XLV. Mi corazón muere con él (FINAL)
—Levántate y toma esto. —me dice una voz masculina desde la puerta.
Me incorporo y noto que hay un hombre de pie, sosteniendo un bulto de ropa. Siquiera escuché cuando abrieron la puerta. Tal vez me quedé dormida.
Mantengo la mirada perdida mientras me pregunto para qué es esa ropa. ¿Quieren volver a tratarme como una princesa, para después matarme?
—¿No me has entendido? —espeta el hombre, perdiendo la paciencia— Dije que te pongas de pie.
Sigo sin prestarle atención. Continúo sentada en el suelo como si los hombros y la cabeza me pesaran treinta kilos cada uno. Si al final moriré, da igual si lo atrasan un poco.
El sujeto se acerca a mí y una pizca de miedo surge en mi estómago. Me toma del brazo con brusquedad y me levanta del suelo. Casi me caigo cuando lo hace, pero logro sostenerme en pie. Lo que menos quiero es verme patética y caer al suelo.
Miro la ropa y miro a ese hombre para luego mostrarle mis muñecas atadas.
—Si me desataras las manos, quizás podría sostener la ropa —le digo en voz baja después de reunir todos los ánimos que me quedaban—, pero no te aseguro nada.
Él me mira entrecerrando los ojos, cuando finalmente saca de su bolsillo una pequeña navaja con la cual corta la soga. Mis muñecas estaban completamente rojas y adoloridas, pero no le dejo ver mi dolor.
Me toma del brazo después de que agarro la ropa y salimos de la mazmorra. No se molesta en cerrar la puerta tras nosotros, supongo que porque no hay nadie a quien retener.
Subimos las escaleras y llegamos hasta la habitación en la que me Caleb me había dejado como supuesto regalo de cumpleaños. Veo a Cecilia de pie, esperándome. Cuando me deja ahí, el sujeto se marcha sin decir una palabra.
—Princesa.
A la chica se le ilumina el rostro al verme y suspira, como si hubiera estado reteniendo todo el aire en sus pulmones por la angustia de no saber si yo estaba bien. Al fin de cuentas me habían llevado a conocer a la capitana y nadie conocía sus planes. Nadie tenía idea de que volvería viva al castillo.
—Oh, está sangrando.
Sujeta mi brazo y mira la herida que me hice al caer por aquel agujero. Ahora está infestada, puesto que nadie se dispuso a ayudarme en su momento y en su lugar me arrojaron a la polvorienta mazmorra.
—Me han pasado cosas peores. —murmuro en un intento de que se tranquilice.
Me mira a los ojos, tal vez para creerse lo que le acabo de decir. Ella tiene la certeza de que las cosas que me ocurren aquí son terribles, pero no debe saber hasta qué punto, o qué decir o cómo compadecerse de mí. No debe saber cómo sentirse ante todo, cómo ponerse en mis zapatos, pues nunca ha sufrido ningún tipo de tortura por parte de la capitana. Ella la salvó.
Cualquier herida insignificante ella la vería como un agujero en el pecho.
Me pregunto cómo Matilde llegó a ser la temida, amada y respetada capitana de la tripulación de Piratas Rubí.
Cecilia toma la ropa que tengo en mis manos y la deja sobre la cama con rapidez para volverse hacia mí.
—Le preparé la tina. Cuando se bañe, desinfestaré la herida.
—No pasa nada, Cecilia. Siquiera recordaba que existía.
—Cuando se infecte, lo recordará.
Minutos más tarde la tina estaba lista. Me desnudo y me miro en el espejo del baño. Mantengo cada una de mis cicatrices: una sobre la ceja izquierda, una en el mentón, la del brazo que me hice recientemente en la pelea de espadas, la de la pierna y la nueva, que me recorre desde el hombro hasta el codo.
Ya no estoy tan pálida como antes. He estado entrenado y me ha estado dando el sol. No parezco un vampiro. Tampoco estoy tan delgada. Aún se me notan los huesos de la clavícula y las costillas pero los músculos de los brazos y las piernas se han tonificado.
Recorro con los dedos la quemadura de mi estómago. Recuerdo el día en el que me la hice, recuerdo también al guardián, a Saúl, a Linda, a Dalia. Todos los recuerdos se desencadenan al derribar uno como fichas de dominó. Ellos vivirán conmigo para siempre.
Después de haberme dado un baño, me pongo la ropa que me habían dado. Era simplemente un vestido rosa salmón cubierto hasta las muñecas y las rodillas, ni tan ajustado ni tan grande, y unas zapatillas bajas de color negro. Al menos estaría cómoda. Además del collar de rubí que escondo por debajo.
Al salir Cecilia cepilla mi cabello. No sé lo que hace, pero lo envuelve como si quisiera esconderlo por completo y que no sobresalga ni un pedazo.
—¿Qué haces? —le pregunto. Es un peinado muy extraño.
—Es para la peluca.
—¿Peluca? —Frunzo el ceño.
Ella se levanta y abre el bolso que tiene al otro lado de la cama. De ahí toma dos objetos que no distingo muy bien.
—Aquí está —dice, sonriendo—. Ven
Después de ponerme una especie de bufanda transparente en la cabeza para ocultar mi cabello, me pone esta peluca, la cual me hace sentir extraña. Es rubia platinada, lacia y con un flequillo. Completamente distinta a mi estilo de cabello.
—¿Para qué es esto? —pregunto.
—Recuerda que la princesa Mariam está desaparecida, se supone que muerta, pero aun así las autoridades no te pueden percibir. Tu melena roja llama mucho la atención, además, te reconocerían donde fuera.
—Nadie me conoce de todas formas, por lo que no hay por qué preocuparse.
—Igual, princesa, es mejor evitar sustos.
Esos sustos serían lo mejor que me pudiera pasar.
Cuando termina de colocármela, me da un espejo en el que puedo verme. El flequillo de la peluca cubre la herida que tengo sobre la ceja, aunque me da comezón. No me adaptaré a llevar ese flequillo tan incómodo que cae sobre mi frente.
—No me gusta. —admito.
—No es para que te guste.
Se escucha como suena la puerta y veo a Caleb entrando a la habitación. Él se acerca a mí al instante y me dice en un susurro.
—Tengo un plan.
Se me ilumina la mirada de repente.
No tengo muchas esperanzas, pero si él me dice que tiene un verdadero plan, algo sobre lo cual nos ceñiremos, puede que funcione.
—El barco que sale hacia el Reino Cristal, que es al que subiríamos...
—¿Vienes conmigo? —lo corto.
—Claro, no podría perderme el espectáculo —Sonríe—. Continúo. Ese barco estará junto a otro que se dirige al Reino Esmeralda. Yo te llevaré, te estaré sujetando del brazo como si fuera yo el que te mantiene secuestrada, ¿entiendes? Se supone que a mitad de la trayectoria hacia Reino Cristal te arrojen al mar, pero eso no va a pasar. Cuando estemos más alejados del resto, me das un codazo en el estómago y sales corriendo hacia la otra embarcación, donde subes y te diriges al Reino Esmeralda, y te salvas.
Suena demasiado sencillo.
—¿Un codazo en el estómago? —pregunto.
—No me abras los ojos así. —dice Caleb.
Ni había notado que tengo los ojos abiertos como platos.
—Será fácil. —me dice.
—Demasiado fácil. —comenta Cecilia.
—¿Piensas que no lo conseguiremos? —le pregunto.
—No es eso —dice ella—. El problema es que me parece demasiado sencillo como para que funcione.
—Pero si yo te lo había contado antes. —protesta Caleb.
—Ya sé, y te digo exactamente lo mismo. ¿Qué harás cuando los tres que te acompañen corran tras Mariam?
—Ella sabe correr.
—No lo suficiente como para enfrentarse a tres hombres armados.
—¿Qué más da? —digo yo, cuando ambos voltean a verme— Si no lo hago, moriré ahogada en medio del mar. Si lo hago y muero en el intento, al menos sabré que lo intenté.
—¿Y Caleb? —pregunta Cecilia— ¿Qué harán contigo? —le pregunta.
—Nada, no saben que estamos aliados.
—Recuerda que es la favorita de la capitana. Si se entera que escapó por tu culpa...
—No tiene por qué enterarse.
—Ya sé, pero los otros te acusarán y dirán que ella estaba contigo. Si no los castigan a todos, te castigarán a ti.
Estamos en silencio por unos segundos.
—Es un riesgo que tendré que correr. —murmura.
—No... no lo es —Me pongo de pie casi al instante y me cruzo de brazos—. No quiero que te arriesgues por mi culpa.
—No pasará nada —dice él, también poniéndose de pie junto a mí—. Confía en que todo saldrá bien, Mariam. Tranquila.
Yo lo miro, temerosa. Temo que las cosas empeoren y usen represalias en su contra. Ojalá que todo salga bien.
—El vestido que elegí ayer para ti era perfecto para que pudieras correr —me explica Cecilia—. Fue una lástima que no haya salido como planeaba, pero este también tiene ese objetivo.
Me miro a mí misma. Recuerdo sus palabras al elegir el vestido beige que usaría.
Debe ser largo, pero no demasiado. Debe ser ligero, que no sea ajustado y tampoco tan grande. Debe cubrirte del frío, pero que sea sencillo para poder... —correr—. Un color sutil...
—La peluca te queda hermosa -comenta ella con un tono muy dulce.
—No opino lo mismo —dice Caleb—. ¿Quién la eligió? ¿Mi abuela?
Ella lo mira entrecerrando los ojos.
—Al menos no pidieron cortarte tu hermoso cabello. —dice Cecilia.
—No sé por qué, si al final nadie volverá a verlo.
—Oye, no digas eso —me reprocha con los ojos muy abiertos—. El plan de Caleb saldrá a la perfección y podrás escapar a... a cualquier sitio muy lejos de aquí.
—¿Tienes familia en el Reino Esmeralda? —pregunta Caleb.
—Creo que mis padres se encuentran ahí ahora. Mi abuela... —me corto a mí misma— quiero decir, Matilde, los mantendrá allá hasta que yo muera.
Cuando termino con esa frase Cecilia y Caleb se intercambian una mirada de confusión.
—¿Cómo? —me pregunta él.
—¿¡La capitana es tu abuela!?
Abro los ojos como lunas. No tenían idea de ello.
Cecilia sacude la cabeza para ignorarlo y continuar alentándome.
—No digas esas cosas —me dice—. El plan de Caleb saldrá genial. Sobrevivirás.
—Ni se te ocurra ir a refugiarte con tus padres —dice él bruscamente—. La capitana sabrá al momento que te encuentras allí. Tienes que buscar otro refugio, ¿pero dónde?
—Tengo más familia allá. El esposo de mi tía y sus hijos viven en el palacio. No sé cómo reaccionen al verme. Todo sería más fácil si mi tía Hadley también estuviera allí.
—¿Dónde está? —pregunta él.
—Ella enfermó cuando yo tenía cinco años y... murió, lamentablemente.
Me miran con una mirada lastimera. Odio esa sensación, como si sintieran lástima por mí, aunque creo que eso es exactamente lo que sienten.
—Volvamos al tema —dice Caleb, de repente—. ¿Puedes ir con ellos?
—Supongo. No los veo desde... creo desde el funeral de mi tía hace doce años. No son muy lindos recuerdos, la verdad.
—Irás con ellos —me ordena—. Luego veremos qué hacer. Solo necesitas un lugar donde refugiarte.
—¿Tienen alguna relación con la capitana? —pregunta Cecilia.
—No que yo sepa.
—Bien, solo hay que esperar a mañana entonces —dice ella—. El viaje será bastante largo y lo notarás eterno, puesto a que nunca has viajado en barco —Cecilia se pone de pie y me da un fuerte abrazo—. Mucha suerte, princesa. Deseo que todo les salga bien para ambos —Se dirige a la puerta de la habitación—. Caleb, ¿no vienes?
—Dame un minuto. —le dice él.
Cecilia asiente con la cabeza y se va de la habitación.
—¿La capitana es la madre del rey del Reino Diamante? —me pregunta.
Asiento con la cabeza.
—No me lo puedo creer. —Pasa una mano por su rostro.
—Pensé que todos lo sabíais.
—No sé mucho de política, solo lo que se dice entre la tripulación. Esa mujer es miserable.
Achico los ojos.
—Creí que estabas agradecido con ella, al igual que todos.
Arruga la nariz.
—Así era, pero lo que te hizo es inhumano. ¿Secuestrar a su propia nieta y hacer un plan para matarla?
Bajo la mirada. No soy su nieta. Literalmente no soy nada suyo y ese es el motivo por el que desea deshacerse de mí.
—Mira —Caleb saca de su cinturón una pistola—. ¿Sabes qué es?
Recuerdo que los guardias del palacio siempre tenían más de una encima para protegernos a todos, pero las mantenían lejos de la vista y alcance de los niños.
Uno de los piratas de la tripulación de Piratas Zafiro me apuntó con una en la sien, solo que terminó siendo asesinado por Jenna.
Henryk me había mostrado unas, pero eran diferentes, eran pistolas con fuego de dragones. Esta es una pistola con balas de plomo.
—Claro que sé, con eso me golpearon cuando me trajeron hasta aquí. —digo con cara de horror.
—Tienes que aprender a usarla, o al menos a apuntar. ¿Sabes hacerlo?
—¿Olvidas que en el tiempo en el que tú estuviste de viaje yo entrené todo tipo de cosas? —le pregunto— Bueno, entre esas se encuentra tiro con pistolas de fuego de dragones.
—No es lo mismo las pistolas de fuego de dragones y las de balas. Son diferentes. Con estas tienes que tener más precisión porque son más pesadas.
Caleb me enseña cómo quitarle el seguro, me hace la demostración y luego yo repito los mismos pasos.
—¿Para qué la quiero? No es que pueda esconder un arma con este vestido.
—Es por precaución.
Asiento con la cabeza. Eso significa que el plan tiene riesgos de fallar.
—Oye, ¿te puedo hacer una pregunta?
Él sonríe.
—¿Otra de tus muchas preguntas? —inquiere— Claro, soy todo oídos.
—Quiero que me expliques una duda existencial que tuve desde que descubrí que eras un pirata —confieso—. ¿Qué función tuviste tú en mi secuestro?
Él traga saliva y deja de mirarme.
Sé que tuvo culpa, pues sabía a la perfección dónde yo vivía.
—Debes saber que yo nunca supe que eras Mariam —me dice—. Me enteré el día antes de cuando te enseñé a lanzar rocas en el río, ¿lo recuerdas?
Asiento. Ese día estaba triste, tenía una mirada de melancolía que no era habitual en él. Ahora comprendo por qué.
—Quería hablar contigo y asegurarme de que eras igual al resto de miembros de la realeza. Quería que me demostraras que todos sois iguales, pero comprobé todo lo contrario. Comprobé que eras una increíble persona que no merecía morir.
Hace una pausa.
—Creí que tu familia estaba muerta y no te lo dije para ahorrarte disgustos —me dice—. Ayer me enteré de que están vivos e ilesos.
—Entiendo.
—Me enviaron a secuestrarte —continúa—. No quería hacerlo, pero... esas eran las órdenes de la capitana. Tenemos que serle leales, ¿entiendes? Ella nos acogió, nos crio, nos cuidó cuando nadie más lo hizo. Le debemos lealtad.
Asiento una vez con la cabeza.
—Yo fui el que dijo dónde vivías.
Un escalofrío me recorre la columna vertebral.
—El día que me enteré quién eras lo dije, y me arrepentí enseguida. Entré a la casita un día mientras dormías. Kathlyn no estaba, así que era el plan perfecto. Entré a tu habitación y te vi durmiendo como un ángel. Entonces recapacité y me dije: la lealtad hacia mi capitana no vale más que la vida de Mariam. Al menos yo no te traicionaría.
—Pero propiciaste a mi secuestro.
—Y me arrepentiré toda mi vida. No tuve el valor de hacerlo por mí mismo. Entonces dejé sobre la mesa una carta escrita por Kathlyn, una carta que le habían obligado a escribirla, y me largué. Entonces accidentalmente tropecé con un jarrón, cayó al suelo y me fui lo más rápido posible. Tal vez eso te despertó.
Recuerdo ese día. Imposible olvidarlo.
—No será fácil perdonarme, no te pido que lo hagas. Solo quiero que sepas que como mismo te hice prisionera, haré que seas libre -me dice-. Solo debes creerme, ¿vale?
Respiro profundamente. El oxígeno es más denso que antes. Al final vuelvo a asentir con la cabeza.
—Vale —le digo—. Te creo.
Creería cualquier cosa que me dijeras.
***
Han pasado minutos desde que Caleb se ha ido y he permanecido sola en la habitación. He dado vueltas en círculos, retorciéndome los dedos y alisándome los pliegues de mi falda. En cualquier momento nuestro plan se pondría en marcha y por la más mínima cosa podría fallar.
Tres hombres vestidos con ropa casual entran a la habitación. Uno de ellos me sostiene por el brazo para arrastrarme a la salida. No veo a Caleb por ningún lado, pero no quiero preguntar para no complicar la situación.
Subimos a un carruaje y conducimos al puerto más cercano. Llegamos más rápido de lo que esperaba, aunque sigo sin ver al pelinegro por los alrededores, por lo cual comienzo a preocuparme.
¿Y si no aparece?
Agito la cabeza. Claro que va a aparecer. Confío en que lo hará.
Él tenía razón, hay dos embarcaciones, una con destino a Reino Cristal y la otra, a Reino Esmeralda. Son como los barcos piratas pero mucho más pequeños y elegantes.
Estuve sentada en una banca por un rato, ansiosa, tambaleando las piernas. Froto las manos para que entren en calor.Al parecer esperamos a alguien. Los hombres que me acompañan se miran entre sí, nerviosos.
—No llega. —dice uno de ellos.
—Si no está aquí cuando vaya a navegar el barco, nos iremos sin él.
Veo que el tiempo pasa y aún Caleb no llega. Es mi fin. Si no ha llegado ahora, no va a hacerlo nunca. Moriré ahogada con una piedra atada a mi tobillo que me impedirá nadar hasta la superficie, aunque no sé nadar ni un poco, si no es que me devora un monstruo de un solo bocado nada más ser arrojada. Este será mi último aliento.
Minutos después escucho pedir a un señor que se encuentra en la entrada de una de las embarcaciones que embarcáramos para dirigirnos al Reino Cristal. Los tres hombres que me acompañan se ponen de pie, cuando en mi estómago comienzan a revolotear muchas mariposas. Estoy nerviosa. ¿Y si escapo? Pero... ¿cómo? ¿Podré hacerlo yo sola?
Desearía tener una pistola encima, pero hubiera sido imposible disimularla por la tela tan delgada del vestido.
Cuando doy mi primer paso hacia en barco, una voz lejana hace que me vuelva el alma al cuerpo.
—¡Esperad! —grita Caleb, corriendo muy apresurado hacia nosotros. Al llegar a nuestro lado se apoya en las rodillas y toma grandes bocanadas de aire— Ya os marchabais sin mí.
Se cambia con el hombre que me sostenía del brazo para hacerlo él con una mano enguatada, mientras todos lo miran con mala cara por haber sido tan impuntual.
—Me adelantaré. —les dice al resto, caminando en dirección a aquel barco de prisa, al cual deseaba no llegar nunca.
—Pensé que no llegarías. —susurro, al estar lejos de los demás.
—¿Cómo puedes tenerme tan poca confianza? —pregunta de la misma manera.
—Oye, estuve pensando y... ¿cómo subiré a la otra embarcación si mi identificación, aunque sea falsa, la tienen los otros, que claramente no me darán y no tengo dinero para pagar el viaje?
—Lo solucioné todo, tranquila —Me giña un ojo—. ¿Ves ese hombre de allá? —Señala con un dedo al señor que se encuentra en la entrada del segundo barco con destino al Reino Esmeralda, mi salvación— Hablé con él para que te dejara entrar sin tenerle que deber nada, solo con decir que eres Brear Glace bastará.
—¿Gratis?
—Digamos que me debía un favor.
—Ah, claro. Con los piratas son todos favores, ¿no?
—Se puede decir que sí.
Él hunde la mano en uno de los bolsillos de su pantalón y saca mi brazalete de diamantes, el que me había dado mi abuela Margarita y que no tenía cuando me secuestraron.
—Ten —me dice—, tu regalo de cumpleaños.
—¿Lo conseguiste?
—¿Por qué crees que tardé tanto? Además de que estaba planificando tu huida.
Lo tomo y lo sostengo con el puño cerrado para que nadie lo vea.
Cada vez estamos más cerca del barco, aunque caminamos a paso de tortuga.
—Hora de ejecutar el plan —me dice él—. Dame el codazo en la barriga.
Siento nauseas por los nervios.
—Es que... no sé cómo hacerlo.
Él ahoga una carcajada.
—Es fácil. Pones tu brazo así, me apuntas el estómago y lo mueves con fuerza. Recuerda luego salir corriendo sin mirar atrás, como si no hubiera un mañana.
—No quiero hacerte daño. En invierno los golpes duelen mucho más —digo, cuando se me ocurre una brillante idea—. ¿Y si finges recibirlo lanzándote al suelo dramáticamente?
—No soy buen actor.
—Yo no soy buena dando codazos —me quejo—. Si no me ayudas, fracasaré.
—No puedes fracasar, es un montaje.
Parpadeo.
—Haz eso por mí.
No sé cuántas cosas ha hecho por mí ya.
—De acuerdo. Ellos deben estar tras de nosotros. Mucha suerte —Hay unos segundos de silencio en los que parece muy concentrado—. Corres en tres... dos... uno... ahora.
Comienza ahora.
Caleb se arroja al suelo de una forma muy dramática simulando dolor, se sujetael estómago y pone una mueca. Los otros piratas están de espaldas. Los presentes miran a Caleb con el ceño fruncido. Él abre inmensamente sus ojos, pues no he dado ni un paso en dirección al barco que está a punto de zarpar.
Corro lo más rápido que puedo sin mirar atrás, como me señaló que lo hiciera. De pronto, los pasos apresurados de alguien me hacen saber que me están persiguiendo. Me volteo y noto que dos de los hombres que nos acompañaban corren tras de mí y el tercero se queda a comprobar cómo está Caleb. Tropiezo de la manera más torpe en la que pude haber tropezado nunca, pero sigo corriendo hasta llegar a estar muy cerca de la embarcación.
El recorrido, aunque era muy corto, lo siento demasiado largo y exhausto. Mi corazón no para de latir a toda velocidad. Cuando por fin llego al barco que me llevaría al Reino Esmeralda, doy un brinco para subir a la cubierta. Me detengo en seco. Alguien me sujeta el brazo e imposibilita que siga avanzando.
Uno de los que me perseguían me está sosteniendo, mirándome con un rostro enfurecido. Yo trago saliva muy nerviosa. Tengo un pie dentro de la embarcación y otro fuera. El señor de la entrada pone una mano sobre la del hombre que me sostieney que de vez en cuando me jala para que vuelva con ellos. No puede obligarme debido a que saltarán alarmas entre los presentes.
—Déjala en paz. —dice el de la entrada, muy serio.
El que me sujeta voltea a verlo y le mantiene la mirada por unos segundos, lo que me pone aún más nerviosa de lo que estoy.
—Lo siento. —dice el que me sujeta, dándome un jalón que me saca del barco.
No puede ser.
Caleb se pone de pie sin quitarme un ojo se encima. Sus labios se mueven. Aunque no escucho lo que dice veo que formulala frase: su pistola.
Con el mismo impulso con el que había sacado en pie de la embarcación, estiro el brazo hasta la parte de atrás del cinturón del hombre que me sostiene, donde puedo agarrar una pistola. Una vez que la tengo en mi mano no sé qué hacer con ella. Es exactamente igual a la que Caleb me había mostrado.
La miro por un segundo, hasta que reacciono y apunto con mi mano temblorosa a los dos piratas, uno más cerca del otro. Ambos fruncen el ceño, confundidos. Estoy segura de que piensan que no seré capaz de hacer nada.
Después de todo lo que ha pasado, me considero capaz de cualquier cosa.
Las mariposas de mi estómago comienzan a revolotear más deprisa cuando quito el seguro, tal como me había enseñado Caleb, aunque el hombre que me sostiene no deja de hacerlo e intercambiaba miradas a cada rato con su compañero, con cara de incrédulo.
¿Se están burlando de mí? Si no es menos cierto que no quiero hacerle daño a nadie si las circunstancias no me obligan, tampoco quiero que me vean como una tonta buscando una salvación.
Apunto al cielo y tiro del gatillo, en señal de advertencia. Me asusto yo misma porque el sonido es demasiado fuerte. El agarre del tipo se vuelve más fuerte, aunque ya no me miran como una niñita que no es capaz de matar una mosca. Ahora está asustado, ambos lo están, lo noto en sus rostros. Aunque sé que por nada del mundo pueden dejarme escapar.
Escucho detrás de mí los gritos de las personas dentro del barco y sus pies correteando por la cubierta, además de los que están en el puerto que corren lejos de nosotros, agachados por si comienza un tiroteo.
—El próximo... —Bajo la pistola y señalo en el medio de la frente del que me sujeta del brazo— será en tu cabeza.
—Lo dudo muchísimo —me dice él—. Hazlo.
¿Me está retando?
No sabe de lo que soy capaz. Tal vez ni yo misma lo sé.
Abro los ojos y levanto las cejas, cambiando mi mirada por completo. Estoy a punto de decir algo, mientras él arquea una ceja sin creer que yo haré absolutamente nada.
No, en definitiva no le pondré una bala en su cabeza. Tengo demasiadas muertes encima —entre directa e indirectamente— como para sumar una más a la colección. Pero sí que puedo darle un buen susto.
Sin pensarlo dos veces apunto su pierna y disparo. Escucho un grito desgarrador de su parte mientras se tira en el suelo y abraza su pierna herida. Me llevo ambas manos a mi boca.
Sí que fui capaz.
—Entonces... —Apunto al otro, volviendo a tomar una postura segura, mientras él levanta ambas manos en señal de rendición—. No lo pensaré dos veces la próxima vez.
Es tan imbécil que vino a asesinarme sin una pistola o algo para defenderse. ¿En serio tenían tanta fe en que su plan iba a funcionar?
El tercero, el que acompañaba a Caleb, corre hacia mí sacando su pistola del bolsillo trasero de su pantalón.
Abro mis ojos de par en par, aterrada. Igualmente lo apunto, pues no tengo nada más que perder. Se nota mi nerviosismo, algo que intento evitar a toda costa, pero tengo pocas probabilidades de salir bien de esta. Todo mi cuerpo está temblando por el frío y los nervios.
Caleb se acerca al que acaba de sacar el arma de fuego de forma cautelosa mientras yo niego con la cabeza. No quiero que cometa ninguna tontería en mi nombre. Ninguna tontería más.
Trago saliva para terminar lo que comencé.
Le doy un golpe con la parte trasera de la pistola al pirata desarmado. Él retrocede con una mano en la frente, la cual se cubre de sangre. Bajo el arma y me doy la vuelta para subir de un salto a la cubierta. Al instante me agacho en la pared de madera que hay dentro del barco y respiro con una mano en el pecho.
Pero ese alivio no dura mucho cuando, casi al instante, escucho un disparo que no provino de mi pistola.
Estoy sentada en la cubierta, pero dejo de respirar de golpe cuando pienso que el disparo me había dado a mí. Miro mi estómago, mis brazos o mis piernas, pero no tengo nada. ¿Estoy ilesa? ¿Entonces para quién había sido ese disparo?
Asomo la cabeza poco a poco para ver qué había pasado, ya que después de ese sonido no se había escuchado ni el aleteo de una mariposa.
No. No, no, no, no. No puede estar pasando. Mis ojos no pueden estar viendo aquella escena, no es real. Los froto rápidamente, negándome a creer que Caleb está tendido en el suelo, con una herida de bala en el estómago. Sé que se interpuso entre el tercer hombre y yo, para que no me disparara. Se ha sacrificado por mí.
No sé cómo reaccionar. Apunto a los otros con mi pistola, agachada y escondida para que ninguna bala perdida me alcance, si es que esa acción da inicio a un tiroteo, pero la verdad es que me paralizo cuando el barco zarpa y cada vez estamos más lejos del puerto.
Todos tienen una reacción distinta: el hombre al que había disparado está tumbado en el suelo, aun aguantándose la pierna como si se le fuera a caer; el segundo está a su lado, mirándome con cara de frustración, con una herida sangrante en la frente; el tercero, el que disparó a Caleb, se pasa las manos por la cabeza, furioso.
Caleb está tendido bocarriba en el suelo con una mano sobre su abdomen. Tiene una sonrisa amarga en sus labios. Aunque estemos lejos, noto que una lagrima se desliza por su sien, una lágrima cargada de emociones y sentimientos no expresados que se funde con la nieve.
El tercer pirata se acerca a él y lo apunta en el pecho. Entonces le dispara.
Un grito escala por mi garganta hasta que las lágrimas lo ahogan. Deja de mirarme. Su vista se pierde en el cielo y cierra los ojos lentamente Ya Caleb no se mueve, no sonríe, no parpadea, no respira.
Si muere, no me lo perdonaré nunca. Las personas no merecen morir por mí. Él no se lo merece.
Un chico que creció sin la oportunidad de elegir su futuro, su destino, que fue adoctrinado y obligado a convertirse en un monstruo, por una capitana a la que creyó debérselo todo y que terminó odiando. Su vida no puede acabar así.
Me hago un ovillo en el suelo y sigo temblando. Las lágrimas y sollozos no me dejan respirar.
Sería capaz de darlo por mí, incluso su vida.
Si muere, mi corazón muere con él.
Estoy dentro del barco. Caleb me salvó la vida, se sacrificó por mí. Estaba feliz de haberme logrado dar la libertad, cosa que se había planteado hace ciento treinta y seis días. Lo que estuve planeando durante tanto tiempo, al final lo he conseguido.
El plan es: un nuevo reino, una nueva identidad, un nuevo sitio para esconderme, nuevas personas y tal vez nuevas revelaciones. Otro cambio de vida.
En cambio hubiera preferido ahogarme en el fondo del océano sin que nadie lo supiera en lugar de que él yaciera rodeado de nieve en un puerto desconocido.
No puedo hablar, no puedo pensar, no puedo respirar. Mi pecho me duele y mi corazón se fragmenta en pedazos de cristal de colores.
El señor que estaba en la entrada de la embarcación, el que me intentó salvar, el que le debía un favor a Caleb y ahora tiene encargado ayudarme, corre hasta donde yo estaba para socorrerme. Se agacha a mi lado y me sonríe con amabilidad.
—Brear, ¿verdad?
°•°~🍒🌹~°•°
Nota de la autora:
¡Hola! Si has llegado hasta aquí con la historia, quiero darte mil gracias 😊🌷 Ha sido un proyecto que escribí con todo mi corazón. Tengo fe en que esta comunidad crecerá muchísimo.
Prisionera II está en proceso, y viene mucho más interesante que la primera parte. Mientras, te invito a que leas la otra historia que tengo en mi cuenta. Estaría muy agradecida. 🎀
Dime, ¿qué opinas de la primera parte de esta historia? ¿Qué opinión tienes de los personajes? ¿Qué esperas que ocurra en el segundo libro?
Spoiler: un pequeño nuevo personaje llegará para cambiar la vida de nuestros protagonistas. 🤭
Solo vine para decir eso. Nuevamente, muchas gracias ☺️🌸
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