaban en el centro, con grilletes, Asfahn incluido.
Montado en su caballo entre Glorfindel y Faramir, Legolas no podía evitar mirar al hombre y reírse.
"¡Me gustaría saber qué es tan gracioso!" –estalló Faramir, al fin, lanzándole una mirada asesina al príncipe.
"Uh... nada –respondió Legolas, casi sin poder contener la risa. Entonces alargó una mano para tocar la capa de Arwen que Faramir todavía llevaba puesta-. Solo quería decir que... ¡el violeta te queda fenomenal!"
"¿Qué demonios...?" –Faramir intentó darle un golpe en la coronilla, pero el elfo fue más rápido y se alejó con su caballo.
Al mismo tiempo, una bandada de gaviotas voló sobre ellos, haciendo círculos mientras graznaban. Legolas se quedó inmóvil al instante, tenso sobre su asiento.
"Oh, no –murmuró Glorfindel, mirándolo con preocupación-. Otra vez el llamado del mar no."
¡Woooo, por fin pillaron a Asfahn como es debido! Este es el penúltimo capítulo de la historia, así que la gran pregunta es: ¿Habrá boda? ¿O Legolas se rendirá finalmente al mar? ¡Nos vemos pronto! ^^
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