19.
A Yaku desde el principio no le olía bien el hecho de que Lev le hubiese hablado, así de la nada, en medio de la noche.
Debió haberlo sabido cuando le vio por la mañana, actuando como siempre. Le saludó mientras iba a su clase, todo normal. Como si no le hubiese citado de una extraña manera después de clases.
Quizá solo estaba exagerando. Eso se dijo, pero ¿qué más podía pensar?
Era un idiota.
—Yaku, deberías calmarte... —aconsejó Kuroo.
—¿¡Cómo quieres que me calme?! ¡Vosotros tenéis la culpa! ¡Sois...! —alzó el puño a la altura de su rostro, pero luego lo bajó, resignado.
Akane, Alisa y Kuroo bajaban la cabeza, como si fueran niños siendo regañados por su madre.
—Herma... —la menor alzó la cabeza, intentando decir algo a su favor.
—No, Akane. No digas nada, con quien peor estoy es contigo.
—Lo siento... —suspiró, volviéndola a bajar.
—Yakkun, no tienes que culpar a la pobre muchacha —habló Alisa esta vez, conciliadora—. Todo fue mi idea. Yo asumo...
—Tú le explicarás las cosas a Lev —cortó—. Si es que él está dispuesto a escucharte.
Yaku cayó rendido en la silla de su escritorio, sintiendo que su tiempo de vida se había acortado de repente y tenía ya ochenta años. ¿Era normal sentirse así en esas situaciones?
En parte era su culpa. Por favor, desde cuándo Lev hablaba así. ¡Nunca! Y aún así se tragó esa mentira creada por un par de muchachas emocionadas y el idiota que tenía por capitán. Conociendo a Kuroo. ¡Incluso su hermana había estado en el ajo!
Pero no, igualmente fue a esa ridícula reunión de la cual Lev no sabía nada, por supuesto. Es más, Akane había sido la que había cogido su teléfono por la noche y le había mandado un mensaje similar al que Alisa le había mandado a él.
Ya podría haberlo descubierto antes. Debería haberle dejado hablar, pero estaba demasiado alterado. Y era culpa de Kuroo, que había estado pinchando en absolutamente todas las clases con eso, creándole una expectativa que Yaku había llegado a creerse en cierta manera.
Todo fue demasiado rápido.
Primero le acusó de mentir. Porque obviamente era un idiota. Yaku no había dejado de repetírselo. Pero en ese momento la decepción era más grande que su razón lógica, y por supuesto Lev no sabía eso, no tenía por qué saberlo, pero Yaku le había dado tantas y tantas y tantas vueltas al mismo tema desde ayer por la noche hasta aquel por momento que su decepción subió rápidamente a enfado cuando se enteró de que no era nada.
Quizá eso sumado a los finales, a que se iba a ir, y no iba a volver a verle tanto como antes, ni a él ni al resto, y al estrés que suponía todo el tema universitario... Lev era el flanco perfecto.
Se descargó con él de una manera muy injusta. Y lo peor es que en medio de ese ataque de ira para desahogarse...
—Chicos —la madre de los Yaku apareció por la puerta. Su rostro sonriente transmitía calma—. Dejadnos un momento solos, ¿de acuerdo?
No daba lugar a réplica con ese tono, a pesar de su pregunta. Los adolescentes se sorprendieron ante su aparición tan repentina, ¿sabría siquiera todo lo que sucedía?
Sin embargo, los tres asintieron y se movieron a la habitación de Akane con la cabeza baja, sin decir el más mínimo comentario. Se sentían responsables por lo sucedido, en gran parte porque lo habían incitado ellos, a pesar de que no había sido esa su intención.
—Morisuke... —su madre apoyó los manos en sus hombros—. No te voy a decir lo típico de «sabes que puedes contarme lo que quieras», porque sé que lo sabes. Ahora quiero que te desahogues conmigo, no con tus amigos.
El muchacho giró en su silla para encararla.
—¡Ellos...!
—Estás enfadado contigo mismo, no con ellos —dijo con calma—. Así que no me mientas, y lo peor, no te mientas a ti mismo.
Morisuke parpadeó sorprendido.
—Tú no sabes lo que...
—No, no lo sé —admitió—. Pero sé que mi hijo está dolido, y que no quieres ser malo con tus amigos y menos con tu hermana.
Era cierto, pero...
—Cuéntame qué ha pasado.
Yaku se asustó. Nunca había hablado de Lev con su madre más allá del ámbito de la amistad, y aunque ella había hecho una que otra broma al respecto, no estaba seguro de que fuese a aceptar así de las buenas que...
—Morisuke, ¿has hecho algo malo?
—¿Qué? —la pregunta le sorprendió.
—¿Has robado a alguien?
—¿No? —arqueó una ceja.
—¿Has matado a alguien? —negó con la cabeza—. Entonces no me voy a enfadar. Cuéntamelo.
El líbero sonrió. Su madre sabía todo acerca de él, ¿en serio creía que le podía ocultar algo?
—De acuerdo.
Empezó a contar lo sucedido la noche anterior y lo que aquella mañana había estado pasando hasta el encuentro con Lev... Donde las cosas no fueron sobre ruedas. Le contó cómo se desahogó con Lev de una manera muy injusta, sacándole todos los defectos que podía enumerar uno por uno hasta que...
—Entonces le solté un... —miró hacia otro lado, lleno de vergüenza—. Le dije que no sabía cómo me había podido enamorar de semejante idiota, y que era un imbécil por no darse cuenta.
Se tapó la cara con las manos. Aún recordaba la cara confusa y sorprendida de Lev en ese momento. No entendía a santo de qué estaba viniendo todo eso, pero lo peor fue esa parte. Por favor, ¿podía haber una peor declaración en el mundo entero? ¡Era un idiota con todas las letras!
A su madre se le escapó una risa.
—¡No es gracioso, mamá! ¡Ahora me debe odiar, después de todo lo que le dije! ¡Y encima voy y le suelto eso!
—Eres igual a tu padre —rio—. ¿Tú crees que esa es la peor declaración del mundo? No sabes cómo se me declaró él.
Se sorprendió. Su madre no solía hablar de su padre. Morisuke tenía muy pocos recuerdos suyos —Akane ninguno, puesto que nació después— antes de que el accidente sucediese, y esa era la primera vez que veía a su madre hablar con una sonrisa acerca de él.
—Tu padre se me declaró en un río.
—Eso es bastante...
—No. Quiero decir dentro del río —se tapó los labios para contener una risa—. En invierno. Tenía la intención de hacerlo en una barca, pero tenía un agujero debajo de un asiento. No nos dimos cuenta hasta que nos chocamos contra una roca y cedió. Casi nos ahogamos. Mientras nadábamos a la orilla, gritó al cielo «¡Yo solo quería declararme! ¿Por qué siempre tengo tanta mala suerte?».
—Eso es... —Morisuke no pudo evitar reírse.
—¿Ves? No es lo peor que te puede pasar. Al menos no has cogido un buen resfriado después. Pensé que iba a tener una neumonía, estaba tan frío... Y nadar con abrigo es horrible.
—Me lo imagino.
—¿Pero él no te dijo nada?
—Me fui corriendo en cuanto me di cuenta —dijo, avergonzado—. Y no me atrevo a hablarle. ¿Cómo, después de todo eso?
—¿Por qué eres tan pesimista? —le golpeó la frente con un dedo—. ¿Y si a él también le gustas, qué, eh?
—¡Nadie podría decir que sí a una declaración así!
—¡Eh, más respeto a tu madre!
Ambos rieron.
—Pero Lev...
—No es porque sea tu madre, pero para mí que ese chico está más que enamorado de ti.
—Solo le has visto unas cuantas veces...
—Las suficientes —guiñó un ojo—. Créeme, tengo un instinto para estas cosas. ¿O crees que me hubiera acercado a tu padre si no supiera que tenía una posibilidad?
—Ojalá tener esa confianza, sinceramente —arqueó una ceja.
—¿Por qué crees que te digo que te pareces a él? Estos chicos, siempre igual. Espero que tu hermana salga más a mí, o tendré problemas de amores aquí todos los días.
—Akane es muy pequeña aún para...
—Esa es mi línea —rio—. Pero ya tiene catorce años, cariño, y yo con catorce ya me fijaba en los chicos. No me creo que tú no.
—¡Mamá!
—¿Qué? Es la verdad. Esperaba el día en que me dijeras que te habías enamorado de alguien para enseñarle todas esas fotos tuyas vergonzosas de pequeño. Al fin voy a poder hacerlo —se alegró.
—¡No!
Su madre rio hasta que estuvo satisfecha y le dio un dolor de estómago.
—Crecéis tan rápido... Aún me acuerdo cuando llegaste lleno de barro con un balón sucio de volleyball diciendo que querías aprender a jugar. Y ahora enamorado.
Le revolvió el pelo.
—Mamá... —murmuró, ahora avergonzado por su madre.
—Tienes un temperamento que no sé a quién ha salido. Definitivamente, a mí no, y tu padre era un tipo calmado... —suspiró—. No sé cuántas veces tengo que decirte que pienses las cosas antes de decirlas. Especialmente a tu hermana, es cierto que no debería meterse en tu vida, pero solo quería ayudar.
—Ya has visto su ayuda.
—Yo misma la regañaré. Pero creo que ya le ha dolido suficiente lo que le has dicho, asi que ahora que estás más tranquilo, vas y te disculpas. Con los otros dos igual.
—Está bien... —suspiró.
—Y luego ves lo que le dices al muchacho. Piénsatelo, y no te estreses por todo —le cogió la oreja, pero no tiró de ella. Era un gesto que solía hacer con cariño—. Estos niños...
Y con eso, se fue de la habitación.
Morisuke se levantó y fue a la habitación de Akane con pasos ligeros. Entonces, deslizó la puerta con rapidez y los tres cayeron por su propio peso al suelo.
—¡No estábamos escuchando a escondidas! —se defendió Kuroo.
—¡Solo comprobábamos el grosor! —dijo Alisa.
—¡Igual no se escuchaba nada! —terció Akane.
—Chicos... —tomó un respiro hondo—. Lo siento.
Los tres se miraron entre sí, sorprendidos.
—No debí haberme portado así con vosotros —se revolvió el pelo, nervioso—. Ha sido mucho este día y lo fácil era echaros la culpa a vosotros. Lo siento.
—Nosotros somos los que lo sentimos, Yaku —Kuroo se levantó y le puso una mano en el hombro—. No debimos meternos donde no nos llamaban, es cierto.
—No digas eso cuando eres el primero que lo hace —rio.
—Cierto. Pero ahora soy un hombre diferente. He cambiado.
—Ya. Tan diferente que ahora mismo te veo la nariz crecer.
Ambos rieron, incluso Alisa, pero Akane seguía mirando al suelo, arrodillada. Al ver a su hermana, se agachó y le obligó a mirarle.
—Akane, escucha. No me gusta lo que has hecho, pero me he pasado contigo. ¿Me perdonas?
La muchacha le miró con ojos llorosos.
—Pensaba... que me odiabas... y yo... —la niña se abrazó a él, mojando su camiseta.
—Claro que no te odio. Eres una enana entrometida, pero no te odio.
—Qué bonito —Alisa se secó una lagrimita.
—Pero esto no quita que hayáis tenido parte de culpa, así que ahora me vais a ayudar a arreglar todo este problema.
Los tres le miraron con curiosidad.
🌜🌚🌛
Nishinoya Yuu quizá podría estar experimentando lo que llamaban infarto.
De repente, así de la nada, el pacífico y siempre tranquilo, nada agresivo, Azumane Asahi le había literalmente cogido de la muñeca y le había dicho que se fuera con él en medio del entrenamiento.
Quizá hubiera maneras peores de llevarse a alguien (Noya lo había visto en muchas películas) pero eso era nuevo en alguien como Asahi. Sin embargo, Nishinoya estaba lejos de sentir miedo. Nadie que conociera a Asahi podría tener miedo de él, que a pesar de su altura y lo que imponía, en realidad era más blando que un pan recién hecho.
Pero Asahi no había soltado su mano en ningún momento y la oscuridad más la cercanía no hacía ningún bien a su ritmo cardíaco.
«Como se arrodille, me da algo».
—Siento haberte sacado así del entrenamiento, pero... —Asahi miró hacia otro lado, y por la luz que entraba de la puerta semiabierta, Noya veía su sonrojo—. Es importante.
«Suga, como hayas dicho algo, te juro que te abrazo o te mato. Depende de cómo vaya esto».
Alguien estornudó en el gimnasio.
—Me preguntaba si... —respiró hondo—. Si podrías quedar... Más tarde, después del entrenamiento... Quiero decir, para cenar y tal...
—¡Claro! —respondió inmediatamente—. ¡Ningún problema!
—Genial entonces —sonrió—. Eso... Eso era todo. Siento si te he asustado...
—¡No te preocupes! No podría asustarme de ti —rio—. Ahora, volvamos al entrenamiento.
Noya fue esta vez quien llevó la delantera, haciendo regresar a Asahi de nuevo al gimnasio con una alegría notable en sus pies.
—Te veo muy alegre, Noya —le dijo Tanaka en un descanso—. ¿Qué ha pasado con nuestro Asahi?
—Me ha invitado a cenar —sonrió alegre.
—¡Eso es genial! —comentó Hinata, que estaba al lado y lo había oído—. ¿Comeréis pasta?
—No lo sé, pero sería genial —dijo alegre Noya—. Me encanta la pasta.
—¡A mí también!
—¡Rey, apunta! —dijo Tsukishima, al lado de Hinata, por todo lo alto a pesar de que Kageyama estaba en frente de él—. ¡Al enano le gusta la pasta!
—El próximo saque va a ir a tu cara, Tsukishima.
—Uy, se ha enfadado —sonrió.
—Yamaguchi, ¿a ti te gusta la pasta? —preguntó amablemente Ennoshita.
—Sí, ¿por?
—Por nada. Curiosidad.
Tsukishima miró de reojo a Ennoshita, y este solo sonrió.
—Parece que dejas el equipo en buenas manos, Daichi —comentó Suga en bajo a su compañero.
—Sin duda —rio.
—¿Y qué vas a hacer, Asahi? —preguntó Suga, mirando a su otro compañero que bebía de su botella.
—¿Seguramente? Pasta.
Y los tres rieron.
⏩ To be continued
¡Hola! Cuaaanto tiempo :)
He tardado dos horas en escribir este capítulo, básicamente porque hoy tenía que desahogarme y lo he hecho escribiendo un poco ❤️
Son las 2 a.m but who cares.
En fin, espero que os haya gustado <3 Este fic se acerca cada vez a su final... Espero que esté a la altura de las expectativas.
Yaku siendo un gay disaster es más canon que mi vida para mí 😂 Y Lev siendo un denso aún más. Me encanta escribir de estos dos, prometo que habrá más fluff y menos desastres a partir de ahora.
Aunque se acerca La Graduación TM.
Lo de la madre de Yaku me ha salido del alma. Todo sea dicho.
Igualmente, espero que os haya gustado ❤️
¡Nos vemos!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top