19. Empecemos

Cáncer.

No esperaba nunca esa respuesta de parte del carnero. ¿Conquistarme? Bien, quizás con respecto a las indirectas hacia mi persona puedo ser bastante idiota, pero al menos comprendo cuando alguien me lo dice de frente. No tiene por qué hacerlo, después de todo, aunque no lo parezca, él realmente me gusta, pero con todo esto que está sucediendo, no he tenido cabeza para algo que no sea cuidar de Piscis y los demás, de angustiarme por saber cómo está mi hermano. Así que no pueden culparme, por el momento no es tiempo de preocuparse por cosas de ese tipo, primero lo más importante y eso es, todo lo que está sucediendo alrededor del Olimpo.

Los días pasan, Aries y yo no hemos intercambiado palabra alguna, parece que nos estuviéramos evitando a toda costa, pero en mi defensa, no sé qué decir, no sé qué hacer.

Entro a la habitación donde se encuentra Leo, pues tengo que cuidarla como últimamente lo he estado haciendo. Me alegra y alivia mucho saber que ella ya se encuentra mucho, pero mucho mejor, la temperatura comienza a descender de su cuerpo y parece más viva que días anteriores. Pronto ya no necesitará mi cuidado y espero que eso sea lo más rápido posible, ya que se está comenzando con los planes de ataque de nosotros hacia Ofiuco y realmente no creo que ella quiera quedarse fuera de la acción, esperando en este lugar sin poder ayudar.

Me detengo en seco cuando veo a Aries al otro lado de la habitación. Su mirada se alza y pronto se encuentra con la mía. Con rapidez agacho la cabeza, logrando que mi cabellera cubra más mi rostro y mis ojos admiren el suelo rocoso del lugar. Me muevo con timidez por la habitación, plantándome junto a la cama de la chica leona.

—Saldré un momento. —Anuncia el chico y sé que eso ha sido más para su hermana que para mí.

En ningún momento le miro, me limito a escuchar sus pasos resonar contra las piedras del lugar hasta que sale de la habitación. Mis ojos se cruzan con los de Leo mientras me siento a su lado en la cama. Comienzo a mover cosas para hacer la poción que le he estado proveyendo a la chica para su salud.

— ¿Qué hizo el idiota de Aries?— Cuestiona con cierto tono de enojo, causando que mis ojos se le vuelvan a clavar. — ¿Y bien?

—Nada. — Sonrío con un atisbo de nerviosismo mientras muevo mis manos torpemente para hacer aquella mezcla. —Está ansioso, como todos nosotros, nada nuevo.

Suelta un bufido cargado de tantas emociones que es imposible descifrarlas todas.

— ¿Cómo van los planes?

Ante su pregunta me encojo de hombros, la respuesta la desconozco pues yo no soy quien para entrar en aquel tema. Ellos saben de planeamiento militar y yo no, así que tiene sentido que no esté en sus pequeñas reuniones donde siguen viendo que hacer.

—Estoy segura que ya han avanzado mucho. — Pienso. — Si quieres saber algo de eso, creo que lo mejor sería que le preguntes a Sagitario o a Aries.

— ¿Para qué?— Reclama cruzándose de brazos; su voz aun es gangosa. — Ellos nunca me dicen este tipo de cosas, mucho menos ahora en este estado.

—Puedes preguntarle a Libra entonces.

No dice nada, por ende supongo que ella está pensando.

—Puede servir...—Murmura y yo asiento. Siento su mirada de nuevo clavarse en mí mientras yo continúo con lo mío. — En serio, siento que algo hizo Aries. La tensión se siente en el aire cuando están los dos.

Siento mi cara enrojecer, ardiendo por la sangre que se concentra en mis pómulos.

—Tuvimos una discusión. — Confieso y siento su mirada concentrarse con más intensidad, esperando saber por qué. — Es eso.

—Ay, ese estúpido. — Gruñe y yo rio. — Lo que sea que te haya dicho, no le hagas caso.

— ¿Entonces ignoro el hecho de que se haya confesado?

Permanecemos en silencio y yo solo me limito a encogerme cohibida en mi asiento, con la vista atenta a la mezcla verduzca.

—Peor momento no pudo escoger. — Espeta con fastidio la leona. — En serio, ¿Cómo podemos estar familiarizados? No se puede estar tan imbécil.

—Supongo que fue la presión de todo esto.

—Eso no le quita lo estúpido. ¿Y tú?

—Oh, bueno...— Suelto una risa nerviosa por la pregunta. Sé que probablemente ella le diga después a Aries, sin embargo, no es tiempo de preocuparse por ese tipo de cosas. Ya podremos hablar bien de esto cuanto todo termine y la paz regrese a nuestras vidas, por lo menos a la mía. — él me gusta, pero, ¿qué decirte? Ya habrá espacio para eso después.

Levanto mi vista para encontrarme con sus orbes amarillos como el sol. Parece sorprendida por mi respuesta, seguro que no se esperaba escuchar eso provenir de mis labios, sin embargo así es como son las cosas. Le tiendo la poción y ella desvía un segundo su mirada hacia el pequeño recipiente antes de volverme a mirar. Le hago un gesto de que debe beberlo, cosa que hace con rapidez.

—Te dejare descansar. — Digo, retirándole el envase para dejarlo sobre la mesa a nuestro lado y sin más me levanto para retirarme de la habitación. — Te sentirás mejor.

Probablemente la he dejado con la palabra en la boca, pero no quiero discutir mis problemas sentimentales y mi relación con el chico de cabello rojo, por lo menos no ahora.

***

Todo es oscuro y yo me encuentro en el centro del lugar. Miro a todos lados, pero nada hay. Mis piernas por alguna razón se sienten pesadas así que no las puedo mover con libertad. Me acaricio el brazo como alguna especie de auto consolación. No me gusta este lugar. El ambiente es gélido y aterrador.

De pronto, miles de imágenes surcan por el aire, como una cinta de película antigua que antes usaban los humanos. La mayoría son buenos momentos y yo me siento un poco mejor, sin embargo, comienzan a aparecer recuerdos tristes y desoladores. Comienzo a sentirme decaída y la sonrisa que antes tenía, se desvanece, formando una mueca de seriedad.

Las memorias siguen y siguen, como si no hubiera un fin. Quiero huir, correr, esconderme en donde no me puedan volver a encontrar, en un lugar lejano y ajeno a todo aquello. No quiero verlos, no quiero oírlos, necesito que paren, deseo que se detengan.

— ¡Basta!— Grito, cubriendo mis oídos para evitar escuchar las múltiples voces de mis memorias, pero estas solo comienzan a vociferar cosas más alto que antes. — ¡Para!

Sé que no es real, pero no puedo pensar con claridad por el momento.

Los recuerdos del Olimpo siendo atacado por Ofiuco, poseyendo a mi hermano Escorpio aparecen. Haciéndose grandes cada vez que me giro a otro lado para no verles. Cada recuerdo de ellos, a partir de ese momento, desfilan alrededor de mí, como una danza tétrica. Mis piernas se sienten más ligeras de repente y yo aprovecho esto para comenzar a correr despavorida en cualquier dirección, con las manos aun en mi cabeza y mis ojos cerrados con fuerza para no ver nada. Las memorias comienzan a arañarme el cuerpo, por alguna extraña razón que desconozco. Ya me es imposible mantener mis manos en aquella posición y abro mis ojos para ver en qué dirección atacaran esas cosas.

Las lágrimas no tardan en aparecer, cayendo sin control por mi rostro y empapándolo. Suelto gritos de agonía, o algo parecido, pidiendo que todo se detenga, rogando por un poco de paz y armonía. Mis manos se dirigen a mis cabellos y en una ataque de histeria, lo único que hago es desordenarlo con fiereza, utilizando mis uñas. Mis gritos desgarradores desde lo profundo de mi garganta, lastimándome y mi cabeza palpitando con cada latido de mi corazón.

— ¡Cáncer!— Grita alguien.

Siento como todo se mueve, la oscuridad comienza a tornarse blanca y las memorias comienzan a difuminarse. Parece un temblor que no se detendrá, mientras esa persona sigue llamándome, primero como un eco lejano, pero se acerca.

— ¡Cáncer!— Exclama Capricornio ante mí.

Sus manos están sujetando con fuerza mis brazos. Las lágrimas fluyen por mi rostro sin piedad y los sollozos son audibles para cualquiera. Le veo entre la maraña de cabello desordenada de color naranja que poseo. Sus ojos parecen querer inspeccionar los míos con cierta chispa de preocupación y confusión. No quiero agobiarlo con mis asuntos.

¿Qué hago con él?

¿Por qué esta aquí?

Todo fue un sueño, producto de mi imaginación. Ahora sí creo que soy una completa lunática. Mi cuerpo tiembla con fuerza, por el miedo supongo yo.

— ¿Qué-

No le permito hacer preguntas. Me libero de su agarre y me abrazo a él con fuerza, como si temiera ser abandonada, como si mi vida dependiese de eso. Estoy aterrada. Espero no lastimarle, aunque siendo él, no importa, puede tolerarlo tan bien como Tauro. Siento como su cuerpo se queda quieto un largo segundo, sin saber bien que hacer, aturdido por aquello, sin embargo, luego me devuelve el gesto, con suavidad.

No puedo racionar, no puedo controlarme.

Lloro desconsolada por un rato muy largo, incluso Capricornio ha tenido que meterme con él a su habitación y me ha sentado en su cama, un poco difícil, pues no le he soltado ni un segundo, ni he aflojado mi agarre.

¡A la mierda! No quería verme tan destrozada frente a nadie, nadie. Eso ya no importa, probablemente me vea patética en estos momentos.

Escucho que llaman a la puerta y yo trato de ahogar mi llanto.

— ¿Si?— Cuestiona el castaño.

— ¿Está todo bien?— Pregunta la inconfundible voz de Aries con cierta inquietud.

Yo asiento, como diciéndole al chico lo que debe decir.

—Sí, no hay problema. —Dice, pero no parece conforme a la respuesta.

—Escuchamos un grito. —Ese es Sagitario.

Muy tarde chicos, eso ha pasado ya hace varios minutos atrás.

—Ah no, me pegue con un mueble en un nervio, eso es todo.

Silencio.

—Está bien. — Declara el azabache. — Si sucede algo, grita.

—No hay problema.

Escucho sus pasos alejarse y me permito respirar de nuevo. Capricornio me acaricia un tiempo el cabello, lo suficiente para lograr calmarme y así separarme del castaño. Dejo que aquel liquido salino siga saliendo, pues no parece que se detendrá pronto y no tiene caso limpiar mi rostro aun. Entre gimoteos y jadeos, es imposible comprender si quiero decir algo. Mi amigo castaño se limita a verme un rato hasta que por fin puedo respirar con tranquilidad.

— ¿Quieres hablar?— Cuestiona un tanto incomodo mientras limpia mi cara con un trozo de tela. Parece angustiado por mi actitud, o eso creo.

—No—Murmuro apenada con la voz quebrada. —, lo siento.

Niega con un movimiento de cabeza.

— ¿Camine dormida?

—Gritabas dormida, corrías dormida, me golpeaste dormida.

—En serio lo siento, Capri.

—Tenías una pesadilla. —Asegura y yo asiento. — Por eso no querías dormir ¿no es cierto?— Vuelvo a afirmar con la cabeza. —No pensabas decirlo.

—No.

—Dormir con Piscis no te relajaba ¿no es verdad?

—No, al contrario, era lo que me mantenía despierta. Primero ella, luego yo.

—Debes dormir. — Se cruza de brazos con aire enfadado. Hago una mueca de terror y disgusto sin que yo lo quiera. — Duerme conmigo entonces.

—No, no, no quiero molestar y se vería un tanto extraño. —Resoplo. — No quiero causar malentendidos, no ahora.

—Yo no quiero que tu estés mal de salud— Exhala. —, esto te afecta y no creo que Escorpio me perdone si te dejo así. —Trago en seco ante la mención de mi hermano. — Además, los tierra somos cuidadosos con nuestros amigos y familia, no podría dejar que estés así ni aunque quisiera. Ya has llegado a tu límite y yo también, no puedo seguir haciéndome de la vista gorda. Sino era yo, entonces podría ser cualquier otro de los signos, incluso Piscis.

Me lo pienso un segundo. Tiene tanta razón que me es imposible negarme.

—Solo esta noche. —Acepto y él asiente.

—Sabes que no soy bueno con las palabras, pero puedo escucharte.

—Gracias.

—Aunque quizás sea mejor que converses con Tauro, él es más capaz en estas cosas.

Sonrío ligeramente.

Se pone en pie y con un gesto de su muñeca, me indica que me acomode en el colchón bajo las mantas. Cosa que hago, gateando por el material, pues me encontraba hincada en aquel lugar, mientras que Capricornio estaba sentado en el borde de la cama. El castaño se acomoda en la parte contraria donde yo estoy. Nos damos la espalda por el momento. Puede que ya sea de madrugada, pues todos ya estábamos dormidos antes de que mi ataque nervioso pasara hace nada.

—Piscis está en buenas manos contigo. — Comento en un susurro y noto como él se tensa de inmediato, por lo que suelto una risa.

—Sí, bueno...—Aclara su garganta y me giro sobre mi misma, observando su espalda. — no sé de qué hablas.

—No puedo seguir haciéndome de la vista gorda. — Me burlo y él se voltea a encararme. — No es la gran cosa, Capricornio.

—Para mí lo es. — Gruñe y le veo cerrar sus ojos. —Solo duerme.

—Sí, padre.

—Cierra la boca, pareces Escorpio.

Rio.

Aries.

—Entonces—Hablo, sintiéndome un poco satisfecho de esto. —, ya todo está listo, el plan A, B y C, junto con algunos detalles extras en cada uno.

Los demás asienten, mirando las tácticas que hay escritas en diversos papeles y reescritas en uno solo, acomodado todo sobre una mesa enorme de coral.

—Solo debemos hablar con los demás. — Recuerda Libra y yo asiento de acuerdo.

—Lo haremos de inmediato. — Declaro y todos parecen estar de acuerdo. — Hay que empezar. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top