Capítulo 23
Dylan.
El domingo llega rápido, la luz matutina no entra casi gracias a las cortinas oscuras. Me quedo mirando el techo pensando en que debería de hacer hoy, si salir o quedarme en casa.
Ayer después del trabajo, me cambie de camiseta en el auto —siempre tengo una— dejando mis pantalones y mis zapatos igual. En la fiesta no pude estar muy bien del todo solo pensando en la pesada semana que tuve.
Después del lunes, exactamente después de la pequeña discusión que tuve con Amber, no he vuelto a tener ninguna cercanía hacia ella. No quiero ni verla, y me he tenido que resistir para no hacerlo. He tenido que resistirme para no llevarla de nuevo a ese cuarto de limpieza o cualquier otro lugar que estemos solos y decirle que no tengo esas intenciones con ella.
Varias veces me mira y de repente la quita. Trato de mantenerme ocupado y no tenerla pegada a mi mente como un sticker. Mantengo mi mente en el futbol, ahora que soy capitán me he estado encargando de mantener todo en orden, todos trabajando y que también se sientan satisfecho. El pesado de Joshua nunca está conforme con nada, empezamos el martes y desde ahí me ha estado dando demasiados problemas.
Que no le gustan mis ordenes, que tenemos que entrenar duro y no empezar con calma, que el equipo contrario, que estoy poniendo a los peores del equipo a hacer el trabajo principal...
Me tiene cansado y he tenido ganas de golpearlo varias veces.
Ahora está más cerca de Amber, quiere aparentar que son una pareja real y feliz, y como no. Está enamorado de ella, claro que se va a aprovechar de esto.
Amber está haciendo como si nada hubiese pasado, sin embargo, cuando la encuentro mirándome, sus ojos no dicen lo mismo.
Yo sigo con mi vida de antes, ayer se me cruzo una chica en la fiesta y lo tratamos de hacer en una de las habitaciones de la casa.
La chica lo cual no se su nombre, pasó su mano por encima de mi camiseta.. Me tomó de la barbilla acercándome a ella y me echo hacia atrás.
Lo siento, no me gusta besar a chicas desconocidas —la chica se quedó incrédula ante mi respuesta. Me mira de arriba hacia abajo confusa.
—¿Como que no te gusta besar a nadie?
—Pues no, quien sabe que puede tener tu boca —siempre hay que tener cuidado.
—No tengo herpes ni nada por estilo, bésame ya o no tienes relaciones conmigo.
¡Que miedo!
—Pues en ese caso —me bajo de la cama y agradezco que no me quite ni siquiera los zapatos—, fue un gusto tener esta pequeña conversación contigo.
Cerré la puerta detrás de mí y escuché un grito de frustración. Fui a divertirme sin embargo no hice nada más que quedarme pensando en ella, es que esos momentos en que esa chica me tocaba no mandaba nada a mi cuerpo, pero Amber solo tenía mirarme fijamente y ya estaba como un horno.
Llegue a casa a las una de la mañana pensando en ella, y también me levante pensando en ella. Tal vez este era mi miedo con pasar tiempo con ella, con besarla.
Solo su nombre seria lo único que me daría vueltas en todo el día.
Y es lo que está pasando.
Paso una franela a mi cuerpo yendo al baño solamente a limpiarme los dientes. Bajo las escaleras yendo hacia la cocina donde encuentro a Taylor al parecer haciendo el almuerzo.
—Buenos días —saludo, pero no me escucha ya que tiene los audífonos.
A de estar escuchando una de esas canciones latinas.
—Azul, tengo el alma en amargura. Yo no sé lo que es ternura. Los horóscopos me mienten y en la bola de cristal... —canta.
Le quito un audífono y pega un susto.
—Niño, me vas a matar algún día —le doy un beso a la coronilla y se le pasa el susto en cuanto la abrazo.
—¿Qué estás haciendo?
—Bueno, tus padres no están aquí, tu hermano Keller está en la universidad así que supuse que podríamos comer hamburguesas ya sabes, como los viejos tiempos.
Cuando tenía siete años, ya ella tenía un año trabajando aquí y se había ganado mi confianza. Para mí era como la madre que siempre quise que Liza fuera. Me dio atención, jugaba conmigo, me ayudaba en mis tareas, me aconsejaba y algunos días que mis padres le encargaban que me cuidaran ya que se iban a disfrutar de su hijo favorito, me hacia mi comida favorita.
La hacia para ambos, sé que lo hacía para que no me deprimiera ya que casi siempre vivía triste en mi habitación porque a mí mis padres no me preguntaban ni me hablaban como le hacían a Keller. Me molestaba y me ponía triste pensar en que a veces se llevaban a Keller al parque o al lugar que él quisiera solo por sus calificaciones altas.
Yo quedaba en el olvido.
Taylor siempre trato de hacerme sacar una sonrisa y decirme que no era nada y que ella estaba ahí para mí.
Me dio hasta su número de celular en caso de que necesitara de su ayuda en el colegio.
—¿Por qué sonríes? —me dice trayendo la enorme hamburguesa con doble carne y mucho queso.
—Recordando cosas —le doy un mordisco a mi hamburguesa. Esta deliciosa. Se sienta en el taburete de mi lado y comienza a devorar su hamburguesa.
—¿Qué cosas recuerdas?
—A cuando nos conocimos y como siempre trataste de que estuviese feliz.
—Sabes Dylan, fuiste un niño que se le notaba la tristeza en los ojos —hace una pausa—. Recuerdo tus ojitos mieles llorando por como tus padres trataban a Keller. Eso era doloroso de ver —me levanto a buscar algo de beber para ambos—. Siempre trate de hacerte sonreír, que supieras que tu vales y mucho. Me daban ganas de llorar cuando decías que no eras suficiente, que tus notas no eran nada, que eras una pequeña basura.
Se le ha quebrado la voz.
—Supongo que aquel niño de doce años debe estar feliz de que ya no pienso así.
—Créeme, yo también estoy feliz —me da una pequeña sonrisa y seguimos comiendo. Nuevamente una chica en especial llega a mi mente y creo que será el momento en que necesito un consejo.
—Taylor, necesito un consejo —acabo mi hamburguesa y me echo hacia atrás.
—Suéltalo —deja su plato vacío arriba del mío poniéndome atención.
Dudo un poco pensando en que decirle.
—Es que... —suelto un suspiro.
—Es que...
—Es que hay una chica que yo he me besado con ella varias veces.
Taylor espera lo difícil.
—¿Y cuál es el problema con eso?
—No he terminado —me apresuro a decir—. No tenemos una relación seria ni nada por el estilo, es solo que...nos besamos el lunes y me pregunto que si mi plan era acostarme con ella.
Parpadea varias veces.
—¿Y que le dijiste?
Me rasco la nuca.
—Le dije que, si hubiese querido hacerlo, lo haría y punto. Y también le dije que, si ella pensaba así de mí, porque permitía que la besara.
—¿Entonces qué pasa con eso? ¿No dejas de pensar en ese momento?
Niego con la cabeza.
—¿Crees que estuvo bien o estuvo mal lo que te dijo?
Me quedo mirando a la nada pensando.
—Creo que estuvo bien, ella es solo una chica que no quiere que la quieran solo por tener relaciones, y eso está bien.
—Un momento... —se queda pensando—. Si sabes que ella es así, ¿por qué la besas y no puedes dejar de pensar en ella?
Amo el talento que tiene esta mujer para hacerme quedar callado sin tener respuesta.
—¿Acaso te gusta ella?
—No, claro que no —digo rápido—. No me gusta nadie, no estoy enamorado ni nada. Tal vez esto sea pasajero, me pasó con Bárbara.
—A Bárbara nunca la besaste ni tampoco me pediste consejos con ella.
Su talento de hacer callar bocas es único.
—Es complicado Taylor.
—¿Qué es complicado según tu? Solo explícame y te diré lo que realmente buscas de ella.
Resoplo acariciándome el pelo.
—La quiero besar, la quiero abrazar, no sé qué más. Desde la excursión, desde el día que estábamos en el saco de dormir, desde el día del rio...
—Wao, espera. No sabía que te había ido tan bien en la excursión. Con razón llegaste feliz.
Esbozo una sonrisa.
Todos esos días se quedaron en mi mente, plasmados como tinta en papel. Pensé que quería de ella, si quería sentir solamente su cuerpo, o sentir sus labios en los míos o si solamente con tenerla en mi frente era más que suficiente.
—¿Qué es lo que quieres de ella entonces?
—Todo —la respuesta me sale solo.
Me cuesta admitir que la quiero a mi lado, no quiero aferrarme a ella, no quisiera lastimarla por un error que cometa, o prometerle cosas que nunca podre cumplirles.
—¿Entonces si quieres todo de ella porque no lo intentas? Claro este si ella siente lo mismo.
Sus padres, mis padres, miedo a lastimarla, miedo a no ser suficiente para ella...
—No lo sé.
—Dylan sé que durante años has sido una persona de poco hablar con respecto a tus sentimientos, y no te obligaré a que me lo cuentes. Sin embargo, date tú mismo una oportunidad y piensa lo que sientes. Siéntate en un lugar tranquilo que estes solo y di lo que sientes. Acepta las cosas si las tienes que aceptar e inténtalo, no pierdes nada haciéndolo.
Me da una leve sonrisa recogiendo los platos y lavándolos. Llevo el resto de la meseta al fregadero.
—Y a todo esto... ¿Quién es la chica que al parecer estas perdiendo la cabeza? ¿La conozco?
Suelto una carcajada y le doy un beso en la frente caminando hacia la puerta.
—Claro que la conoces, te hablaba de ella.
Se queda pensando dejando de lavar los platos y me da una mirada asesina por no darle la información completa. Riéndome subo las escaleras y me voy a mi habitación de nuevo.
Creo que es la primera vez que me quedo pensando en mi habitación por un día completo.
***********
La semana pasa igual, clases, profesores contando sus divorcios, entrenamientos del futbol, miradas casuales, Matt contándome de como hablo toda la noche con la amiga de Amber.
Hasta que por fin llega el sábado, para algunos buenos, dormir hasta tarde, para mi no. Aunque tampoco me quejo solo contesto llamadas, las agendo y se las notifico a los demás.
—Davis? ¿Los arquitectos Davis? —digo para confirmar la última llamada para irme por fin a casa o alguna parte del mundo. La persona del otro lado me confirmar que así es.
Le digo que se llamará para decir la respuesta y cuelgo. En tres sábados trabajando aquí nunca me habían llamado para un trabajo de ellos. Normalmente hay otra persona para tomar las llamadas del equipo Davis.
Yo me encargo de los Gray.
Decidido a ir a la oficina de los padres de Amber lo cual queda en la cuarta planta, y yo estoy en la tercera. Cierro mi oficina y tomo el ascensor dándole al tres. Me plancho mi camisa y me peino el cabello para no causar mala impresión.
Al llegar todos están en sus puestos, y la secretaria no está aquí. Visualizo la oficina más grande y toda la puerta esperando un aviso. La puerta suelta un pitido que me indica que ya está abierta.
—Saludos...
Me quedo paralizado viendo a Amber sentada enfrente de su padre, hablando sobre algo peor al verme se quedaron callados.
—Ahhh, yo vine a entregar esto —le doy el papel al padre de Amber y lo toma sin quitarme los ojos de arriba.
—¿Por qué eres tú el que me lo entrega? —me arrebata el papel esperando mi respuesta—. ¿Acaso la secretaria de aquí no vino o qué?
—No Señor ella no vino, me llamaron y subí para dárselos.
—Pues que sea la última vez, a la próxima se lo das a otra persona.
—¿Por qué le hablas así, papa? Él no te ha hecho nada malo.
—No tienes por qué meterte en esto Amber.
—Si tengo que hacerlo, es solo una persona haciendo su trabajo —le dice alzando su voz—. Un gracias no estaría mal.
—Tranquila, yo solo hago mi trabajo tampoco es que quisiera soportar gente gruñona —Amber abre la boca y su padre me fulmina con la mirada.
—Lárgate de aquí si no quieres que llame a los guardias de seguridad.
—Como diga grunonsito —sé que me quiere matar y salgo dirigiéndome al ascensor, escucho unos pasos detrás de mí, pero no volteo.
Entrando al ascensor este está a punto de cerrar, pero una mano lo detiene entrando y posicionándose a mi lado.
—Lo siento por lo de mi padre —las puertas se cierran, ella le da al botón dos, en donde está la recepción.
Me permito verla. Sus ojos azules, sus labios, su nariz perfilada, su cabello lacio cayendo a los lados de su cara, su vestido en color lila y sus tenis blancos.
—No tienes que pedir perdón.
—Claro que sí, te trató como mierda.
—No me importa.
Ella suelta una risa sarcástica.
—¿Cómo lo haces? —pregunta mirando hacia abajo.
No puedo evitar sonreír, parece una niña mirando sus pies.
—¿Qué cosa?
—Hacer como si nada te importara —me dice mirándome a los ojos—. A mí me importa hasta lo que hablan de mí, aunque no quiera.
Fácil, solo tienes que vivir con unos padres que te comparan con tu hermano y listo, eso nace solo.
—Aprendes con el tiempo —llegamos a la recepción—. ¿En qué te vas?
—En los Taxi de la compañía.
—Yo podría llevarte.
—¿Tú quieres llevarme? Ni siquiera te he dicho a donde voy.
—Te llevo hasta al final del mundo si quieres.
Esboza una sonrisa y sus mejillas se ponen rojas de una vez.
Selecciona el uno, el estacionamiento.
—Realmente iba a pasar la noche donde Tiffany así que no importa si llego tarde.
No digo nada y trato de ocultar mi emoción al ver que ella ha aceptado mi propuesta.
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