02.
Un año y medio más tarde...
El sol pegaba con furor los rostros blanquecinos de los veinteañeros formados en una línea, a espera de nuevas órdenes.
En primer lugar estaba el novato de tan solo 22 años que respondía al nombre de Moon Bin, quien estaba cumpliendo con su primera misión de campo bajo las fuerzas especiales de Corea del Sur, a su lado se encontraba el veterano Park Jinwoo de 25 años, el líder de la misión, que aunque más bajo que él por más de 10cm, era bastante imponente e intimidante. A su par se encontraba el otro novato a su cargo, Park Minhyuk de 22 años al igual que Moon Bin.
Los tres imponentes, fríos, calculadores y totalmente comprometidos con su deber.
—Moon Jerry—llamó una voz grave externa a ellos.
—¡Sí señor!—respondió fuerte y claro a su nuevo nombre, aunque solo haya cambiado el Bin por Jerry, porque no se le había ocurrido algo mejor.
—Bien Moon, tú estarás a cargo del ala oeste de la mansión, allí se encuentran los aposentos del señorito Cha, quien estará bajo tu cuidado, él es tu prioridad, ¿entendido?—dio las instrucciones el jefe de seguridad, llamado Kim Mingyu.
—¡Entendido!—gritó acatando sus obligaciones temporales.
—Park Jinjin.
—¡Sí señor!
—Tú estarás en mi equipo, nos encargamos directamente del cuidado del señor Cha, ¿entendido?
—Park Rocky, tú serás enviado al equipo B encargado del cuidado de las entradas traseras del lugar, ¿entendido?
—¡Entendido!
—Jinjin viene conmigo, Rocky ve con Sehun, estará aquí en breve, y Moon tú irás con Hoseok, quien igual estará acá en breve.
—¡Sí señor!—respondieron al unísono.
(...)
El joven miraba con melancolía hacia el jardín, totalmente perdido en sus memorias. Podría jurar que el rostro de su mejor amigo cada día se iba desvaneciendo entre sus recuerdos, y cada día lloraba por eso, porque cada vez más las remembranzas de su antigua vida se volvían más lejanas, más distorsionadas y ausentes. Pero de esa misma manera seguía aferrándose a ellos para no perder la cordura, aunque muchos de esos recuerdos no eran buenos, pero los recuerdos que tenía con Sanha eran los más preciados, los más maravillosos y los que más atesoraba.
Rió un poco al recordar una vieja plática que tuvo con el menor cuando tenían 14 y 13 años respectivamente.
—Prometo que si me presento como alfa yo te voy a cortejar y te haré mi omega— prometió el mayor convencido de sus palabras.
—¿Quién te asegura que seré omega?
—Lo que se ve, no se pregunta—respondió entre risas.
Sanha lo miró indignado.
—¿Ah sí? Dongmin, eres la representación de un omega si a esas vamos—respondió pretendiendo enojo.
—Pf, ¿qué cosas dices? Soy bastante rudo, mira...¡rawr!—y gruñó atacando al menor con cosquillas.
Y la pequeña alcoba se inundó de risas infantiles.
El chico, ya de diecisiete años, casi dieciocho, rió con amargura. Porque al final nunca pudo decirle a Sanha que siempre tuvo razón, resultó ser omega y no un imponente alfa que lo cortejaría y haría de él su enlazado.
Fue sacado de sus pensamientos cuando una suave voz llamó su atención.
—Joven Cha, buenos días—le saludó cortés MyungJun, la persona que se encargaba de ayudarle en sus "quehaceres" como el joven Cha.
—Buenos días Jun, ¿qué tengo en mi agenda aparte de estar encerrado acá?—preguntó dirigiéndose al pequeño omega, que pequeño solo de tamaño porque realmente era mayor que él por cuatro años.
MyungJun rió bajito, su amo tenía un humor bastante negro respecto a su situación.
—No mucho, solo debe alistarse para dentro de hora y media, el señor Cha le presentará a su nuevo guardaespaldas, después puede bajar a desayunar. Tiene el resto del día libre hasta la noche porque el señor Cha piensa llevarlo consigo a una cena de negocios.
Dongmin, o Cha Eun Woo, como se hacía llamar desde hace año y medio, asintió a lo dicho.
—¿Cuándo es la cita con el doctor Kim?—preguntó mientras buscaba la ropa que llevaría por el día.
—Es pasado mañana, a las tres de la tarde—resolvió su duda viéndolo ir de aquí para allá buscando ropa.
—De acuerdo, ya puedes retirarte. Cualquier cosa yo te llamo, ¿sí?
—De acuerdo, joven Cha—se despidió con una reverencia y salió de la habitación, dejándolo solo.
Cuando escuchó la puerta cerrarse, se encaminó hacia el baño, donde al llegar dejó caer su bata de baño, y vio brevemente su reflejo en el espejo más cercano. Con tristeza miró la marca en su cuello, una marca que no pidió, que no quería, que no deseaba, no así, no como pasó, no de él. Sus dedos recorrieron el relieve de los dientes marcados, con desprecio y rencor. Después, su mirada bajó a su vientre levemente hinchado y ovalado, donde crecía un bebé que tampoco quería, que tampoco deseaba.
Sin embargo, sabía que no podía hacer mucho. Cuando intentó abortar en medio de una crisis de desesperación y angustia por llevar el hijo del hombre que había arruinado su vida, falló en el intento. Estuvo en cama dos semanas por las secuelas del intento de aborto, y luego, cuando recuperó un poco de fuerzas, fue azotado.
Aquel maldito se aseguró de proteger a su cría, así que sólo se descargó con sus piernas. De aquel día había quedado una cicatriz en la parte trasera de su muslo izquierdo, era imperceptible a simple vista, pero si agudizas la mirada podrías notar la marca de una hebilla de cinturón.
Había pasado un mes de aquel suceso para ese momento, pero Dongmin aún podía recordar de manera nítida el escozor, el dolor, el sonido del cuero del cinturón impactar contra su piel, la sangre, los moretones, las súplicas, los lamentos...
Ese día tuvo que resignarse a dar a luz al hijo de un hombre que no amaba, que odiaba con todo su ser.
Aún no sentía aquel sentimiento de padre, aquel instinto paternal, pero estaba dispuesto a ser el mejor padre que pudiese ser dentro de sus posibilidades. Porque las cartas estaban echadas y no podía hacer nada para cambiar el juego, y aquel ser que nacería dentro de unos meses, no tenía culpa de ello.
En un suspiro, dejó atrás sus pensamientos para entrar a la ducha de una vez por todas.
Una hora después ya estaba listo, sentado en un pequeño sofá que se encontraba en su habitación/prisión, mientras leía un libro de fantasía que había encontrado en la biblioteca de su captor. Se estaba entreteniendo mientras el señor Cha fuera con el dichoso guardaespaldas.
Un toque en la puerta le advirtió que ya había llegado el momento. Se enderezó a espera de que entrasen. Primero entró MyungJun anunciando la llegada del señor junto al subordinado, detrás de él entró aquel hombre que tanto odiaba.
Lo miró con desinterés, con la mirada impasible y totalmente inexpresivo.
Detrás de él, ingresó un hombre que pudo calcular se encontraba entre sus veintiún o veinticuatro años máximo, alto, fornido, con unos bonitos ojos marrones rasgados llenos de frialdad que vio derretir cuando sus miradas chocaron, sin embargo, en segundos volvió a su estado. Su mirada curiosa bajó un poco más, paseándose por aquella nariz medianamente ancha que se encontraba armonizando junto a sus rasgos, luego encontró sus finos labios rosas y bonitos. Su cabello negro peinado hacia atrás le hacía ver tan jocosamente bien e intimidante.
Era todo un dios.
Moon Bin, por su parte, dentro de sí, se encontraba estupefacto ante el joven frente a sus ojos. Era tan hermoso. Era alto, tal vez uno o dos centímetros más que él, delgado, pulcro, con unos preciosos ojos marrones, tan grandes adornados con largas y finas pestañas, una nariz perfecta con sus facciones, mejillas que lucían tan suaves como el algodón, labios medianamente gruesos y rosados.
No notó la pequeña barriguita de Dongmin porque aún podía camuflar su embarazo perfectamente con la ropa adecuada.
Lo que dejó más asombrados a ambos fue el olor del otro que llegó como una ráfaga de frescura, alterando a sus lobos.
—¡Mi omega!— proclamó el lobo de Bin.
—¡Mi alfa!—proclamó el de Dongmin.
Y ambos quedaron en shock.
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Hola!! Espero les haya gustado!!
Dejen comentarios, criticas constructivas, opiniones, etc. Las leo ^^
S
i se publica con guión corto, lo siento. He tratado de que no pase pero siempre termina pasando u.u
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