XII

Paso las horas ahogado entre sollozos.

Mi cuerpo me grita que ya no puede más.

El agua divina me ha sido negada

y mi vida se seca y se va a marchitar.

Ya no tengo lágrimas que bañen mi rostro.

Ya no tengo fuerzas para caminar.

Y cierro los ojos y evado mi mente,

quisiera dormirme...

y no despertar.

Mi boca está seca,

y secos mis ojos.

Las ansias me invaden

y empiezo a gritar...

— ¡Agua por clemencia...!

¡Agua por favor...!!

¡Tan solo una gota que me alivie hoy!

¡¡Agua por clemencia, por amor de Dios!!

¡Agua que refresque hoy mi corazón!

Y ya ni mi voz alcanzo a escuchar.

No me quedan fuerzas...

Ya... no puedo más.

Y en ese momento un rayo de sol

ilumina un poco mi celda y prisión.

La piedra que encierra lo que poco que soy

refresca mis ojos,

y agradezco a Dios,

cuando una gota del agua de vida

se escurre preciosa por la piedra fría.

La miro y suspiro y acerco mis labios,

y beso esa gota tesoro del cielo...

Y beso esa gota pasión del amado.

Agua pura y fresca cual nunca bebí.

Agua que me ayuda a sobrevivir.

Tesoro escondido en este mi encierro.

Tesoro añorado en este mi infierno.

Y justo en ese instante en que refresco mis labios,

en que esa gota de agua clara se funde en mi boca...

Escucho unos pasos...

Escucho el sonido de llaves en mano...

Escucho que paran justo ante mi celda,

y la gota de agua que alivió a mi lengua

asoma al instante por mi lagrimal;

y sin mi permiso, osada y furiosa,

rueda por mi rostro...

Rueda por mi rostro y cae en la piedra,

la fría y cruel piedra que me ha albergado.

La fría y cruel piedra que alivió mi sed.

La fría y cruel piedra que ya... no veré.

Y empiezo a llorar

cuando mis temores se hacen realidad.

Cuando el horror de mi pesadilla

sé que ha venido y me viene a buscar.

Y una fría llave en la cerradura se mueve sin prisas,

tranquila y pausada...

Y lo sé.

Sé que hoy ...

Se abrirá la puerta de mi eternidad.

Y la puerta se abre.

Y la puerta se abre...

Y se abre la puerta.

Y,

la,

puerta...

se abre.