7.
Todo fuera por una buena causa.
Eso fue lo que Suga pensaba mientras hacía las maletas para irse al campamento en Tokyo. Comprobó que llevaba lo necesario y metió un par de cosas más que seguro que a los demás se les olvidaría.
Por ejemplo, Hinata siempre olvidaba el cepillo de dientes, así que Suga ponía uno de repuesto que tenía para prestárselo. Kageyama solía olvidar traer una toalla, así que Suga llevaba un par. Tsukishima, que era como el más centrado de primero, solía perder el pañuelo de sus gafas, así que Suga le prestaba toallitas limpiadoras de cristal.
Fue tachando de la lista que tenía etiquetada como «cosas que se le olvidan a los chicos del equipo» hasta que no le quedó ninguna.
Pensó seriamente si llevarle el cargador del móvil a Daichi —siempre se le olvidaba también—, porque estaba enfadado con él y todo eso. Y alguien enfadado no hacía favores. ¿Pero y si alguno del equipo estaba en problemas y tenía que llamar a Daichi? ¿Qué harían si tenía el teléfono apagado y solo tenían una llamada?
Suga suspiró mientras metía el cargador que encajaba con el tipo de móvil de Daichi. No era que lo hiciera por el capitán, sino por el resto del equipo. Seguía enfadado con él.
★★★
Ukai comprobó que estaban todos los chicos presentes en el bus antes de sentarse en el asiento del conductor.
—¿No os olvidáis nada? —preguntó Takeda—. Ya no hay vuelta atrás si arrancamos, recordadlo.
Una negación general sonó en todo el autobús, y el entrenador arrancó el vehículo, saliendo del instituto a la carretera. No tardaron en tomar la autopista principal mientras los chicos hablaban animadamente de las ganas de volver a Tokyo para ver a uno de sus mejores rivales.
—¡El cepillo!
El grito de Hinata alertó a todos, y Takeda le miró con una sonrisa condescendiente.
—Dije que no había vuelta atrás, Hinata-kun.
—No te preocupes, Hinata —sonrió Suga, sentado en paralelo con el dinámico dúo de primero. A su lado, Daichi le miró—. Yo tengo uno de sobra. Te lo puedo dejar.
Hinata le miró con alegres ojos marrones, y parecía a punto de pegar un salto hasta el techo, pero se contuvo con un pequeño salto en la silla.
—¡Gracias, Suga-san! ¡Eres el mejor!
—Nada —rió el albino, agitando una mano para quitarle importancia.
Kageyama suspiró al lado del chico de cabellos naranjas, pero entonces pareció recordar algo e hizo una mueca.
—Tranquilo, Kageyama, también tengo una toalla de sobra.
El colocador de primero miró al de tercero sorprendido porque hubiese adivinado sus pensamientos.
—Gracias —hizo una inclinación de cabeza como agradecimiento, preguntándose si sería por la buena habilidad social a nivel de colocador que Suga parecía tener y que él carecía.
Suga sonrió y miró hacia atrás, donde Noya se había quedado dormido llevando media hora de viaje. Seguramente había trasnochado otra vez. Esperaba que, ahora que iban a ver a Yaku, no se quedase hasta las tantas. Improbable, pero nada era imposible, además que se despegaría un rato del bendito teléfono.
Sacó de su mochila una manta y se acercó a Noya para ponérsela encima. Miró a Asahi, que leía un libro mientras Noya se apoyaba en su hombro. Miró a Suga sonriente mientras este colocaba a Noya la manta, porque estaba al lado de la ventana y el viento corría, pero si la cerraban le haría demasiado calor.
—Pareces su madre, Suga —rió Asahi.
—A ti te confunden con un traficante y no te digo nada —sonrió divertido.
Asahi hizo una mueca mientras se recogía el pelo en una coleta y Suga se dispuso a volver a su asiento cuando un fuerte golpe, que hizo sacudir bruscamente el autobús, le desequilibró. Tuvo que agarrarse por reflejo a los asientos, impidiendo la caída. Noya se despertó por el movimiento y el pitido que Ukai le dedicó al conductor que había frenado de repente.
Un mal dormido Noya y un conductor idiota no eran buena receta.
—¡Eh, gilipollas! ¡¿Qué cojones haces?! ¡Casi nos matas, imbécil! —eso fue lo que gritó por la ventana, con Asahi sujetándole para que no saltase por ella.
—Noya, no es buena idea...
El consejo de Asahi se cortó cuando vio al conductor, que había salido del coche bastante enfadado. Era un tío bastante mayor que ellos y mucho más musculoso, que parecía bastante bebido.
—¿¡Quieres pelea, enano?!
El problema era que Nishinoya Yuu no conocía la palabra miedo.
—¿¡Ah, sí?! ¡Gilipollas, borracho y encima pidiendo pelea! ¡Si quieres pelea, tendrás pelea!
Asahi y Suga trataron de detenerlo, pero Nishinoya saltó y esquivó sus agarres. Abrió la puerta antes de que Ukai pudiera bloquearla, y Noya se enfrentó a él, ignorando las negativas de sus preocupados compañeros. Los dos profesores a cargo decidieron salir a impedir la pelea, pero para cuando quisieron darse cuenta, Noya ya estaba esquivando un puñetazo.
Era una escena algo desventajosa por la diferencia de unos veinte centímetros de altura, pero Noya no se amedrentaba. El hombre parecía más que dispuesto a darle un puñetazo a un chico al que le doblaba la edad, totalmente absorto en su ebriedad.
—¡Noya, por favor, detente! —Takeda estaba muy preocupado, y Ukai trataba de sacar a Noya de ahí mientras gritaba a los de primero que llamase a la policía.
Daichi impedía a Suga que fuera a meterse en medio, porque era más que posible que recibiera un golpe. Todos miraban a Noya esquivando con sus reflejos cada golpe y proporcionando patadas a tutiplén, pero estas no parecían afectarle al otro. Los demás no se movían del autobús por expresa orden de su capitán, excepto Tanaka, al que Ukai detenía de entrometerse mientras todos gritaban a Noya que se alejase y que era peligroso, pero el líbero hacía oídos sordos.
La pelea no duró mucho, apenas dos minutos demasiado intensos y confusos. Todo terminó cuando Noya cayó debido a un vache en la carretera, que afortunadamente no era muy concurrida. El otro aprovechó para dirigir uno de sus puñetazos a la cara antes de que Noya pudiera incorporarse.
No lo logró, porque una patada le dio antes, mándandolo un par de metros lejos de Noya y dejándolo inconsciente.
El líbero miró a su salvador con ojos bien abiertos. Era la última persona que hubiera esperado encontrar.
Asahi solía ser una persona muy pacífica, y tenía miedo hasta de su propia sombra. Noya nunca le había escuchado discutir con nadie, aparte de la pelea que ambos tuvieron tiempo atrás. Una patada de semejante calibre se la hubiera esperado hasta de Hinata, pero no de Asahi. Además, la mirada que le dedicó al hombre ahora inconsciente en el suelo le daba miedo hasta a él.
Fue una fracción de segundo lo que tardó en cambiar su expresión cuando le miró, volviendo a ser el Asahi preocupado de siempre.
—¿¡Estás bien, Noya?! ¿¡Cómo se te ocurre pelearte contra ese?! ¡Te dobla la altura!
Le ayudó a levantarse y comprobó que no estuviera herido. Todos se habían quedado sorprendidos ante la violenta reacción de Asahi, pero el as no parecía tenerlo en cuenta, más centrado en los rasguños del líbero que otra cosa.
—¡Asahi-san es impresionante! —rompió Hinata el silencio, emocionado desde su ventana—. ¿¡Habéis visto esa patada!? ¡Hasta a mí me ha dolido!
Las sirenas de la policía sonaron a lo lejos, y cuando llegaron, explicaron la situación a los oficiales, que suspiraron y esposaron al hombre que empezaba a levantarse. La patada le había dejado la nariz descolocada, pero para sorpresa de Noya, Asahi no se disculpó. Simplemente actuó como siempre, aunque más atento a cómo estaba Nishinoya.
Al líbero le entraron los arrepentimientos entonces, porque no estaba bien lo que había hecho y lo sabía, solo se había dejado llevar por el impulso del momento. Los profesores le regañaron fuertemente, porque podría haber acabado muy mal para Noya. Si Asahi no hubiera desobedecido la orden de los profesores de mantenerse al margen para que no haya más involucrados, seguramente Noya estuviera en el hospital.
Noya no se sentía mal por nada de eso, sino porque Asahi podría haber acabado herido. Lo que menos quería era causar problemas a Asahi. Sin embargo, sentía que quería saltar de alegría porque Asahi estaba preocupado por él y se había arriesgado por él.
—Lo siento —se disculpó mientras el as le ponía una tirita en la cara—. No debí haber actuado así. Estaba enfadado.
Asahi sonrió y Suga solo suspiró con resignación.
—Es lo que tiene el amor, demasiadas emociones —comentó Suga, divertido.
Noya se sonrojó por completo, y Asahi le miró muy sorprendido, al igual que todos los demás.
—¿¡Noya está enamorado!?
Ese fue el grito genérico, y Noya no sabía dónde esconderse. Suga comprobó entonces la teoría de Kuroo, y sonrió mientras le mandaba un mensaje, dejando a Noya en el interrogatorio del corazón que empezaron a hacer los demás mientras Ukai arrancaba de nuevo, negando con la cabeza y compartiendo una sonrisa cómplice con el profesor de literatura.
—¿Desde cuándo tienes el número de Kuroo?
Suga arqueó una ceja al escuchar a Daichi, y le miró con incredulidad al detectar cierta molestia en su voz.
—¿Desde cuándo cotilleas conversaciones ajenas, Sawamura?
El capitán frunció el ceño. Al menos, se alegraba de que Suga se hubiera dignado a hablarle.
—¿Se puede saber qué te pasa conmigo, Suga?
—¿No eras tú muy listo? Adivínalo, capitán —sonrió con superioridad mientras volvía a teclear, poniendo el móvil de manera que Daichi no lo viera.
—Si tan enfadado estás, ¿por qué te sientas aquí?
—Porque no hay más sitios, genio. ¿Sabes contar o te hago un esquema? —ironizó, mirándole por encima del móvil con las cejas arqueadas.
Daichi suspiró al verle mirando la pantalla de nuevo, mirando al asediado Noya que estaba más rojo que un tomate y preguntándose lo mismo que todos.
¿De quién estaba enamorado Noya?
★★★
Holasa!
¿Cómo estamos? Yo MAL. MARTA ME EXTORSIONA. ESTO NO PUEDE SER SANO CUANDO TIENES DEBERES.
Well como he empezado clase no he tenido más tiempo que para el reto diario. So este es larguito en compensación. Y un poco dramatic :3
¡Espero que os haya gustado?
Review? ✨
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