3.
—¡Bien recibido! —felicitó Daichi ante la recepción.
Noya suspiró y se secó el sudor con el dorso de la mano. Había logrado desconectar durante el entrenamiento, cosa que no hizo ayer, y agradeció a Yaku internamente por el consejo. Mientras menos pensase en lo que quedaba fuera de la cancha, mejor.
Pero aún le quedaba por seguir el otro consejo que el líbero le había dado. Por no decir que era el más complicado.
Respiró profundamente y bebió de su cantimplora casi la mitad del contenido. Necesitaba relajarse para ser capaz de hacerlo.
Tenía que aprovechar el descanso para tener una distracción durante un tiempo en caso de que saliese mal.
—Bien, Noya, tú puedes —se alentó a sí mismo mientras cerraba la cantimplora.
En ese momento, Asahi sintió un escalofrío en su espalda y se giró con lentitud para ver a un líbero con una mirada que asustaba.
—¡Asahi, ven un momento!
El as no tuvo ni opción a negarse. Noya le había cogido de la camiseta y ya le tiraba hacia una esquina apartada del gimnasio.
—¿Pasa algo malo...? —preguntó dudoso.
Repasó mentalmente las cosas que podrían haber molestado a Noya en los últimos tiempos. ¿Sería cuando se asustó de Hinata disfrazado de fantasma? Es decir, Noya siempre le había dicho que no tenía que ser tan miedoso.
Pero eso fue hace tiempo, no podría estar enfadado por eso... ¿o sí?
El silencio de Noya se le hacía aún más tenebroso, y Asahi miró sobre el líbero en busca de ayuda. Suga parecía estar mirándoles, pero no por la labor de salvarle. Daichi, a su lado, le decía algo que hacía que el colocador hiciera muecas.
Hinata y Kageyama peleaban por alguna tontería, y Tsukishima y Yamaguchi hablaban de algo. Los demás de segundo parecían haber formado piña para intentar pedirles algo a las mánagers.
El entrenador y el profesor parecían entretenidos con algún tipo de estrategia.
Nadie que le salvase.
—Noya, me estás asustando... —se decidió a romper el silencio tras unos minutos—. Al menos, dime qué...
—¡Yo...! —interrumpió, y Asahi retrocedió por instinto—. ¡Es que...! ¡Yo...!
—¿Tú...? —Asahi chocó contra la pared.
De repente Noya le pareció gigante en comparación a él, a pesar de la diferencia de altura.
—¡Yo...!
—Noya, estás rojo... ¿Estás...?
—¡Tengo una tía narcotraficante!
Asahi ladeó la cabeza con confusión.
—¿Qué?
Noya abrió la boca para decir algo pero luego la cerró. Pasaron unos segundos de silencio y, finalmente, dijo:
—¡Olvídalo!
Asahi arqueó una ceja al verle darse media vuelta e irse muy enfadado.
Qué se suponía que había sido eso.
—No sé si quiero saberlo... —murmuró para sí.
•••
—No me lo creo. ¿En serio le has dicho eso?
Yaku contuvo una risa mientras ponía el móvil entre la oreja y el hombro para atarse la zapatilla.
—¡Me bloqueé y fue lo primero que se me ocurrió! ¡Fue horrible!
—¿Y qué te dijo?
—Pues qué me va a decir. ¡He pasado la vergüenza de mi vida!
—Yo te dije que le dijeras de ir al cine, no que le soltases que tienes una tía narcotraficante.
—¡Lo sé, pero parecía asustado y no quería asustarle más!
—Pues si no querías, lo has hecho —se rió mientras se colgaba la bolsa—. Yuu, en serio, no puede ser tan complicado.
—¡Pues hazlo tú, a ver si te sale!
—Ese es idiota. Si le dijese algo de ir al cine, seguramente pensaría que le haré pedazos y lo meteré en una olla y se negaría.
—No creo que llegue a tanto —Yaku pudo oír la risa ahogada de Noya al otro lado de la línea.
—Además, quedamos en que tú lo harías primero —cerró la puerta de los vestuarios y echó la llave.
Se había comprometido a cerrar los vestuarios con tal de ser el último en salir, y a Kuroo le había parecido bien. Como capitán, tenía que hacerlo él, pero mucho mejor si alguien se lo daba haciendo.
Claro que no faltaron sus bromas pesadas burlándose de por qué quería cerrar él.
—Lo sé, pero es que Asahi se asusta fácilmente y puso una cara tan...
—¿Tan? —picó Yaku.
—¡Déjame! —reprochó Noya—. ¿Y tú, qué tal hoy?
—Kuroo está metiendo las narices donde no le llaman. Mira, me niego a que sepa nada —pateó una de las latas que había en el camino—. Ese maldito gato es capaz de contarlo a los cuatro vientos y antes muerto.
—Suga también está intentando averiguar algo. Pero no creo que sepa nada... O eso espero.
—Es normal que se preocupe. Es decir, es el vicecapitán.
—Ya, si yo le quiero mucho, pero no me haría gracia que lo supiese. Es de tercero como Asahi. Son cercanos. ¿Y si se lo dice? Me da algo.
—Pues tienes que... Espera.
Yaku miró hacia atrás, donde no había nadie más que él. Entrecerró los ojos y siguió caminando.
—¿Pasa algo?
—Nada, cosas mías. Pero te tengo que dejar.
—¿Qué...? ¡Espera!
Yaku acabó colgando y giró en la esquina. Entonces se escondió tras un poste y esperó, mirando precavidamente el cruce.
Una silueta que se le antojó enorme se formó en el suelo, seguramente agrandada por el atardecer. Se fue haciendo más corta a medida que la persona se acercaba al cruce, más lentamente de lo que lo haría cualquier transeúnte normal.
Yaku hizo una mueca al ver a Lev salir de la calle y mirar a todos los lados, seguramente buscándole. Tenía unas bolsas de la compra en una mano, lo que parecía indicar que no había estado siguiéndole premeditamente.
Seguramente le había visto y parecido buena idea el seguirle por alguna razón.
—¿Qué crees que haces, Lev?
Yaku salió de su escondite y se cruzó de brazos, alzando todo lo posible la barbilla en un intento de sentirse más alto. Claramente, no tenía caso, porque una diferencia de unos treinta centímetros no se solucionaba así.
—¡Yaku-san! ¡Qué sorpresa!
Yaku arqueó una ceja. Una de las cosas que peor hacia Lev —aparte de recibir— era mentir.
—Ya. ¿Por qué me estabas siguiendo?
—¿Yo? Yo solo pasaba por...
—Lev.
—Vale, vale —alzó las manos, y la bolsa se deslizó por su brazo—. Yo solo te vi y como estabas hablando por teléfono, pues...
—¿Decidiste seguirme? —arqueó la ora ceja.
No era muy creíble en otra persona, pero era Lev, de él sí se lo creía.
—Es que es raro que Yaku-san sonría tanto y no quería interrumpir...
Lev agachó la cabeza y juntó las manos por detrás suya, en un gesto arrepentido. Yaku casi se sintió mal por él. Casi, si no hubiera sido porque le iba a dar un paro cardiaco ahí mismo.
—¿Y las bolsas? —evitó mirarle la cara, así que miró la compra que había vuelto a deslizarse a sus manos.
—Mi madre me mandó a hacer unos recados... Pero creo que me he perdido por seguirte.
Yaku le miró fijamente unos segundos, y luego se dio cuenta de que Lev no bromearía con esas cosas. Suspiró y sonrió.
—No tienes remedio. Anda, acompáñame hasta casa y de ahí creo que podrás guiarte, ¿verdad?
—¡Sí! —dijo animado, y a Yaku por un momento le pareció que iba a saltar—, ¡Gracias, Yaku-san!
—De nada.
Y mientras el sol se ocultaba, ambos emprendieron juntos el camino a casa.
•••
Holasa! ¿Cómo estáis?
Yo actualmente me encuentro en un sótano encerrada por Marta (sé que vas a leer esto y lo vas a entender) esclavizada para escribir esto.
Bueno, este sería el tercer cap y si mis cálculos no van mal será un fic corto. CORTO ME ESCUCHAIS MARTA Y HOLLKING.
Espero que os haya gustado ;3
¿Review?
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