2.
Lev tenía curiosidad.
Es decir, Yaku siempre había sido muy disciplinado con los horarios y era el primero que le regañaba cuando llegaba tarde, dándole collejas que dolían bastante —saltaba casi como Hinata para dárselas, lo cual solía espantar a Lev—. Por eso, cuando llegó tarde y ojeroso al entrenamiento, Lev supo que algo iba mal.
—¿Estás bien, Yaku-san? —le preguntó al verle bostezar.
Yaku despegó la mirada del móvil para verle como si fuera la razón de todos sus males.
—Lev, no es mi...
—¿Oya, oya?
Ambos giraron para ver a Kuroo apareciendo con un Kenma agarrado de su brazo mientras jugaba a la PSP.
Lev vio a Yaku rodar los ojos con hastío, y decidió dar un paso atrás para no ser su próxima víctima.
—Hola, Kuroo.
—Hasta que apareces, Yaku. Pensé que te habías perdido por el camino.
—Serás idiota.
Lev aguantó para ver el golpe que Yaku estaba por proporcionarle a Kuroo debido a la mala leche que cargaba. Kuroo también se lo esperaba, apartando a Kenma para que no lo sufriese, pero nunca llegó.
El teléfono de Yaku sonó y el líbero volvió sus ojos a él, escribiendo mientras caminaba a los vestuarios.
Lev y Kuroo le miraron irse con los ojos fijos en la pantalla, y cuando su pequeña figura desapareció, se miraron entre sí con confusión.
—Dejadle en paz —habló Kenma—. Son cosas que tiene que solucionar él.
Los dos miraron al rubio con la misma confusión, y Kenma suspiró mientras guardaba la partida.
—¿Sabes algo, Kenma?
El colocador solo miró a su amigo de la infancia con su habitual inexpresividad mientras se dirigía a los vestuarios.
—Solo sé que es mejor que no le molestéis. Sobre todo tú, Lev.
Lev ladeó la cabeza con confusión ante la advertencia, y vio la menuda silueta de Kenma desaparecer por el mismo lugar por el que Yaku desapareció.
—Kuroo-san...
El bloqueador le miró ante el llamado.
—¿Qué?
—¿Los que están debajo de los 180 cm son siempre tan complicados?
Kuroo contuvo una risa y le golpeó el hombro amistosamente.
—Quién sabe, Lev. Quién sabe.
•••
—¡Noya!
La cara sonriente de Suga recibió a un adormilado Noya a la puerta de los vestuarios, que se restregó un ojo con la mano que no sujetaba el móvil.
—Suga... ¿qué pasa?
—¿Has dormido mal? ¿Pasa algo? ¿Estás enfermo?
—¿Noya? ¿Estás enfermo?
Asahi apareció de detrás de la puerta abierta de una de las taquillas a medio cambiar, sin camisa, y a Noya se le subieron todos los colores. Sin embargo, no lo dejó entrever.
—¡Estoy perfectamente! Solo tengo sueño.
Suga hizo una mueca y dejó pasar a Noya para que se cambiase mientras se acercaba a Daichi y le arrastraba a una esquina a rastras.
—¿Qué ocurre, Suga?
Daichi se acarició el brazo con dolor debido a cómo le había apretado Suga.
—Atrévete a decirme que no le pasa nada a Noya. ¡Está con unas ojeras que ni un oso panda! —reclamó en bajo.
Daichi le dirigió una mirada analizante al líbero, que charlaba con Hinata con una sonrisa que era rara en él. No era la risa a la que les tenía acostumbrados, porque Noya era pura energía y pura alegría, y que estuviese sentado era ya raro.
—A lo mejor solo está cansado.
—Eres muy listo —rodó los ojos—. Eso ya lo sé. El problema es que Noya nunca está cansado. ¿O no recuerdas esa vez que se despertó a las seis de la mañana en la concentración?
—Sí, sí, tiene energía, pero a veces también puede estar cansado, ¿sabes?
—¿Y cómo explicas lo del móvil? ¡Está pegado todo el día! A este paso, va a necesitar gafas. ¿Tú sabes lo que cuestan?
Daichi rió un poco ante la preocupación de Suga y le golpeó el hombro amistosamente.
—Suga, no eres su madre, no vas a ser tú quien le pague las gafas.
—Lo sé, pero...
—Suga, cálmate, no le va a pasar nada. Noya es mayorcito para saber lo que hace...
—¡Pero...!
—Suga, necesitas relajarte. Sé que los exámenes te tienen tenso pero...
Suga apretó los labios y negó con la cabeza. Daichi no entendía nada. ¡Noya estaba raro, y Daichi no quería ver que algo le pasaba!
—¡Suga-san, dile a Tsukishima que me dé las rodilleras!
Suga y Daichi miraron hacia Hinata, que saltaba mientras Tsukishima jugaba con sus rodilleras.
—Alcánzalas si puedes —rió Tsukki mientras las alzaba más.
Entonces las rodilleras fueron quitadas de las manos del rubio, pero para sorpresa de todos, no fue por Hinata, sino por alguien más alto.
—Ten —Kageyama le tendió las rodilleras ante la estupefacta mirada de Hinata.
—¿Gracias...? —aceptó dudoso las rodilleras, sin dejar de mirarle.
—Vaya, ahora resulta que el rey es bueno con el peor de sus súbditos.
Tsukishima sonrió ampliamente ante la mirada fulminante de Kageyama.
—Si no lo hacía, tendría que ver a ese idiota saltando y gastando su energía en algo innecesario. Puede usar esa energía en rematar mis pases.
Suga suspiró mientras separaba a los dos para evitar futuras peleas y miró de reojo a Noya, que ya estaba de nuevo con su teléfono en la mano.
Pero al líbero le importaba muy poco las miradas que Suga le echaba, demasiado concentrado en su conversación con el tres del Nekoma.
«¿Te puedes creer que el estúpido de Lev se atreve a preguntarme si estoy bien? ¡Claro que no estoy bien! Si estoy así es por su maldita culpa, no puede ir de sonriente por la maldita vida»
Noya rió ante el mensaje, y empezó a escribir la respuesta mientras miraba de reojo a Asahi, que charlaba con Daichi de algo gracioso, porque el as reía alegremente.
«Pues a mí Asahi va y me pregunta SIN CAMISETA si estoy enfermo o algo. Supera eso».
«NO JODAS»
«QUE SÍ JODER, COMO TE LO CUENTO»
«Y QUÉ LE DIJISTE»
«QUE NO QUÉ LE VOY A DECIR»
—¡Noya, el entrenamiento va a empezar! —avisó Yamaguchi.
—¡Voy!
«Luego te hablo que tengo que entrenar»
«Yo también. Intenta hacer lo que te dije»
Noya se sonrojó antes de guardar el móvil en su mochila y salir de los vestuarios mientras Yamaguchi cerraba la puerta.
—¡Noya, ven!
Suga le llamó con su sonrisa amable de siempre, pero al líbero le dio muy mala espina por alguna razón. Sin embargo, obedeció.
—¿Pasa algo, Suga? —puso una mano en la cadera para aparentar despreocupación.
—Simplemente quiero que sepas que puedes contarme lo que sea.
Noya frunció el ceño.
—¿A qué viene eso?
—Es decir, si algo te preocupa, puedes contarlo. Ya sabes, somos amigos y compañeros, puedes decirme cualquier cosa.
—Lo sé, pero... ¿Por qué me lo dices?
—Por si se te olvida —amplió la sonrisa y le revolvió el pelo—. Vamos, a colocar la red.
Noya parpadeó muy confuso, pero le siguió.
Entonces se preguntó si Suga se habría dado cuenta, pero sacudió la idea de su cabeza.
Si lo supiera, ya se lo habría dicho... ¿O no?
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