Capítulo 12
Faramir entró en la habitación del rey sin hacer ruido. Entonces suspiró y sacudió la cabeza con tristeza al ver a la reina de Gondor sentada en el mismo sitio en el que llevaba horas. El príncipe de Ithilien se acercó lentamente a ella y se arrodilló al lado de su silla, observando su rostro pálido.
"¿Mi señora?"
Arwen lo miró con los ojos llenos de lágrimas y Faramir tragó saliva con nerviosismo. Podía con cientos de orcos malvados a la vez, ¡pero con las lágrimas de una dama...! No sabía cómo manejar una situación así. De hecho, Éowyn a veces usaba esa debilidad contra él para conseguir lo que quería.
"Mi señora –dijo Faramir otra vez-. Estás cansada. No has dejado su lado durante cuatro días. Déjame vigilarlo ahora, mi señora."
Pero la reina sacudió la cabeza.
"No puedo –contestó en voz baja mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla-. ¿Qué pasa si se desvanece cuando no estoy a su lado?"
Temblando por los sollozos, Arwen cogió la mano de Aragorn y se la llevó a los labios. No dijo nada más después de eso.
Faramir suspiró, sin saber qué más decir para calmar a la reina. Llevaba igual desde que habían traído al Rey Elessar a la ciudadela con una herida de flecha en el pecho. La flecha estaba envenenada y Aragorn luchaba contra la sustancia que circulaba por su cuerpo. Sin embargo, su condición seguía sin mejorar a pesar de la poción curativa que Arwen había hecho. La ciudad entera estaba intranquila, pues la gente sabía que su rey se estaba muriendo.
Faramir acababa de llegar a Minas Tirith de ver a Asfahn ese horrible día. La lluvia le había hecho retrasarse, pero nada más desmontar ante la escalera de la ciudadela, le habían informado del intento de asesinato al rey. Aragorn había recibido un disparo mientras hacía su ronda semanal por la ciudad y, para empeorar las cosas, nadie había visto al agresor y éste seguía en libertad.
Con el rey indispuesto y la reina ocupada, Faramir había tomado rápidamente las riendas del reino. Había incrementado la seguridad en la ciudad, sobre todo en la ciudadela, y también había abierto una investigación. Tenía que averiguar si se trataba de los Haradrim o de alguien de Minas Tirith. Sin embargo, hasta el momento, no había encontrado nada concluyente.
Un suave golpe en la puerta llamó la atención de Faramir. Tras lanzarle otra mirada a Arwen, vio que ella no se había dado cuenta. El hombre abrió la puerta y se encontró con un guardia.
"¿Qué ocurre?"
"Lord Faramir –dijo el guardia, inclinándose-. Hay tres elfos esperando para verle en la sala de recepciones."
"¿Elfos? –Faramir abrió los ojos como platos, sintiendo crecer la esperanza en su interior-. ¿Quiénes son?"
"Uno de ellos es Lord Legolas, mi señor."
"¿Legolas? –Faramir sonrió al instante-. ¿Legolas ha vuelto?"
Arwen apoyó la cabeza en la almohada al lado de la de su esposo, cerrando los ojos. Sus dedos seguían entrelazados con los suyos.
"Estel –susurró-. Escucha mi llamada. Vuelve a mí, te necesito. No puedo perderte, mi amor. Pero si Mandos te lleva, con Mandos te seguiré. Vuelve, por favor. Por favor. Vuelve..."
Estaba tan hundida en la tristeza que no escuchó abrirse la puerta. Solo cuando una mano le sujetó el hombro con suavidad supo que no estaba sola. Se dio la vuelta... y jadeó, sorprendida.
"¡Legolas!"
El príncipe elfo la abrazó al instante, acariciándole la espalda cuando comenzó a llorar.
"Tranquila, 'calabaza'. Tranquila. Estoy aquí –dijo Legolas, besándole la frente-. Estamos todos aquí. Ya no estás sola."
"Hola, hermana."
Arwen alzó la mirada y se llevó la segunda sorpresa del día.
"¡Ell! ¡Ro!"
Elladan y Elrohir, los hermanos gemelos de Arwen, se lanzaron hacia adelante y la abrazaron. Ella lloraba y se reía a la vez, aliviada al verlos a pesar de la tristeza que sentía por el destino de su esposo.
Legolas se hizo a un lado para no interrumpir la reunión de hermanos. Entonces se acercó al otro lado de la cama y se sentó, acariciando el pálido rostro de Aragorn.
"Estel" –llamó en voz baja, sin esperar respuesta.
Los ojos de Aragorn permanecieron cerrados, con la piel ardiente al tacto. El hombre normalmente fuerte y activo parecía tan débil y sin vida que Legolas sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas.
Los gemelos también se acercaron a la cama y observaron a su hermano humano. Los dos cogieron a Aragorn de la mano y susurraron palabras de súplica y esperanza.
Faramir había vuelto a entrar en la habitación y observaba la escena sobrecogedora. Tenía pocas esperanzas, pero los tres elfos habían mejorado la situación. ¡El Rey Elessar sobreviviría gracias a ellos!
Arwen se sentó al lado de Legolas y le tocó la mejilla.
"¿Cómo has llegado tan deprisa? Creí que tardarías al menos una semana tras recibir mi carta."
"No llegué a recibirla" –contestó Legolas.
"¿No?"
Legolas sonrió.
"No. Pero en lugar de eso tuve una especie de premonición."
Entonces le contó cómo había parado brevemente en Rivendel para recoger a Elladan y Elrohir antes de seguir hacia Minas Tirith. Lo que no le dijo es que también había traído un batallón de elfos de Eryn Lasgalen, que aguardaban en el bosque a las afueras de la ciudad, en espera de la orden de Legolas para entrar en acción. Lord Glorfindel se había quedado con ellos, emocionado por la inminente batalla que ya echaba de menos.
"Cuidaré de él, Nara –le había dicho Glorfindel a su sobrina el día de su marcha-. ¡Me aseguraré de que no te deje plantada el día de la boda!"
Había dicho, lanzándole una mirada de advertencia a Legolas.
Narasene se había echado reír y había besado a su prometido.
"Será mejor que vuelvas a tiempo, mi señor, o si no..." –tras eso, le susurró algo al oído que hizo que Legolas se sonrojara hasta las orejas.
"Uh... bien –el príncipe tuvo que carraspear antes de hablarle al rey-. Padre, tengo que hacer esto. Aragorn necesita mi ayuda. Pero no te preocupes, no seré la víctima esta vez."
Thranduil se había acercado a él y le había sujetado las mejillas con cariño.
"Asegúrate de ello. Todavía necesito ver esos nietos."
Y eso había causado que Narasene se sonrojara y Legolas se removiera el cabello, divertido. La visión de su prometida sonrojada le había acompañado durante el viaje a Minas Tirith y se prometió regresar para volver a verla en persona.
Tras mirar a Aragorn, Legolas llamó a Faramir y el hombre se acercó rápidamente.
"¿Ha estado así desde que le dispararon?" –preguntó el príncipe.
"Sí -Faramir asintió-. No ha habido ningún cambio, y eso es lo que nos preocupa. Hemos tratado la herida de su pecho y está empezando a cerrarse y Lady Arwen le ha estado dando la poción curativa, pero... bueno, sigue sin mejorar."
"¿Y qué hay de la herida de su espalda?"
Arwen y Faramir se miraron, sorprendidos por la pregunta.
"¿Su espalda? –preguntó la reina, confundida-. ¿De qué estás hablando, Legolas? Solo le dispararon una flecha."
Sin decir nada más, Legolas incorporó a Aragorn cuidadosamente y lo dejó apoyado contra Elladan. Entre los dos le desataron la camisa de dormir y se la quitaron. El vendaje blanco estaba atado alrededor del pecho de Aragorn y Legolas se alegró al encontrarlo limpio de sangre. Faramir tenía razón y la herida se estaba curando correctamente.
Entonces recorrió con los dedos la espalda de Aragorn y buscó con cuidado la herida de punción que sabía que estaba allí. La encontró justo encima de su columna vertebral.
"Aquí está. La encontré" –anunció, tocando el lugar. Los demás se acercaron para mirar, pero Faramir y Arwen, debido a sus ojos mortales, no pudieron ver nada.
"¿Qué es?" –preguntó Faramir.
"Un orificio muy pequeño" –dijo Elladan, observando la marca.
"Creo que le dispararon una aguja envenenada –añadió Legolas, alzando la mirada-. La aguja sigue dentro. Por eso se está deteriorando."
"¿Eso quiere decir que le dispararon dos personas?" –la voz de Faramir denotaba peligro mientras intentaba contener su furia.
Todos miraban al príncipe elfo, atónitos.
"¿Có... cómo lo supiste?" –preguntó Arwen, con los ojos como platos.
Legolas le sonrió con tristeza.
"Me gustaría saberlo."
Durante la próxima hora extrajeron la aguja de la espalda de Aragorn. Entrenados por su padre, los gemelos dirigieron la tarea, pidiendo un cuchillo esterilizado y agua caliente antes de ponerse a trabajar.
Al ver lo afectada que estaba Arwen al escuchar los gemidos de agonía de su esposo, Legolas le rodeó los hombros con el brazo y la condujo al pasillo. Después, la acompaño hasta el salón de la reina y llamó a sus damas para que la atendieran.
"Ahora come algo" –le dijo Legolas cuando los sirvientes entraron con bandejas de comida.
Arwen sacudió la cabeza.
"No tengo hambre."
"Mientes –la amonestó Legolas, acariciándole la mejilla-. Come, Arwen, por favor. Estel va a necesitarte cuando despierte, y no querrás estar débil y fallarle, ¿verdad?"
Volviendo a llorar, Arwen colapsó contra él.
"Me alegro tanto de que hayas vuelto, Legolas" –dijo, con la voz rota.
"Yo también, Arwen –le susurró él, acariciándole la cabeza-. Yo también."
¡Por fin otro capítulo! Lamento la tardanza, pero he tenido dos semanas locas en el trabajo. Ahora por fin he podido ponerme de nuevo a escribir :)
¡Alguien ha intentado matar a Aragorn! ¿Se recuperará o morirá en esta historia? :(
¿Será verdad que Legolas no se convertirá en víctima de nuevo? ¿O le espera más sufrimiento y no podrá casarse con Nara?
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