Epilogo.

Abre la puerta del recinto y sin ningún problema entra. Sus pasos sobre el suelo de color plata, resuenan en las paredes del mismo color, solo que estas poseen un trazos naranjas y burbujas de agua flotando por ahí. Avanza hasta dar con la habitación de la chica, para su suerte, aún sigue ahí. Ella se gira para mirarle con cierta curiosidad, no esperaba su aparición.

—Hoy me checan la herida. —Dice el pelirrojo y ella entiende el por qué está ahí.

Suspira derrotada y con un movimiento de su mano, le indica que se acerque. Ya uno frente a otro, el chico se retira la prende que le cubre la parte superior, dejando expuesta la venda en su abdomen. Cuidadosamente, ella le retira el trozo de tela y se dedica a admirar las puntadas que aún permanecen en su piel.

— ¿Por qué no fuiste con Asclepio?— Cuestiona ella aún inspeccionando la herida.

—Me gusta venir aquí.

— ¿A un lugar lleno de agua?

—Me refiero a que me gusta venir contigo. Prefiero que me revises tú.

Sus caras se tornan de un rosado suave, mientras ella pasa de largo su comentario y continúa con s labor.

—Se está cayendo ya la sutura, en poco rato más ya no la tendrás. — Explica ella, enrollando la tela que cubría la herida. —No es necesario que sigas usando la venda, Aries.

— ¿Cuánto tardara?

—Menos de un mes ¿te duele algo?

—No, solo me causa comezón.

—Es normal. Eso sí, probablemente te deje cicatriz, aunque con tantas que tienes, dudo que te moleste otra más.

—Son como mis premios de guerra.

—Ya, entiendo, aunque, sinceramente, me duele verte así.

— ¿Lleno de heridas? —Ella asiente apenada, dejando sobre su cama suave la venda. —Entonces solo me curas y ya.

—Bien. — Sonríe. — Si algo te lastima, estaré ahí para ayudarte, pero eso no significa que vayas por ahí haciéndote mil y un heridas.

—LO sé, lo sé. Simplemente me gusta luchar.

Cáncer rueda los ojos. Dejando de lado al carnero, busca en su cómoda, un par de cosas. Cuando da con estas, las deja sobre la cama un segundo y nuevamente mira al chico, de brazos cruzados.

— ¿Qué sucede, Aries?

Le parece extraño que aún no se marche, según ella, eso era todo.

El pelirrojo se le acerca, le aparta los brazos del pecho y con total concentración, mira la piel en esa sección, apenas unos milímetros debajo de las clavículas.

—Aun no sana. —Suelta en un murmullo, mirando serio las heridas que le dejo la demente.

EN la piel de la chica, se puede leer "Ofiuco" marcado con tono rojo y café por la costra que aún permanece ahí en algunos sitios, mientras otras partes son suaves y rosáceas, ya son solo cicatrices.

—Ah, no. —Responde Cáncer mirando en otra dirección; está demasiado cerca. —Supongo que tardara más y dudo mucho que no deje marca.

—Ya paso un mes.

—Sí, bueno, no puedo hacer nada. —Acongojada por la atención, se esconde tras su cabello. — ¡Deja de mirar!

—Lo siento pero es que es inevitable.

—No es la gran cosa.

—Lo es, Cáncer. NO me gusta ver marcada tu piel, es obvio que fue una tortura para ti.

—Estoy bien, no te preocupes.

Avergonzada, toma las cajas de su colchón y se encamina presurosa a la salida, con el chico siguiéndola.

—Iras hoy con Hades ¿no?

—Sí, le entregare esto. Sagitario se ofreció a llevarme así que no molestare a Hermes.

— ¿Él te acompañara?

—No, solo me dejara y recogerá. No me pasara nada, Aries, si eso es lo que te preocupa. No es la primera vez que iré a visitarlo sola.

— ¿Qué hay de Escorpio?

—Aún no se si está recuperado, Piscis y Leo pueden cuidarlo.

La chica se detiene de golpe, en medio del Olimpo, pues caminaban rápido mientras hablaban. Ella le mira con cierta diversión.

—Sigue angustiándote y te saldrán canas, Aries. Estaré bien.

—No estoy seguro, eres torpe, Cáncer Declara y sonríe burlesco mientras ella le mira con enojo dramático. Está bien, está bien, pero eso no quita que seas torpe.

EN respuesta la peli-naranja le propina un leve golpe en el brazo y él ríe. Luego de eso, se para de puntitas para alcanzarle y a una velocidad increíble, le besa con rapidez en los labios. A ocenas lo hace, sale corriendo en busca del azabache de ojos purpura, dejando atrás al carnero.

***

En el enorme edificio que llama hogar, donde está repleto de arena y grandes oasis, se encuentra descansando sobre su cama dura y cálida, hasta que escucha unos pasos, que rápidamente le alertan. Siente la presencia de un ente a sus espaldas, pues esa de frente contra la pared contaría a la entrada. Rápidamente se gira, le toma la muñeca y le tira contra el colchón.

— ¡Mierda, Escorpio! —se queja una voz femenina al sentir el golpe contra su espalda y retaguardia.

Leo se acomoda cómo puede sobre la cama, acostándose de costado frente a los ojos índigos del chico, quien ligeramente aliviado, suspira.

—Pensé que eras más sigilosa.

—Pensé que estabas en una especie de coma. — Resopla y se pasa la mano por el cabello, casi como si se acicalara. — Veo que ya dejaste de ser un escorpión.

—es porque me siento mejor.

—Eso es bueno, entonces. Después de la golpiza que recibiste, me sorprende que te haya tomado solo un mes recuperar tu forma humana.

—Ugh, ni lo menciones, Leo. Aun siento el cuerpo adolorido y mi hombro sigue jodido. Creo que así se quedara. Todo es culpa de esa loca.

—Ya lo creo. ¡Mira lo que me ha hecho! —Chilla ella, señalando la cicatriz que va a lo largo de su parpada, cruzando por sus pestañas inferiores y superiores hasta llegar al pómulo. EL daño causado, le ha dejado con ceguera parcial, solo ve borroso con el ojo derecho. — Quería arrancarle la garganta.

—No lo hiciste.

— ¡No! Sino no estarías aquí hablando conmigo. Por más que quise matarla, no pude, solo porque eras tú, en parte. —Suelta un rugido molesta y arruga la nariz. — Ahora mi cara luce mal y no puedo ver completamente bien.

—Lo de la vista es asunto serio, pero no creo que te veas mal.

—Cierra la boca, por supuesto que sí.

—Tienes razón, es que siempre te ves mal.

—YA quisieras verte como yo, querido.

Con las uñas afiladas y largas, Escorpio le toma la punta de la nariz y con mirada neutra, o intimidante, como la mayoría del tiempo, le hace callar.

—Te ves igual de bien, Leo. —Asegura él soltándola y sin más, vuelve a cerrar los ojos. —Ahora, deja de quejarte, me duele la cabeza.

—Bien. Resopla. ¿Quieres algo?

—Que te calles. —Espeta y evitando que la chica se enoje, le abraza.

Apegándola contra su cuerpo, sus brazos le rodean el cuerpo, mientras ambos permanecen recostados en la cama. Leo no puede contenerse y responde al gesto, hacía mucho tiempo que no tenía a ese chico con ella y ahora eso le trae un gran alivio y satisfacción. Como si le hubiesen quitado el aire durante un largo periodo de tiempo. Él tampoco se la paso de maravilla y sentir a la chica junto suyo, le hace sentir menos miserable por su condición física. Ella le alivia el dolor.

Aunque Leo supone que se ve mal con aquella herida en su rostro, Escorpio sigue pensando que se ve tan guapa como cualquier otro día y es que esa idea nunca cambiara para él, aunque tampoco lo dirá en voz alta.

Es bueno que el chico ya no esté tan débil, pues hasta este momento, había permanecido en su forma animal, ahorrando energías para curarse, estando en un letargo profundo. Una especie de coma. Durante ese tiempo, el chico solo se había levantado para comer e ir al baño, nada más.

—Vuelves a hacer algo así —Habla Leo. —, te juro que ahora si te arrancare el cuello.

—Sí, sí, claro que sí. Porque no te alegra tenerme aquí contigo.

—Sabes que sí.

***

El peli-verde se encuentra sentado bajo la sombra de un gran roble viejo, sobre el pasto suave y acolchonado, leyendo viejos escritos con tranquilidad, mientras sus hermanos se encuentran recostados junto a él, disfrutando la brisa fresca que mueve las plantas y mece sus cabellos rítmicamente. Todo está tan tranquilo y en paz, a pesar de que ya ha pasado un mes, lo siguen disfrutando como la primera vez desde que el asunto con Ofiuco termino. La serenidad y tranquilidad es algo sumamente importante para ellos, pues a diferencia de otros signos, ellos no son gente que este brincando o corriendo de un lado al otro, prefieren la calma.

—Hoy se llevaran la caja de Ofiuco con Hades ¿no? —La voz de Tauro parece más bien afirmar ese hecho y no dudarlo.

—Sí, Cáncer la llevara, junto con su casco. —Responde Virgo

—Uh, quizás debía acompañarla.

—Ella dijo que podía ir sola. — Suspira relajado Capricornio. —Además, tú querías descansar un poco y no te gusta mucho el inframundo.

—Aun así.

—Tauro, deja de preocuparte. — Le mira el de largo cabello, desviando su atención de los escritos. —Ya suficientes angustias hemos pasado por culpa de esa mujer loca. Sagitario la acompañara, si eso te hace sentir más tranquilo.

—Mh... Solo un poco. — Sus ojos rojizos se clava en las manos de Capricornio, las cuales se encuentran sobre su pecho y dolido aprecia las marcas que han dejado las quemaduras causadas por la serpiente. — ¿aún duelen?

Capricornio le mira dubitativo, luego a sus marcas y nuevamente a él, pero ahora con cara taciturna.

—Ya no. —Asegura mirando las hojas verdes del roble. —Solo son cicatrices, quizás se borren con el tiempo. Estoy bien, Tauro.

—De acuerdo. —Dice no muy convencido. — ¿Qué hay de ti, Virgo?

—Estoy bien. Los moretones ya no están, algunos por lo menos. Pero, dime, ¿tú cómo estás?

—Yo estoy bien. Solo me preocupo por ustedes, chicos.

—Nunca cambiaras.

La vida del toro podría estar en la cuerda floja, pero aun así, lo más importante para el serian su sures queridos. Es ese tipo de persona y es por esa misma razón, que sus hermanos están al pendiente de él, porque si ni él mismo lo hace, entonces ¿quién?

***

— ¿Ya te vas? le pregunta Géminis al sagitariano, cruzándose sus caminos fuera de la casa de la chica.

—Ah, sí. Sera rápido

—Me gustaría ir contigo. —Suspira la chica con aire tristones. —Nunca he visto de cerca al inframundo, ni tampoco he hablado con Hades, me da curiosidad.

—Es un lugar interesante. Te contare como es, pero después. Cáncer me matara si la hago esperar.

Sin más que decir, el chico sale corriendo en busca de la chica de agua, dejando atrás a sus dos amigos de aire. En la entrada de la casa de Géminis, ella se dedica a trenzar el largo cabello de Acuario, quien se relaja y habla. Porque estar en silencio no es nada de su gusto para ambos, al menos no la mayor parte del tiempo.

— ¿Ofiuco no puede salir de ahí?

Los ojos turquesa del chico se clavan en los de ella de dos tonalidades distintas de azul. Más que asustada con la idea, parece curiosa por la caja.

—No, ni si quiera yo sé muy bien cómo es que esa caja funciona, ¡pero!, algo que sí sé con toda la razón del mundo, es que no, no podrá salir. — Una sonrisa divertida se esboza en sus labios. — ¿por qué?, ¿tienes miedo, gallinita?

—Ya no. Solo quería saber. Tú entiendes.

—Sí, entiendo.

—Ah, es bueno que no nos vaya a molestar. Jamás pensé que podría odiar a alguien tanto.

—Ni yo que apreciara la paz de esta forma.

—Se siente bien.

Sin duda alguna.

Todos tienen en el sentimiento de alivio y seguridad que antes les faltaba, que hace un mes era difícil imaginar tener de nuevo. Por culpa de errores de los dioses y arrepentimientos, todo eso había sido ocasionado. ¿Qué hubiera pasado si no hubiesen abandonado al decimotercer signo? Quizás se habrían ahorrado todos esos problemas, o quizás no, pues ya comprenden la naturaleza maliciosa que la serpiente posee y no, no quieren tener que afrontarla de nuevo. Es refrescante para todos, no solo para los signos, saber que ella ya no podrá regresar.

La vida sigue, los signos hacen sus cosas cotidianas al igual que los Dioses, quienes se encargan de cuidar, al igual que castigar a los humanos.

En cuanto encerraron a Ofiuco en la caja, los dioses principales, decidieron que lo mejor era tenerla resguardada en un lugar lejano que no cualquiera pudiese visitar. El Tártaro les pareció la mejor opción, pues Hades es estricto y justo, tiene su reino resguardado y en aquel sitio solo pocos pueden entrar, así como nadie (por decirlo así) puede salir, es claro que en sus manos está en buenos cuidados. Los dioses parecen estar en mejores condiciones, en comparación con los signos, pues Ofiuco no perdió el tiempo y durante su tiempo en el que manipulo a Escorpio, se dedicó a torturarles un poco, porque así ella se vengaba y así ella se divertía.

Por el momento se respira aire calmo y sereno, cosa que parece va durar mucho, mucho tiempo más. 

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