XV. Ual-la
En la actualidad.
Me habían llevado a la habitación de regreso. Dalia me preparó un baño y luego me puse ropa seca y cómoda. Se tomó el tiempo para peinar mi cabello, en lo que se tardó más de dos horas. Ahora me encuentro mucho mejor, arropada en la cama con el calor que me proporcionan las mantas.
Escucho que alguien llama a la puerta y esta se abre. Estoy de espaldas, así que no puedo ver quién se acerca, pero solo con escuchar los pasos ya distingo de quién se trata.
¿Es normal eso? ¿Reconocer a una persona por sus pasos?
Parece cauteloso, como si no quisiera despertarme.
-Puedes pasar -le digo y me siento en la cama-, estoy despierta.
Caleb tiene entre sus manos una bandeja plateada con lo que parece ser mi cena. Se acerca y la coloca sobre el colchón de plumas.
-Pensé que estarías durmiendo.
Niego con la cabeza.
-No tengo sueño ahora.
-Bueno, imaginé que no ibas a querer bajar a cenar, así que te traje la cena yo mismo.
-¿Y Dalia?
-Le pedí que te dejara descansar.
Miro la bandeja. Manzana, melocotón, fresas y arándanos en un platillo, un filete de cerdo en otro y una tasa con agua sobre un tercero. No tengo apetito.
-Me retiro entonces.
-¡No! -me apresuro a decir. No quiero estar sola en estos momentos pero soy incapaz de pedirle que se quede. Ahora se ha volteado y tengo que decirle algo- No tengo hambre, ¿puedes llevarte esto?
-¿No vas a comer?
Niego con la cabeza nuevamente.
-Tal vez lo que necesites sea despejar tu mente.
-No lo sé. Tanta hospitalidad de repente es abrumadora, cuando hasta el otro día me torturaban.
Él cierra los ojos con fuerza. Seguro no quiere ni recordarlo.
-¿Siempre repetirás lo mismo una y otra vez?
Me encojo de hombros.
-Es posible.
Ladea la cabeza y achica los ojos. Sus ojos son preciosos. Son dos esferas de cristal llenas de jade y pétalos del color de la esperanza, con motas doradas como luciérnagas. Se aclara la garganta y me dice:
-Sígueme.
Da unos pasos hacia la puerta y yo retiro las sábanas que me cubren para seguirlo. Da dos golpes en la madera gruesa y los guardias la abren. Caleb pasa sin mirar a ningún otro lado que no sea al frente, sin embargo yo miro a los guardias, que siguen sin ningún tipo de expresión en su rostro.
Aunque se supone que debo estar acostumbrada porque me crie en un palacio, siempre se me hicieron raras las personas inexpresivas. ¿Tienen sangre en las venas? Porque parecen incapaces de sentir ningún tipo de emoción. Es como si estuvieran ahí solo para eso, para estar ahí, sirviéndole a alguien. Como si no vivieran más allá que de estar de pie en un sitio con el rostro rígido y las armaduras que deben pesar una tonelada.
Como me distraigo, me doy prisa para seguir al chico que a toda velocidad sube las escaleras. Me tropiezo con la nada misma al llegar a un piso más arriba. Parece una réplica del de abajo, las mismas construcciones, las paredes vacías, las puertas enormes de madera...
Caleb me lleva al último piso. Al subir las escaleras la sombra de la noche me envuelve. No tiene ningún tipo de techo. El chico se queda de pie frente a la puerta que, por mucho, es la más grande que he visto nunca. Como todas, es de madera y en forma de arco en la parte superior. Las manillas están a la misma altura de mis ojos.
Él apoya ambas manos en esta y la empuja con fuerza, como si estuviera empujando un armario enorme. El ruido que provoca inunda todo el lugar. Luego se incorpora a mi lado y se sacude las manos con una sonrisa en el rostro.
-Ual-la
Lo que veo me deja boquiabierta. Es una biblioteca, la biblioteca más bella que he visto nunca. Las paredes son más altas que la puerta y todas están adornadas con estanterías de muchas hileras y en cada una hay decenas de libros. Las estanterías son tantas que crean incluso pasillos en los que parece fácil perderse. Libros con portadas de todos los colores, con hojas tanto viejas como nuevas...
La emoción se desborda de mis ojos y tengo la necesidad de esbozar una sonrisa radiante.
Volteo a ver a Caleb, el cual sonríe al ver mi reacción. Al parecer era lo que se esperaba. Ni en mi palacio, que se supone que es más grande que un castillo, hay una biblioteca tan grande.
-¿Qué te parece? -me pregunta.
-Es... -Titubeo. Lo vuelvo a ojear todo. Pasaría meses sin salir de aquí- No sabía que las bibliotecas podrían ser tan grandes. Necesitaré siglos para leer todo esto.
-Bueno, nadie sabe por cuánto tiempo estarás aquí, así que es tu gran oportunidad.
Caleb lo dice en broma, pero me aterra tener la posibilidad de terminarme todos los libros. Eso significa que nunca saldré de este sitio, que nunca volveré a ver a mi familia y que nunca seré libre.
Voy a salir de aquí, en algún momento. Cuando llegue la dichosa capitana y dé por zanjado el asunto conmigo, me las arreglaré para escapar y conseguir mi libertad. Lo aseguro. Llevo ochenta y ocho días esperando a que esa mujer llegue, así que no moriré cuando lo haga.
Necesito anotar esa cifra en algún lado.
-¿Hay papel y pluma por aquí? -le pregunto.
-En el fondo hay un escritorio. Tal vez allí haya.
-De acuerdo.
-Bueno, yo me marcho y te dejo con tus libros. No pondré guardias en la puerta. Si necesitas algo, la más mínima cosa, si tienes hambre o sed, pídele al primer guardia que veas que me busque. Daré órdenes para que te obedezcan.
Asiento lentamente con la cabeza.
-Vale.
Aún estoy enojada con él. Me traicionó. Fingió acercarse a mí para secuestrarme, o esa es mi teoría. Ha sido una de las únicas personas amables que he conocido en meses. No puedo obviarlo. Tal vez me está diciendo la verdad y no tenía noción que era yo todo el tiempo. No me parece ser culpable de todo lo que yo lo acuso, pero de en parte es culpable.
Sin decir más, se va de la biblioteca. Deja la puerta abierta, me imagino que porque es difícil abrirla en caso de que quiera irme.
Camino por uno de los pasillos que forman las estanterías y llego a un escritorio con papel en blanco, una pluma y un frasquito de tinta. Me siento en la silla de madera, sumerjo la pluma en la tinta y hago ochenta y ocho rayones para poder identificar el tiempo que llevo aquí. Nadie lo logrará interpretar si no soy yo. Solo verán rayas.
Cuando termino, me dirijo a la primera estantería de libros. Los observo sin saber por dónde empezar. Al final tomo uno y veo que se trata de una novela de misterio. Comienzo a leerlo, intrigada, solo la sinopsis, pero luego continúo y continúo sentada en el suelo. Devoro las letras con mis ojos hambrientos hasta que siento que ha pasado demasiado tiempo.
Paso una página entre mis dedos y veo el subtítulo: Capítulo 12. He leído más de medio libro. Y no tengo una pizca de sueño. ¿Cuánto tiempo habrá pasado mientras yo me sumergía en la lectura?
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