Capítulo 7
El día de hoy a amanecido justo como ayer, de lluvia. El cielo tiene un tono gris oscuro, iluminada por los relámpagos y gotas gruesas y bien frías caen. Hubiese preferido disfrutar de este hermoso clima que tanto me gusta, pero no...Tenía que ir a la escuela.
Por primera mi hermano Conor hace algo por mí, y es que se ha desmontado del auto para ir a mi lado, abrir la sombrilla para que no me moje. Pero más por el trabajo que por mí.
Él sabe que una que este trabajo se eche a perder, perderé nota y no hay quien haga a mi madre razonar sobre que puedo cometer un error de reprobar alguna vez en mi vida.
Pero ella no entendía eso.
Una vez dejándome en la puerta de la escuela, se despide de mi con un seco Adiós y se da la vuelta para irse a su universidad. Lo veo irse y espero a que su auto encienda para irme al aula. Una vez lo veo tomar la carretera me doy la vuelta caminando por los pasillos. Es raro no ver el montón de gente que siempre habían recostados de los casilleros, pero claro, cuando llovía todos lo tomaban como excusa para no venir.
Y sus padres lo aceptaban.
Voy a la cafetería con mi trabajo en manos en busca de algo de beber y de mi mejor amiga. Saludo al encargado de servir las bebidas y las comidas y le pido una malteada de fresa y algo que no puede faltar son las galletas de avena con chocolate.
—Hoy no tenemos galletas de avenas Señorita, una persona se ha adelantado y se llevó las cuatro que quedaban —me informa el chico pelirrojo. ¿Por qué esa persona se las tuvo que llevar todas? Asentí como si no me importara.
—Está bien, dame la malteada entonces —se da la vuelta y busca un vaso, sirve la malteada abriendo la nevera y vaciando un poco en el vaso para luego entregármelo. Le doy las gracias y me giro buscando a Tiffany.
La cafetería está un poco llena pero aún faltan estudiantes, visualizo a Tiffany que está leyendo un libro y comiendo a la vez. Alza su mirada encontrándose con la mía y esboza una sonrisa.
Pongo la maqueta encima de la mesa y me acerco a ella encorvando un poco la espalda para estar a su nivel. Me siento quedando enfrente de ella y veo su trabajo. Es una bolera, ha puesto muñequitos, así como los de Roblox, bolas de canica y varias secciones con los pinos.
—Esta hermoso tu trabajo —decimos al mismo tiempo. Cierra su libro guardándolo en su mochila y me fijo que está leyendo Hush, Hush.
—¿Me dio trabajo? Efectivamente, si esa maestra no me pone un diez, aplico la de Riverdale.
Suelto una pequena carcajada.
—¿La de Riverdale? —enarco una ceja esperando a que me explique esa referencia que acaba de hacer.
—Si, la elimino de este mundo y nadie lo sospecharía —me guiña un ojo de manera divertida. Nos quedamos hablando hasta que un chico se para encima de la mesa para anunciar algo.
—¡Buenos días por la mañana! —grita con toda la voz que tiene.
—No estúpido, buenos días por la noche —le grita Tiffany girando sus ojos.
La fulmina con la mirada y abre la boca para seguir, pero, justo llega la señora de limpieza tirándole un trapo en la cara.
—¡Bájate de ahí! ¿Que no ves que soy la que tengo que limpiar?
—Miriam, es rápido —dice el chico.
—Bájate —le pide de nuevo ella con sus manos en la cintura.
—Para no tomar tiempo...
—¡Que te bajes!
—Habrá una fiesta el sábado, en mi casa para despedir el verano, aquí les dejo los volantes... —le vuelven a tirar un trapo esta vez cae en su cabello castaño—, les dejo los volantes con la información.
Rápido se baja tirando el trapo y huyendo de Miriam. Ella es muy delicada con eso, aparte de ser de limpieza también está encargada en la cafetería y en las aulas. Todos nos llevamos muy bien con ella, ella es de la pocas... Bueno mejor dicho es la única con la que puedes confiar y llevarte bien.
Solo ha pasado varios y no veo a Tiffany, veo hacia al frente el montón de gente que se han ido a buscar los volantes de la tal fiesta. De un momento a otro, Tiffany llega con dos papeles en la mano mordiéndose los labios de la emoción.
—¿Que bikini te pondrás?
— ¿Acaso te he dicho que iré?
—¿Siempre has querido ir a una fiesta de verano, y ahora no quieres?
—Pues si pero... —me odio a mí misma, no me entiendo. Quiero ir a una fiesta porque me gustan, pero siempre me da bronca al principio de aceptar.
—Pero nada, sabes mover bien tus caderas, demuéstralo allá —me da uno de los papeles y me le quedo mirando un rato. Es a las siete hasta sabrá Dios que hora.
Literalmente dice eso, hasta sabrá Dios a qué hora termina.
Abro la boca para hablar, pero justamente una fragancia masculina que antes he olido, llega cruzando un brazo por mis hombros.
—Joshua —Tiffany lo saluda—. ¿Estábamos hablando sobre la fiesta, iras?
—No soy muy de fiestas, soy más reservado —me da un beso en la sien y recuesto la cabeza en su hombro.
Ir a una fiesta, aunque sea por un rato sería una experiencia para contar.
Él no es muy de ir a fiestas, ni de divertirse. No es aburrido, te diviertes con él, pero en eso de fiestas, que hayan bebidas y mucha gente bailando todo tipo de canciones, eso no es lo de él.
Ni lo mío tampoco, pero quiero tener que contar en varios años.
—Te lo pierdes, iremos Amber y yo entonces —dice Tiffany encogiéndose los hombros dándole igual que Joshua no vaya.
—¿Pero Amber y yo tenemos una cena el sábado con nuestras familias, además ella no le gustan mucho esas cosas no? —le dice Joshua mientras me doy una cachetada mental.
Se me ha olvidado por completo esa cena. Odio las cenas más si son familiares en un restaurante lujoso, hay que mantener buena postura al sentarse y al comer, y yo no soy muy buena comiendo fino.
—Cierto — me doy un leve golpe en la frente con mi palma—. ¿A qué hora es?
—En la tarde, entre las tres de la tarde más o menos.
El timbre suena y agradezco para no seguir hablando sobre eso. Él no me incomoda, su familia es la que me incomoda. Siempre viven tirando indirectas de que haríamos linda pareja, de que tales cosas pasaran si fuéramos pareja, mi familia también se une en esa incomoda conversación. Al igual que surge el tema de los Gray que nunca se queda.
—Lindo trabajo por cierto a ambas —nos dice quedando en nuestras espaldas.
—Gracias —decimos al unísono, un poco más alejada Tiffany me susurra:
—¿Iras a esa cena? —pregunta—. Es que no tienes que ir ya sabes, sus padres son incomodos.
Ella me conoce bastante bien, además de que le cuento todo.
—Sabes que tengo que ir me limito a decir.
—Bien, procura estar en mi casa a las seis, para irnos —le doy una mirada al cabello de chocolate y ella parece notarlo—. No me mires así, sabes que me gusta divertirme y a ti también, pero te da vergüenza ir.
—Si claro —giro los ojos, pero es la verdad. Me da un poco de vergüenza estar con muchas personas.
Las clases transcurren de forma lenta, la lluvia sigue afuera más fuerte que cuando llegue, golpeando las ventanas. El aula se siente como un cálido frio soportable, yo como siempre olvido un abrigo, pero como se ha vuelto costumbre, ya ni siento nada.
La maestra nos ha dicho que fuéramos al aula de experimentos a entregar el trabajo y esperar su evaluación. Llegamos al aula de experimento y está completamente vacía. No hay nada que tenga que ver con biología, química ni nada. Solo están las mesas largas y los altos taburetes, todo en color blanco.
—¿Podrías vigilar mi trabajo? Necesito ir al baño y es urgente —le digo a Tiffany poniendo el trabajo encima de una de las mesas.
—Te espero aquí entonces —me da una sonrisa y voy corriendo al baño. Los baños de por si no quedan tan lejos de aquí, el baño de los hombres queda justo al lado del de mujeres.
Bastante incomodo algunas veces.
Cruzo la puerta de color negra con el símbolo femenino y la cierro detrás de mí. Camino por la cerámica de color crema y entro en uno de los cubículos justo en ese momento escucho la puerta abrirse y la de un cubículo de una forma áspera. Hago mis necesidades y salgo limpiándome las manos con agua y jabón, las seco y abro nuevamente la puerta. Justo en mi frente hay un chico.
—Parece que el destino le encanta vernos juntos —esta recostado con un pie arriba en la pared con los brazos cruzados vestido con un pantalón chándal y una camiseta de mangas largas. Su cabello está hecho un mierdero, esta revoloteado, como siempre. Pero realmente ese aire de su cabello recién levantando, lo hace lucir atractivo.
¿Por qué dije eso al final?
—El destino es una mierda —le conteste cuando termine de observarlo—. ¿Esperas a alguien?
—Seh, espero a una chica que acaba de entrar. Nos fugaremos de la escuela.
Normal.
Camino de vuelta por el pasillo dándole la espalda, unos cuantos pasos más adelante, su voz me detiene.
—¿Iras el sábado a la fiesta? —pregunta y de reojo lo veo que se ha puesto de lado sin separarse de la pared.
No quiero ir, pero a la vez sí.
—Tal vez, no se —me encojo de hombros dándome media vuelta solo para verlo mejor.
El condenado es guapo eso se sabe, las chicas se odian entre sí solo por tener su amor, pero el, Ja, el solo las ignora. Algún día espero que su estúpido ego se le baje.
—No me esperaba menos de ti Davis — ¿que quiso decir con eso?
—¿A qué te refieres?
—Tu familia, no te dejaría ir a ese tipo de fiestas donde habrá bebidas alcohólicas, músicas plebes y durando hasta más de las dos y tres de la mañana.
¿Qué sabe el de mi vida? Aunque tiene razón, mis padres odian esos lugares, nunca les daban permiso de ir a Jason y Conor a las fiestas y ellos como educados y santos que son, lo cumplían.
Yo ni nada diré, el resto se cuenta solo.
—No lo sabes —es lo único que le digo dejándolo atrás y siguiendo caminando. Por alguna razón me hace creer que me sigue mirando, pero no miro hacia atrás.
Llego al aula, pero antes me encuentro a Barbara cruzando la puerta justo cuando yo iba a entrar, solo que ella iba a salir.
—Quítate —me empuja el hombro y se va. ¿Tiene los ojos hinchados y rojos al parecer de llorar? ¿Será por lo de ayer? ¿Por lo que le dijo Dylan?
No me importa.
Me siento en el alto taburete al lado de Tiffany.
—De lo que te perdiste —comienza a decirme en un susurro. La maestra ha llegado y está chequeando los trabajos uno por uno—. Al parecer, Dylan ha dejado a Barbara, aunque nunca fueron nada. Y comenzó a tener una especie de acercamiento con aquella castaña de allá, y casi le vuela los pelos.
Las cosas más interesantes pasan cuando me voy.
—La vi con lágrimas y los ojos hinchados —me acomodo la blusa para que no se vea mi parte trasera y me remuevo en la silla.
Drama Queen...
La maestra se dirige hacia nosotros, evalúa ambos trabajos sin que le falte ni un detalle. La puerta se abre de una forma áspera que me hace sobresaltarme en el taburete.
—Perdone la tardanza —entra el chico rubio, aquel el de la tienda. Se da cuenta de que estoy ahí y me da una sonrisa antes de sentarse en la silla que está al lado de Tiffany.
Ambos se miran, Tiffany lo mira y él le sonríe, ella le devuelve la sonrisa y se gira hacia mí.
—¿Se conocen?
—Si, ayer tuve que ir a su papelería. La otra estaba cerrada y da la coincidencia que él trabaja ahí... —lo termino, aun me falta lo otro, pero no creo que se necesario.
—Ahí... Falta más —obvio que se iba a dar cuenta.
—Ahí estaba Dylan —carraspeo un poco la garganta.
—Normal, encontrarte con Dylan en la tienda de su bestie.
La maestra le ve el trabajo a Matt, y se va de nuevo anotando algo en su cuaderno. El trabajo de Matt es un cine, le ha puesto muñequitos sentados en las sillas, inclusive puedo ver que hay una silla con algo rosa debajo, aplastado.
Debe ser goma de mascar.
—Bien, todos tienen un diez —comenzamos a soltar aire del susto, aplaudimos, tocan la mesa y todo un caos—. Dejen las maquetas aquí, ya pueden irse —hace una pausa y su mirada se clava en Matt—. Menos tu Matt, necesito hablar contigo.
—Pero si usted dijo que obtuvimos todos un diez y yo... —suelta histérica pero la maestra lo interrumpe con toda su calma.
—No es sobre tu trabajo, esta hermoso inclusive le pusiste goma de mascar debajo de las sillas. Sin duda alguna te tomaste muy enserio el "que no le falte ningún detalle".
Se pone la mano en el pecho y suelta el aire que tenía retenido.
Nos vamos todos dejando al chico rubio en el aula de experimentos y nos vamos a nuestras casas. La lluvia sigue, pero más calmada, esperando a que mi padre o uno de mis hermanos me vengan a buscar sigo leyendo el volante con la información de la fiesta.
Es a las siete de la noche, no hay que llevar nada, todo lo paga la casa a la que vamos, tenemos que ir con trajes de baños o bikinis a la casa, sino llevas eso, no serás aceptado.
Jesús, nunca he estado con bikini enfrente de tantas personas, y me avergüenza un poco. No es que tenga muchas, pero tampoco tengo pocas. Aun así, se me ven muy grandes y eso a los chicos se les va la mirada, muy incómodo.
Escucho la bocina de mi padre y rápido guardo el volante en mi bolsillo delantero, no pueden ver eso ni tampoco saber que iré.
Nunca lo sabrá.
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