27. No lo creo.
El silencio que inundaba la habitación, se rompe en cuanto unas risas comienzan a escucharse, primero son suaves, pero pronto empiezan a ser desquiciadas y sonoras. Como si fueran hechas a todo pulmón. Sorprendidos, ven el cuerpo de Escorpio levantarse lentamente del suelo lleno de escombros. Ya erguido, se pasa la mano por el cabello, apartándolo de su cara, y sus ojos negruzcos se clavan en los demás signos. La marca en su rostro comienza a brillar con un extraño color verde opaco. Luego de eso, su sonrisa cínica se ensancha y sin más su cuerpo comienza a transformarse.
—No crean que es todo. —Anuncia Ofiuco con desdén.
Sus colmillos superiores se agrandan y afilan, sus ojos se vuelven dos canicas frías y similares a abismos. Su piel comienza a tornarse escamosa de un color sangre, su cabeza se vuelve una de serpiente, al igual que el resto de su cuerpo, exceptuando la extremidad de su cola, que forma un aguijón de escorpión.
Con los colmillos mostrándose, lanza una mordida para atacar a alguno de los demás, cosa que por desgracia para ella no logra, pues todos se dispersan lejos de su ataque. Sagitario, aturdido, deja que su cuerpo se mueva solo, sin cuestionar ninguno de sus movimientos. Rápidamente, toma el arma del chico peli-verde y desde una distancia adecuada, escondiéndose entre la serpiente de roca, busca un ángulo perfecto para disparar y darle en el rostro, pues así fácilmente lograra desorientarlo. Géminis va donde Virgo, buscando una forma de romper las cadenas que lo aprisionan, cosa nada sencilla pues no tiene con que romperlas. Ve un trozo enorme de marfil y con este comienza a golpear la cadena, en la sección donde se encuentra sujeta al suelo. Primero una mano, luego la otra, sorprendentemente logra liberarlo, aunque aún posee las placas alrededor de sus muñecas. Sabe que su arma la tiene el azabache, así que con la vista comienza a buscar el arma de este, encontrándola en la pared contraria. Tendrá que correr para llegar hasta ella, esquivando a todos los demás y al enorme hibrido que trata de matarlos cueste lo que cueste. Ve a la chica desvanecerse como el aire, ignorando todo eso, va al encuentro del arco de Sagitario, esquiva algunos golpes de Tauro, se agacha cuando Leo salta contra la serpiente y a unos cuantos centímetros del arco y el carcaj, estira su mano para tomar ambas cosas, sin embargo, Ofiuco mueve su cuerpo y termina embistiéndolo con su cabeza. Su espalda se golpea sonoramente contra una pared, frente a él, la serpiente abre su mandíbula y trata de morderle e inyectar su veneno para poder verle sufrir y agonizar sobre el suelo, pero este da pela y con sus brazos, trata de empujarlo lejos de él.
Tauro aparece en escena, con sus brazos rodea difícilmente la parte inferior de la cabeza de Ofiuco, aprisionándolo con fuerza para que no lastime al otro chico. La serpiente se remueve de un lado al otro para quitárselo de encima, pero esto no funciona ni un poco. Mientras el taurino es lanzado por el aire, Sagitario sigue intentando apuntar sin ningún problema a un ojo, la nariz, lo que sea en esa parte, pero ahora con el mayor de los tierra en el medio, es una tarea casi imposible.
Sin mucho que pensar, suelta la flecha y esta termina estampándose en la mandíbula del hibrido que suelta un ligero alarido de dolor. Se maldice por no dar al blanco. Sigue fuera de sus sentidos, así que no puede enfocar de la mejor manea, no como otras veces al menos.
La mayor de los agua por fin puede reacción y sin darle tiempo a que el dolor vuelva a apoderarse de su ser, se pone en pie tambaleante. Ubica su látigo entre toda la acción y el movimiento del lugar, asustada lo toma con seguridad y se gira a encarar a la serpiente, la cual le está dando la espalda. Su dedo se coloca encima del botón de descarga, respira profundamente y su cuerpo tiembla, sin embargo lo hace.
Tauro termina cayendo de la serpiente y adolorido trata de reincorporarse. De pronto, esta comienza a retorcerse en dolor, soltando quejidos y chillidos de dolor mientras la electricidad le quema el cuerpo y le revuelve las entrañas. Comienza a hacerse pequeña y su forma ya no es estable, pronto vuelve a convertirse en el chico de los agua. El látigo enrollado a su cintura, manteniéndolo de rodillas contra el suelo y de repente tose sangre, manchando el suelo con el líquido carmesí. Cuando piensan que no hará nada, que esta vencido, nuevamente les sorprende. Toma el látigo y con dificultad, lo sacude fuertemente, haciendo que la chica al otro lado del arma lo suelte y deje de descargar la energía. Ofiuco puede respirar con normalidad de nuevo. Enrolla el látigo en su brazo y enfurecida, se gira a ver a la chica de agua logrando asustarla. Empieza a avanzar donde ella con paso pesado y amenazante, pero ella no se mueve, no piensa hacerlo, siente la necesidad de encarar a esa mujer dentro de su hermano. Aries corre donde el causante de todo esto, sin darle tiempo a cualquier otra cosa. Con la espada de Apolo, trata de herirle por la espalda, pero Ofiuco no es tan idiota, rápidamente se gira, toma la muñeca del pelirrojo y finalmente, clava el filo en su abdomen, un poco más arriba de las caderas.
—No te vengas a hacer el héroe. —Espeta ella.
— ¿Quién dice que lo hago?
Mientras distrae su atención en él, Tauro se acerca tan sigilosamente como su peso le permite y sujeta al signo. Pasa sus brazos por donde puede, pues el contrario no deja de retorcerse para escapar. Parece que de alguna forma la descarga le ha debilitado, dejándole una ventaja a los demás signos.
Los ojos rojos se encuentran con los negros del que posee una espada. Le hace una seña y entiende lo que quiere, pero no puede hacerlo.
"Hazlo" Piden sus ojos como la sangre, viendo que su mejor amigo permanece un segundo en total aturdimiento.
Aries gruñe entre dientes, pero obedece. La punta de la espada se clava en el hombro del cuerpo del escorpión, muy cerca de su cuello; atraviesa la piel, el musculo, los vasos sanguíneos y termina adentrándose en el costado del toro.
El rostro del carnero se acerca al del escorpión. Sus respiraciones mezclándose, mientras se queja de dolor y bufa irritado.
—Escorpio, tienes que reaccionar. —Ordena con voz ronca el pelirrojo. —Hazlo, idiota. No venimos aquí para morir y tú no existes para esto.
—Inténtalo, mucho menos te hará caso a ti.
—Bien. —Declara y comienza a mover la espada en un movimiento circular, como una hélice. Esto solo hace que se concentre cada vez más en el dolor. —No creí que fueras tan inútil, tan débil como para dejarte ordenar por una demente. Sabía que eras un sádico, pero no creí que quisieras ver a tu familia sufrir.
—Cierra la boca.
—Escorpio, no seas imbécil. ¿No que nunca te rendías? Siempre tan apasionado y nunca te gusto que te ataran ni te mangonearan.
—Cierra la boca.
—Esta chica no te dará nada de lo que quieras, idiota, ya lo tenías todo.
—Mierda. —Los ojos del signo titilan y por un rato de tornan azules. — ¿Quieres callarte, animal? Tu jodida voz me da dolor de cabeza.
De repente, se comienza a mover entre los brazos de Tauro con tanta vehemencia que a este no le queda de otra más que soltarlo y a Aries, alejar la espada de ambos. Ambos signos dentro del escorpión están demasiado débiles. Un humo negro comienza a desprenderse del cuerpo de Escorpio, al tiempo en que se tira al suelo y se dobla en dos sobre si, sus manos en la cabeza clavan sus uñas en el cuero cabelludo causándole sangrado.
—Sal de aquí. —Espeta con dolor.
—Vamos, Escorpioncito. Nos estábamos divirtiendo.
—Pura mierda, yo nunca quise esto.
Dentro de su ser ambos se disputan el mando. Escorpio frente a una chica, de cabello sujeto en una trenza de un color castaño, con escamas en los brazos de un tono verde pálido, unos colmillos prominentes de color marfil, de la misma altura que él, de piel olivácea y cuerpo delgado, sus labios son finos de un color marfil y sus ojos negros sin brillo como dos abismos infinitos.
Ambos se miran cara a cara, en un lugar sumido en las penumbras.
—Yo nunca te di derecho a usarme. —Declara el varón.
— ¿Crees que me importa? Tu corazón es tan débil que me parecía un desperdicio. —Su dedo delgado se posa sobre el pecho de él, justo donde está el órgano mencionado. Le mira coqueta y su voz es tan elegante y serena que parece de alguna forma irreal.
— ¡Sal de mi cuerpo!
— ¡No! —Espeta con gran ira el cuerpo del escorpión, sus ojos volviéndose negros de nuevo. —No me iré. Ni crean que se libraran de mí. No dejare que me pisoteen de nuevo.
— ¡Te he dicho que no te quiero aquí!
— ¡Cierra la boca, Escorpio! No me importa lo que tú quieras, aquí solo importo yo.
Sus iris vuelven a titilar de color y el humo solo se hace más espeso, una buena señal para Acuario y Piscis.
De pronto, la chica comienza a retorcerse de dolor, al tiempo en que dos voces corean varios versos.
Se gira bruscamente a mirar al signo de aire y al de agua, sujetando la caja abierta en su dirección. El cabello de ambos flota en el aire y es de un color blanco como la nieve, al igual que sus ojos que pierden cualquier signo de pigmentación.
"Esconde lo que no quiero ver.
Llévate lo que no quiero escuchar.
Aleja el mal y trae el bien..."
— ¡Cierren la boca!— Ordena en un grito desesperado y a rastras, trata de acercarse donde ellos.
El humo comienza a retirarse del cuerpo del chico y se dirige con velocidad al interior de la caja, mientras Ofiuco sigue en su agonía y los dos signos no se detienen en recitar por completo el hechizo para aprisionarla.
"Lo que no puedo ver, no puedo tocar.
Lo que no puedo escuchar, no me puede lastimar.
Tú no perteneces aquí.
Esfúmate ya."
Y como si le hubiesen lanzado acido, lo único que hace es caer de costado al piso y comenzar a contraerse con dolor, mientras el humo se aleja de su ser. Un par de frases más y finalmente, los dos signos cierran de golpe la caja, la cual posee seguro.
Escorpio deja de moverse de golpe. Un momento largo pasa y parece que no sucederá nada más, sin embargo, en un parpadeo todo vuelve a la normalidad. Como si una enorme brisa se llevase todo el desastre. Las casas de todos vuelven a alzarse y el espejo enorme en el centro del lugar aparece. Los Dioses hacen su entrada triunfal, mirando el desastre que están hechos los signos, pero solo permanecen como ellos, en silencio y mirando expectantes.
—Es todo. —Declara Piscis con el casco en sus manos y Acuario con la caja.
—Ofiuco está aquí dentro. —Asegura el de aire. — No podrá salir.
— ¡Algún día escapare y me las pagaran!
—Cállate. —Reclama golpeando la tapa logrando que guarde silencio. —Ya estoy cansado de ti. Trata cuanto quieras, pero no podrás huir de esto.
—No, espera. —Interviene la menor de cabello coral, mirando la caja. — ¿Por qué lo hiciste?
— ¿Por qué? ¡¿Por qué?! Mientras ustedes están felices, siendo apreciados por todos, yo soy dejada de lado, abandonada como un fantasma no deseado. ¡Ni si quiera se tomaron la molestia de darme un cuerpo! Quería que supieran lo que es sufrir en la oscuridad.
—Podrías...
— ¡Ja! Sé lo que dirás, niñita. No pienso ponerme de su lado, ¡primero muerta! No seré uno de ustedes, tantas cosas inútiles de los mortales les han derretido el cerebro. Los malos no se convierten en buenos.
— ¡Bien!—Leo escupe las palabras. — Nadie te quiere aquí de todos modos.
— ¡Leo!
— ¡Es la verdad!
Se ven interrumpidas al escuchar a Aries toser con fuerza y le ven derramar sangre de su boca. Apolo camina frente a ellos y con una mirada calma, aprecia a todos.
—Tendrán tiempo de discutir después. —Afirma. —Lo mejor es que se vayan a curar. Asclepio y su familia les ayudaran.
—De acuerdo. —Acepta Aries y su mirada viaja hasta el signo sin conciencia sobre el suelo.
Unos pasos presurosos resuenan por el lugar. Cáncer se acerca donde su hermano, quien por lo débil de su estado, rápidamente se transforma en un escorpión diminuto, de tono negro y vino. La chica lo toma en manos y con lágrimas en los ojos le mira.
— ¿Escorpio?—Cuestiona con un hilo de voz, hincada en el suelo.
— ¿Si...?—Responde con un tono apenas audible el arácnido.
— ¡Idiota!
—Cáncer, me siento mal, no grites.
—Sé que te sientes mal, animal. Bien, dejare que descanses y te recuperes, pero después hablaremos, ¿entendido?
—Sí, sí.
—Me tenías a mí y a Piscis tan preocupadas, estúpido.
—Perdón. Estoy seguro que la cuidaste bien.
Ahogando su llanto, la cangreja se ve obligada a levantarse y encaminarse al hogar del Dios de la medicina y la curación, en donde igualmente su demás familia les atenderá.
Antes de marcharse detrás de los demás, Aries le devuelve la espada a Apolo, hace una pequeña reverencia y sigue su camino.
***
Heridas, moretones y sangre en todo su cuerpo. Mientras Epíone evita que los signos sientan dolor y sus hijos preparan las pociones, Asclepio se encargaba de curarles, de sanarles, con un poco de ayuda de la cangrejo, ya que no quería quedarse sin hacer nada.
—Esto va a dejar una maldita marca. —Se queja Sagitario, viendo la serpiente en su abdomen en donde ya comienza a formarse una costra fina.
—Ni que lo digas. — Responde Capricornio a su lado, mientras una de las hijas de Asclepio le extiende una crema espesa en las quemaduras de sus muñecas. —Tardaran mucho en desaparecer, además.
—Por lo menos ya todo está como antes. —Asegura relajado el azabache, dejándose resbalar por su asiento. —Eso es bueno, ahora Leo y Escorpio volverán a sus cositas románticas.
—Y tú con Virgo. —Refuta la nombrada.
—Ah sí, pero es tan complicado. ¡Déjate querer!
—Sagitario, será mejor que te calmes o te hare otra herida. —Responde el de cabello verde, esperando su turno junto a su hermano toro.
—Y creer que tú eres el pasivo.
Virgo no puede controlar el sonrojo que se asienta en sus pómulos ante esto; le mira molesto y sin más se cruza de brazos.
— ¡No te enojes! Es la verdad.
—No hay por qué gritarlo, Sagitario. Eso solo es asunto de los dos.
—No me dejaras entrar a tu casa durante un tiempo, ¿verdad?
—Vaya, hasta que por fin pensaste.
—Virgo.
—Solo, déjalo ya.
El azabache le mira molesto, haciendo una mueca simpática con el labio. Viendo que el contrario no le piensa dirigir la mirada, se pone en pie, se acerca a él y lo acorrala contra la pared. Tauro se retira lentamente y se va donde su mejor amigo.
Virgo aun no le mira. Irritado por esto, le toma del mentón para obligarle a que le mira, cosa que no hace.
—Virgo.
—Quítate de encima, Sagitario.
—Virgo.
—No.
—Anda.
—Te he dicho que no. —Sin pensarlo mucho, se gira para encararlo y el contrario aprovecha para besarlo con rapidez. Se sonroja aún más. —Idiota.
—Ni si quiera porque casi muero eres un poco dulce conmigo.
—Yo te veo muy vivo.
Mientras Sagitario, dolido, se dedica a repasar con la yema de su dedo pulgar, cada golpe marcado en el rostro del peli-verde, Cáncer ha sido asignado a ayudar con Aries. Esto resulta ligeramente incómodo para los dos. Aries permanece parado, sin saber qué hacer.
—Quítate la playera. —Pide ella de repente y el chico comienza a toser con vehemencia. —Quiero ver tus heridas, Aries, nada más.
—Sí, claro. —Responde avergonzado, mientras su mejor amigo se retuerce en una silla, riendo sin problema alguno. Hace lo que le ordena y se con dolor, se quita la prenda llena de sangre, tirándola al suelo. —Ahí está.
La chica repasa con la vista el abdomen del chico. Pose algunos rasguños en el pecho, un par de golpes en los costado, así que camina lentamente a su alrededor, parando un segundo en su espalda trabajada, llena de cicatrices muy viejas (unas más que otras), su piel parece un mapa. Solo posee moretones en esa parte, así que da otros pasos más hasta dar con la herida profunda que le provoco la espada. Hace una mueca pensativa y su mano va a parar a las caderas del chico, lo que causa un respingo en él.
—Necesita sutura. —Murmura y desaparece unos segundos por una puerta de madera.
Aries suspira tratando de calmarse y pronto ve la mirada divertida de Tauro.
—Cállate.
—No dije nada. —Sonríe el toro.
—Ah sí, a ver si ahora—Comienza Libra frente a ambos. —, al fin haces una movida con Cáncer.
Justo en ese momento, la peli-naranja regresa a la habitación, con una cesta en manos. Libra hace un gesto facial de que la ha cagado pues por el rostro de ella, deduce que ha escuchado. Intercambia miradas con Tauro y este se encoge incomodo en su lugar.
Lo que les llama la atención, es que ninguno de los involucrados parece estar afectado. ¿Por qué?
—Da igual. —Habla Aries, mirando a la rubia notando su vergüenza. —Ya lo sabe.
— ¡Oh! ¿Y?—Cuestiona ella emocionada, hasta que ve al chico negar con la cabeza. —Oh...
—Por favor. —Interviene Leo con molestia, mientras el Dios le coloca una gasa en el ojo. — A ella le gustas.
— ¿Qué?—Preguntan confundidos los tres.
— ¿O no Cáncer?
Los ojos de ellos se clavan en la chica, quien solo trata de ignorarlos y así continuar con la sutura. Solo unos puntos más. El cabello le cubre el rostro, y apenada da por terminada su labor de unir la piel. Están demasiado atentos a sus movimientos, mientras toma una venda y se dispone a envolver al chico con ella.
— ¿Podrían dejar de verme?—Suplica ella.
—No hasta que respondas. —Gruñe la leona.
Cáncer camina hasta quedar a las espaldas de Aries, quien le cubre de las miradas de los demás, mientras extiende la tela por su cuerpo. Aprovecha para asentir con un movimiento de cabeza. El pelirrojo siente el movimiento y se pone pálido de sorpresa, al igual que la rubia y el azabache de tierra.
—Tauro, agárralo que se desmaya. —Exagera Libra.
Molesto, el chico de fuego toma un rollo de venda a su alcance y se lo lanza a la chica, golpeándole la cara y este cae al suelo.
— ¡Oye!—Le reclama Cáncer. —No juegues con estas cosas.
Terminando eso con el ariano, recoge la venda, luego ve a Epíone pedirle que vaya donde ella, así que deja a los demás ahí, anonadados. La chica se aleja, pero antes de que desaparezca, Aries habla.
— ¡Tenemos que hablar de esto!—Declara y ve como la peli-naranja solo asiente antes de huir.
—De nada. —Sonríe su hermana con orgullo. —Ah, se siente tan bien que ya todo termino.
—Sí, lo es.
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