10. Elementales

Géminis

Inconscientemente me sujeto de la camisa del signo más cercano a mi mientras que miro el cielo, noto las copas de los arboles moverse con vehemencia mientras los pájaros huyen de estos despavoridos, volando con velocidad lejos de aquí. Escucho el sonido de cosas rompiéndose acompañado de golpes rítmicos y consecutivos que aumentan su volumen.

Segundos después, ante nosotros aparece nuevamente aquella bestia que nos atacó en el hotel. ¿Cómo logro encontrarnos tan rápido?

El aliento se me corta por la sorpresa y el miedo. Suelta un aullido ensordecedor para luego romper uno de los arboles más cercanos a él. La persona junto a mí se levanta, al igual que muchos otros mientras yo permanezco sentada junto a Piscis. Mis ojos siguen a la criatura, sin poder si quiera parpadear.

¿Qué hago?

No debes dejarte congelar por el miedo. ¡Actúa!

Miro a Piscis. Sus brazos extendidos al frente, hacia la fogata que aun quema las ramas con intensidad, sus ojos cerrados por sus parpados turquesas brillantes mientras sus labios pequeños se mueven con velocidad, pronunciando palabra incomprensibles para mí pues está susurrando, murmurando mejor dicho. Todo a mí alrededor pasa a una velocidad fastidiosamente lenta. Veo a Capricornio y a Tauro tratando de derribar a la bestia, embistiéndola con sus cuernos en las piernas. Sagitario lanza flechas con agilidad hacia el rostro demacrado de esta, buscando así desorientarla o causarle daño significativo. Leo busca una forma de trepársele y conseguir atacar algún punto débil pero la bestia se mueve tanto que le parece imposible acercarse sin ser lastimada. De su cadavérica mano, el tronco del árbol que anteriormente había roto, se encuentra siendo dirigido con fuerza a donde Piscis pues lo ha lanzado con la intención de lastimar a uno de nosotros.

Mi cuerpo actúa solo. Me levanto de un salto y con rapidez me coloco frente a la chica de agua, con un movimiento de mano causo una ráfaga de aire lo suficientemente fuerte como para desviar el tronco a otra dirección cayendo sabrá Dioses donde.

Me giro para ver si Piscis se encuentra bien. Inmutable, se encuentra aun de rodillas frente la fogata sin moverse ni un solo centímetro. Su actitud extraña me preocupa, pero... ¿debería decirle algo?

Escucho a la bestia rugir a mis espaldas, cuando volteo mi mirada a ver qué ocurre, mis ojos se abren con cierta ansiedad y asombro. Aries se encuentra escalando con rapidez por el cuerpo huesudo de la criatura con la espada en mano mientras va cortando con esta en su camino. Las manos de la bestia buscan por su espalda al chico de fuego que va saltando con normalidad de aquí a allá. El peli-rojo logra despedazarle una de las manos blanquecinas y sangrientas causando que la criatura suelte un gruñido de dolor que rompería cualquier oído.

Leo aprovecha esto para acercarse un poco más, hasta ahora me doy cuenta de que lleva una liana en las manos. Pasa corriendo por las piernas de esta, enredando la liana en estas con ayuda de los chicos de tierra quienes con su increíble fuerza logran hacer tambalear a la criatura.

Escucho un golpe seco que por un segundo causa que me hiele la sangre. Mis ojos no pueden creer lo que ven. Aries se golpea contra el muro de piedra de donde cae el agua en una cortina blanca. El golpe resuena en mis oídos como un eco incesante. Cae, probablemente inconsciente, en las claras aguas del lago estremeciéndolo por completo y salpicando agua en el acto. La espada igualmente ha caído con él. Noto otra figura ir apresuradamente en busca del chico de fuego pero con tanto caos no logro distinguir con exactitud.

—Quema todo a tu paso como la llama incandescente del fuego.

Completamente confundida, dispuesta a ver de qué rayos habla Piscis, giro sobre mi abdomen esperando encontrarme con la chica de agua pero es todo lo contrario. Mis ojos suben por la figura de un elemental. Había escuchado hablar de ellos pero nunca había visto uno en carne propia durante toda mi existencia. Su cuerpo formado por llamas rojas y naranjas que brillan con fuerza, un cuerpo inmenso incluso más grande que un árbol, irradiando calor sofocante incluso a varios pasos de distancia. Le veo de espaldas pero escucho la conversación que lleva con la chica de agua.

— ¿Para qué me has llamado insignificante criatura?—Su voz es rasposa y potente, atemorizante debo decir, causando que los bellos de mis brazos se ericen.

—Ahórrate tu mal humor. —Espeta la voz clara de Piscis tras el elemental. — Destruye a esa cosa.

El elemental de fuego mira por encima de lo que imagino es su hombro a la bestia que aún se encuentra siendo atacada por los demás signos. Sus ojos azul eléctrico como un rayo de Zeus me dejan sin aliento antes de vuelva a dirigirse a la chica de agua.

—Yo...

—No puedes rehusarte. Yo te invoque, yo tengo el control de ti.

—Haz lo que te ordena o hare que desaparezcas en una ráfaga de viento. — Llamo su atención logrando que suelte un bufido, o eso ha parecido.

—Seguir órdenes de tan miserables especímenes.

—Cállate y haz lo que te digo. — Escucho como la débil voz de Piscis se vuelve temblorosa y quebradiza. Probablemente este llorando de miedo o coraje, quizás ambas. —Mis amigos están siendo lastimados. Solo hazlo.

El elemental asiente con la cabeza o eso creo. Su cuerpo de fuego se acerca a donde se encuentra la bestia raquítica. En una ola de calor y llamas abrazadoras, el elemental consume en fuego a la bestia, la cual suelta gruñidos y aullidos desgarradores causando que cubra mis oídos con ambas manos. Pasan unos eternos segundos hasta que no quedan más que cenizas de aquella criatura y lentamente la llama del elemental se extingue con esta. Una marca en la tierra se queda, el pasto quemado y la oscura tierra mezclada con las cenizas de tono carbón. Me quedo mirando aquello, aturdida, completamente perdida, hasta que unos jadeos me regresan a este plano.

Cáncer sale del cuerpo de agua, arrastrando consigo el cuerpo inerte del chico de fuego.

***

Cáncer

Veo como lo toma del tobillo y lo lanza con fuerza contra un muro de roca dura. Puedo escuchar claramente la manera estruendosa en la que sus huesos se encuentran con el frio mineral. Suelto un jadeo de dolor al verlo. Cae al agua y lo primero que hago es ir por él, sin preocuparme por nada más. Con la mente completamente nublada y mis sentidos a flor de piel.

Me zambullo y nado con rapidez para llegar a Aries. Gracias a los Dioses puedo mantener la respiración por mucho tiempo. Me dirijo a la superficie, arrastrándolo conmigo con un brazo alrededor de su abdomen. Estoy segura de que estoy aún muy lejos de la superficie pero todo pasa tan rápido que pareciese que apenas han transcurrido unos cortos segundos.

Tomo aire con necesidad, jadeando con fatiga pues Aries no es exactamente una pluma liviana. Nado hasta la orilla. Salgo con ayuda de Tauro y Sagitario. No percibo absolutamente nada en mi entorno. Sorprendentemente todo está cubierto por un abrumador silencio. Tauro toma a su amigo en brazos y lo acomoda sobre el suelo blando cubierto por el pasto verduzco, mientras que Sagitario me tiende la mano para sacarme de ahí. Mis pies, es decir, mi cuerpo en general se siente completamente ligero, sin ningún peso encima. Tauro revisa el cuerpo de Aries en busca de alguna herida pero no le doy tiempo para eso cuando estoy fuera del agua pues me dirijo con velocidad a donde se encuentra el peli-rojo. Me hinco junto a él, a un lado del signo de tierra quien no sabe con toda seguridad que hacer.

Noto en el cuerpo de Aries, en un costado de su abdomen una mancha carmesí, un hilo de sangre le recorre la frente hasta llegar a la ceja, confundiéndose con esta por el color. Deduzco que lo más probable es que debe tener varios cardenales en la espalda dado por el impacto. Mis manos tiemblan sin quererlo. Coloco mi cabello detrás de la oreja y me acerco a su pecho tratando de escuchar su corazón. A penas palpita.

Le coloco un dedo cerca de la nariz tratando de percibir su respiración pero no hay nada. Entro en pánico inevitablemente, sintiéndome completamente en la necesidad de no dejarlo ir. De manera autómata comienzo por hacerle primeros auxilios. Le coloco las manos en el pecho y uso todo mi peso y fuerzas para hacerlo respirar. Pierdo la noción de cuantas veces lo he hecho. Las lágrimas en mis ojos hacen que piquen, pero me contengo de llorar. Le tomo del cuello aun temblorosa. Sigue sin respirar. Le golpeo en la mejilla con cierta fuerza esperando que reaccione.

—Aries, por favor— Suplico totalmente aterrada— Respira.

Le muevo un poco esperando que despierte pero no lo hace. Siento un nudo en la garganta y las lágrimas son aún más amenazantes que antes, nublando mí vista por completo.

—Aries, despierta. — Susurro con un hilo de voz. — No te vayas

Me siento completamente patética.

Recurro a lo último. Con la mano aun temblando incesantemente, le sujeto la nariz mientras con la otra le sujeto la barbilla, levantando un poco su rostro y separando sus labios. Tomo una inmensa bocanada de aire, llenando al tope mi s pulmones. Cierro los ojos al momento de unir mis labios a los suyos en un intento de llenar sus pulmones de aire. Me separo murmurando cosas incomprensibles incluso para mí. Lo intento una y otra vez hasta perder la cuenta.

—Aries...— El nudo en mi garganta se deshace dejando que las lágrimas escapen de mis ojos y recorran mis mejillas humedeciéndolas en su camino hasta caer.

Recargo mi frente contra la suya. Mis oídos zumban como si un insecto volara por ahí. Los sollozos escapan de mis labios sin que yo lo quiera. Siento mi pecho encogerse ante el inmenso dolor que siento en estos momentos.

Siento que pasa una eternidad cuando sin esperarlo, su cuerpo reacciona. Abro desmesuradamente los ojos separándome de él con rapidez. Veo que hace una mueca, se gira a un costado y comienza a toser agua por unos segundos. Al terminar, se recuesta boca arriba, respirando pesadamente con los ojos cerrados como si estuviera agotado. Lleva una de sus manos a la cabeza y con una mueca de dolor comienza a incorporarse. Sin pensarlo dos veces me abalanzo hacia él para abrazarlo con todas mis fuerzas. Lloro aliviada sobre su hombro al verlo aún con vida. Siento sus brazos recorrerme, correspondiendo al gesto con torpeza.

Al segundo, siento la presencia de más personas en el abrazo.

— ¡Estúpido! Casi me da un paro cardiaco. — Escucho a Sagitario chillar junto a mí.

— ¡Estúpido!— Reafirma Leo en el costado contrario donde se encuentra el pelinegro.

—Chicos, entiendo que estén preocupados pero déjenlo respirar. — La voz de Tauro llega a mis oídos con dulzura y alivio.

Hace que nos separemos de su mejor amigo. Veo como se sienta junto a él y le sonríe con alivio al verlo entero.

Incapaz de detenerme, las lágrimas siguen cayendo por mi rostro aun si las limpio con el dorso de mis manos. Suerbo mi nariz mientras cubro mi rostro con mi largo cabello tratando de esconderme.

Hasta ahora me doy cuenta de que la bestia ya no se encuentra, habrán logrado acabar con ella. Es un alivio.

—Necesitamos irnos de aquí. — La voz de Virgo interrumpe el silencio que nos inundó por unos segundos.

—De inmediato. — Concuerda Capricornio. — Si aquello logro encontrarnos puede significar que Ofiuco sabe nuestro paradero.

—No es seguro quedarnos aquí. — Habla Acuario con vos seria y pausada. — Debemos ir con Poseidón.

—Hermes sigue aún débil como para llevarnos. — Intervengo sin mirarles pues me encuentro dándoles la espalda para que no vean mi patético rostro en estos momentos. —No será capaz de hacerlo.

—Sagitario. — Le llama el signo de tierra de cabello verde. Ante la pausa, deduzco que le ha hecho caso. — Ahora deberás llevarnos a todos.

—Pero...

Un silencio extraño se forma entre ellos dos. Me pregunto el porqué.

—De acuerdo. — Acepta el signo de fuego con cierta inseguridad. — Solo díganme a donde.

—Al mar. — Afirmo.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top