XLI. Temas profundos y sonrisas vacías
Meses antes.
-¿Qué piensas de... la muerte? -me pregunta él, sentado a las orillas del río con una rama en la mano, mientras dibuja en la tierra bajo el césped.
Pienso con claridad en una respuesta correcta para su pregunta, aunque siempre es un poco complicado formular una.
-Mhm... El futuro es inexacto, pero todos terminamos igual -Brinco de una roca a otra, mientras el agua me salpica los pies descalzos-. Al final, llega nuestra hora y morimos -es lo único que puedo decir. Él es el experto en los temas profundos, no yo-. Debe ser triste morir.
-No para todos -dice sin mirarme-. Para algunos la muerte es una salvación, cuando no soportan la tortura que supone la vida.
Me detengo antes de saltar a la siguiente roca con los brazos extendidos para mantener el equilibrio. Tiene razón, en ocasiones la vida suele ser cruel, pero nadie sabe lo que nos deparará el destino.
Nunca he pensado en la muerte como una salvación, sino como la vía fácil que toman los que no tienen más fuerzas para luchar.
-Huir nunca va a ser una opción -digo y sigo saltando-. Lo correcto es luchar, por más cansado que estés. No sabes si mañana despertarás con un pozo de los deseos en tu jardín y tu vida resuelta.
Caleb sonríe amargamente. ¿Por qué esto me parece tan personal de su parte?
-Eso es imposible.
-¿Quién sabe? -digo y me siento a su lado- ¿Alguna vez has visto uno? No, yo tampoco, nadie lo ha hecho, por tanto no se sabe si son reales y nos pueden conceder cuantos deseos queramos.
Él mira el agua cristalina y se toma unos segundos para voltear hacia mí.
-¿Y si alguien le está haciendo daño a una persona que le importa y piensa que lo más adecuado es dejar de vivir para protegerla? ¿Y si no es una decisión egoísta y lo hace por alguien a quien ama?
Me quedo en silencio por unos segundos. El único sonido que percibo es el agua y el viento entre las hojas de los árboles. No puedo mirar a Caleb a los ojos. No ahora, cuando sus palabras suenan tan personales como estacas que impactan directamente en mi pecho.
-Nunca protegerás a alguien dejándolo solo. -le digo.
Él suspira. Mira sus manos y luego los árboles. Se vuelve hacia mí.
-¿Qué sugieres entonces?
-Luchar -contesto-. Siempre será el camino más difícil y más largo, pero es a través del cual te sentirás mejor. La muerte es la vía fácil. No más dolor, más sufrimiento, o cualquier emoción que pueda hacerte sentir mal, pero tampoco hay alegrías, risas ni descubrimientos.
Él sonríe. Los hoyuelos en sus mejillas parecen hechos con cera.
-Y pensar que hace un mes te daba pánico la muerte de una gallina.
-Oye, no es lo mismo hablar de la muerte que ser culpable de la de un ser vivo completamente inocente -le digo, muy seria-. Sigo sin superarlo.
Caleb toma una piedra muy hermosa, la analiza y la lanza al agua. Para mi sorpresa, esta revota dos veces hasta desaparecer.
-¿Cómo hiciste eso? -le pregunto, sorprendida.
-¿El qué? ¿Hacer que una roca salte?
-Exacto. Revotó en el agua, sin hundirse.
Sonríe y me mira como si de una niña pequeña se tratase. Toma una piedra plana del fondo del río -por suerte este no es nada profundo- y me la muestra.
-El secreto es tu muñeca. -me dice y hace un ademán en lanzarla.
-Quiero intentarlo.
La tomo y hago lo que él me indicó. La lanzo como si quisiera que se deslizara sobre una mesa, por lo que esta revota. Tres veces. Lo miro, emocionada y sorprendida al mismo tiempo.
-¿Viste eso? -le digo sin poder disimular la emoción.
-Sí, Brear, lo he visto. -Aplaude y sonríe.
Hoy sus sonrisas no son como las de siempre. Son tristes, amargas, melancólicas. Algo le pasa y no precisamente algo bueno.
-¿Estás bien? -le pregunto, con cierto grado de preocupación en mi voz.
No es común verlo así. Siempre suele estar sonriendo y haciendo bromas sobre cualquier asunto que le pase por la mente. Es muy ocurrente, pero hoy parece estar apagado. Él no es así.
Cuando parece que va a contestarme, June aparece de repente de entre la arboleda. Ella me echa una ojeada rápido y se vuelve para hablarle a su hermano.
-Caleb, rápido, necesito tu ayuda en... en el molino. -le dice June, la cual parece un poco exaltada.
-¿Qué ocurre? -le pregunta, poniéndose de pie.
Yo hago lo mismo.
-Te lo explico por el camino, vamos -dice y lo toma del brazo-. Perdona. -me dice a mí con una sonrisita un tanto falsa.
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