Capítulo 24

Estar con Dylan.

Estar a solas con Dylan.

El lunes pasado estaba con él, en el cuarto de limpieza, ambos solos, besándonos como si no hubiera un mañana.

Yo preguntándole que qué eramos porque no quería pensar que él solamente me buscaba para solo una cosa.

Otras cosas de las que nunca deje de pensar durante el resto de la semana, fue como aquella chica me había dicho que Dylan no besaba a nadie. Sin embargo, a mi si me besó.

Y no solo una vez.

Mis padres hablan a cada rato con los Sellers, si a Joshua lo trataban bien, ahora lo tratan como un rey.

Que ilusos.

Ni yo con mi primer novio fui tan ilusa como ellos.

Mi plan era ni mirarlo, pero me fallé, mi plan era no estar con él de nuevo...

Sin embargo, mi plan no funcionó. Ahora estoy dentro de su auto, mirando las fuertes olas del mar, y el brillante sol iluminando el mar de un tono naranja. Ambos esperando el atardecer comiendo hamburguesas de Mc Donalds.

Hemos estado callado durante todo el trayecto. Él tuvo la idea de venir aquí, nunca tengo ideas que proponer y él es muy bueno en eso.

Me termino mis papas fritas, Dylan hace rato terminó ya, come rápido. Al terminar la basura la pongo en una funda y luego la pongo en el asiento trasero, cómo él lo había hecho.

Cuando paso la funda hacia atrás aprovecho a mirarlo de reojo y está perdido, viendo el atardecer.

¿Qué se supone que diga? Hola Dylan, gracias por haberme hecho lo de la rodilla el lunes.

O... Dylan no me dejado de pensar en lo que te dije.

O...

No he dejado de pensar en ti más bien.

Suelto un suspiro y rompo el silencio.

—¿Qué tal va el trabajo? —pregunto, él suelta un suspiro.

—Va bien —me dice sin dejar de agarrar el volante. Ni tampoco despegar su vista del atardecer.

—Oh —es lo único que me sale decir.

—¿Y tú? ¿Qué tal has tratado todo este asunto? —la palabra "asunto" hace fuerza en ella, como si no quisiera decirla.

—¿Asunto? ¿A qué te refieres con eso?

—Me refiero a... lo de tu y...y el niño llorón y problemático de Joshua.

—Todos los días le añades una nueva palabra, antes era solo niño llorón —me rio por lo bajo.

—Si bueno, es que él hace muchas cosas que me hacen aumentarle la lista de los pronombres que le tengo.

—Quisiera escuchar esa lista.

—Están en mi mente, a menos que no quieras entrar.

Quisiera hacerlo y saber que piensas cuando estas conmigo.

—Si hubiese una forma lo haría.

—Te puedo asegurar que esas tres palabras lo definen muy bien.

—No ha dejado de quejarse de que eres un muy mal capitán. ¿Es eso cierto? —lo volteo a ver, él repite la misma acción mirandome fijamente.

—No lo soy, soy el mejor. Pasa que se siente mal de que me quieran como capitán y a él nunca lo quisieron.

—¿Como estás tan seguro de eso?

—Podrías ir a verme un día jugar y comprobar lo que digo —hace una pausa relamiéndose los labios—. En un juego, no en entrenamiento.

—¿Y por qué en juego y no en entrenamiento? —pregunto enarcando una ceja—. Me gustaría verlos practicando.

O mejor dicho verte practicando

—No podemos llevar a nadie en el entrenamiento para no tener distracciones.

Me quedo callada sin saber que decir.

Supongo que algunos chicos llevan a sus novias y no harían el entrenamiento por estar perdidos viéndolas o tal vez por querer dárselas en los mejores, fallan.

Suele pasar.

Querer impresionar a una persona y terminas impresionandote tu misma cuando tu cara se estrella contra el suelo o contra algo en especifico.

—No pero, podrías ir a verme sin que te vean. El entrenador te echaria de solo verte.

—No llamaría la atención de nadie si fuera

Enarca una ceja.

—¿Estás bromeando? Llamarías la atención de todos, principalmente la mía.

Me quedo muda y solo espero que mis mejillas no me delaten poniéndose rojas.

—Te acabas de poner roja —¡joder!

Pone un mechón que se ha escapado de mi terrible moño improvisado detrás de mi oreja pasando también su mano por mi mandíbula.

Mis ojos lo recorren. Sus pequeñas pecas que casi ni se notan, sus largas pestañas, sus cejas pobladas pero cuidadas, su nariz respingada, su mandíbula marcada, sus labios grandes rosados, y sus ojos mieles que me encantan mirarlos. Se ha remangado la camisa blanca por los codos haciendo lucir algunos tatuajes las cuales se los había visto el día de la fiesta.

Sus labios entreabiertos harán que le salte arriba a besarlo.

¿Debería hacerlo?

¿Y si me aleja?

No, mejor no lo haré.

—Oye, lo del lunes no te lo quise tan brusco —me dice.

—No, no fue brusco —en verdad me dolió—. Tenias razón. No debí de seguirte besando si pensaba eso de ti.

—Te diría que mi boca es bastante irresistible como para no besarme —de verdad, este chico tiene la seguridad que necesito en mi vida—. Pero yo creo que tampoco hubiese podido aguantarme a no besarte.

Entonces algo llega a mi mente.

—Dylan, ¿por qué tu me besas? Me habían dicho que no besas a nadie.

Se queda callado pasando su lengua por el interior de su boca.

No me responde, pero parece que su respuesta es abalanzarse sobre mi besándome con suavidad. Le respondo el beso agarrándome de sus hombros con fuerza, él me agarra de las caderas levantándome del asiento del copiloto y llevándome, con mi ayuda, a su regazo.

Cada vez que me beso con Dylan, me olvidó de todo a mi alrededor. Como si existieramos solamente nosotros dos.

Meto sus manos en su cabello y él las pone en mi cintura haciéndole fuerza cada que intensificamos el beso. Sin querer o mejor dicho apropósito, muevo mis caderas por encima de su pantalón sintiendo su entrepierna que se ha despertado.

Me separo de su boca llevando mis labios a su cuello, besando cada parte de este, sin dejar un solo lado seco. Sin dejar de esconder mi cara en su cuello, paso mi mano en su abdomen por encima de la camisa blanca. Quiero tocarlo.

Me lee el pensamiento y me aparta las manos desabrochando los botones.

Se deja la camisa abierta dándome la vista de su abdomen marcado, su pecho definifo y en la zona baja tiene la V también marcada.

Este chico tiene que ser irreal.

Me quedo atontada pasando mis dedos por su abdomen y su pecho. Al momento de pasarla en la zona V se estremece con mi toque. Ahora que sé que es como su zona sensible no dejo de pasar mis uñas en ella. Cierra los ojos cada vez que bajo a donde esta la correa de su pantalón.

—Alguien tiene una zona sensible —le susurro en el odio respirando agitadamente.

Su entrepierna se alza más abajo de mi.

—Uno no, varias —me dice abriendo los ojos respirando rápidamente de abajo hacia arriba. Pongo una mano en su pecho y su corazón esta acelerado.

—¿Donde están las otras?

Ahoga un jadeo—. Deberás descubrirlo tu misma.

Le doy un beso pequeño y me separo de nuevo. Vuelvo y le doy otro beso pequeño y me separo, esta vez se rie. Vuelvo y le doy otro beso pequeño pero me toma de las muñecas estampandome contra sus labios en un beso largo y mordiéndome el labio inferior.

—¿Eres un cavernicola acaso? —nos echamos a reír y seguimos.

******

Después de un largo rato de muchos besos, acuesto mi cabeza en su pecho mientras él me rodea los hombros con sus brazos, mirando como el sol se desaparece por completo y como el cielo se va volviendo un poco oscuro.

El calor que emana su cuerpo hace que no me quiera ir de sus brazos. Escucho sus latidos más acelerados que un motor.

—La respuesta a tu pregunta es... —comienza a decir pero no termina ya que su celular se ilumina en una llamada.

Su mamá.

Él la toma llevándose el celular a la oreja.

—Estoy dando un paseo... ¿A casa?... ¿Es urgente?... Llego en un rato, ya sabes que siempre hay tránsito... Chao —cuelga y maldice por lo bajo.

—No hay tránsito por esta zona —le digo.

—Lo sé, solo es una excusa para quedarme cinco minutos más contigo —me levanta quedando a horcajadas encima de él y abrazándome por la cintura escondiendo su cara en mi cuello.

Duramos un rato más hasta que nos separamos. Yo vuelvo a mi asiento, mientras me acomodo poniéndomeel cinturón de seguridad, él se abotona de nuevo la camisa poniéndose también el cinturón.

Todo igual que antes, la música sonando, ambos mirando fijamente la calle. La diferencia es que tiene su mano en mi muslo desnudo, para distraerme comienzo a acariciar sus nudillos.

Le digo donde vive Tiffany y me deja en su misma casa. Antes de bajarme, me toma la cara y comienza a darme besos pequeños alrededor de mis labios.

—Dylan... —lo llamo pero me hace caso omiso.

—¿Uhm? —dice mirándome.

No me mires así que me desmayo.

—Tengo que irme.

Todo es tan emocionante en el momento, muchos besos, muchas caricias, muchas risas. Y al final del día no saber ni como despedirse.

No quiero despedirme de este momento. Entonces me pregunto, ¿en qué me momento he querido estar con Dylan? ¿Pasarme el día con él?

Ahora solo pienso en él, en sus ojos, su sonrisa, su cara, su risa...

Me tiene tan atontada que aveces lo miro como una boba.

Y me encuentra mirándolo.

Y eso le sube el ego.

Es que Dylan es tan divertido, es tan diferente a como yo pensaba. Lo creía un odioso que no le gustaban los abrazos, ni los besos, un chico sin sentido del humor... Pero es tan diferente a como lo creía. Tan diferente que ahora no me quiero ir de su lado, quiero sentir cada centímetro de su piel, sentir el calor que emana su cuerpo, sentir sus latidos, sentir sus labios presionando los míos...

—¿Quieres un vaso? —pregunta de la nada y frunzo el ceño saliendo de mi ensoñación.

—¿Un vaso? —pregunto incrédula.

—Si, para que derrames toda la baba que se te sale por mi.

—¿Por ti?

Quien soy yo para decir que no es así.

—Si, sé que estoy bueno hasta yo me quiero comer, entiendo que estés así.

—Creo que no eres el único que está bueno aquí —le doy un beso en la boca—. Lo digo porque alguien esta besándome cuando realmente según él, no se besa con nadie.

Intento irme pero no ha quitado el seguro de la puerta.

—La palabra "buena" es poco para ti —me susurra en el oido y se me escapa una risilla, mas bien por el cosquilleo que siento en el oido con el roze de sus labios y el caliente de su aliento—. Tu eres una Diosa y muchas cosas más que si comienzo a describir, no te vas a casa de tu amiga.

—Gracias por la salida, Señor Gray —le doy un beso corto en los labios y vuelve y me da otro.

—Gracias usted Señorita Davis por aceptar mi salida —me guiña un ojo y salgo del auto caminando con mi bolso debajo de mi brazo.

Sin duda alguna, los mejores momentos son cuando estamos a solas.

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