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Luego de un largo día de trabajo, Damerov había acordado con Albert quedarse esa noche en el taller de la tienda para trabajar en un nuevo reloj. Había recibido por parte de Signas una invitación para su boda y quería darle un obsequio hecho a mano por él. Para Damerov era una ocasión para celebrar, estaba feliz de que su amigo finalmente sentara cabeza y comenzara una vida junto a alguien que lo apreciara, o al menos así lo creía él pues conocía a X y sabía que era un joven muy tierno.

Por otro lado, había recibido también la invitación de X al evento de su Academia. A Damerov le había parecido una total locura el proyecto que X había presentado y del cual había hablado en televisión abierta, sin embargo admiraba el valor que tenía para hablar de un tema así frente a todos, sabía que no era algo fácil considerando cómo veía la sociedad a los Mavericks.

Sabía también que seguramente el joven estaba balanceándose en un hilo con todo en su vida tanto personal como laboral, hasta sus oídos llegó un rumor sobre su pelea por un vergonzoso triángulo amoroso, sermoneó a Signas unas noches después que lo invitó a beber, por supuesto, Damerov era más emocional estando ebrio, por lo que su disgusto por el tema general fue muy obvio, tal vez en años pasados su incomodidad siempre fue obvia pero Signas era demasiado tonto para notarlo siquiera, siempre pensó que era un imbécil en ese tipo de situaciones.

Por experiencia sabía que Signas podría ser un Reploid muy sabio y un gran líder, pero cuando se trataba de temas personales era un poco distraído, después de todo, no tenía demasiado tiempo para pensar en sí mismo, una de las principales razones por las cuales sus relaciones no duraban, sin embargo, no solía rendirse cuando le gustaba alguien.

Bostezó, moría de sueño pero sentía la necesidad de terminar el reloj para la boda de su amigo y deseaba terminar el mecanismo cuanto antes al menos, no obstante, sus ojos comenzaron a cerrarse y sin quererlo terminó dormido sobre su mesa de trabajo.

Despertó a la mañana siguiente, se había quedado dormido en el mostrador, fue la mano de Albert sobre su hombro lo que lo hizo volver a la realidad.

---Jaja--- rió Albert ---Soy mucho más viejo que tú y aún puedo desvelarme toda la noche.

---Pero a tu edad eso te traería consecuencias--- dijo el pelinegro ---Lamento el desorden.

---Ah, no te preocupes--- el anciano trató de agacharse para recoger una de las herramientas pero se quejó casi al instante.

---Woah, no hagas eso--- Damerov se acercó al viejo hombre y lo ayudó a enderezarse ---Tienes que cuidar tu espalda, ven siéntate--- guió al pobre hombre al siento y luego se dirigió a darle un masaje en los hombros.

---Lo sé, lo sé, ya estoy viejo.

---No digas eso, no eres tan viejo.

---Lo soy... En algún momento no podré atender más la tienda.

---¿A qué te refieres?--- preguntó el Reploid.

---Bueno... Envejezco todos los días, Damerov, mis manos tiemblan y mi vista ha empeorado, mi salud se ha deteriorado, en algún momento quedaré postrado en una cama y... Bueno, tendré que irme.

---¿Qué? No deberías pensar en eso--- el pelinegro se colocó enfrente del anciano y tomó sus huesudas manos entre las suyas ---La tienda no sería lo mismo sin ti.

---La tienda quedará en buenas manos, Damerov--- dijo apretando las manos del Reploid y esbozando una triste sonrisa ---Sé que quien quedará a cargo hará un trabajo incluso mejor que el mío.

---Albert...

---Vamos, debemos abrir la tienda, tengo el presentimiento de que hoy será un día agitado.

xxx

Justo como el anciano había predicho, fue un día agitado en la tienda para ambos. Usualmente Damerov se encargaba de la mayoría de cosas en un día así pues sabía que el anciano no podía hacerlo. Albert fue en algún momento un joven de campo que se enamoró de una bella dama de la ciudad, pronto se casaron, sin embargo, jamás pudieron tener hijos debido a la esterilidad de la mujer; esto no limitó su felicidad, al contrario, los unió más hasta que envejecieron juntos y ella dejó el mundo mortal muchos años atrás. Eventualmente, Albert acogió a Damerov como su trabajador y eventualmente comenzó a verlo como un hijo. Los últimos meses, el pelinegro había pasado mucho tiempo en la casa del anciano pues su salud había empeorado y se enfermó en varias ocasiones.

"Ustedes los Reploids no tienen por qué preocuparse por el tiempo, realmente son increíbles..." decía el viejo entre delirios mientras Damerov colocaba un paño húmedo en su frente.

Había recapacitado un poco sobre esas palabras y descubrió que eran ciertas. A diferencia de los humanos, los Reploids podían vivir cien años o más, no tenían que preocuparse de enfermedades causadas por virus o bacterias o incluso por perder una extremidad, siempre habría un reemplazo sin importar cuan grabe fuera una lesión, quizá era por esa razón que los Reploid eran increíblemente protectores con los humanos, porque los veían como criaturas más indefensas que ellos.

Esto le había llegado a preocupar, pero no quería admitir que algún día perdería a una persona tan importante para él, alguien que había sido su mentor, su maestro y a quien quizá podría considerar un padre.

Suspiró aliviado cuando entregó el último producto del día, no llegaría nadie más y ya era hora de cerrar la tienda, por lo que oficialmente el día había terminado.

---Qué gran día ¿No, Damerov?--- el anciano guardó lo último en una estantería.

El pelinegro dirigió la mirada hacia la calle iluminada por los faroles y apenas algunas otras tiendan que también se preparaban para cerrar.

---Sí, lo fue--- respondió sabiendo que a la mañana siguiente sería un día igual de duro, y los días después del mañana seguramente serían mucho más duros ---Te acompañaré a casa, Albert.

---Oh, no es necesario.

---Pero quiero hacerlo--- sonrió y recibió una sonrisa de vuelta.

---Como tú quieras muchacho--- respondió el anciano tomando su maletín y saliendo del lugar seguido por el pelinegro quien cerró todo con llave. Ambos así entablarían una larga conversación hasta volver a casa.

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