23. Laberinto
Tauro.
Quizás es el hecho de la razón por la que me crearon, pero el punto es, que odio, con toda mi alma, los laberintos, jamás he sido bueno con estas cosas y logran sacarme de mis casillas, lo que es bastante extraño.
Caminamos por el nuevo Olimpo, cuidando no hacer ruido ni nada similar. Los chicos y yo nos mantenemos juntos, además de alertas, mirando y escuchando en todas las direcciones que se nos permite. ¿Por qué tenía que ser un laberinto, no podía convertirlo en otra cosa?
Llegamos a una sección, donde hay muros de marfil, con pinturas y estatuas de todo tipo, además de algunas enredaderas creciendo en estas y las paredes. Hay algo un tanto similar en este sitio que me eriza la piel, sin embargo no logro rememorar.
Tenemos un cierto problema, hemos llegado a una encrucijada, por lo que nos detenemos a decidir por donde marchar.
-Son tres caminos distintos-Comenta Leo en voz baja. -, no sabemos a dónde lleva cada uno y tenemos que decidir, estoy me está fastidiando, terminare rompiendo algo.
-Mejor contén ese enojo para Ofiuco. -Le digo. En respuesta suspira para relajarse. -Simplemente hay que escoger uno, no podemos estar más perdidos de lo que ya estamos.
-Supongo que es verdad.
-De todos modos ¿por cuál vamos?
-Creo que...-Piscis se ve interrumpida por un sonido que retumba en el lugar,
Es como si algo pesado caminase por el sitio. Nos giramos a ver tras nuestras espaldas, viendo el pasillo por el que acabamos de venir. Mis ojos se clavan en la esquina, esperando el momento en el que cualquier cosa doble por ella y se muestre por completo.
- ¿Qué es?-Murmura Piscis a mi lado, colocándose con rapidez el casco de Hades, haciéndola desaparecer de nuestra vista.
-Sh... no lo sé, pero lo mejor es que no hablemos. -Respondo sin mirarle, llevando un dedo a mis labios.
¡Pum, pum!
Los pasos se acercan como si tuviésemos todo el tiempo del mundo, en parte si es así, pero esto comienza a ponerme los nervios de punta.
Al ver lo que causa ese sonido, no puedo evitar llevar una mano a mi cabello negro y despeinarlo con un aire de fastidio. Con razón este lugar me parecía conocido. Ofiuco está comenzando a impacientarme y eso pocos lo logran.
-Debe ser una broma. -Murmura Acuario.
Yo quisiera que fuese así, pero no.
Un minotauro esta al fondo del pasillo. Su pelaje castaño, sus ojos negros como canicas, sus cuernos blancos y puntiagudos, sus orejas un tanto largas con diversos aretes, con el resto de su cuerpo siendo el de un humano. Debe llevarme un par de cabezas si es que no más.
-Tauro...-Acuario habla con un tono de voz que conozco bien de Aries. Quiere que haga algo. -Vas.
- ¿Solo porque soy un toro?-Rechisto aun con la mirada fija en el minotauro.
- ¿Crees que yo podría hacer algo contra eso?
-Yo podría...
-Olvídalo. -Detengo a Leo de seguir hablando. - Yo me encargo, servirá como un desestresante.
Relajo mis hombros con un par de movimientos de estos en forma circular. Creo que ya he llegado a mi límite. Siento mi ceño fruncirse con enojo y mis manos rápidamente forman puños. Cada molécula de mi cuerpo comienza a vibrar ligeramente. Respiro profundamente, observando al minotauro, colocarse en una posición adecuada para tomar carrera suficiente para venir contra nosotros y embestirnos.
No hoy, camarada.
Choco mis puños, y gracias a los guanteletes, se escucha un "clinc", luego de la parte de mis nudillos, aparecen picos de hierro afilados. El hibrido corre hacia nosotros con velocidad y pasos torpes, pesados. Me coloco un par de metros frente a los demás. Acomodo mis pies a la altura de mis hombros, mis rodillas ligeramente dobladas y mi espalda recta.
Un par de segundos después, el minotauro llega hasta donde me encuentro, sus cuernos direccionados para poder golpearme con ellos, pero no lo permito, ágilmente, lo tomo de ellos con la fuerza suficiente para detenerlo. Clavo mis piernas al suelo para lo que hare. Mi mandíbula se aprieta por el esfuerzo, mis brazos usan toda la energía que tengo para poder lanzar al minotauro, a un costado de la habitación, descolocándolo y entorpeciéndolo, pues se ha desorientado ligeramente.
-Increíble. -Escucho a Acuario.
-Cierra la boca o se te meterán moscas, Acuario. - Le miro moviendo mis muñecas. Leo y él parecen muy sorprendidos.
Escucho al animal girarse y ambos nos encaramos, sacude su cabeza aun aturdido. Resoplo por la nariz molesto, de alguna forma, mostrándole con quien se está metiendo. Sí, puede que ambos parezcamos toros iracundos en este momento, pero bueno. Siento el cuerpo vibrarme con vehemencia y una energía extraña me recorre desde los pies hasta la cabeza. Antes de que se me adelante, tomo una de las estatuas, la más cercana a mí, para luego, lanzársela. No he logrado darle, por desgracia. Alcanza a tomar el gran trozo de roca, con un giro de 180 grados, lo redirecciona a donde yo estoy.
A duras penas lo esquivo, quitándome torpemente del camino y trastabillando con los restos de piedra en el suelo. La estatua se estrella contra la pared, lanzando pequeñas piedritas por todos lados.
Dejo de admirar los restos para clavar mi atención en mi oponente, notando como sus ojos miran a mis compañeros, quienes siguen aturdidos viendo la pelea. Mi vista viaja consecutivamente a ellos y al minotauro, sabiendo lo que planea. Corro lo más rápido que puedo a donde Leo y Acuario, empujándolos conmigo y cayendo al suelo, apenas unos segundos antes de que el animal se estampara súbitamente con ellos.
- ¡¿Piscis?!-Le llamo, parándome con rapidez y mirando en todos lados.
-Estoy aquí. -Escucho su vocecilla a mi lado así que suspiro aliviado.
-Bien, bien-Exhalo un tanto ansioso. -, salgan de aquí, en un momento los alcanzo.
-Tauro...
-Es en serio, chicos. -Callo a Acuario con una simple mirada. -Lárguense de aquí, estaré bien.
-Tomaremos el camino de en medio. -Confiesa Leo, jalando del brazo al chico de aire. -Ten cuidado, o Aries me matara.
Sonrió y asiento. Les veo marcharse por donde antes la leona ha mencionado.
Escucho al minotauro pisar, caminar hacia mí, aprovechando que estoy de espaldas.
-Realmente lo siento. -Afirmo mientras me giro a verle.
Haciendo valer toda la energía que fluye por mis venas y la fuerza que me brinda este momento, no decido otra cosa más que quedarme aquí a luchar. Cuando estamos cara a cara, comienza a propinarme puñetazos. Uno de estos logra darme en la mejilla, desequilibrándome apenas unos segundos, luego de recuperarme, coloco mis brazos en forma de equis frente a mi rostro, con los guanteletes haciendo función de escudo improvisado. Descarga varios golpes contra estos, hasta que parece tomarse un minuto para descansar y lanzar el siguiente, tomo ventaja de ese lapso de tiempo, con las manos, vuelvo a sujetarle fuertemente los cuernos, obligándolo a encorvarse hacia mí. Libero el agarre de una de mis manos, para después, usarla y golpearle con los pinchos de mis armas en la cabeza. El sonido que hace su cráneo ante el impacto no es exactamente placentero, ni nada así. Un sonido de agonía escapa de su garganta y no puedo evitar que una pequeña parta de mi aun racional ser, se lamente por ello.
Solo termina rápido con esto, Tauro.
Dejándolo tendido sobre el suelo, me acerco a su cuello, para darle un golpe limpio en su yugular y así evitar que sufra mucho. Me sabe mal, en serio que lo hace, pero no hay otra salida que pueda servirme por ahora, o al menos no puedo pensar en alguna. La sangre roja sale a borbotones de sus heridas, de su nariz y su boca, manchando el suelo y lentamente formando un charco. Segundos después, deja de moverse. Parece otra estatua más del recinto, con sus ojos sin brillo alguno.
Llevo una mano a mi pecho, justo donde debe estar mi corazón, hago una leve reverencia hacia él con cierto pesar, sin embargo la adrenalina no sale de mi sistema, no aun.
-Lo siento.
Aun con la necesidad de descargar todo lo que traigo, salgo corriendo por donde los demás se han ido, esperando que la carrera logre tranquilizarme.
Sigo por pasillos, no sabiendo muy bien por dónde ir, ni en que intersección cruzar. Las paredes se transforman en espejos de cristal pulido. Solo logran confundirme más.
Pienso en sí debería llamar a los demás, pero no creo que lo mejor sea captar la atención de otra bestia seguidora de Ofiuco, si es que otra está cerca. Camino sin parar, dudando en cada decisión que hago y de vez en cuando, me golpeo de frente contra un espejo. Esto me está dando jaqueca.
Escucho unos pasos temerosos avanzar por otro camino. Cauteloso, me acerco a aquel lugar, con las manos frente a mí, posicionándolas de manera defensiva por si es necesario. Al doblar la esquina, estoy a punto de golpear a Acuario, quien igualmente, llevo su daga contra mi cuello. Nuestros ojos se encuentran, inspeccionando los del otro. Su semblante se relaja y supongo que yo hago lo mismo. Lentamente baja el arma punzante.
-Menos mal. -Exhala.
- ¿Estas bien?-Cuestiona la pececita apareciendo de la nada.
-Un par de golpes, nada serio. -Aseguro. -Hay que salir rápido de aquí, no me gusta en lo absoluto este lugar.
Los cuatro emprendemos nuestra marcha, perdidos, así ha sido desde el primer momento en que pisamos estas tierras distintas para nosotros.
- ¿Crees que ella sepa en qué lugar exacto estamos?-Cuestiona Acuario junto a mí; ambos yendo frente a las chicas.
-No lo sé, para serte honesto. -Suspiro con derrota y él me da un par de palmadas en la espalda para reconfortarme. - Ni si quiera sé a dónde vamos.
-Tauro, lo mejor será que te relajes. No quiero que destruyas una pared y des nuestra ubicación, o peor.
-Lo siento, lo siento. Esto ya ha sido suficiente para mí.
-Es raro verte tan desesperado y fastidiado, pero supongo que todos llegamos a nuestro limite en algún punto. -Le veo dirigirles una mirada a las chicas. - ¿Por qué no descansamos un poco?
- ¿Qué dices, Acuario?-Cuestiona Leo frunciendo el ceño.
-Solo hay que sentarnos un minuto y calmarnos, descansar un segundo, Leo.
-No suena tan mal. -Se interpone la menor de los agua, evitando una queja exagerada de Leo. -Solo un rato, aún tenemos que seguir moviéndonos.
Acuario y Piscis se sientan tranquilamente sobre el piso, el chico junto a mí y la chica junto a Leo. La signo de fuego y yo nos dirigimos una mirada cómplice, no estamos totalmente de acuerdo con esto, pero supongo que nos urge tranquilizarnos, así que sin nada que decir, nos acomodamos a lado de los otros dos.
Si bien, sus conversaciones en voz baja y sus chistes sin sentido, logran aplacar un poco mis nervios, no puedo sacarme de la cabeza todo lo que sucede y me es difícil si quiera reír con naturalidad.
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